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Tema: El Pacto Ibérico (1939) entre Franco y Oliveira Salazar

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    El Pacto Ibérico (1939) entre Franco y Oliveira Salazar

    El Tratado de Amistad y No Agresión entre España y Portugal fue firmado en 1939 y pasaría a denominarse Pacto Ibérico o Pacto Penínsular desde 1942, cuando el conde de Jordana, ministro de Asuntos Exteriores de España, visitó Lisboa y se reafirmó la Península como zona de paz y neutralidad.

    Las relaciones entre España y Portugal habían pasado por una mala etapa durante la II República, debido al antagonismo existente con el Estado Novo portugués. De ahí la ayuda logística, diplomática y militar -envío de los "viriatos"- prestada por el país luso al bando nacional durante la guerra civil.

    Sin embargo, a comienzos de 1939, con la victoria de Franco ya asegurada, los recelos parecían aumentar por ambas partes. Desde Lisboa se comenzó a percibir los peligros de la afinidad de la España franquista con Alemania e Italia, países con los que además había contraído una importante deuda durante el conflicto fratricida; además del discurso imperialista del ideario falangista, que ambicionaba Portugal, Gibraltar y el norte de África. En cambio, desde Madrid se desconfiaba de la tradicional alianza luso-británica, que amenazaba el costado español en el supuesto de un conflicto internacional cuando todavía no había finalizado la Guerra Civil.



    El Pacto Ibérico fue un tratado fundamentalmente de carácter militar y territorial, en el que se dejaba clara la aceptación por parte de lusos y españoles de las fronteras existentes. El objetivo era pacificar la Península, no solo evitando un conflicto directo entre España y Portugal sino asegurando la negación de apoyo a una tercera potencia en caso de agresión a una de estas. También se buscaba la neutralidad en la Segunda Guerra Mundial, pues la situación de ambos países no hubiera soportado entrar en el conflicto.​

    Además de esos intereses generales, Portugal deseaba mantener sus colonias en África, y por tanto disipar cualquier tipo de pretensión imperialista futura española.​ Por otro, España quería asegurarse que no hubiese ningún apoyo a los republicanos, y tratar de sustituir a Gran Bretaña en el papel de influencia que ésta ejercía sobre Portugal.

    La iniciativa partió del Gobierno nacional que proponía a Portugal la firma de un tratado de no agresión que garantizara las fronteras mutuas; en septiembre de 1938 Nicolás Franco presenta a Oliveira Salazar la iniciativa. A finales de enero de 1939 se inician las negociaciones formales.

    El Tratado fue redactado en ambas lenguas. Se trataba del Tratado de Amistad y No Agresión entre España y Portugal, firmado por el representante del Gobierno de Franco, y el Tratado de Amizade e Nao Agressao entre Portugal e a Espanha, firmado por Salazar.

    Serían Antonio Carmona, presidente de la República Portuguesa, y Francisco Franco, jefe del Estado Español, los que resolvieron concluir el Tratado, pero serían sus plenipotenciarios quienes lo firmaron; António de Oliveira Salazar, presidente del Consejo de Ministros y Nicolás Franco Bahamonde, embajador extraordinario en Lisboa.

    El Tratado fue denominado Pacto Ibérico o Pacto Peninsular en 1942, cuando el Conde de Jordana, ministro de Asuntos Exteriores de España, visita Lisboa y se reafirmó la Península como zona de paz y neutralidad, popularizando el tratado de 1939 con ese sobrenombre.

    El Tratado estaba constituido por seis artículos en que se especificaba la mutua obligación de respetar las fronteras y la renuncia a practicar cualquier acto de agresión contra la otra parte (art. 1º).

    Ambas naciones se comprometían a no prestar asistencia al agresor o agresores que proviniese de la otra parte y que intentara atacar una de las partes, ni permitir que su territorio pudiera ser utilizado para desencadenar un ataque dirigido contra una de ellas (art. 2º).

    El Tratado también les obligaba a no pactar ni aliarse con terceras partes que pretendiesen la agresión contra uno de los contratantes (art. 3º).

    Cualquier pacto firmado en el futuro con terceras partes respetará los compromisos contraídos en el Tratado (art. 4º).

    Los artículos 3º y 4º se refieren a razones extra-ibéricas: el primer borrador del mismo, de parte española, pretendía que tuviese carácter retroactivo y de esta manera anular algunos de los aspectos del sempiterno pacto anglo-luso que no le beneficiaba, a lo cual los portugueses se negarían con el artículo 4º.

