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Tema: Anecdotario de soldados españoles por el mundo

  1. #1
    tautalo está desconectado Uno más... que no se rinde
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    Anecdotario de soldados españoles por el mundo

    ¡A NAVAJAZOS!

    "Agua fuerte de Goya donde se aprecia como dos patriotas, con precarias armas y navaja en mano, se enfrentan al bien armado ejército invasor"


    ¡¡A navajazos!!

    Aunque parezca un tópico no lo es. Los españoles siempre hemos tenido cierta predisposición, para esto de las peleas, y a terminar nuestros asuntos a navajazos. El arma por excelencia para los hombres españoles.



    Los romanos ya vieron que los iberos tenían un gusto especial por las espadas cortas y de doble filo, tanto es así, que en su periplo por las guerras con otros pueblos, las legiones romanas fueron asimilando lo mejor de lo defensivo u ofensivo de las armas de sus contrincantes. De los iberos copiaron el gladius hipaniensis, espada corta y de doble filo, similar a la falcata, pero sin la curvatura que esta posee.


    Siempre que se habla de este tipo de espadas o navajas me viene a la memoria el aguafuerte de Goya, en donde un patriota español, navaja en mano, arremete contra unos gabachos usurpadores mientras estos disparan sin parar sus mosquetes. Y es que son muchos los ejemplos que la historia española puede aportar sobre muertes violentas a navajazos entre individuos de diferente condición.


    La navaja era un instrumento habitual en las clases más humildes. No sólo servía como utensilio de cocina sustituyendo al cuchillo y tenedor, sino que venía a complementar la indumentaria del jornalero, sirviendo de apero imprescindible. Los campos no eran seguros, y este tipo de arma corta era eficaz y discreta.


    El gusto y pericia que llegamos a tener los españoles sobre este tipo de cuchillo manejable ha sido muy grande. Se ve que esto de asestar a nuestros adversarios pinchazos en la barriga mientras miramos su cara de horror, es algo que ha impregnado el carácter de los iberos desde siempre.


    Si no miren lo que ocurrió en Italia hace ya algunos siglos:


    Se encontraba en aquel país andino tropas españolas distribuidas en diferentes ciudades, cuya finalidad era evitar que los revolucionarios de Garibaldi hiciesen de las suyas. España, tenía efectivos unos diez mil hombres, al mando de Fernández de Córdoba (otro Fernández, que no el D. Gonzalo de los tercios), y las tropas avanzaban posiciones sin efectuar grandes combates. Su objetivo era la ocupación de las provincias pontificias que trajesen tranquilidad a esta zona y conseguir con ello que el papa Pío IX volviese al Vaticano.


    En estas estaban nuestras tropas cuando se ocupó la localidad italiana de Terni. Allí había numerosos garibaldinos que no se habían unido a su líder, y que actuaban como salteadores de caminos, igual que los “maquis” de nuestra Guerra Civil. Allí operaba el regimiento español Lusitania, y aprovechando el descuido de algunos de los nuestros, estos fueron atacados por los revolucionarios garibaldinos. A resultas de esos ataques fueron heridos un soldado del batallón de cazadores Chiclana y un granadero del mismo batallón, así como un cabo del citado regimiento Lusitania. A nuestros compatriotas no les gustó este gesto italiano, y decidieron vengarse de los asaltantes de caminos tendiéndoles unat trampa


    Un grupo de cuatro soldados españoles se escondió en un bosque cercano mientras otro, un corneta natural de Málaga, se paseaba en solitario para atraer la atención de los agresores. Al poco, cinco paisanos italianos, muy garibaldinos ellos, pero con puñal en mano, salieron al paso del “cebo” así preparado, despachando el corneta español a tres de ellos con una navaja de considerables dimensiones y haciendo huir a los otros dos. Parece ser que, a pesar de haber podido el solo con los cinco adversarios, el soldado no se consideraba el más hábil con el cuchillo pues cuando fue interrogado por sus oficiales el malagueño respondió: “¡ha sido lástima que el batallón estuviera hoy de servicio, porque las mejores navajas entraron de guardia esta mañana!”. Parece ser –según cuenta Fernández de Córdoba, que esta acción extraoficial supuso el cese de las hostilidades en Terni.


    A saber que hubiese ocurrido si se empelaran a fondo los cuatro emboscados o los otros compatriotas más duchos en el manejo de la navaja.



    Publicado por Rufino Peinado
    SANTO REINO TRADICIONALISTA


  2. #2
    Avatar de MADERA
    MADERA está desconectado Miembro graduado
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    Respuesta: Anecdotario de soldados españoles por el mundo

    Otra anécdota sobre ejércitos y soldados españoles.

    En la historiografía internacional se dice que la última tuvo lugar en Beer-Sheva en 1917 (google: "last successful cavalry charge in military history.")

    Sin embargo éso es mentira, en realidad la última la dirigió el General Monasterio, aquí hay más información de él: ESCUADRONES DE CABALLERIA DE REQUETES



    La última carga de caballería (victoriosa)

    Os voy a contar un episodio muy especial que ocurrió en la la batalla de Teruel durante la Guerra Civil española. El 15 de diciembre de 1937 se llevó a cabo una ofensiva republicana que tras 10 duros días de lucha consiguió tomar la ciudad. El mando republicano se pensó que con esta actuación bastaba, pero aunque para el General Franco esta pérdida no era de gran valor estratégico, sí suponía un objetivo moral y simbólico de gran importancia, como en su día lo fue la recuperación del Alcázar de Toledo. Con todo esto, el 17 de enero de 1938 el ejército nacional lanzó la contraofensiva.

    El objetivo de Franco era embolsar a las fuerzas republicanas en torno al río Alfambra para liberar Teruel y el 5 de febrero se inició la maniobra que dio paso a la cuarta fase de la batalla de Teruel, que es con la que concluyó. En esta misma etapa se produjo un episodio de enorme importancia: la última batalla “romántica” de la historia de la caballería; y cuando digo caballería, me refiero a la de caballos, y no a la de tanques.


    La División de Caballería nacional, que mandaba el General Monasterio, tuvo un papel extraordinario aprovechando una ruptura que se había realizado en el centro del frente (gracias a la intervención de la quinta División del ejército nacional) para descargar contra dos brigadas republicanas provistas con todo tipo de armamentos, incluyendo tanques soviéticos. Éstas eran la 104 y la 32 de la 27º y 29º División respectivamente. Tenían como objetivo tapar la brecha, pero cuando casi lo habían conseguido, se lanzó sobre ellos a 3000 jinetes campo a través que consiguieron aterrorizar al enemigo y provocaron su retirada en desbandada y por lo tanto, la ruptura total del frente.

