Habrá que regresar al género epistolar y a esa maravillosa espera de echar la carta en el buzón y esperar una semana la respuesta. Y para evitar la tentación de que alguien quisiera abrir el sobre con el viejo truco del vapor, dibujar dos líneas cruzadas en el cierre de la solapa. ¡Qué buenos tiempos aquellos en los que aún no existían los güasaps y los imails esos...
Al menos entonces, para espiarnos, la policía y los servicios secretos necesitaban todo un tropel casi infinito de gente concienzuda contratada a tal efecto y mucho tiempo... De este modo hasta se crearía empleo, como ocurría en la extinta Alemania del este, en donde casi todo el mundo tenía su propio espía particular e intransferible. ¡Qué tiempos aquellos!.
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