    Lisboa proponía un artículo que contradecía el texto español. El español decía que los compromisos anteriores no se sobreponían a lo previsto en el Tratado, mientras que el portugués decía que el Pacto no alteraría las obligaciones anteriores asumidas por ambos países, lo que significaba que Portugal estaba dando prioridad a su alianza con Inglaterra. Este artículo casi por sí solo aseguraba la neutralidad de la Península Ibérica.Y en cuanto a las razones políticas, se habla de ventajas para ambos ante la situación internacional en que predomina la incerteza de unos países sobre otros. Estaba diciendo que no deseaban que el Pacto fuera interpretado como una alianza contra Inglaterra, y que no deseaban desligarse de su vieja aliada.

    El 5º artículo se limita a definir la duración del Tratado, que sería en principio de diez años prorrogables a no ser que fuera denunciado con seis meses de antelación por una de las partes.

    El Tratado se firmó el 17 de marzo de 1939, y entraría en vigor el día de las ratificaciones, el 30 de marzo de 1939 (art. 6º).


    Estos acuerdos no impidieron que España estuviese a punto de entrar en guerra junto a Alemania e Italia. La prolongación del conflicto y los reveses sufridos por el Eje llevaron a España a una actitud más cautelosa. En el marco de una nueva estrategia de aproximación a los Aliados y reafirmación de su neutralidad, las autoridades españolas vieron en Portugal una vía de comunicación con las potencias aliadas. Ello culminó en el encuentro de Franco y Salazar en Sevilla, en febrero de 1942.

    En definitiva, el Pacto Ibérico aseguró las fronteras de la Península Ibérica, e influyó en el mantenimiento de ambos países fuera de la conflagración mundial. El Pacto Ibérico resultó beneficioso para España una vez finalizada la Segunda Guerra Mundial. Portugal, valiéndose de su influencia internacional, otorgaría un importante apoyo diplomático a una España repudiada internacionalmente desde mediados de los años 40.

    La revolución portuguesa de 1974 puso fin al Pacto Ibérico, si bien en 1977 se firmó un Tratado de Amistad y Cooperación.
    Última edición por ALACRAN; 25/03/2023 a las 15:05
    AlfonsoVIII dio el Víctor.
    "... Los siglos de los argumentadores son los siglos de los sofistas, y los siglos de los sofistas son los siglos de las grandes decadencias.
    Detrás de los sofistas vienen siempre los bárbaros, enviados por Dios para cortar con su espada el hilo del argumento." (Donoso Cortés)

  2. #2
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    Re: El Pacto Ibérico (1939) entre Franco y Oliveira Salazar

    Sobre la entrevista en Sevilla de Franco y Oliveira Salazar en febrero, 1942. (Debe recordarse que, a diferencia de ahora, por entonces las naciones eran plenamente soberanas de cara al exterior) :

    Comunidad de destino

    "A la Península ibérica, unidad, geográfica terminal de Europa, le afectan las derivaciones del conflicto planteado entre dos concepciones político-económicas, cuyo antagonismo tiene expresión actual sobre los campos de batalla. Ante el hecho, España y Portugal, naciones que forman esa realidad geopolítica sin merma de sus respectivas independencias, se han proclamado solidarias con el común destino que les asignó la Historia. Esta es la trascendencia de la entrevista de ayer entre el Jefe del Estado español y el presidente del Gobierno portugués en el histórico Alcázar de Sevilla.

    El Tratado de marzo del 39 tiene desde esta fecha mayor fuerza, por la coincidencia expresa de los rectores de la política de ambas naciones contratantes, que si están al margen de la guerra no quedan tan desorbitadas del conflicto como para sentirse libres de toda influencia, que pesa principal y simultáneamente sobre los problemas económicos de los dos países.

    Transciende en el comunicado oficial de la entrevista el alcance de los acuerdos, enderezados hacia la común salvaguardia de intereses de Portugal y de España, razonada en afinidades étnicas y culturales como en el imperativo de la geografía. La Historia- también obliga, y por eso la visión certera que sobre las realidades del momento han tenido los dos hombres de Estado: el Caudillo Franco, que recobró a España con su pulcra espada, y Oliveira Salazar, genial restaurador de la nación portuguesa, les han señalado el camino que les condujo hasta la firme base de una absoluta coincidencia. La esquivada de los escollos, sin inquietudes, al menos próximas habrá de lograrse.