    Al día siguiente, se consiguió el cierre del cerco y el 22 de febrero del 38 se consiguió finalmente la victoria del ejército nacional.

    Me parece una historia heroica y digna de ser llevada a la “gran pantalla”: Imaginaos a 3000 jinetes a galope sobre los suelos turolenses en pleno invierno -¡Vaya frio!- contra dos divisiones cargadas de armamento moderno “hasta los dientes”. Pero como en este país preferimos hacer grandes producciones como “Días de fútbol” (por poner un ejemplo) pues así nos va…

    La última carga de caballería Xavs Channel

  3. #3
    Avatar de Aquilífero
    Aquilífero está desconectado Miembro Respetado
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    Respuesta: Anecdotario de soldados españoles por el mundo

    El Gran Capitán, D. Gonzalo Fernández de Córdoba, es una mina para esto de entresacar anécdotas históricas sobre la valentía de nuestras tropas en el extranjero.
    Cuenta la Historia, que estando en Italia, el duque de Nemours y D´Aubignay, con fuerzas más superiores que las de nuestro bravo capitán, retan para que entre en combate o capitule. D. Gonzalo se ve en situación apurada, pues ha de defender un vasto territorio y no cuenta con tropas suficientes. Ha mandado numerosas cartas a su rey Fernando el Católico pidiendo refuerzos, pero este no le ha contestado, y llegado el momento decisivo, su experta mirada de estratega observa las posibilidades y actúa.
    Desde la localidad de Barletta distribuye a sus capitanes por las poblaciones cercanas: Piñero a Portón, Gómez de Solís a Turpia, duarte a San Giorgio, Nuño de Ocampo a Ríjoli, diego de Ocampo a Mantua y al centro de las operaciones, Canosa, a su capitán de mayor confianza, el ex corsario Pedro Navarro.

    José Antonio Vaca de Osma cuenta así en la biografía que realiza de D. Gonzalo Fernández de Córdoba:

    Pedro Navarro, sobre esta piedra tengo que preparar toda la guerra por venir. Esta es la ciudad de Cannas, donde Aníbal mató a cuarenta mil romanos y la gente con que hiciera este hecho eran españoles. A canosa escogí para que resistáis a los franceses o para vuestra tumba”.

    Trataba así el Gran Capitán de ganar tiempo mientras reubicaba sus fuerzas en una posición más ventajosa que le permitiese defenderse y aguantar la embestida de los miles de franceses que tenía enfrente. Pedro Navarro le contestó así: “Flacos son los muros de Canosa, pero los harán fuertes nuestros corazones

    Los Generales franceses D´Aubigny y Montpensier –continúa Vaca de Osma en su libro- dividen sus tropas. El primero se dirige a Calabraia para asegurar sus posiciones, el segundo, marcha sobre Canosa. El 15 de agosto de 1502, Nemours intima a la rendición a los defensores españoles, Navarro, contesta al desafío: “No nos conocéis...” Siguen catorce asaltos. Los muros ceden; la lucha es desesperada. Nemours pregunta cuántos hombres tiene Navarro. Unos tres mil, estiman sus consejeros militares. La situación se hace insostenible. Llega a Canosa una orden de don Gonzalo: “Rendirse con honra y abandonad la plaza para incorporaros a Barletta”.

    Los franceses aceptan las condiciones. Por las puertas destrozadas de Canosa desfilan ciento cincuenta hombres “casi desnudos, sangrantes y famélicos pero con la cabeza alta de bravura y orgullo” las tropas de Francia los saludan y disparan salvas en su honor.

    Ese tipo de hombres es el que forjaron un Imperio. Apenas ciento cincuenta hombres y los adversarios creían que eran 3.000. navarros, vascos, castellanos. Las crónicas de conquista del Gran Capitán están llenas de este tipo de hazañas, en las españoles de todas las provincias tuvieron su momento de gloria, porque todas estaban seguras de a que Dios servir y a que señor seguir. .
    Conócete, acéptate, supérate.
    (San Agustín)

  4. #4
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    Respuesta: Anecdotario de soldados españoles por el mundo



    El Zoco-el-Arbáa ha sido testigo de muchas acciones legionarias, heroicas, ingeniosas... Pero lo más gracioso que se pudo ver en este zoco fue la singular manera de ayudar a misa por un legionario. Era día de fiesta, y las Compañías, al toque de escuadra, pasaban en los dormitorios la revista que precedía a toda formación. De pronto apareció un Cabo que preguntó: ¿hay alguien que sepa ayudar a misa?. Como un meteoro cruzó el Cabo el frente a la Compañía sin que ninguno de los oyentes se decidiera a realizar una misión tan sencilla. Indudablemente debió ocurrir lo mismo en las restantes Compañías de la Bandera pues al poco rato volvió el mismo Cabo reiterando desesperadamente la petición de voluntarios para ayudar a misa. Un legionario, Antonio Galván, de la 9ª Cía, animado por sus compañeros dio un paso al frente. De su nuevo cometido no tenía más noticias que las obtenidas de los legionarios que estaban más cerca: Haz cuanto veas hacer al sacerdote.
    Sonó el toque de llamada y sobre la misma carretera formó la Bandera con esa exactitud, brillantez y prestancia que sólo pueden encontrarse en la Legión. En el altar, al lado del Capellán, surgió la picaresca figura de Galván, más firmes que un palo. Y así iban las cosas hasta que el oficiante bendijo por primera vez al público y dijo Dominus vobiscum, momento en que Galván se adelantó hacia las tropas –cansado sin duda del modesto papel desempeñado hasta entonces - y con el brazo en acción de bendecir a los fieles, exclamó, muy serio y con voz estentórea y potente: Dominus vobiscum. Ni la rígida disciplina legionaria, ni la seriedad del acto, fueron suficientes para contener la más homérica carcajada que resonó jamás en Zoco-el-Arbáa. Nadie pudo reprimirla, ni los mismos Oficiales, siendo al final el propio Jefe quien terminó de ayudar la misa.


