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Tema: Anecdotario de soldados españoles por el mundo

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  1. #1
    tautalo está desconectado Uno más... que no se rinde
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    Anecdotario de soldados españoles por el mundo

    ¡A NAVAJAZOS!

    "Agua fuerte de Goya donde se aprecia como dos patriotas, con precarias armas y navaja en mano, se enfrentan al bien armado ejército invasor"


    ¡¡A navajazos!!

    Aunque parezca un tópico no lo es. Los españoles siempre hemos tenido cierta predisposición, para esto de las peleas, y a terminar nuestros asuntos a navajazos. El arma por excelencia para los hombres españoles.



    Los romanos ya vieron que los iberos tenían un gusto especial por las espadas cortas y de doble filo, tanto es así, que en su periplo por las guerras con otros pueblos, las legiones romanas fueron asimilando lo mejor de lo defensivo u ofensivo de las armas de sus contrincantes. De los iberos copiaron el gladius hipaniensis, espada corta y de doble filo, similar a la falcata, pero sin la curvatura que esta posee.


    Siempre que se habla de este tipo de espadas o navajas me viene a la memoria el aguafuerte de Goya, en donde un patriota español, navaja en mano, arremete contra unos gabachos usurpadores mientras estos disparan sin parar sus mosquetes. Y es que son muchos los ejemplos que la historia española puede aportar sobre muertes violentas a navajazos entre individuos de diferente condición.


    La navaja era un instrumento habitual en las clases más humildes. No sólo servía como utensilio de cocina sustituyendo al cuchillo y tenedor, sino que venía a complementar la indumentaria del jornalero, sirviendo de apero imprescindible. Los campos no eran seguros, y este tipo de arma corta era eficaz y discreta.


    El gusto y pericia que llegamos a tener los españoles sobre este tipo de cuchillo manejable ha sido muy grande. Se ve que esto de asestar a nuestros adversarios pinchazos en la barriga mientras miramos su cara de horror, es algo que ha impregnado el carácter de los iberos desde siempre.


    Si no miren lo que ocurrió en Italia hace ya algunos siglos:


    Se encontraba en aquel país andino tropas españolas distribuidas en diferentes ciudades, cuya finalidad era evitar que los revolucionarios de Garibaldi hiciesen de las suyas. España, tenía efectivos unos diez mil hombres, al mando de Fernández de Córdoba (otro Fernández, que no el D. Gonzalo de los tercios), y las tropas avanzaban posiciones sin efectuar grandes combates. Su objetivo era la ocupación de las provincias pontificias que trajesen tranquilidad a esta zona y conseguir con ello que el papa Pío IX volviese al Vaticano.


    En estas estaban nuestras tropas cuando se ocupó la localidad italiana de Terni. Allí había numerosos garibaldinos que no se habían unido a su líder, y que actuaban como salteadores de caminos, igual que los “maquis” de nuestra Guerra Civil. Allí operaba el regimiento español Lusitania, y aprovechando el descuido de algunos de los nuestros, estos fueron atacados por los revolucionarios garibaldinos. A resultas de esos ataques fueron heridos un soldado del batallón de cazadores Chiclana y un granadero del mismo batallón, así como un cabo del citado regimiento Lusitania. A nuestros compatriotas no les gustó este gesto italiano, y decidieron vengarse de los asaltantes de caminos tendiéndoles unat trampa


    Un grupo de cuatro soldados españoles se escondió en un bosque cercano mientras otro, un corneta natural de Málaga, se paseaba en solitario para atraer la atención de los agresores. Al poco, cinco paisanos italianos, muy garibaldinos ellos, pero con puñal en mano, salieron al paso del “cebo” así preparado, despachando el corneta español a tres de ellos con una navaja de considerables dimensiones y haciendo huir a los otros dos. Parece ser que, a pesar de haber podido el solo con los cinco adversarios, el soldado no se consideraba el más hábil con el cuchillo pues cuando fue interrogado por sus oficiales el malagueño respondió: “¡ha sido lástima que el batallón estuviera hoy de servicio, porque las mejores navajas entraron de guardia esta mañana!”. Parece ser –según cuenta Fernández de Córdoba, que esta acción extraoficial supuso el cese de las hostilidades en Terni.