    Nadie vea más ni menos en la entrevista del Alcázar, donde en buena hora llegara el conductor de la nación portuguesa, quien por vez primera durante su mandato ha cruzado una frontera de su país. El nuestro lo acoge con amor entrañable por cuanto es y representa, y así el acto de ayer tuvo el empaque de los hechos trascendentales, pero simplificado al máximo el protocolo por exigencias de hermandad. El Caudillo recibió a Oliveira Salazar, como manda la amistad y la hidalguía. No en balde Portugal y España, España y Portugal, son tierras de hidalgos, que otros como españoles y portugueses, como portugueses y españoles, no hay, en el mundo. A la común hidalguía se atiene desde ayer, con mayor fuerza, el Tratado de 17 de marzo de 1939, sobre el que de ahora en adelante influirá el contacto permanente de los Gobiernos español y portugués y así será una realidad viva la solidaridad ibérica, justa expresión de la unidad geopolítica de nuestra Península".

    —ANTONIO OLMEDO. (ABC de Sevilla, 13, Febrero, 1942)
    Última edición por ALACRAN; 25/03/2023 a las 15:56
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    Re: El Pacto Ibérico (1939) entre Franco y Oliveira Salazar

    Diciembre de 1942

    Tras la reunión entre el jefe del Gobierno portugués, doctor Oliveira Salazar, y el enviado del Caudillo conde de Jordana, en el histórico palacio de cintra, quedo declarada la constitución del Bloque Ibérico, de mutua amistad y de paz


    LA HERMANDAD DE ESPAÑA Y PORTUGAL

    EN LOS TRASCENDENTALES DISCURSOS PRONUNCIADOS POR EL JEFE DEL GOBIERNO PORTUGUÉS, DOCTOR OLIVEIRA SALAZAR, Y EL ENVIADO DEL CAUDILLO CONDE DE JORDANA, EN EL HISTÓRICO PALACIO DE CINTRA, QUEDO DECLARADA LA CONSTITUCIÓN DEL BLOQUE IBÉRICO, DE MUTUA AMISTAD Y DE PAZ

    El ministro de Asuntos Exteriores de España ha pronunciado otro importantísimo discurso en el banquete con que Je obsequiaron el presidente de la Asamblea Nacional y el de la Cámara Corporativa. La última conferencia con Oliveira Salazar. Visita de despedida al presidente Carmona. El teniente general conde de Jordana emprenderá hoy por la mañana el viaje de regreso y llegará a Madrid a eso de las diez de la noche. Interesantísimos comentarios de Prensa ante el nuevo acontecimiento europeo


    Una fecha de suprema significación histórica

    Cuando anteayer el conde de Jordana pronunció estas palabras finales de su discurso en el banquete de Cintra, "la paz para Portugal y España, y para transmitirla en su día a quienes hoy no la disfrutan", quedaron enhiestas, como firmes hitos en mitad de la actual contienda del mundo, una fuerte esperanza y una gran novedad internacional.

    Los dos países peninsulares han constituido el "bloque ibérico", fraterna concordia de estos dos Pueblos de épica e igual historia, portadores otrora de la civilización a todo paraje lejano del planeta, tan enteramente europeos que, cual dijo en frase feliz Oliveira Salazar, por obra de ellos desbordó Europa en pasados siglos. Esta solidaridad en la conducta de dos naciones de unitaria estirpe racial e igual vocación universal, se construye para "mantener su misión civilizadora". Así lo dijo Salazar.

    Y sin mengua de cuidar de su propia paz. Mas no se trata ciertamente del egoísta sosiego en tanto combaten los otros. Se trata, lo ha dicho el jefe del Gobierno lusitano, de cumplir "una más alta concepción de nuestros deberes con la Humanidad". España y Portugal no proclaman para sí la paz estática, cómoda, del que ve pasar la corriente, tumultuosa mientras él sestea en la orilla. Es la paz dinámica y activa, que pretende conseguir una obra de pacificación general, en servicio de la Humanidad. Bien, claramente ha expresado este concepto el conde de Jordana. "Ha de llegar un momento—ha dicho—en que sea necesario realizar una política que facilite la futura organización del mundo."

    Tal es una empresa digna de los lauros históricos que coronan a Portugal y España. Quienes trajeron a vida civil el universo en dispersión cultural de ha cuatro siglos y son custodios de los valores morales, a los que la Humanidad habrá de tornar los ojos para recobrar la salud hoy, mañana están prestos a darse en servicio de la pacificación general.