    Publicado por Mazadelizana

    "El vivir que es perdurable
    no se gana con estados
    mundanales,
    ni con vida deleitable
    en que moran los pecados
    infernales;
    mas los buenos religiosos
    gánanlo con oraciones
    y con lloros;
    los caballeros famosos,
    con trabajos y aflicciones
    contra moros".

    http://fidesibera.blogspot.com/

  5. #5
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    Muy buena Maza. Buscaré en los libros de mi biblioteca para ver si encuentro alguna que otra anécdota de españoles en combate..., aunque creo que no va ser tan graciosa como esta, eso seguro.
    Conócete, acéptate, supérate.
    (San Agustín)

  6. #6
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    Respuesta: Anecdotario de soldados españoles por el mundo

    Gracias Aquilífero, pero la mejor a mi ver, es la de los navajazos a los garibaldinos.

    "El vivir que es perdurable
    no se gana con estados
    mundanales,
    ni con vida deleitable
    en que moran los pecados
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  7. #7
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    Respuesta: Anecdotario de soldados españoles por el mundo

    Espero que no hayas leído estas historias sobre la Guerra de la Independenica, a ver si te gustan, Maza.

    Durante la Guerra de Independencia las tropas francesas, muy “victoriosas de mil batallas” hubieron de aprender una dura lección en España. Por primera vez tuvieron que entender, que pese a no tener estructura militar que fuese capaz de enfrentarse a la potente Grand Armè, en España cada hombre era un ejército por sí mismo. Vencido en mil combates, si no era hecho prisionero, huía del francés, se emboscaba en los montes, y solo o en partidas empezaba su “guerra contra el invasor”.
    El barón Marbot lo definía así:

    Los españoles tienen un mérito inmenso; por más que fuesen derrotados, nunca perdían los ánimos. Huían, iban a reunirse más lejos y volvían ataque algunos días más tarde, siempre animados de nueva confianza, que, desvanecida cien veces, no era destruida jamás”.

    Ese era el espíritu que animaba a nuestros antepasados, hoy tristemente abotargado por influencias extranjerizantes y malos gobernantes.
    El coronel Lejeune, ayudante de campo del mariscal Berthier, hico una descripción muy acertada del hombre guerrillero. Venía a decir más o menos que:

    Su pelo quedaba recogido a lo largo de la nuca. Todos ellos, jefes y simples números portaban pañuelo coloreado, anudado a la cabeza, que caía por la espalda con aire negligé. Encima del pañuelo, llevaban un sombrero redondo de fieltro en el que se destacaba una corona, variando su color entre el negro, marrón rojizo y el gris, según el estado de su uso, y decorado con unas cuantas plumas de ave y una vuelta de cordón rojo. El pecho y uno de los hombros, atezado o rojizo por la exposición constante a la intemperie, iban al descubierto. Algunos de los guerrilleros usaban chaquetillas oscuras, negras o azules; pero todos llevaban anchas fajas de seda o lana, con espacio para varias decenas de cartuchos, como alguna ocasión tuve de comprobar. Los calzones cortos, de terciopelo negro o de cuero, quedaban libres por la rodilla, y las pantorrillas, protegidas por polainas de cuero que iban por encima de las sandalias españolas o grueso calzado, con contrafuerte, para los tobillos. Los guerrilleros gritaban todo lo que su voz daba de sí, enseñando sus dientes blancos y puntiagudos, que se parecían a los de los lobos hambrientos”.

    Vamos, una impresión aterradora para los disciplinados ejércitos, que acostumbraban a luchar por dinero, que no por intereses más nobles como era el caso de los españoles. No era el caso de todos, eso es cierto, pero algunos ejemplos han quedado escritos de lo que significaba ser guerrillero en esa época. Así se defeinía uno de esos hombres de tantos, que llevados por la desesperación y por la tragedia decidieron tomar las armas hasta sus últimas consecuencias.

    No tengo casa, no tengo ligámenes. No me queda más que mi país y mi espada. Mi padre fue raptado y fusilado en la plaza de mi pueblo: nuestra casa fue quemada. Mi madre murió de pena; mi mujer, violada por el enemigo, pudo encontrarme (yo era voluntario de Palafox) y murió en mis brazos en el hospital de Zaragoza. Yo no sirvo a ningún jefe en particular. Soy demasiado miserable para aguantar cualquier disciplina. Yo voy hacia donde oigo hablar que hay acción: si soy pobre, a pie; si el azar o el saqueo me han hecho rico, a caballo: yo soy para el jefe, el hombre más valeroso. Pero he jurado no plantar una viña, ni arar un campo, hasta que el enemigo sea arrojado de España”.

    Esos eran otros tiempos. Hoy, no creo encontrar en el españolito medio, ni la mitad de hombría ni valor que tenían aquellos nuestros antepasados. ¡Qué vergüenza no poder corresponder a tanta gloria!
    Conócete, acéptate, supérate.
    (San Agustín)

  8. #8
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    UNA DE MUCHAS DE LA DIVISIÓN AZUL: EL DIVISIONARIO ESPAÑOL SE DEFIENDE CON UÑAS Y DIENTES



    "Apenas alcanzado Posalok se desencadenó el infierno. Los pozos y las casetas avanzadas habían sido pulverizados. Galo recordó haberse tirado de cabeza en una cuneta. Un casco de mortero le había rasgado el capote. En la cuneta había doce hombres de la tercera Sección. Las casas, ardiendo; las trazadoras y los impactos luminosos de las grandes piezas iluminaban todo aquello como si fuera de día. Hacia el pueblo grande, Possad, se escuchaba idéntico fragor.

    Un sargento ordenó rápidamente los fuegos. La carretera recogía todos los disparos. Los cañonazos levantaban la tierra helada y los cascotes parecían trozos de acero. Un antitanque español tiraba detrás del grupo. La helada agrietaba los rostros y las salpicaduras de nieve cegaban. Para recibir una orden era preciso que ésta fuera gritada al oído.

    Dede donde estaba Galo disparaba en dirección al cruce de carreteras. Otros lo hacían contra el río. Grotescas figuras humanas se movían entre el humo. Algunas, alcanzadas de lleno por una descarga, se desmoronaban como una tienda de campaña cuyo palo se rompiera. Los restos de un tejado volaron por los aires y fueron a caer en el centro del grupo. Un soldado comenzó a chillar con un tronco en los riñones.

    Galo había ayudado al caramada. Apenas dejado éste a cubierto, cinco rusos habían saltado la carretera, creyendo no encontrar resistencia. Fuegon acogotados en una lucha breve pero desesperada. Un español recibió un bayonetazo en plena cara. Galo se agarró con uñas y dientes a un enemigo desconcertado. El sargento le había sacudido, no recordaba si segundos u horas después: "¡Déjale ya!" El ruso estaba cubierto de sangre. La que iba brotando desprendía una extraña humareda..."

