-3-II- ROMANCES JUGLARESCOS.
Cuando el pueblo comenzó a interesarse en sus fiestas y diversiones por la recitación de romances, es decir, cuando comenzaron a cobrar vida propia los “romances tradicionales”, los juglares, que habían dejado de difundir los largos cantares épicos, se dedicaban a propagar un tipo de poema menos extenso que las gestas, pero más amplio que los romances que cantaba el pueblo. A esta especie de romances largos se les da el nombre de “romances juglarescos”.
A mediados del siglo XV, los “tradicionales” empezaron a alcanzar gran difusión, pasando del gran público a los palacios. En vista de ello, los juglares comenzaron a imitarlos, con lo cual, los romances juglarescos se redujeron en extensión y lograron mayor viveza.
Los “juglarescos” se diferencian de los “tradicionales” no sólo por su mayor amplitud, sino por el ritmo más lento y pausado de la narración y por su estilo más lleno de color y de brillo. En cuanto a la versificación, ofrecen una sola asonancia.
Sus temas son variadísimos, ya que junto a los de tema épico nacional aparece una extensa gama de asuntos; ello, permite dividirlos en: Históricos; de tema Francés; Novelescos, Líricos, y Fronterizos.
1º Los históricos agrupan, además de los de tema tradicional español, toda una serie de asunto grecolatino.
Don Rodrigo (“Después que el rey Don Rodrigo”), Bernardo del Carpio (“Con cartas y mensajeros), los Infantes de Lara (“A cazar va don Rodrigo”), Fernán González (“Castellanos y Leoneses”), el Cid (”En Santa Gadea de Burgos”). De asunto romano (“Mira Nero de Tarpeya”), sobre el incendio de Roma, (“Mandó el rey prender Vergilios”, etc).
2º Los de tema francés se dividen a su vez en “carolingios” y del “ciclo bretón”. Los primeros proceden de gestas francesas difundidas en España, y constituyen una amplia colección en torno a Carlomagno, Roldán y otros caballeros de Francia. Los tres que se conservan del “ciclo bretón” derivan de las leyendas bretonas dadas a conocer por los “romans” caballerescos franceses, y se refieren a Lanzarote, caballero del rey Artús, y a Tristán.
De tema carolingio son. “Asentado está Gaiferos”, “Muerto queda Durandarte” y otros sobre el conde Claros (“Media noche era por filo”), Montesinos, etc. De tema bretón: “Nunca fuera caballero” (sobre Lanzarote), “Herido está don Tristán”, etc .
Los romances de tema francés se caracterizan por su gran extensión, su tono novelesco altamente imaginativo y fantástico, y por su riqueza en elementos decorativos, muy en consonancia con el carácter de la épica medieval francesa. Su libre concepción del amor los diferencia también de la austeridad moral de la épica castellana.
3º Los novelescos tratan de los más diversos asuntos, generalmente de tipo sentimental. Como en los de tema francés, el amor aparece descrito con notable libertad de expresión.
Deben recordarse entre ellos el del Conde Arnaldos y los que comienzan “De Francia partió la niña”, “A cazar va el caballero”, “Retraída está la Infanta”, “Blanca sois señora mía”.
4º Los líricos insisten ante todo en la expresión del sentimiento amoroso. Suelen ser muy breves y con escasa acción.
Entre los más bellos se hallan los que comienzan. “Fonte Frida, fonte Frida”, “En Sevilla está una ermita”, “Yo me levantara, madre” y el que insertamos a continuación:
Que por mayo era, por mayo, cuando hace la calor,
cuando los trigos encañan y están los campos en flor;
cuando los enamorados van a servir al amor.
sino yo, triste y cuitado, vivo en aquesta prisión
sin saber cuándo es de día ni cuándo las noches son,
sino por una avecilla que me cantaba al albor.
matómela un ballestero, déle Dios mal galardón.
5º Fronterizos. Los juglares no se limitaron a poetizar el pasado, sino que tomaron frecuentemente como asunto sucesos de la vida contemporánea. Así, tenemos todo un ciclo de romances noticiosos sobre don Pedro el Cruel.
Pero el grupo más importante es el los fronterizos. Refiérense casi todos a episodios luctuosos para los cristianos, de la guerra de Granada, y solían servir de medio de información. Un subgrupo lo constituyen los primeros moriscos, donde los hechos relatados se hallan vistos desde el lado musulmán; es típico en ellos el lujo descriptivo.
Merece citarse el de “Alora la bien cercada” -fronterizo-, y los de Abenámar, Reduán -moriscos-, o el de la pérdida de Alhama (“Paseábase el rey moro”).
Por Guadalquivir arriba el buen rey don Juan camina
encontrara con un moro que Abenámar se decía.
El buen rey desque lo vido desta suerte le decía:
-Abenámar, Abenámar, moro de la morería...
¿Qué castillos son aquéllos que altos son y relucían?
-El Alhambra era, señor, y la otra es la mezquita,
los otros los Alijares labrados a maravilla;
el moro que los labró cien doblas ganaba al día
y el día que no los labra de lo suyo las perdía;
desque los tuvo labrados, el rey le quitó la vida
porque no labre otros tales al rey del Andalucía.
La otra era Granada, Granada la noblecida
de los muchos caballeros y de gran ballestería.
Allí habla el rey Don Juan, bien oiréis lo que diría:
-Granada, si tú quisieses, contigo me casaría;
darte he yo en arras y dote a Córdoba y a Sevilla
y a Jerez de la Frontera que cabe sí la tenía.
Granada, si más quisieses, mucho más yo te daría.
Allí hablara Granada, al buen rey le respondía:
-Casada so, el rey Don Juan, casada soy que no viuda;
el moro que a mí me tiene bien defenderme querría.
***
A pesar del enorme éxito que alcanzaron, desde principios del siglo XVI dejaron de crearse nuevos romances de estilo tradicional. La conquista de América, por ejemplo, no dio lugar a ninguno.
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