    A saber que hubiese ocurrido si se empelaran a fondo los cuatro emboscados o los otros compatriotas más duchos en el manejo de la navaja.



    Publicado por Rufino Peinado
    SANTO REINO TRADICIONALISTA


  2. #2
    Avatar de MADERA
    MADERA está desconectado Miembro graduado
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    Respuesta: Anecdotario de soldados españoles por el mundo

    Otra anécdota sobre ejércitos y soldados españoles.

    En la historiografía internacional se dice que la última tuvo lugar en Beer-Sheva en 1917 (google: "last successful cavalry charge in military history.")

    Sin embargo éso es mentira, en realidad la última la dirigió el General Monasterio, aquí hay más información de él: ESCUADRONES DE CABALLERIA DE REQUETES



    La última carga de caballería (victoriosa)

    Os voy a contar un episodio muy especial que ocurrió en la la batalla de Teruel durante la Guerra Civil española. El 15 de diciembre de 1937 se llevó a cabo una ofensiva republicana que tras 10 duros días de lucha consiguió tomar la ciudad. El mando republicano se pensó que con esta actuación bastaba, pero aunque para el General Franco esta pérdida no era de gran valor estratégico, sí suponía un objetivo moral y simbólico de gran importancia, como en su día lo fue la recuperación del Alcázar de Toledo. Con todo esto, el 17 de enero de 1938 el ejército nacional lanzó la contraofensiva.

    El objetivo de Franco era embolsar a las fuerzas republicanas en torno al río Alfambra para liberar Teruel y el 5 de febrero se inició la maniobra que dio paso a la cuarta fase de la batalla de Teruel, que es con la que concluyó. En esta misma etapa se produjo un episodio de enorme importancia: la última batalla “romántica” de la historia de la caballería; y cuando digo caballería, me refiero a la de caballos, y no a la de tanques.


    La División de Caballería nacional, que mandaba el General Monasterio, tuvo un papel extraordinario aprovechando una ruptura que se había realizado en el centro del frente (gracias a la intervención de la quinta División del ejército nacional) para descargar contra dos brigadas republicanas provistas con todo tipo de armamentos, incluyendo tanques soviéticos. Éstas eran la 104 y la 32 de la 27º y 29º División respectivamente. Tenían como objetivo tapar la brecha, pero cuando casi lo habían conseguido, se lanzó sobre ellos a 3000 jinetes campo a través que consiguieron aterrorizar al enemigo y provocaron su retirada en desbandada y por lo tanto, la ruptura total del frente.

    Al día siguiente, se consiguió el cierre del cerco y el 22 de febrero del 38 se consiguió finalmente la victoria del ejército nacional.

    Me parece una historia heroica y digna de ser llevada a la “gran pantalla”: Imaginaos a 3000 jinetes a galope sobre los suelos turolenses en pleno invierno -¡Vaya frio!- contra dos divisiones cargadas de armamento moderno “hasta los dientes”. Pero como en este país preferimos hacer grandes producciones como “Días de fútbol” (por poner un ejemplo) pues así nos va…

    La última carga de caballería Xavs Channel

  3. #3
    Avatar de Aquilífero
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    Respuesta: Anecdotario de soldados españoles por el mundo

    El Gran Capitán, D. Gonzalo Fernández de Córdoba, es una mina para esto de entresacar anécdotas históricas sobre la valentía de nuestras tropas en el extranjero.
    Cuenta la Historia, que estando en Italia, el duque de Nemours y D´Aubignay, con fuerzas más superiores que las de nuestro bravo capitán, retan para que entre en combate o capitule. D. Gonzalo se ve en situación apurada, pues ha de defender un vasto territorio y no cuenta con tropas suficientes. Ha mandado numerosas cartas a su rey Fernando el Católico pidiendo refuerzos, pero este no le ha contestado, y llegado el momento decisivo, su experta mirada de estratega observa las posibilidades y actúa.
    Desde la localidad de Barletta distribuye a sus capitanes por las poblaciones cercanas: Piñero a Portón, Gómez de Solís a Turpia, duarte a San Giorgio, Nuño de Ocampo a Ríjoli, diego de Ocampo a Mantua y al centro de las operaciones, Canosa, a su capitán de mayor confianza, el ex corsario Pedro Navarro.

