EL RAVAL PARA ANGLADA

La mitificación literaria del antes llamado barrio chino siempre fue muy celebrada por señoritos Cuando saltó la noticia del asesinato de un joven argelino en el Raval, pensé en algunos poetas y artistas. La mitificación literaria del antes llamado barrio chino siempre fue muy celebrada por los señoritos con cierta pátina intelectual que cruzaban la Diagonal para practicar el malditismo recreativo. Cuando se emprendieron las ambiciosas reformas urbanísticas del distrito, aparecieron muchos ilustres defensores del tipismo de una zona “con sabor y personalidad”. Por si fuera poco, consideraban que su mensaje era lo auténticamente progresista y no los proyectos municipales. Toda esta pléyade de sabios locales que defendían la conservación de “lo auténtico” contra la apertura de nuevas plazas y el derribo de edificios inhabitables tenían una característica en común: vivían muy lejos del barrio, muchas veces en zonas residenciales donde los altos niveles de limpieza, tranquilidad y seguridad permiten observar la realidad de los otros como se vería una postal, el parque temático de su memoria sentimental y tal. El vecino del Chino o del Raval era un simple figurante en todos estos discursos repletos de nostalgia por las prostitutas maternales, los ladrones caballerosos y las noches golfas de antaño.

Los que añoraban el Chino y su color deberían celebrar, si fueran coherentes, que el Raval ofrece ahora nuevas e interesantes estampas. Lástima que los sufridos vecinos y comerciantes del barrio no sepan apreciar en toda su riqueza la enorme potencialidad literaria del lugar donde tratan de vivir y trabajar. Será porque andan demasiado ocupados intentando que no les rompan la cabeza o les revienten el piso o la tienda.

La crónica que Luis Benvenuty publicó en La Vanguardia del sábado retrata con precisión el polvorín que se ha creado en el centro de la capital catalana. Por eso, además de los glosadores del espíritu perdido del Chino, el más interesado en la situación de esas calles debe de ser, a fecha de hoy, Josep Anglada, líder del partido populista Plataforma per Catalunya (PxC), cuyo programa se resume en un solo punto: “Controlemos la inmigración”. A imitación de otras organizaciones extremistas europeas, PxC trata de pescar votos en los caladeros del malestar, el miedo y la ineficacia.

Antes de que todo el debate sea una pura confrontación demagógica entre los partidarios de Anglada y los que acusan de racismo a las instituciones porque querían que la ambulancia llegara más rápido al lugar del suceso, antes de que prenda la mecha, los partidos centrales deberían actuar.

Un vecino hace el mejor diagnóstico: “La Guardia Urbana y los Mossos están realizando un gran trabajo. Son las leyes las que fallan, las que dejan de nuevo a los delincuentes en la calle. Se sienten impunes”. Señores diputados, defiendan a los débiles, reformen el Código Penal otra vez, la realidad lo supera a la velocidad de la luz.

La Vanguardia, Francesc-Marc Álvaro , 2009-08-17