    España y Portugal, viejos países llenos de hidalguía y de siglos, son, empero, en el día de hoy, jóvenes en la vivacidad y en el ideal. Sus nuevas generaciones han captado los anticipados signos en aurora, de los tiempos por venir, y una nueva conciencia que nace y aspira a una más bella regulación de la vida en estas juventudes hispánicas y lusas halla caliente hogar y la anunciación de sus vigorosas y encendidas normas. No es un vano sueño el que nuestras jóvenes generaciones alimentan de un mundo mejor. Tampoco es fantasma de la imaginación el que un día pueda lograrse para un mundo, hoy tan aciago, una paz constructiva, labrada sobre esos valores, ahora velados, pero que no tienen ocaso, porque son eternos, y se llaman la ética universal, la sociedad conforme a razón y la paz justa, entre los pueblos. Si como han proclamado Salazar y Jordana el bloque ibérico habrá de ser "instrumento de pacificación y depositario de los más altos valores morales", y aún habrá, de recobrar, para España y Portugal el asiento de honor que antaño tuvieron entre las naciones, habremos de señalar la fecha de anteayer como de suprema significación histórica.

    (ABC en Lisboa, 22-DICIEMBRE-1942)

    Última edición por ALACRAN; 25/03/2023 a las 15:58
    Patriota Sevillano dio el Víctor.
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    Re: El Pacto Ibérico (1939) entre Franco y Oliveira Salazar

    En Cintra. El jefe del Gobierno portugués ofrece una comida al conde de Jordana. (21 Diciembre 1942)

    A las dos de la tarde llegaba a Cintra la comitiva, después de esta visita a Mafra. Pasaron revista, igualmente, a las fuerzas que les rindieron honores y entre las que figuraba la Legión portuguesa local. Allí se incorporó a la comitiva el embajador de España en Lisboa, D. Nicolás Franco. También se encontraban en dicho lugar diversas personalidades españolas y portuguesas. En la Sala Manuelina se sirvió un aperitivo y, después de una breve conversación y de contemplar aquélla, pasaron a la Sala de los Cisnes, donde se celebró un banquete de 54 cubiertos, presidido por el Dr. Oliveira Salazar, que tenía a su derecha al embajador español, D. Nicolás Franco, y a su izquierda, al general Martínez Campos. Enfrente tomó asiento el ministro de Asuntos Exteriores de España, el Conde de Jordana. A su derecha, se encontraba el Conde de Leite y a su izquierda, D. Mario Figueiredo. En otros lugares tomaron asiento las personas del séquito y otros invitados:


    Discurso de Oliveira Salazar

    «Tenemos delante de nosotros a la España nacional, a la verdadera España, caballeresca, heroica antorcha de la civilización.»
    La constitución del Bloque peninsular

    Al brindar, su excelencia el presidente del Consejo de ministros portugués pronunció el siguiente discurso:

    "Señor ministro: No he de ser muy extenso. Quiero sólo decir, en breves palabras lo que, por otra parte, está patente en el espíritu de todos. Constituye para nosotros un gran honor y motivo de sincero placer la visita a Portugal del ministro de Asuntos Exteriores de España. Pero, es más: entre tantas cosas inútiles de la diplomacia, este acto, sin embargo, no está desprovisto de interés y tendrá seguramente la mayor actualidad. No preciso subrayar que tenemos delante de nosotros a la España nacional a la verdadera España, caballeresca, heroica, antorcha de civilización. Excuso decir también que esa España no había terminado de cerrar las heridas producidas por su trágica guerra civil y ya tuvo que enfrentarse con grandes problemas, resueltos de manera magistral.

    La cálida amistad con Portugal, la constitución de este bloque peninsular de amistad mutua y de paz, a pesar de las inclemencias de la formidable tempestad que la guerra mundial lleva consigo, contribuye a conseguir mantener la relativa tranquilidad de que disfrutamos. No sería, en efecto, exacto el suponer que no llega aquí la furia de los vientos y de las ondas; el eco de las privaciones, y la pérdida de valores temporales en la gigantesca batalla. Tampoco sería justa la acusación de indiferencia para el futuro europeo, por parte de los dos países que llevaron a Europa al resto del mundo y con la ayuda y la fe de Cristo impusieron a ese mundo un tipo europeo de civilización.

    Nuestra postura ni es egoísta ni desinteresada, sino que tiende a una más alta concepción de nuestros deberes con la humanidad. A cumplir fielmente, en lo posible, con el respeto ajeno de nuestra soberanía e integridad y con la salvaguardia y defensa de los intereses vitales. Este pensamiento, común a las dos naciones peninsulares, estamos convencidos de que representa una fuerza política valiosa al servicio no sólo de Portugal y de España, sino de las otras naciones y de la paz entre ellas, puesto que hemos de pensar que ha de llegar un momento en que a las batallas entre los hombres sucederá una era de fecunda colaboración para el bien común. Y entonces se valorará, con justicia lo que significa mantener, entre odios y discrepancias, los sentimientos de concordia y de paz. Personalmente, y dentro de los modestos recursos de mi país, he servido con devoción a esta acción por imposición de mis sentimientos y por exigencias de la más alta razón política.

