El tema de los comuneros se resiente, además, de una visión distorsionada. El liberalismo decimonónico creó una visión idealizada de los comuneros (visión que permanece hasta el presente), considerándolos como una especie de mártires demócratas por las libertades de Castilla.
Desde esa premisa liberal, por tanto, en tanto que luchadores por las libertades, los comuneros habrían venido a ser como unos precursores del liberalismo en España; y en tanto que fue un movimiento popular, habrían sido también precursores del gobierno del pueblo, es decir, de la democracia española contemporánea.
A esta teoría absolutamente falsa se le podrían objetar algunas dificultades.
En primer lugar, la de extrapolar anacrónicamente un pensamiento revolucionario a una situación más bien propia del medievo hispano.
No es posible hablar de libertad ni de libertades con sentido revolucionario moderno (el usual hoy día) con anterioridad a la Revolución Francesa: ni en ninguna época ni en ningún lugar.
La libertad medieval consistía más bien, en mantener un peculiar status moral y jurídico, y en que nada ni nadie lo menoscabara: por ejemplo, que se mantuviera íntegro el fuero concreto de una ciudad.
Pero, en cambio la “libertad” de los liberales consistía (y consiste) en no estar sujeto a algo inmutable; en el reinado del capricho y de la voluntad, sin trabas físicas ni morales. En el ejemplo anterior la “libertad” de los liberales sería, no el derecho a mantener intacto un fuero, sino el derecho a cambiar de fuero o a derogarlo o a no tener ninguno si una mayoría así lo decidiera.
Y respecto a que los comuneros fueran un movimiento popular, precursor de la democracia, habría que contestar que el hecho de que algunas ciudades se amotinaran contra el Monarca no significaba que aquel pueblo se constituyera en soberano (…algo de ciencia ficción en aquella época) frente al Monarca, sino que el pueblo pretendía obligar al Rey a que no traspasara los límites de su poder; límites que una tradición y una costumbre ancestrales así lo habían fijado.
No se cuestionaba el origen divino de la autoridad del Rey sino su abuso.
Luego de democracia moderna nada de nada.
Otra cosa es que, al ser muchas ciudades las afectadas y ser muchos los que guerrearan por ellas, apareciera su causa, para una mentalidad liberal, como popular y además como subversiva, por ser contra el Monarca (aunque no fuera contra la monarquía como tal).
Además el liberalismo deseaba justificarse históricamente, y sus apologistas rebuscaban con lupa supuestos precedentes del liberalismo en todos los episodios de la antigüedad (en Roma, en Grecia, en la Castilla antigua): se asimilaban casos de asesinatos de tiranos, de motines, de muchedumbres enfurecidas y amenazadoras, de realce de instituciones populares en la república romana, en la polis griega, en los fueros castellanos…
Por supuesto, recopilaciones de episodios deshilvanados, que entre sí no tenían nada en común mas que el alboroto de unas masas (sin importar si con justicia o sin ella) contra un orden constituido (sin importar si era justo o injusto).
En fin, la diferencia era que en la antigüedad existían, por lo general pueblos decentes, creyentes en la virtud y en la moral, que se amotinaban sólo por causa justificada.
Pero los liberales predicaban una libertad ilimitada de amotinamiento de la chusma precisamente contra el orden y la moral mismos, siempre que el orden no se adaptara a sus caprichos.
La disculpa que tienen es que, precisamente por el hecho de ser irreligiosos, están ciegos para captar matices morales y religiosos.
Como no pueden entenderlo, llaman al orden y a la virtud tradicionales cosas tales como opresión o tiranía.
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