    Tomás Salvador "División 250", Ediciones Destino, 1962.
    Última edición por tautalo; 18/12/2009 a las 19:44


  9. #9
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    Cita Iniciado por Aquilífero Ver mensaje
    Espero que no hayas leído estas historias sobre la Guerra de la Independenica, a ver si te gustan, Maza.

    Durante la Guerra de Independencia las tropas francesas, muy “victoriosas de mil batallas” hubieron de aprender una dura lección en España. Por primera vez tuvieron que entender, que pese a no tener estructura militar que fuese capaz de enfrentarse a la potente Grand Armè, en España cada hombre era un ejército por sí mismo. Vencido en mil combates, si no era hecho prisionero, huía del francés, se emboscaba en los montes, y solo o en partidas empezaba su “guerra contra el invasor”.
    El barón Marbot lo definía así:

    Los españoles tienen un mérito inmenso; por más que fuesen derrotados, nunca perdían los ánimos. Huían, iban a reunirse más lejos y volvían ataque algunos días más tarde, siempre animados de nueva confianza, que, desvanecida cien veces, no era destruida jamás”.

    Ese era el espíritu que animaba a nuestros antepasados, hoy tristemente abotargado por influencias extranjerizantes y malos gobernantes.
    El coronel Lejeune, ayudante de campo del mariscal Berthier, hico una descripción muy acertada del hombre guerrillero. Venía a decir más o menos que:

    Su pelo quedaba recogido a lo largo de la nuca. Todos ellos, jefes y simples números portaban pañuelo coloreado, anudado a la cabeza, que caía por la espalda con aire negligé. Encima del pañuelo, llevaban un sombrero redondo de fieltro en el que se destacaba una corona, variando su color entre el negro, marrón rojizo y el gris, según el estado de su uso, y decorado con unas cuantas plumas de ave y una vuelta de cordón rojo. El pecho y uno de los hombros, atezado o rojizo por la exposición constante a la intemperie, iban al descubierto. Algunos de los guerrilleros usaban chaquetillas oscuras, negras o azules; pero todos llevaban anchas fajas de seda o lana, con espacio para varias decenas de cartuchos, como alguna ocasión tuve de comprobar. Los calzones cortos, de terciopelo negro o de cuero, quedaban libres por la rodilla, y las pantorrillas, protegidas por polainas de cuero que iban por encima de las sandalias españolas o grueso calzado, con contrafuerte, para los tobillos. Los guerrilleros gritaban todo lo que su voz daba de sí, enseñando sus dientes blancos y puntiagudos, que se parecían a los de los lobos hambrientos”.

    Vamos, una impresión aterradora para los disciplinados ejércitos, que acostumbraban a luchar por dinero, que no por intereses más nobles como era el caso de los españoles. No era el caso de todos, eso es cierto, pero algunos ejemplos han quedado escritos de lo que significaba ser guerrillero en esa época. Así se defeinía uno de esos hombres de tantos, que llevados por la desesperación y por la tragedia decidieron tomar las armas hasta sus últimas consecuencias.

    No tengo casa, no tengo ligámenes. No me queda más que mi país y mi espada. Mi padre fue raptado y fusilado en la plaza de mi pueblo: nuestra casa fue quemada. Mi madre murió de pena; mi mujer, violada por el enemigo, pudo encontrarme (yo era voluntario de Palafox) y murió en mis brazos en el hospital de Zaragoza. Yo no sirvo a ningún jefe en particular. Soy demasiado miserable para aguantar cualquier disciplina. Yo voy hacia donde oigo hablar que hay acción: si soy pobre, a pie; si el azar o el saqueo me han hecho rico, a caballo: yo soy para el jefe, el hombre más valeroso. Pero he jurado no plantar una viña, ni arar un campo, hasta que el enemigo sea arrojado de España”.

    Esos eran otros tiempos. Hoy, no creo encontrar en el españolito medio, ni la mitad de hombría ni valor que tenían aquellos nuestros antepasados. ¡Qué vergüenza no poder corresponder a tanta gloria!
    Aquilífero,

    Somos únicos en nuestra especia, que pena que nos vayamos extinguiendo. Te voy a pedir un favorcillo, cada historieta que tengas de este tipo, por favor subela, disfruto como un enano leyendo esas anécdotas sobre la guerra contra el gabacho.

    Aprovecho a alabar la buena idea de Tautalo con este hilo.

    Saludos.

    "El vivir que es perdurable
    no se gana con estados
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    ni con vida deleitable
    en que moran los pecados
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  10. #10
    Avatar de Irmão de Cá
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    Respuesta: Anecdotario de soldados españoles por el mundo

    Maza, para este hilo hay mucho de interese en un otro: historias gloriosas y militares hispanas.

    Un apunte de hazañas (casi anécdotas) de soldados portugueses que se puede hallar allí: Historias militares y gloriosas Hispanas
    res eodem modo conservatur quo generantur
    SAGRADA HISPÂNIA
    HISPANIS OMNIS SVMVS

  11. #11
    Avatar de Aquilífero
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    Somos únicos en nuestra especia, que pena que nos vayamos extinguiendo. Te voy a pedir un favorcillo, cada historieta que tengas de este tipo, por favor subela, disfruto como un enano leyendo esas anécdotas sobre la guerra contra el gabacho.

    Aprovecho a alabar la buena idea de Tautalo con este hilo.

    Saludos.[/quote]

    Ahi va otra. Ya puestos con el Gran Capitán...

    En el siglo XVI todavía estaba muy vivo en la mentalidad de los hombres y caballeros, el sentimiento de caballería. El Gran Capitán era uno de esos epílogos gloriosos de ese linaje que pronto se extinguiría.

    Estando en la localidad de la Barletta, el Gran Capitán entretenía al enemigo mientras esperaba refuerzos. El francés, que pretendía tomar aquella fortaleza, agrupaba a sus hombres y reorganizaba su líneas. Las esperas eran largas y ambos ejércitos se desanimaban ante la inacción. La rivalidad se expresa entonces con palabras, y soldados de ambos ejércitos se entrecruzan insultos y desafíos. Uno de estos desafíos fue el que indicaba que “Los españoles no saben pelear a caballo” decían los franceses, a lo que se les respondía por parte española que “los franceses no saben perseverar en la batalla”. D. Gonzalo recogió el guante, y en terreno neutral, propuso a los adversarios la celebración de un combate o duelo. Los soldados escogidos, los mejores y más esforzados por parte de ambos ejércitos lucharían en batalla sin igual. Así se dilucidarían las cuestiones de honor. El reto fue aceptado.

