Estimado D. Cosme:

Yo nunca declino una invitación tan cortés. Pero, dejemos a Adam Smith para cuando lo repase... No me gusta hablar de alguien sin antes informarme debidamente. A mí, Adam Smith -le diré a botepronto- nunca me dio buena espina... Que Marx lo leyera y en él se inspirara para mí constituye de suyo un indicio; pero, dejésmolo por ahora.

En cuanto al desarrollo tecnológico de las sociedades podría decirle que siempre he simpatizado con la postura de tantos y tantos "Revolucionarios conservadores" alemanes -Oswald Spengler, Martin Heidegger o los hermanos Ernst y Friedrich George Jünger... De todos modos, me parece que anatematizar la técnica como ellos lo hacían, por una desconfianza fundada en la "Heimat" sacralizada me parece un poco extremado. La postura de Heidegger, al menos la que expresa en su discurso conmemorativo en homenaje a Conradin Kreutzer -"Gelassenheit"- me parece muy oportuna, incluso cuando uno tiene que pensar sobre el uso mismo de este medio por el que Vd. y yo estamos dialogando.

La actitud de Heidegger sobre la técnica en esa reflexión se encuentra sometida al contexto en que se produce la alocución, pues en ese momento se vivía bajo la presión de una guerra nuclear -tampoco es que hayamos mejorado mucho- con el telón de fondo de la Guerra Fría y los antecedentes devastadores y apabullantes de las dos bombas atómicas arrojadas por los yanquis sobre las dos ciudades con más católicos de todo Japón: Hiroshima y Nagasaki. No obstante, la reflexión heideggeriana conserva su actualidad a mi parecer.

"Si decimos "sí" y "no" a los objetos técnicos, ¿no se convertiría nuestra relación con el mundo técnico en equívoca e insegura? Todo lo contrario. Nuestra relación con el mundo técnico se hace maravillosamente simple y apacible. Dejamos entrar los objetos técnicos en nuestro mundo cotidiano y, al mismo tiempo, los mantenemos fuera, o sea, los dejamos descansar en sí mismos como cosas que no son algo absoluto, sino que dependen ellas mismas de algo superior. Quisiera denominar esta actitud que dice simultáneamente "sí" y "no" al mundo técnico con una antigua palabras: Serenidad (Gelassenheit) para con las cosas."

La actitud de Ernst Jünger en novelas como "Abejas de cristal" también está muy relacionada con la posición heideggeriana ante la técnica, aunque Jünger la va a recubrir de un halo mágico: la técnica es en cierto modo "magia": consiste en ese "saber" no por el saber mismo como contemplación teorética (recordemos la postura aristotélica, compartida por Santo Tomás de Aquino de un concepto de "saber" como actividad humana que dignifica y engrandece a la criatura humana); no, la técnica consiste más bien en un "saber" para "poder" y un "poder" que es "poder hacer".

¿Cómo podría negarse el placer que podemos tener de compartir, gracias a la técnica, este diálogo entre dos personas que no se conocen pero entran en relación a una distancia imprecisable merced a internet? ¿Quién podría poner inconvenientes a la vastedad de aparatos técnicos, electrodomésticos, fármacos que se consiguen fabricar gracias a un instrumental técnico... etcétera? Quien pusiera "contras" a las ventajas de la técnica nos parecería "anacrónico", incluso descabellado en su anacronismo como un D. Quijote atronado. Pero, sin embargo, la técnica también tiene sus inconvenientes que afectan incluso a la salud de los hombres que de la técnica se sirven. Baste recordar todo el revuelo y alarma social que han provocado y provocan los estudios médicos que indican la emergencia de un cáncer sin que pueda descartarse la exposición del ser humano a las invisibles irradiaciones de los teléfonos móviles, por ejemplo.

Pero, peores visos tiene -al menos en un orden espiritual- que de la técnica hagamos la panacea de nuestra sociedad. Los avances e tecnología sirven así para alimentar ese mito demediado que la Ilustración puso en marcha, el del "progreso". Peores visos reviste la tecnología si la tecnología nos esclaviza, poniendo sobre nosotros los grilletes de la dependencia, de la adicción... Existen niños que están considerados como adictos al teléfono móvil, pongo por caso.

La técnica tiene sus ventajas y sus inconvenientes. Y los hombres que viven en una sociedad en la que la técnica avanza tienen que ser responsables, adoptando esa "serenidad", ese "desasimiento" que nos indicaba Heidegger en lo que toca a los aparatos técnicos que entran en nuestra vida.

Y para dar ejemplo de ello, yo por hoy... Me aparto del ordenador -que ya está bien- y pondré en práctica el consejo de Heidegger: "Gelassenheit", no sin antes decirle que volveremos sobre la cuestión, pues nos queda lo de Adam Smith y seguro que perfilar más todavía lo aquí dicho sobre sociedad tecnológica.

Reciba un cordial saludo.