No sabía que Isabel San Sebastián se había lanzado a la novelística. Como no lo sabía, no puedo comentarte nada sobre el libro, aunque sí que estuve mirando por ahí, a ver qué se decía por los foros. Hay opiniones para todos los gustos: algunos, los más pedantes, califican esta novela como floja... Se les nota que quieren más sangre. Las chicas se inclinan a favor de la novela, sobre todo por las descripciones paisajísticas. No obstante, teniendo en cuenta que Isabel San Sebastián no se muerde nunca la lengua, es muy probable que en el libro se digan cosas poco politicorrectas, lo cual será siempre para bien.
En cuanto a los templarios, amigo Mazadelizana. Tampoco he leído la novela de la que hablas, pero te comento que soy muy escéptico con el tema templarista por una razón. El templarismo está siendo empleado por la masonería y los grupos esotéricos, desde el infumable "Código Da Vinci" hasta la pentalogía "La sangre del Grial" de Peter Berling (sólo pude leerme tres de los cinco tomos), el templarismo es un gancho de la masonería. Y las cosas que de los templarios se habla, casi todas son patrañas. Si se quiere conocer bien la Orden de los Pobres Caballeros de Cristo, recomiendo "Templarios: la historia oculta" de D. Ricardo de la Cierva. No es novela, es historia.
Y para novela histórica, presentaré hoy una que leí hace tiempo, con sus ventajas e inconvenientes.
"Historia de un otoño", de José Jiménez Lozano.
José Jiménez Lozano nació en Langa (Ávila) en 1930 y, en justicia, hay que decir que es uno de los mejores prosistas en lengua castellana vivos, uno de los mejores escritores de la actualidad. El problema que tiene es que es un tanto heterodoxo. En esta novela lo demuestra con creces, por eso, en caso de leerla, hay que leerla con un catecismo y un libro de historia a mano.
"Historia de un otoño" cuenta la anulación del núcleo herético de Port-Royal des Champs en 1711. Desde Port-Royal se difundía el error jansenista. Jiménez Lozano, por sus tendencias heréticas, se pone de parte de los jansenistas. Esa es la inconveniencia de esta novela histórica.
La ventaja: una prosa castellana, prístina, de vocablos escogidos y expresiones castizas; el arte de un escritor al que, podemos reprocharle su postura díscola, sus peligrosas simpatías por el protestantismo y el jansenismo, en este caso concreto, pero que sabe escribir como pocos.
Es una lástima que este hombre, con tantos dones, haga liga con los enemigos de la Iglesia.
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