    Naciones tan cercanas por la lengua y por la religión y cultura, que han abierto en la Historia grandes rutas paralelas por su espíritu común de aventura universalista, me pareció siempre indicado que se diesen las manos y no se volviesen las espaldas. Este sentimiento de la cooperación dentro de la independencia de las particularidades de una y otra, cuando es ejecutado lealmente ha de redundar siempre en beneficio de ambos, tanto en el orden material como- en el más alto y noble de mantener su misión civilizadora. Y conservo como recuerdo feliz el hecho de que en mi visita a Sevilla encontré el mismo amigo y leal sentimiento en el glorioso Jefe de la Nación española, así como me es sumamente grato reconocer en el excelentísimo señor conde de Jordana al delicado ejecutor de esta política. A todos los que me dieron el honor, señor Conde de Jordana, de sentarse en esta mesa les pido levanten su copa por la prosperidad de S. E. el Generalísimo Franco y por la de nuestro ilustre huésped, el ministro de Asuntos Exteriores”.
    Última edición por ALACRAN; 31/03/2023 a las 14:05
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    Re: El Pacto Ibérico (1939) entre Franco y Oliveira Salazar

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    ... Discurso del Conde de Jordana

    «Constituido el bloque ibérico se creó para el mundo una nueva entidad.» «Tiene dicho bloque un propósito decidido y perfectamente compartido por nuestras dos naciones.» Un cauce a las aspiraciones de las juventudes

    El señor Conde de Jordana contestó a su excelencia el Dr. Oliveira Salazar con el siguiente discurso:

    "Señor presidente: Con las frases más acertadas acaba de expresar V. E. la importancia de estas conversaciones llenas de lealtad y de espíritu fraternal, que tienen lugar con ocasión de mi visita a Lisboa. Constituido el bloque ibérico, se creó para el mundo una nueva entidad capaz de actuar en la política internacional en forma altamente eficaz y beneficiosa como instrumento de paz y como depositario de los más altos valores morales.

    Tiene el bloque ibérico un propósito decidido y perfectamente compartido por nuestras dos naciones, cuya voluntad es la de mantenerse alejadas de la contienda, pero no ciertamente por motivos egoístas, sino por razones graves y hondas.

    España, durante tres años, ha sabido realizar, bajo la sabia dirección de su Caudillo, el más duro sacrificio para defender cuanto había de sagrado y valioso en su patrimonio nacional. Las esencias de la Patria, puestas en peligro, y el concepto cristiano sobre el que basó su vida fueron defendidos con el sacrificio magnífico de sus voluntarios y de sus héroes, que surgieron de todos los puntos de España, demuestra hasta, qué punto somos capaces de luchar hasta la muerte, de realizar los máximos esfuerzos por una idea superior. Con aquella lucha enconada que se desarrolla dentro de nuestro territorio hemos contribuido a salvar la espléndida y armoniosa civilización, que tanto costó conseguir. Con las mismas energías estamos ahora dispuestos a mantener nuestra alta posición internacional, porque entendemos que servimos así, hoy por las vías de la paz, la misma causa que entonces servimos y defendimos con las armas.

    Este propósito es el que da ánimo y calor al bloque ibérico y es la norma de quienes entienden que ha de llegar un momento en que sea necesario realizar una política que facilite la futura organización del mundo. En este mundo futuro, España y Portugal, por virtud de la política del bloque ibérico, podrán dar cauce a las aspiraciones de sus juventudes y conseguir que, como en el pasado, cuando sus Ejércitos alcanzaban a los últimos rincones de la tierra, vuelvan nuestros países a ocupar en la familia de las naciones el puesto de honor que entonces tuvieron.

    Cierto estoy, señor presidente, de que esta esperanza nuestra de poder contribuir en su día a apaciguar los odios y atenuar los rencores se convertirá en una magnífica realidad, y por esta seguridad, al levantar mi copa por el presidente de la República, por el presidente y el Gobierno portugueses, brindo por que el bloque ibérico pueda cumplir su propósito de mantener la paz para, sí y transmitirla en su día a quienes hoy no la disfrutan".
    "... Los siglos de los argumentadores son los siglos de los sofistas, y los siglos de los sofistas son los siglos de las grandes decadencias.
    Detrás de los sofistas vienen siempre los bárbaros, enviados por Dios para cortar con su espada el hilo del argumento." (Donoso Cortés)

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