    José Antonio Vaca de Osma cuenta así en la biografía que realiza de D. Gonzalo Fernández de Córdoba:

    Pedro Navarro, sobre esta piedra tengo que preparar toda la guerra por venir. Esta es la ciudad de Cannas, donde Aníbal mató a cuarenta mil romanos y la gente con que hiciera este hecho eran españoles. A canosa escogí para que resistáis a los franceses o para vuestra tumba”.

    Trataba así el Gran Capitán de ganar tiempo mientras reubicaba sus fuerzas en una posición más ventajosa que le permitiese defenderse y aguantar la embestida de los miles de franceses que tenía enfrente. Pedro Navarro le contestó así: “Flacos son los muros de Canosa, pero los harán fuertes nuestros corazones

    Los Generales franceses D´Aubigny y Montpensier –continúa Vaca de Osma en su libro- dividen sus tropas. El primero se dirige a Calabraia para asegurar sus posiciones, el segundo, marcha sobre Canosa. El 15 de agosto de 1502, Nemours intima a la rendición a los defensores españoles, Navarro, contesta al desafío: “No nos conocéis...” Siguen catorce asaltos. Los muros ceden; la lucha es desesperada. Nemours pregunta cuántos hombres tiene Navarro. Unos tres mil, estiman sus consejeros militares. La situación se hace insostenible. Llega a Canosa una orden de don Gonzalo: “Rendirse con honra y abandonad la plaza para incorporaros a Barletta”.

    Los franceses aceptan las condiciones. Por las puertas destrozadas de Canosa desfilan ciento cincuenta hombres “casi desnudos, sangrantes y famélicos pero con la cabeza alta de bravura y orgullo” las tropas de Francia los saludan y disparan salvas en su honor.

    Ese tipo de hombres es el que forjaron un Imperio. Apenas ciento cincuenta hombres y los adversarios creían que eran 3.000. navarros, vascos, castellanos. Las crónicas de conquista del Gran Capitán están llenas de este tipo de hazañas, en las españoles de todas las provincias tuvieron su momento de gloria, porque todas estaban seguras de a que Dios servir y a que señor seguir. .
    Conócete, acéptate, supérate.
    (San Agustín)

  4. #4
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    Respuesta: Anecdotario de soldados españoles por el mundo



    El Zoco-el-Arbáa ha sido testigo de muchas acciones legionarias, heroicas, ingeniosas... Pero lo más gracioso que se pudo ver en este zoco fue la singular manera de ayudar a misa por un legionario. Era día de fiesta, y las Compañías, al toque de escuadra, pasaban en los dormitorios la revista que precedía a toda formación. De pronto apareció un Cabo que preguntó: ¿hay alguien que sepa ayudar a misa?. Como un meteoro cruzó el Cabo el frente a la Compañía sin que ninguno de los oyentes se decidiera a realizar una misión tan sencilla. Indudablemente debió ocurrir lo mismo en las restantes Compañías de la Bandera pues al poco rato volvió el mismo Cabo reiterando desesperadamente la petición de voluntarios para ayudar a misa. Un legionario, Antonio Galván, de la 9ª Cía, animado por sus compañeros dio un paso al frente. De su nuevo cometido no tenía más noticias que las obtenidas de los legionarios que estaban más cerca: Haz cuanto veas hacer al sacerdote.
    Sonó el toque de llamada y sobre la misma carretera formó la Bandera con esa exactitud, brillantez y prestancia que sólo pueden encontrarse en la Legión. En el altar, al lado del Capellán, surgió la picaresca figura de Galván, más firmes que un palo. Y así iban las cosas hasta que el oficiante bendijo por primera vez al público y dijo Dominus vobiscum, momento en que Galván se adelantó hacia las tropas –cansado sin duda del modesto papel desempeñado hasta entonces - y con el brazo en acción de bendecir a los fieles, exclamó, muy serio y con voz estentórea y potente: Dominus vobiscum. Ni la rígida disciplina legionaria, ni la seriedad del acto, fueron suficientes para contener la más homérica carcajada que resonó jamás en Zoco-el-Arbáa. Nadie pudo reprimirla, ni los mismos Oficiales, siendo al final el propio Jefe quien terminó de ayudar la misa.


