Yo más bien creo, que hay que ser menos utópico y más realista, amén de conocer las atribuciones que el derecho reconoce al "gobernante" y el "Estado" católicos.
De NADA sirve intentar legislar sobre doctrina tradicional católica, si los ministros que han de llevarla a cabo obedecen al Papa, y no al gobernante católico éste que en teoría va a salvar la Unidad Católica a costa de un cisma con Roma.
Porque: ¿Quién oficiaría en latín en vez de los sacerdotes?, ¿Los alcaldes y concejales excomulgados?. ¿Quién daría la comunión? ¿Los gobernadores civiles excomulgados?.
Estrambotes aparte, la historia está para aprender de ella, y parece que no nos acordamos del rey Enrique VIII; que por discutir con sesudas razones y muy poca vergüenza el dogma de la indisolubilidad del sacramento del matrimonio, arrastró a toda la Iglesia y de paso a todo su reino al cisma y a la perdición espiritual. Así son las cosas.
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