    Por parte española combatirían entre otros, Diego de Paredes, Diego de Vera, Gonzalo de Aller, Arévalo, Oñate..., los franceses tendrían como gran figura al “caballero sin miedo y sin tacha” el célebre Bayardo. El padrino de los españoles fue el segundo jefe del ejército, Próspero Colonna. Los árbitros fueron venecianos y el combate tuvo lugar en Trani.

    Once contra once. Así lo cuenta Vaca de Osma en su biografía sobre El Gran Capitán: “El choque de aceros fu terrible. Cuatro caballeros franceses cayeron de sus corceles. Gonzalo de Aller entra violentamente en campo enemigo y cae prisionero. Las líneas se rompen, se recomponen. Cae a tierra García de Paredes pero sigue combatiendo. Los franceses caídos forman una muralla con los caballos muertos. Los que han perdido las armas se lanzan piedras. El público italiano aplaude, grita expectante ante tal combate. Al caer el sol, suena el clarín, que preludia el fallo de los jueces: Ni españoles ni franceses se da por vencedores. A aquellos se declara esforzados y valerosos; a éstos hombres de constancia y a todos se tiene por buenos. Gonzalo de Aller –caballero español hecho prisionero en el lance por los franceses- es canjeado por un caballero francés rendido”.

    Al término del combate, los esforzados caballeros son sentados a degustar viandas en la mesa del generoso Gran Capitán. Allí se perfilan los lances del encuentro y se ríen a mandíbula batiente de los pormenores de la batalla. Don Gonzalo gasta bromas con García de Paredes, y como sostuvo su lucha “a pedradas” mientras que a Gonzalo de Aller le recrimina: “Gonzalo de Aller, mucho me ha pesado la desgracia que ayer os acaeció y para satisfacción de ella y de vuestra honra sólo un remedio os queda y es que desafiéis al francés rendido que por vos fue trocado, de modo que volváis a mí vencedor, o me traigan ese vuestro cuerpo muerto”.

    Así se las gastaba D. Gonzalo en asuntos de honor. No permitía la más mínima. Sus hombres estuvieron en la mayoría de las ocasiones a la altura de las exigencias. Gonzalo de Aller no sería menos.

    Al día siguiente –cuenta Vaca de Osma- se presenta al caballero francés el cartel de desafío. El retado no asiste mientras Aller espera a caballo, arma en ristre. ¿Es que no quiere lavar su honra y finge una enfermedad ¿ -se queja el caballero español.- Los jueces deciden que Aller combata contra un muñeco de tela que representará al francés. Aller ataca hasta veinte veces y el muñeco vuela en mil pedazos. El Gran Capitán recibe al vencedor: y le dice: En el día de hoy, señor Gonzalo de Aller, habéis honrado a toda nuestra nación; habéis cobrado solo lo que todos vuestros compañeros perdieron juntos”.
    Conócete, acéptate, supérate.
    (San Agustín)

  12. #12
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    Respuesta: Anecdotario de soldados españoles por el mundo

    Y para mi estimado Mazadelizana, le dejo esta perla de los tercios, que no sé si conocerá o no:

    La batalla de Pavía es una de las gestas más importantes realizadas por los tercios españoles. En ella, el propio rey Francisco I de Francia cae hecho prisionero junto con gran parte de la nobleza francesa. Los españoles dieron buena cuenta del combate, y en el asalto murieron miles de hombres de ambos bandos, pero fueron los franceses, muy convencidos de us pronta victoria, los que pagaron más alto precio.

    Se cuenta que la situación estaba perdida y que los franceses iniciaron la huida. Muchos perdieron la vida en el río, pues Leiva había destruido el puente sobre el Tesino. Solo el rey francés permanecía en el campo de batalla con sus caballeros; vio caer a sus mejores hombres, uno tras otro, y trató de huir y buscar alguna portilla en el muro del parque. Pero unos arcabucero le cerraron el paso; uno de ellos mató al caballo del rey y Franciso I cayó al suelo, atrapado bajo el vientre del animal; los soldados imperiales estaban dispuestos a acabar con su vida, pero el monarca declaró su condición y se rindió ante los arcabuceros Juan de Urbieta, Diego Dávila y alonso Pita.

    Cuentan las crónicas que en esas estaban cuando un arcabucero espalo se acercó al monarca galo y le dijo: “Señor: Vuestra Alteza sepa que ayer, cuando supe que la batalla se había de dar, hice seis balas de plata para vuestros caballeros y una de oro, para vos. De la de plata, yo creo que cuatro fueron bien empleadas, porque no las eché sino contra sayo de brocado o carmesí... La de oro, la veis aquí y agradecedme la buena voluntad, que cierto deseaba daros la muerte más honrosa que a príncipe se ha dado. Pero, pues que no quiso Dios que en la batalla os hubiera visto, tomadla para ayuda de vuestro rescate, que ocho ducados son una onza”.

    Eran otros tiempos, en donde el último de los soldados españoles rezumaba más hombría y alteza, que todo un rey de Francia.
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  13. #13
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    Y para mi estimado Mazadelizana, le dejo esta perla de los tercios, que no sé si conocerá o no:

    La batalla de Pavía es una de las gestas más importantes realizadas por los tercios españoles. En ella, el propio rey Francisco I de Francia cae hecho prisionero junto con gran parte de la nobleza francesa. Los españoles dieron buena cuenta del combate, y en el asalto murieron miles de hombres de ambos bandos, pero fueron los franceses, muy convencidos de us pronta victoria, los que pagaron más alto precio.

    Se cuenta que la situación estaba perdida y que los franceses iniciaron la huida. Muchos perdieron la vida en el río, pues Leiva había destruido el puente sobre el Tesino. Solo el rey francés permanecía en el campo de batalla con sus caballeros; vio caer a sus mejores hombres, uno tras otro, y trató de huir y buscar alguna portilla en el muro del parque. Pero unos arcabucero le cerraron el paso; uno de ellos mató al caballo del rey y Franciso I cayó al suelo, atrapado bajo el vientre del animal; los soldados imperiales estaban dispuestos a acabar con su vida, pero el monarca declaró su condición y se rindió ante los arcabuceros Juan de Urbieta, Diego Dávila y alonso Pita.