    Publicado por Mazadelizana

    "El vivir que es perdurable
    no se gana con estados
    mundanales,
    ni con vida deleitable
    en que moran los pecados
    infernales;
    mas los buenos religiosos
    gánanlo con oraciones
    y con lloros;
    los caballeros famosos,
    con trabajos y aflicciones
    contra moros".

    http://fidesibera.blogspot.com/

  5. #5
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    Respuesta: Anecdotario de soldados españoles por el mundo

    Muy buena Maza. Buscaré en los libros de mi biblioteca para ver si encuentro alguna que otra anécdota de españoles en combate..., aunque creo que no va ser tan graciosa como esta, eso seguro.
    Conócete, acéptate, supérate.
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  6. #6
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    Gracias Aquilífero, pero la mejor a mi ver, es la de los navajazos a los garibaldinos.

    "El vivir que es perdurable
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  7. #7
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    Respuesta: Anecdotario de soldados españoles por el mundo

    Espero que no hayas leído estas historias sobre la Guerra de la Independenica, a ver si te gustan, Maza.

    Durante la Guerra de Independencia las tropas francesas, muy “victoriosas de mil batallas” hubieron de aprender una dura lección en España. Por primera vez tuvieron que entender, que pese a no tener estructura militar que fuese capaz de enfrentarse a la potente Grand Armè, en España cada hombre era un ejército por sí mismo. Vencido en mil combates, si no era hecho prisionero, huía del francés, se emboscaba en los montes, y solo o en partidas empezaba su “guerra contra el invasor”.
    El barón Marbot lo definía así:

    Los españoles tienen un mérito inmenso; por más que fuesen derrotados, nunca perdían los ánimos. Huían, iban a reunirse más lejos y volvían ataque algunos días más tarde, siempre animados de nueva confianza, que, desvanecida cien veces, no era destruida jamás”.

    Ese era el espíritu que animaba a nuestros antepasados, hoy tristemente abotargado por influencias extranjerizantes y malos gobernantes.
    El coronel Lejeune, ayudante de campo del mariscal Berthier, hico una descripción muy acertada del hombre guerrillero. Venía a decir más o menos que:

    Su pelo quedaba recogido a lo largo de la nuca. Todos ellos, jefes y simples números portaban pañuelo coloreado, anudado a la cabeza, que caía por la espalda con aire negligé. Encima del pañuelo, llevaban un sombrero redondo de fieltro en el que se destacaba una corona, variando su color entre el negro, marrón rojizo y el gris, según el estado de su uso, y decorado con unas cuantas plumas de ave y una vuelta de cordón rojo. El pecho y uno de los hombros, atezado o rojizo por la exposición constante a la intemperie, iban al descubierto. Algunos de los guerrilleros usaban chaquetillas oscuras, negras o azules; pero todos llevaban anchas fajas de seda o lana, con espacio para varias decenas de cartuchos, como alguna ocasión tuve de comprobar. Los calzones cortos, de terciopelo negro o de cuero, quedaban libres por la rodilla, y las pantorrillas, protegidas por polainas de cuero que iban por encima de las sandalias españolas o grueso calzado, con contrafuerte, para los tobillos. Los guerrilleros gritaban todo lo que su voz daba de sí, enseñando sus dientes blancos y puntiagudos, que se parecían a los de los lobos hambrientos”.

    Vamos, una impresión aterradora para los disciplinados ejércitos, que acostumbraban a luchar por dinero, que no por intereses más nobles como era el caso de los españoles. No era el caso de todos, eso es cierto, pero algunos ejemplos han quedado escritos de lo que significaba ser guerrillero en esa época. Así se defeinía uno de esos hombres de tantos, que llevados por la desesperación y por la tragedia decidieron tomar las armas hasta sus últimas consecuencias.

    No tengo casa, no tengo ligámenes. No me queda más que mi país y mi espada. Mi padre fue raptado y fusilado en la plaza de mi pueblo: nuestra casa fue quemada. Mi madre murió de pena; mi mujer, violada por el enemigo, pudo encontrarme (yo era voluntario de Palafox) y murió en mis brazos en el hospital de Zaragoza. Yo no sirvo a ningún jefe en particular. Soy demasiado miserable para aguantar cualquier disciplina. Yo voy hacia donde oigo hablar que hay acción: si soy pobre, a pie; si el azar o el saqueo me han hecho rico, a caballo: yo soy para el jefe, el hombre más valeroso. Pero he jurado no plantar una viña, ni arar un campo, hasta que el enemigo sea arrojado de España”.

