Fuente: ¿Qué Pasa?, Números 694-695, 1-31 Diciembre de 1980, páginas 14 – 15.
ORTEGA Y GASSET Y JOSÉ ANTONIO
Por Julián Gil de Sagredo
Para trazar un paralelo entre estas dos figuras representativas, tomo como puntos de referencia dos aspectos cualificativos: el religioso y el patriótico.
ASPECTO RELIGIOSO
«Yo, Señores –dice Ortega y Gasset– no soy católico, y desde mi mocedad he procurado que hasta los humildes detalles de mi vida privada queden formalizados acatólicamente» (Lira. O. C., pág. 212).
A confesión de parte, sobran pruebas. En confirmación, sin embargo, de su ateísmo, reproduzco algunos de sus textos:
«El ser más auténtico de Dios es la arbitrariedad» (La idea de Principio en Leibniz).
«Hay en mí una antipatía y una suspicacia radicales hacia el misticismo». Califica de mixtificador a San Juan de la Cruz (Arte de este mundo y del otro).
«Lo que nos dicen los místicos es de una trivialidad y monotonía insuperables» (Defensa del teólogo frente el místico).
«Los dogmas y los mandamientos son absurdos, pero son un hecho bruto con el que tenemos que contar» (En torno a Galileo).
«El mundo en que vivimos no se compone de cosas, ni materiales, ni espirituales, por la sencilla razón de que no hay materia ni hay espíritu» (Pasado y porvenir del hombre actual).
«Dios es un ingrediente del cosmos» (En torno a Galileo).
Ortega y Gasset niega a Dios como causa final del hombre en «Ideas y creencias».
El sentido fundamental de su doctrina, es radicalmente incompatible con la Fe católica. Niega el concepto de un Dios Personal, niega la creación, niega nuestra dependencia respecto a Dios, niega Su soberanía sobre la sociedad. (En torno a Galileo).
Ortega, frente a lo sobrenatural, se altera, pierde la calma, y trata de desprestigiar al Catolicismo, de demostrar que constituye un obstáculo para el progreso científico.
Hacia los valores del Catolicismo –que son innegables–, adopta un tono de despreocupación elegante, mezclada de velado menosprecio. En todas sus obras procura sembrar el descrédito sobre aquellos valores que, de un modo o de otro, sobrepasan los límites del mundo natural. En su desdén hacia lo sobrenatural, es donde aparece su incompatibilidad fundamental con las verdades del Catolicismo, pues, para él, el fin de esta vida reside en ella.
Ortega y Gasset, defensor de la escuela laica, de Pablo Iglesias y de Giner de los Ríos, amigo de todos los enemigos de la Iglesia Católica, se dedicó a vaciar mentalmente, a la juventud universitaria, de fe religiosa y de sentido patrio. Es la figura cumbre de la Institución Libre de Enseñanza, que le aupó como ídolo de las juventudes universitarias y le envolvió con la aureola de la leyenda. Ortega y Gasset murió como había vivido, sin Fe y sin sacramentos. ¡Dios le haya perdonado!
JOSÉ ANTONIO PRIMO DE RIVERA es el reverso de la medalla. Profesa la Fe católica, practica la Religión católica, y muere por la Fe católica y por España, acribillado a balazos entre un falangista y un requeté, después de haberse confesado.
Ortega y Gasset y José Antonio son la antítesis en el aspecto religioso. Veamos ahora el
ASPECTO PATRIÓTICO
En el desdén que siente Ortega y Gasset contra la España católica y mística, reside su visión de España.
El caso más claro de infidelidad a los principios hermenéuticos que él mismo formuló, es su actitud sistemática y permanente ante la realidad española, tanto pasada como presente. Sus juicios sobre España son siempre despectivos, especialmente cuando recaen sobre su época más esplendorosa de los siglos XVI y XVII. Desprecia a una de nuestras glorias más preclaras: Santa Teresa y sus Moradas. La Mística especulativa doctrinal, que España presenta como una de las dimensiones fundamentales de su cultura, es combatida por Ortega. Desconoce y ataca la Teología profunda y opulenta de la España del siglo XVI, a pesar de superar en amplitud y profundidad a la cultura teológica de todas las naciones. Desconoce y menosprecia la conquista, colonización y civilización de América, el hecho más grandioso de la Historia Universal.
Han podido más en Ortega, sus prejuicios antirreligiosos, que su cultura histórica. Para él, España ha vivido en una permanente decadencia, no tiene categoría de nación (personas, obras y cosas), y, acentuando su desvío, añade:
«España no posee una enfermedad, sino que es una enfermedad» (España invertebrada).
«Los disparates de Ortega, la explicación que da a la Historia de España –dice Claudio Sánchez Albornoz (Lira. C. c. t. 11, pág. 341)– no pueden comprenderse sino como fruto amargo de una crisis psicológica, que algún día habrá de ser investigada».
José Antonio es considerado, con cierta razón, como el símbolo de amor a la Patria. Deslumbrado por el barroquismo literario de Ortega, fue en su primera juventud víctima de algunos de sus errores: entre otros, su postura frente a las relaciones entre la Moral y el Derecho, que equivocadamente desvincula y encierra en órbitas diversas (Discurso a los universitarios); así como la afirmación que atribuye al Estado (como misión propia y específica): la de educar a la infancia y juventud española.
Pero José Antonio era, ante todo, católico, español y poeta, y por esos tres conceptos reaccionó esencialmente de la visión de Ortega, se apartó de su magisterio, y encaminó su rumbo hacia la Tradición española, cuyos valores adivinó y asimiló de modo sustancial, aunque careció de tiempo para penetrarlos en su integridad y reproducir con ellos la única estructura político-social que, por ser connatural a la esencia misma de España, tiene la garantía de su autenticidad y de su permanencia.
Ortega y Gasset y José Antonio, son igualmente la antítesis en el aspecto patriótico.
En este artículo sólo he tratado de poner de relieve la contradicción religiosa y patriótica que existe entre dos figuras: la de José Antonio, realzada por su sentido católico y patriótico; y la de Ortega, caracterizada por su espíritu acatólico y extranjerizante.
Por ello, no comprendo que la Falange tribute un homenaje al maestro que, desde su cátedra universitaria, influyó mentalmente en nuestra juventud para vaciarla de espíritu religioso y de sentido patriótico. Y mucho menos comprendo todavía, que pueda hallarse en él la raíz intelectual de la Falange, que es católica y española.
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