    Cuentan las crónicas que en esas estaban cuando un arcabucero espalo se acercó al monarca galo y le dijo: “Señor: Vuestra Alteza sepa que ayer, cuando supe que la batalla se había de dar, hice seis balas de plata para vuestros caballeros y una de oro, para vos. De la de plata, yo creo que cuatro fueron bien empleadas, porque no las eché sino contra sayo de brocado o carmesí... La de oro, la veis aquí y agradecedme la buena voluntad, que cierto deseaba daros la muerte más honrosa que a príncipe se ha dado. Pero, pues que no quiso Dios que en la batalla os hubiera visto, tomadla para ayuda de vuestro rescate, que ocho ducados son una onza”.

    Eran otros tiempos, en donde el último de los soldados españoles rezumaba más hombría y alteza, que todo un rey de Francia.

    Esto me lo llevo a Tercio. No conocía ésta anécdota, Aquilífero, gracias por traerla. Después de leer este hilo otra vez entero no puedo sino decir: GRACIAS DIOS POR HACERME ESPAÑOL.

    "El vivir que es perdurable
    no se gana con estados
    mundanales,
    ni con vida deleitable
    en que moran los pecados
    infernales;
    mas los buenos religiosos
    gánanlo con oraciones
    y con lloros;
    los caballeros famosos,
    con trabajos y aflicciones
    contra moros".

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  14. #14
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    En fin, hijos míos, que leyendo todas estas cosas se me saltan las lágrimas y se me ensancha el corazón y que orgulloso me siento de tener estos ancestros.
    ¡ Dios bendiga a Las Españas y otorgue su paz eterna a los héroes !

  15. #15
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    Esto me lo llevo a Tercio. No conocía ésta anécdota, Aquilífero, gracias por traerla. Después de leer este hilo otra vez entero no puedo sino decir: GRACIAS DIOS POR HACERME ESPAÑOL.
    Hombre Mazadelizana, pues este suceso que te traigo ahora no corresponde a ese glorioso pasado, pero es un remedo de lo que siempre ha sido el carácter ibérico por excelencia. Si no lo conocías espero que lo disfrutes

    Desde Roma hasta Cartago, pasando por los visigodos y los tercios hasta llegar a los ejércitos napoleónicos, todas las civilizaciones que han pasado por Hispania han valorado con certeza y admiración a los “guerreros” ibéricos.
    Durante la Guerra de la Independencia, invadido todo el territorio y sometido más o menos a la voluntad del corso, cada uno de los hombres que había en el suelo, gritaba su desesperación y su determinación de servir a una causa común: expulsar al invasor.

    Es así como hasta los pastores se ofrecieron como voluntarios para ser enviados a “destrozar” franceses. Martínez Laínez, en su obra “Como lobos hambrientos” lo cuenta así de boca de otro autor, Gómez de Arteche:

    “¡Usías! Como somos tan bolonios que no sabemos cuándo es la hora de hacer la arremetida, podemos gastar el zurrón antes; es preciso que usías nos den un oficial que sea ducho, que nos lleve a donde aprieta la dificultad y diciéndonos ¡ahora muchachos! Pedrada que te crió y tente perro, que yo aseguro que no han de quedar para llevar el cuento a Francia ¿Pastores! No hay que dejallo, que somos los mejores soldados para la guerra con los gabachos. Los señores generales bien nos conocen y saben que a los pastores nada les espanta y que estamos hechos a trabajos porque el sol, la escarcha y la nieve cae sobre nosotros; dormimos al sereno, la cama siempre hecha; jamás nos desnudamos, el uniforme siempre es el mesmo, nuestras armas son de la fábrica de nuestras ovejas porque de su lana hacemos las hondas y nuestra munición la hallan en todas partes..., bien saben los señores que también sabemos andar por vericuetos y que jamás de los jamases necesitamos camino real porque sabemos los atajos... Pues no hay que venirnos con bayonetas porque de cada trancazo echaremos al infierno a cuantos franceses se pongan por delante”.

    El recuerdo de los honderos ibéricos resuena en estas letras. Igual que García de Paredes, igual que los honderos de Baleares, siempre la honda y la piedra. El ibérico, despojado de sus armas convencionales, arremete contra su adversario con lo más simple que la naturaleza le aporta, la dura roca..., eso sí, jamás se rinde sin combatir.
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  16. #16
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    Tampoco lo conocía, gracias de nuevo, Aquilífero. Me da que este hilo tiene posibilidades de llegar a top de hilos de Hispanismo.

    "El vivir que es perdurable
    no se gana con estados
    mundanales,
    ni con vida deleitable
    en que moran los pecados
    infernales;
    mas los buenos religiosos
    gánanlo con oraciones
    y con lloros;
    los caballeros famosos,
    con trabajos y aflicciones
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  17. #17
    tautalo está desconectado Uno más... que no se rinde
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    Smile Respuesta: Anecdotario de soldados españoles por el mundo

    Perdonad lo prolijo del texto, pero para mí esta página es un clásico, con la que me he solazado en mis mejores ratos. Os dejo con el capitán Alonso de Contreras. A los amantes de los buenos tiempos le gustará sin duda:

    "En Malta se holgó el Comendador Monreal de verme, y al cabo de algunos días que estuvimos allí, nos partimos para Levante con el galeón y una fragata; estuvimos más de dos meses sin hacer presa; y un día, yendo á tomar puerto en cabo Silidonia, hallamos dentro un bizarro caramuzal que era como un galeón; embestimos con él y los turcos se echaron en la barca á tierra por salvar la libertad. Ordenó el capitán fuésemos tras ellos, con ofrecimiento de diez escudos por cada esclavo. Había un pinar grande, y yo fuí uno de los soldados que saltaron á tierra en seguimiento de los turcos; llevaba mi espada y una rodela, y sin pelo de barba. Embosquéme en el pinar y topé con un turco como un filisteo, con una pica en la mano, y en ella enarbolada una bandera naranjada y blanca, llamando á los demás; yo enderecé con él y le dije: sentabajo; pero el turco me miró y riyó, diciéndome: bremaneur casaca cacomiz; que quiere decir: putillo, que te hiede el culo, como un perro muerto. Yo me emperré y embracé la rodela y enderecé con él; con que ganándole la punta de la pica le dí una estocada en el pecho que dí con él en tierra, y quitando la bandera de la pica me la ceñí; y estaba despojando cuando llegaron dos soldados franceses diciendo: á la parte; yo me levanté de encima del turco, y embrazando mi rodela les dije que lo dejaran, que era mío: si no que los mataría; ellos les pareció que era de burla y comenzamos á darnos muy bien, sino que llegaron otros cuatro soldados con tres turcos que habían tomado y nos metieron en paz; con lo cual nos fuimos todos juntos al galeón sin que despojásemos al herido de cosa alguna. Contóse todo al capitán, el cual, tomada la confesión al turco, dijo que yo solo era el dueño de todo; los franceses casi se amotinaban porque yo solo era español en todo aquel galeón, y había de franceses más de 100, y así hubo de dejar el capitán el caso hasta Malta, delante de los señores del Tribunal del armamento. Tenía el turco encima 400 cequíes de oro; el caramuzal estaba cargado de jabón de Chipre; metieron gente dentro y envióse á Malta; y nosotros nos quedamos á buscar más presas y fuimos á la vuelta de las cruceras de Alejandría, y de parte de tarde descubrímos un bajel, al parecer grandísimo, como lo era; tomámosle por la juga por no perdelle, y así nos encontramos á media noche; y con la artillería lista le preguntamos: ¿qué bajel?; respondió: bajel que va por la mar; y como él venía listo también, porque de un bajel no se le daba nada, á causa que traía más de 400 turcos dentro y bien astillado, diónos una carga que della nos llevó al otro mundo 17 hombres sin algunos heridos; nosotros le dimos la nuestra, que no fué menos; abordamos y fué reñida la pelea, porque nos tuvieron ganado el castillo de proa y fué trabajoso el rehacerlos á su bajel; quedámonos esta noche hasta el día con lo dicho, y amaneciendo nos fuimos para él, que no huyó; pero nuestro capitán usó de un ardid que importó, dejando en cubierta no más que la gente necesaria y cerrados todos los escotillones, de suerte que era menester pelear ú saltar á la mar; fué reñida batalla, que les tuvimos ganado el castillo de proa muy gran rato y nos echaron de él, con que nos desarrizamos y le combatíamos con la artillería, que éramos mejores veleros y mejor artillería. Aquí ví dos milagros este día, que son para dichos, y es: que un artillero holandés se puso á cargar una pieza descubierto, y le tiraron con otra, de manera que le dió en medio de la cabeza, que se la hizo añicos y roció con los sesos á los de cerca, y con un hueso de la cabeza le dió á un marinero en las narices, que de nacimiento las tenía tuertas, y después de curado quedaron las narices tan derechas como las mías, con una señal de la herida. Otro soldado estaba lleno de dolores que no dejaba dormir en los ranchos á nadie, echando porvidas y reniegos; y aquel día le dieron un cañonazo ú bala de artillería raspándole las dos nalgas; con lo cual jamás se quejó de dolores en todo el viaje y decía que no había visto mejores sudores que el aire de una bala. Pasamos adelante con nuestra pelea aquel día á la larga, y viniendo la noche trató el enemigo de hacer fuerza para embestir en tierra, que estaba cerca; y siguiéndole nos hallamos todos muy cerca de tierra con una calma, al amanecer, día de Nuestra Señora de la Concepción, y el capitán mandó que todos los heridos subiesen arriba á morir, porque dijo: señores, ú á cenar con Cristo ú á Costantinopla; subieron todos y yo entre ellos, que tenía un muslo pasado de un mosquetazo y en la cabeza una grande herida que me dieron al subir en el navío del enemigo, con una partesana el día antes, cuando ganamos el castillo de proa; llevábamos un fraile carmelita calzado por capellán, y díjole el capitán: Padre, échenos una bendición, porque es el día postrero; el buen fraile lo hizo, y acabado, mandó el capitán á la fragata que nos remolcase hasta llegar al otro bajel que estaba muy cerca; y abordándonos fué tan grande la escaramuza que se trabó, que aunque quisiéramos apartarnos era imposible, porque habían echado un áncora grande con una cadena grande del otro bajel porque no nos desasiéramos; duró más de tres horas, y al cabo dellas se conoció la victoria por nosotros, porque los turcos, viéndose cerca de tierra, se comenzaron á echar á la mar y no vían que nuestra fragata los iba pescando; acabóse de ganar; con que después de haber aprisionado los esclavos se dió á saquear, que había mucho y rico; y eran tantos los muertos que había dentro que pasaban [de] 250 y no los habían querido echar á la mar porque nosotros no lo viéramos; echémoslos nosotros, y vi aquel día cosa que para que se vea lo que es ser cristiano, digo: que entre los muchos que se echaron á la mar muertos hubo uno que quedó boca arriba, cosa muy contraria á los moros y turcos, que en echándolos muertos á la mar, al punto meten la cara y cuerpo hacia abajo y los cristianos hacia arriba; preguntamos á los turcos que teníamos esclavos que como aquel estaba boca arriba, y dijeron que siempre lo habían tenido en sospecha de cristiano y que era renegado bautizado, y cuando renegó era ya hombre de nación francesa. Reparamos nuestro bajel y el preso, que todos dos lo habían menester, y tomamos la vuelta de Malta, donde llegamos en breve tiempo; y como la presa era tan rica mandó el capitán nadie jugase, porque cada uno llegase rico á Malta; mandó echar los dados y naipes á la mar y puso graves penas quien los jugase, con lo cual se ordenó un juego de esta manera: hacían un círculo en una mesa como la palma de la mano, y en el centro de él, otro círculo chiquito como de un real de á ocho, en el cual todos los que jugaban cada uno metía dentro de este círculo chico un piojo, cada uno tenía cuenta con el suyo, y apostaban muy grandes apuestas, y el piojo que primero salía del círculo grande tiraba toda la apuesta, que certifico la hubo de 80 cequíes. Como el capitán vió la resolución dejó que jugasen á lo que quisiesen; ¡tanto es el vicio del juego en el soldado! En Malta puse pleito por mi esclavo se en Malta por que tomé en tierra en cabo Silidonia; y habiéndose hecho de una parte y otra lo necesario, dieron sentencia los señores del armamento que los 400 cequíes entrasen en el número de la presa y que á mí se me diesen cien ducados de joya por el prisionero, y la bandera, con facultad que la pusiese en mis armas por despojo, si quería; lo cual hice con mucho gusto, y entregué la bandera á una iglesia de Nuestra Señora de la Gracia. Tocóme con las partes y galima que hice más de 1.500 ducados, los cuales se gastaron brevemente; y viendo que las galeras de la Religión estaban de partencia para Levante, á hacer una empresa, me embarqué en ellas por venturero y en 24 días fuimos y venimos, habiendo tomado una fortaleza que está en la Morea, que se llama Pasaba, de la cual se trujeron 500 personas entre hombres y mujeres y niños; el Gobernador y mujer, hijos y caballos y 30 piezas de artillería de bronce, que se espantó el mundo, sin perder un hombre; verdad es que pensaron era la armada de cristianos que estaba en Mesina junta. Luego el mismo año, que fué 1601, fueron las mismas galeras á Berbería á hacer otra empresa. Embarqueme venturero como el viaje pasado, y fuimos y tomamos una ciudad llamada la Mahometa; fué de esta suerte: llegamos á vista de la tierra la noche antes de que hiciéramos esta empresa, y caminamos muy poco hasta la mañana que estuvimos muy cerca; mandó el General que todos nos pusiésemos turbantes en la cabeza y desarbolaron los trinquetes; de suerte que parecíamos galeotas de Morató raez, y ellos lo pensaron, enarboladas banderas y gallardetes turquescos y con unos tamborilillos y charamolas tocando á la turquesca; de esta manera llegamos á dar fondo muy cerca de tierra; la gente de la ciudad, que está en la misma lengua del agua, salió casi toda: niños y mujeres y hombres; estaban señalados 300 hombres para el efeto, que no fueron perezosos á hacerlo, y con presteza embistieron con la puerta y ganaron, con que quedó presa; yo fui uno de los 300; cogimos todas las mujeres y niños y algunos hombres, porque se huyeron muchos; entramos dentro y saqueamos, pero mala ropa, porque son pobres vagarinos. Embarcáronse 700 almas y la mala ropa; vino luego socorro de más de 3.000 moros á caballo y á pie; con que dimos fuego á la ciudad y nos embarcamos. Costonos tres caballeros y cinco soldados que se perdieron por cudiciosos; con que nos volvimos á Malta, contentos, y gasté lo poquillo que se había ganado, que las quiracas de aquella tierra son tan hermosas y taimadas, que son dueñas de cuanto tienen los caballeros y soldados."