    Esos eran otros tiempos. Hoy, no creo encontrar en el españolito medio, ni la mitad de hombría ni valor que tenían aquellos nuestros antepasados. ¡Qué vergüenza no poder corresponder a tanta gloria!
    Conócete, acéptate, supérate.
    (San Agustín)

  8. #8
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    Cita Iniciado por Aquilífero Ver mensaje
    Espero que no hayas leído estas historias sobre la Guerra de la Independenica, a ver si te gustan, Maza.

    Durante la Guerra de Independencia las tropas francesas, muy “victoriosas de mil batallas” hubieron de aprender una dura lección en España. Por primera vez tuvieron que entender, que pese a no tener estructura militar que fuese capaz de enfrentarse a la potente Grand Armè, en España cada hombre era un ejército por sí mismo. Vencido en mil combates, si no era hecho prisionero, huía del francés, se emboscaba en los montes, y solo o en partidas empezaba su “guerra contra el invasor”.
    El barón Marbot lo definía así:

    Los españoles tienen un mérito inmenso; por más que fuesen derrotados, nunca perdían los ánimos. Huían, iban a reunirse más lejos y volvían ataque algunos días más tarde, siempre animados de nueva confianza, que, desvanecida cien veces, no era destruida jamás”.

    Ese era el espíritu que animaba a nuestros antepasados, hoy tristemente abotargado por influencias extranjerizantes y malos gobernantes.
    El coronel Lejeune, ayudante de campo del mariscal Berthier, hico una descripción muy acertada del hombre guerrillero. Venía a decir más o menos que:

    Su pelo quedaba recogido a lo largo de la nuca. Todos ellos, jefes y simples números portaban pañuelo coloreado, anudado a la cabeza, que caía por la espalda con aire negligé. Encima del pañuelo, llevaban un sombrero redondo de fieltro en el que se destacaba una corona, variando su color entre el negro, marrón rojizo y el gris, según el estado de su uso, y decorado con unas cuantas plumas de ave y una vuelta de cordón rojo. El pecho y uno de los hombros, atezado o rojizo por la exposición constante a la intemperie, iban al descubierto. Algunos de los guerrilleros usaban chaquetillas oscuras, negras o azules; pero todos llevaban anchas fajas de seda o lana, con espacio para varias decenas de cartuchos, como alguna ocasión tuve de comprobar. Los calzones cortos, de terciopelo negro o de cuero, quedaban libres por la rodilla, y las pantorrillas, protegidas por polainas de cuero que iban por encima de las sandalias españolas o grueso calzado, con contrafuerte, para los tobillos. Los guerrilleros gritaban todo lo que su voz daba de sí, enseñando sus dientes blancos y puntiagudos, que se parecían a los de los lobos hambrientos”.

    Vamos, una impresión aterradora para los disciplinados ejércitos, que acostumbraban a luchar por dinero, que no por intereses más nobles como era el caso de los españoles. No era el caso de todos, eso es cierto, pero algunos ejemplos han quedado escritos de lo que significaba ser guerrillero en esa época. Así se defeinía uno de esos hombres de tantos, que llevados por la desesperación y por la tragedia decidieron tomar las armas hasta sus últimas consecuencias.

    No tengo casa, no tengo ligámenes. No me queda más que mi país y mi espada. Mi padre fue raptado y fusilado en la plaza de mi pueblo: nuestra casa fue quemada. Mi madre murió de pena; mi mujer, violada por el enemigo, pudo encontrarme (yo era voluntario de Palafox) y murió en mis brazos en el hospital de Zaragoza. Yo no sirvo a ningún jefe en particular. Soy demasiado miserable para aguantar cualquier disciplina. Yo voy hacia donde oigo hablar que hay acción: si soy pobre, a pie; si el azar o el saqueo me han hecho rico, a caballo: yo soy para el jefe, el hombre más valeroso. Pero he jurado no plantar una viña, ni arar un campo, hasta que el enemigo sea arrojado de España”.

