Re: Perder Cataluña por Juan Manuel de Prada
Las reflexiones que De Prada no sólo son interesantes, sino saludables moral e intelectualmente hablando, pero la lectura de la parte final de éste me produce varias dudas, veamos.
"Entonces habrá lo que Chesterton llamaba una "democracia de los muertos", en la que todos los españoles llegarán fácilmente a la conclusión de que la generación presente no tiene derecho a derribar de una patada lo que las generaciones precedentes erigieron con infinito esfuerzo. Entonces todos los españoles descubrirán en ese esfuerzo conjunto mucho amor, mucho sacrificio, muchas lágrimas vertidas, mucha sangre derramada, mucha esperanza magullada y finalmente victoriosa. Entonces todos los españoles podrán mirar con perspectiva la naturaleza de las cosas y descubrir que sus antepasados labraron juntos tierras, fundieron juntos metales, compartieron juntos dolores y alegrías. Y descubrirán también que todos esos desvelos y anhelos compartidos valen mucho más que el capricho de una generación adanista.
Si esto no ocurre, Cataluña se independizará, más pronto que tarde. Y si lo hace más tarde que pronto será a costa de envenenarse de odio."
Vaya por delante que el odio ya está asentado, y no es producto de ayer mismo a hoy, sino consecuencia de la dejación que desde hace ya unas cuantas generaciones se ha hecho desde Madrid por Cataluña. En realidad, más que por ésta, por Barcelona, la rival, la eterna aspirante a gobernar España y hasta cambiarle el nombre. Por tanto, en Barcelona está el nido de la serpiente, desde ella han aflorado todos los sentimientos negativos que existen y que ha extendido al resto de Cataluña. Los mismos e idénticos prejuicios que se han promovido desde Madrid, no lo olvidemos. Pero mientras Barcelona se quedó con el trozo pequeño de la tarta, Madrid lo ha hecho con el grande. En tiempo del pasado Régimen, de Barcelona siempre se decía que estaba por encima de Madrid en todo y que ésta era pueblerina, destacando tan sólo que tenía la sede del Gobierno. Y a la inversa, Madrid siempre acomplejada por causa de unos y otros ha sido objeto de un secuestro de si misma que la ha llevado de ese provincianismo aparente a ser esa megalópolis insufrible que es hoy. Madrid tenía algo más que no tenía Barcelona, campo, mucho campo, mucha extensión para construir una ciudad gigantesca en todos los sentidos, mientras Barcelona está encajonada entre el mar y la montaña. Y en este proceso hemos caído todos más o menos. Así hemos llegado al punto en el que ha dado sus frutos esa rivalidad que era enemistad desde hace generaciones.
De Prada hace su reflexión y recurre a Chesterton, como suele ser muy habitual en él por la admiración que le profesa. Pero esa España de la que habla, esos españoles, que no son sino los tradicionalistas, los de siempre, parecen una especie a extinguir. Y como el convencimiento ha sido sustituido por el voluntarismo, con tales mimbres se llegará no sólo a que Cataluña se separe de España, sino a la desmembración de ésta en varios Estados, que es precisamente lo que quieren esos catalanistas, vasquistas, galleguistas y andalucistas. El veneno ya está sembrado y se nota en que también hay valencianistas y mallorquinistas deseando desaparecer en Cataluña, y como no puede ser menos también castellanistas. No tardarán mucho en surgir más "-istas" a no ser que por puro voluntarismo, tal como viene siendo desde hace ya doscientos años, un sector de "españolistas" digan hasta aquí hemos llegado y volverán a repetirse las tragedias del pasado del que nadie aprende. No cabe duda de que las posturas están ya demasiado encontradas como para que se pueda dar marcha atrás y aquí todos "buenistas", amantísimos hermanos que olvidemos las afrentas pasadas y encontremos así el camino del futuro. Me temo que eso es una gran e ilusoria irrealidad.
Pero tampoco demos muchas esperanzas a los rompedores, porque España ya está rota y de qué manera desde que entramos en una supraestructura que trabajando diariamente, mientras aquí seguimos con la tribu y el territorio de caza, nos va a dejar inmersos en otra realidad estatal. Así, y para consuelo de todos, Cataluña no va a ser independiente porque la Unión Europea no lo va a permitir. No es el voluntarismo del gobierno español, son los bemoles económicos de la U.E. y el empeño voluntarista de ésta en unir lo que el hombre desune, lo que va a acogotar a Cataluña. La U.E. no va a permitir nada porque detrás están Córcega, Bélgica, Bretaña, Norte de Italia y hasta Escocia a pesar del "Brexit", que supondrían el fracaso total de la proyectada unidad europea. Pero también llegará el momento en el que los propios Estados que la conforman acabarán todos o modificados, o desapareciendo como tales para dar paso a la Unión Europea de las regiones. Eso, o la marimorena, tiempo al tiempo.
"He ahí la tragedia. Europa hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma europea choca con una realidad artificial anticristiana. El europeo se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.
<<He ahí la tragedia. España hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma española choca con una realidad artificial anticristiana. El español se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.>>
Hemos superado el racionalismo, frío y estéril, por el tormentoso irracionalismo y han caído por tierra los tres grandes dogmas de un insobornable europeísmo: las eternas verdades del cristianismo, los valores morales del humanismo y la potencialidad histórica de la cultura europea, es decir, de la cultura, pues hoy por hoy no existe más cultura que la nuestra.
Ante tamaña destrucción quedan libres las fuerzas irracionales del instinto y del bruto deseo. El terreno está preparado para que germinen los misticismos comunitarios, los colectivismos de cualquier signo, irrefrenable tentación para el desilusionado europeo."
En la hora crepuscular de Europa José Mª Alejandro, S.J. Colec. "Historia y Filosofía de la Ciencia". ESPASA CALPE, Madrid 1958, pág., 47
Nada sin Dios
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