    La podéis leer pinchando aquí abajo:

    CERVANTES VIRTUAL: DISCURSO DE MI VIDA, CAPITÁN ALONSO DE CONTRERAS


  18. #18
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    Tengo un libro sobre los tercios que dice sobre contreras:

    - Pidió ser nombrado a causa de cierta azaña (...), mandó un memorial al ministro de guerra. Como este le negó el nombramiento, fue a buscar al rey, el cual leyó los documentos de Contreras. El rey discutió con el ministro, a este le dió un infarto y murió. El comentario de Contreras fue: él se quedó sin vida y yo sin almirantazgo.

    -En la ciudad del Águila, colgó a unos caballeros bellacos (poco caballero serían). El Obispo lo quiso excomulgar, a lo que Contreras replicó: Para algo me ha dado Dios diez dedos en la manos y cien españoles, y si me resuelvo a estar excomulgado, no va a quedar nadie tranquilo.

    Contreras fue un figura.

    "El vivir que es perdurable
    no se gana con estados
    mundanales,
    ni con vida deleitable
    en que moran los pecados
    infernales;
    mas los buenos religiosos
    gánanlo con oraciones
    y con lloros;
    los caballeros famosos,
    con trabajos y aflicciones
    contra moros".

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  19. #19
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    Cita Iniciado por mazadelizana Ver mensaje
    Tengo un libro sobre los tercios que dice sobre contreras:


    Contreras fue un figura.
    En el libro "Discursos de mi vida" del autor que citas, narra un episodio muy edificante sobre como empiezan sus andaduras en esto del manejo de la espada. Cito de memoria, pues no hayo el pasaje en concreto, pero más o menos viene a decir esto.
    Encontrándose el joven Alonso en la escuela, otro niño, un poco mayor que él y de clase acomodada, tuvo la osadía de burlarse del jovencísimo Contreras. Éste, ni corto ni perezoso cogió su plumilla de escribanía y arremetió contra el infante dándole de punzadas en la barriga, con tal afición, que el propio Contreras dice en su obra que: "Viendo que le pillaba afición y que no se me daba mal esto de pinchar, opté por darle la vuelta al mozo y continuar por la espalda" Como bien dices, genio y figura.
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  20. #20
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    Libros antiguos y de colección en IberLibro
    Aquí dejo un esbozo de lo que supusieron los combates de las tribus ibéricas en contra de los romanos. No sólo NUmancia fue heróica en su defensa.

    Al hablar anteriormente de los honderos baleáricos me ha venido a la memoria las gestas romanas en nuestro suelo patrio. En aquel período de la Historia, los pueblos habitantes de la Península, resistieron al invasor romano con grandes gestos dignos de ser recordados. Numancia es el exponente más claro, pues supuso un verdadero calvario para generales y cónsules, que década tras década, sitiada la ciudad, ésta no sólo no se rendía sino que conseguía despertar el ánimo en tribus vecinas.

    Numancia no fue la única de las ciudades dignas de recordar. Con la llegada de Augusto a la Península para conseguir su ansiada “Pax Romana”, desembarcó legiones en nuestra tierra con ánimo de acabar con los focos irreductibles de las tribus y pueblos ubicados en el norte y en las estribaciones del Cantábrico. Así lo cuenta J. A. Cebrián en su obra “La aventura de los romanos en Hispania”, Algunos de esos ejemplos son tristes y espeluznantes, pero muestran el carácter de un pueblo que no se resigna a ser invadido ni sometido.


    La pacificación y la conquista de los territorios hostiles no sería tarea fácil. Múltiples batallas se dieron en aquellos parajes norteños, ofreciéndose en innumerables ocasiones episodios de lo más trágico:

    Las tropas expedicionarias romanas desencadenaron un auténtico infierno sobre las comunidades cántabras, que a duras penas pudieron contener la furia romana. Agripa sacó a los aborígenes de sus montañas, castros y bosques; la represión se convirtió en un acto brutal donde se podían ver guerreros crucificados elevando al cielo cánticos de victoria, así como a mujeres, ancianos y niños suicidándose antes de ser capturados. Los historiadores nos cuentan escenas horripilantes que estremecen al lector: madres matando a toda su prole para luego quitarse la vida; mujeres que se asesinaban unas a otras para no ser vendidas como esclavas, padres que pasaban a cuchillo a todo su clan y luego se lanzaban a un desesperado combate final contra los romanos. Ese era el sentimiento de cántabros y astures, gentes indómitas que no se resignaban a ser sometidas por ningún extranjero y que llegaban al fanatismo más absoluto en capítulos de imperecedero recuerdo.“
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