    Esos eran otros tiempos. Hoy, no creo encontrar en el españolito medio, ni la mitad de hombría ni valor que tenían aquellos nuestros antepasados. ¡Qué vergüenza no poder corresponder a tanta gloria!
    Aquilífero,

    Somos únicos en nuestra especia, que pena que nos vayamos extinguiendo. Te voy a pedir un favorcillo, cada historieta que tengas de este tipo, por favor subela, disfruto como un enano leyendo esas anécdotas sobre la guerra contra el gabacho.

    Aprovecho a alabar la buena idea de Tautalo con este hilo.

    Saludos.

    "El vivir que es perdurable
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    en que moran los pecados
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  9. #9
    Avatar de Irmão de Cá
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    Respuesta: Anecdotario de soldados españoles por el mundo

    Maza, para este hilo hay mucho de interese en un otro: historias gloriosas y militares hispanas.

    Un apunte de hazañas (casi anécdotas) de soldados portugueses que se puede hallar allí: Historias militares y gloriosas Hispanas
    res eodem modo conservatur quo generantur
    SAGRADA HISPÂNIA
    HISPANIS OMNIS SVMVS

  10. #10
    Avatar de Aquilífero
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    Somos únicos en nuestra especia, que pena que nos vayamos extinguiendo. Te voy a pedir un favorcillo, cada historieta que tengas de este tipo, por favor subela, disfruto como un enano leyendo esas anécdotas sobre la guerra contra el gabacho.

    Aprovecho a alabar la buena idea de Tautalo con este hilo.

    Saludos.[/quote]

    Ahi va otra. Ya puestos con el Gran Capitán...

    En el siglo XVI todavía estaba muy vivo en la mentalidad de los hombres y caballeros, el sentimiento de caballería. El Gran Capitán era uno de esos epílogos gloriosos de ese linaje que pronto se extinguiría.

    Estando en la localidad de la Barletta, el Gran Capitán entretenía al enemigo mientras esperaba refuerzos. El francés, que pretendía tomar aquella fortaleza, agrupaba a sus hombres y reorganizaba su líneas. Las esperas eran largas y ambos ejércitos se desanimaban ante la inacción. La rivalidad se expresa entonces con palabras, y soldados de ambos ejércitos se entrecruzan insultos y desafíos. Uno de estos desafíos fue el que indicaba que “Los españoles no saben pelear a caballo” decían los franceses, a lo que se les respondía por parte española que “los franceses no saben perseverar en la batalla”. D. Gonzalo recogió el guante, y en terreno neutral, propuso a los adversarios la celebración de un combate o duelo. Los soldados escogidos, los mejores y más esforzados por parte de ambos ejércitos lucharían en batalla sin igual. Así se dilucidarían las cuestiones de honor. El reto fue aceptado.

    Por parte española combatirían entre otros, Diego de Paredes, Diego de Vera, Gonzalo de Aller, Arévalo, Oñate..., los franceses tendrían como gran figura al “caballero sin miedo y sin tacha” el célebre Bayardo. El padrino de los españoles fue el segundo jefe del ejército, Próspero Colonna. Los árbitros fueron venecianos y el combate tuvo lugar en Trani.

    Once contra once. Así lo cuenta Vaca de Osma en su biografía sobre El Gran Capitán: “El choque de aceros fu terrible. Cuatro caballeros franceses cayeron de sus corceles. Gonzalo de Aller entra violentamente en campo enemigo y cae prisionero. Las líneas se rompen, se recomponen. Cae a tierra García de Paredes pero sigue combatiendo. Los franceses caídos forman una muralla con los caballos muertos. Los que han perdido las armas se lanzan piedras. El público italiano aplaude, grita expectante ante tal combate. Al caer el sol, suena el clarín, que preludia el fallo de los jueces: Ni españoles ni franceses se da por vencedores. A aquellos se declara esforzados y valerosos; a éstos hombres de constancia y a todos se tiene por buenos. Gonzalo de Aller –caballero español hecho prisionero en el lance por los franceses- es canjeado por un caballero francés rendido”.

    Al término del combate, los esforzados caballeros son sentados a degustar viandas en la mesa del generoso Gran Capitán. Allí se perfilan los lances del encuentro y se ríen a mandíbula batiente de los pormenores de la batalla. Don Gonzalo gasta bromas con García de Paredes, y como sostuvo su lucha “a pedradas” mientras que a Gonzalo de Aller le recrimina: “Gonzalo de Aller, mucho me ha pesado la desgracia que ayer os acaeció y para satisfacción de ella y de vuestra honra sólo un remedio os queda y es que desafiéis al francés rendido que por vos fue trocado, de modo que volváis a mí vencedor, o me traigan ese vuestro cuerpo muerto”.

    Así se las gastaba D. Gonzalo en asuntos de honor. No permitía la más mínima. Sus hombres estuvieron en la mayoría de las ocasiones a la altura de las exigencias. Gonzalo de Aller no sería menos.

    Al día siguiente –cuenta Vaca de Osma- se presenta al caballero francés el cartel de desafío. El retado no asiste mientras Aller espera a caballo, arma en ristre. ¿Es que no quiere lavar su honra y finge una enfermedad ¿ -se queja el caballero español.- Los jueces deciden que Aller combata contra un muñeco de tela que representará al francés. Aller ataca hasta veinte veces y el muñeco vuela en mil pedazos. El Gran Capitán recibe al vencedor: y le dice: En el día de hoy, señor Gonzalo de Aller, habéis honrado a toda nuestra nación; habéis cobrado solo lo que todos vuestros compañeros perdieron juntos”.
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  11. #11
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    Respuesta: Anecdotario de soldados españoles por el mundo

    Y para mi estimado Mazadelizana, le dejo esta perla de los tercios, que no sé si conocerá o no:

    La batalla de Pavía es una de las gestas más importantes realizadas por los tercios españoles. En ella, el propio rey Francisco I de Francia cae hecho prisionero junto con gran parte de la nobleza francesa. Los españoles dieron buena cuenta del combate, y en el asalto murieron miles de hombres de ambos bandos, pero fueron los franceses, muy convencidos de us pronta victoria, los que pagaron más alto precio.

    Se cuenta que la situación estaba perdida y que los franceses iniciaron la huida. Muchos perdieron la vida en el río, pues Leiva había destruido el puente sobre el Tesino. Solo el rey francés permanecía en el campo de batalla con sus caballeros; vio caer a sus mejores hombres, uno tras otro, y trató de huir y buscar alguna portilla en el muro del parque. Pero unos arcabucero le cerraron el paso; uno de ellos mató al caballo del rey y Franciso I cayó al suelo, atrapado bajo el vientre del animal; los soldados imperiales estaban dispuestos a acabar con su vida, pero el monarca declaró su condición y se rindió ante los arcabuceros Juan de Urbieta, Diego Dávila y alonso Pita.

    Cuentan las crónicas que en esas estaban cuando un arcabucero espalo se acercó al monarca galo y le dijo: “Señor: Vuestra Alteza sepa que ayer, cuando supe que la batalla se había de dar, hice seis balas de plata para vuestros caballeros y una de oro, para vos. De la de plata, yo creo que cuatro fueron bien empleadas, porque no las eché sino contra sayo de brocado o carmesí... La de oro, la veis aquí y agradecedme la buena voluntad, que cierto deseaba daros la muerte más honrosa que a príncipe se ha dado. Pero, pues que no quiso Dios que en la batalla os hubiera visto, tomadla para ayuda de vuestro rescate, que ocho ducados son una onza”.

    Eran otros tiempos, en donde el último de los soldados españoles rezumaba más hombría y alteza, que todo un rey de Francia.
    Conócete, acéptate, supérate.
    (San Agustín)

  12. #12
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    Respuesta: Anecdotario de soldados españoles por el mundo

    Cita Iniciado por Aquilífero Ver mensaje
    Y para mi estimado Mazadelizana, le dejo esta perla de los tercios, que no sé si conocerá o no:

    La batalla de Pavía es una de las gestas más importantes realizadas por los tercios españoles. En ella, el propio rey Francisco I de Francia cae hecho prisionero junto con gran parte de la nobleza francesa. Los españoles dieron buena cuenta del combate, y en el asalto murieron miles de hombres de ambos bandos, pero fueron los franceses, muy convencidos de us pronta victoria, los que pagaron más alto precio.

    Se cuenta que la situación estaba perdida y que los franceses iniciaron la huida. Muchos perdieron la vida en el río, pues Leiva había destruido el puente sobre el Tesino. Solo el rey francés permanecía en el campo de batalla con sus caballeros; vio caer a sus mejores hombres, uno tras otro, y trató de huir y buscar alguna portilla en el muro del parque. Pero unos arcabucero le cerraron el paso; uno de ellos mató al caballo del rey y Franciso I cayó al suelo, atrapado bajo el vientre del animal; los soldados imperiales estaban dispuestos a acabar con su vida, pero el monarca declaró su condición y se rindió ante los arcabuceros Juan de Urbieta, Diego Dávila y alonso Pita.

    Cuentan las crónicas que en esas estaban cuando un arcabucero espalo se acercó al monarca galo y le dijo: “Señor: Vuestra Alteza sepa que ayer, cuando supe que la batalla se había de dar, hice seis balas de plata para vuestros caballeros y una de oro, para vos. De la de plata, yo creo que cuatro fueron bien empleadas, porque no las eché sino contra sayo de brocado o carmesí... La de oro, la veis aquí y agradecedme la buena voluntad, que cierto deseaba daros la muerte más honrosa que a príncipe se ha dado. Pero, pues que no quiso Dios que en la batalla os hubiera visto, tomadla para ayuda de vuestro rescate, que ocho ducados son una onza”.

    Eran otros tiempos, en donde el último de los soldados españoles rezumaba más hombría y alteza, que todo un rey de Francia.

    Esto me lo llevo a Tercio. No conocía ésta anécdota, Aquilífero, gracias por traerla. Después de leer este hilo otra vez entero no puedo sino decir: GRACIAS DIOS POR HACERME ESPAÑOL.

    "El vivir que es perdurable
    no se gana con estados
    mundanales,
    ni con vida deleitable
    en que moran los pecados
    infernales;
    mas los buenos religiosos
    gánanlo con oraciones
    y con lloros;
    los caballeros famosos,
    con trabajos y aflicciones
    contra moros".

    http://fidesibera.blogspot.com/

  13. #13
    tautalo está desconectado Uno más... que no se rinde
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    Respuesta: Anecdotario de soldados españoles por el mundo

    UNA DE MUCHAS DE LA DIVISIÓN AZUL: EL DIVISIONARIO ESPAÑOL SE DEFIENDE CON UÑAS Y DIENTES



    "Apenas alcanzado Posalok se desencadenó el infierno. Los pozos y las casetas avanzadas habían sido pulverizados. Galo recordó haberse tirado de cabeza en una cuneta. Un casco de mortero le había rasgado el capote. En la cuneta había doce hombres de la tercera Sección. Las casas, ardiendo; las trazadoras y los impactos luminosos de las grandes piezas iluminaban todo aquello como si fuera de día. Hacia el pueblo grande, Possad, se escuchaba idéntico fragor.

    Un sargento ordenó rápidamente los fuegos. La carretera recogía todos los disparos. Los cañonazos levantaban la tierra helada y los cascotes parecían trozos de acero. Un antitanque español tiraba detrás del grupo. La helada agrietaba los rostros y las salpicaduras de nieve cegaban. Para recibir una orden era preciso que ésta fuera gritada al oído.

    Dede donde estaba Galo disparaba en dirección al cruce de carreteras. Otros lo hacían contra el río. Grotescas figuras humanas se movían entre el humo. Algunas, alcanzadas de lleno por una descarga, se desmoronaban como una tienda de campaña cuyo palo se rompiera. Los restos de un tejado volaron por los aires y fueron a caer en el centro del grupo. Un soldado comenzó a chillar con un tronco en los riñones.

    Galo había ayudado al caramada. Apenas dejado éste a cubierto, cinco rusos habían saltado la carretera, creyendo no encontrar resistencia. Fuegon acogotados en una lucha breve pero desesperada. Un español recibió un bayonetazo en plena cara. Galo se agarró con uñas y dientes a un enemigo desconcertado. El sargento le había sacudido, no recordaba si segundos u horas después: "¡Déjale ya!" El ruso estaba cubierto de sangre. La que iba brotando desprendía una extraña humareda..."

    Tomás Salvador "División 250", Ediciones Destino, 1962.
    Última edición por tautalo; 18/12/2009 a las 18:44


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