Revista ¿QUÉ PASA? núm. 197, 7-Oct-1967
Hablemos de un don Juan y un don Luis de la Historia, que no son los del teatro romántico
Por A. RECASENS SALVAT
ACUSE DE RECIBO
Ya es una verdadera colección las cartas que ha recibido este cronista preguntándole por su impresión y adecuado comentario a la breve estancia de don Jun de Borbón y Battemberg en el pasado agosto en Barcelona. Otros temas de actualidad y mi afección hepática que se recrudece al tratar ciertos temas, han hecho que hasta ahora no subrayara tal visita. Pero hoy, tarde otoñal, en mis breves vacaciones en Salou, me siento animado para complacer a mis amables comunicantes.
Barcelona y Cataluña entera se dolió de la presencia del sucesor de la dinastía liberal, que durante una centuria ha arruinado a España, le ha hecho perder su Imperio, malogró el gesto del general don Miguel Primo de Rivera y entregó a España por personalísima decisión a un Comité revolucionario de la República patibularia que se constituyó por sí y ante sí en Gobierno del país; que culminó en los cinco años de anarquía y de sangre, de huelgas y hambres, y cuya liquidación sólo fue posible por el Alzamiento Nacional, del Ejército, del Tradicionalismo, de la Falange Española de las JONS, sin aportación dinástico-liberal de pueblo voluntario fiel a la fenecida monarquía de Alfonso XIII, vestíbulo fatídico de la segunda República en España.
LOS CATALANES LO SABEN Y LO CONOCEN TODO
Basta tener memoria. Al Alzamiento Nacional. Cataluña no quiso pasar a ser una parcela soviética. El Alzamiento que proclamó a Franco para Caudillo de España, sabe de sobras de la hostilidad del comunismo Y DE LA MASONERIA INTERNACIONAL. Lo que no podía suponerse es que un representante de la monarquía liberal y decadente, en varias ocasiones, con sus manifiestos, haya contribuido al acoso que sufría España en los años «cuarentas» de las más rudas crisis.
Y esto, desgraciadamente, es lo que hizo don Juan de Borbón Battemberg. En el manifiesto de Lausana de fecha 19 de marzo de 1945, don Juan emplaza gravemente al Caudillo con estas afirmaciones:
«Desde que por renuncia y subsiguiente muerte del Rey Don Alfonso XIII en 1941 asumí los deberes y derechos a la Corona de España, mostré mi disconformidad con la política interior y exterior seguida por el general Franco. En cartas dirigidas a él y a mi representante, hice constar mi insolidaridad con el régimen que representaba, y por dos veces, en declaraciones a la prensa, manifesté cuán contraria era mi posición en muy fundamentales cuestiones.»
En el manifiesto de Estoril de fecha 7 de abril de 1947, don Juan de Borbón y Battemberg ataca violentamente la Ley de Sucesión a la Jefatura del Estado que los españoles aprobaron por mayoría aplastante en el Referéndum de aquel año. Dijo entonces don Juan:
«Sin comprender que la hostilidad de que la Patria se ve rodeada del mundo nace en máxima parte de la presencia del general Franco en la Jefatura del Estado, lo que ahora se pretende es pura y simplemente convertir en vitalicia esa dictadura personal, convalidar unos títulos según parece hasta ahora precarios y disfrazar con el manto glorioso de la monarquía un régimen de puro arbitrio gubernativo, la necesidad del cual ya hace mucho tiempo que no existe.»
Cualquier patriota, cualquier español sensato, sabe lo que tiene que pensar ante tan improcedentes y funestas declaraciones, tan bien aprovechadas por el comunismo y las campañas antiespañolas. Añadamos a esto que los más feroces marxistas suspiraban por esta monarquía. La monarquía de un príncipe que ni su padre ni él dieron orden alguna de iniciativa e integración al Alzamiento Nacional, y que incluso en ciertas circunstancias han amenazado con represalias a cuantos siguieran colaborando con el régimen nacido de la Cruzada acaudillada e inmortalizada por Franco.
Los catalanes suscriben con Franco, lo que el Caudillo manifestó en su discurso de la sesión extraordinaria de las Cortes Españolas del 22 de noviembre de 1966, cuando dijo: «La Ley de Sucesión fue, en fin, ocasión espléndida para experimentar el juego del Referéndum Nacional, dando al cuerpo electoral su plena adhesión a lo hecho en España a lo largo de diez años sucesivos, y de dar un mentís a las acusaciones foráneas de la falta de arraigo de nuestro régimen y de ratificar su confianza en el Movimiento Nacional, en sus instituciones y en sus hombres.»
CIRCUNSTANCIAS PERSONALES DE DON JUAN DE BORBON Y BATTEMBERG
Recordemos unos textos del documento que la Comunión Tradicionalista elevó a Su Excelencia el Jefe del Estado en enero de 1940, tratando de la incompatibilidad de don Juan para instaurar la monarquía fiel a los ideales del 18 de julio. La Comunión Tradicionalista señalaba, entre otras, estas razones:
………………………
2ª Su educación política fue la liberal. Su educación intelectual y su educación social fueron asimismo liberales. Con noble deseo han venido algunos tratando de hacerle llegar, a espaldas del padre unas pocas ideas del Tradicionalismo modernista. Si no es más que esto, bien poco puede servir para contrariar una antigua y enraizada formación.
3ª El ambiente que le rodea y que no hay medios para creer que no va a seguir rodeándole, es el de una corte frívola y una más espantosa frivolidad ideológica. El respeto que queremos guardar a las personas nos hace dejar sólo iniciado este punto. ¡Qué pobre es la aspiración de restauración en la persona de don Juan! En síntesis: es don Juan el único príncipe español que hasta ahora puede considerarse descartado en buenos principios nacionales.»
LOS PARTIDARIOS DE DON JUAN, ¿QUÉ ESCRIBÍAN Y CONTRA QUIEN EN SUS «HOJAS LIBRES»
Guardamos en nuestro modesto archivo algunas mugrientas colecciones de «Hojas libres» del estilo de las que en su tiempo lanzaban contra España y la Monarquía liberal y su Dictadura hombres como Blasco Ibáñez y Unamuno. En estas colecciones —ya en los años «cuarentas», cercanos a los «cincuentas»— aparece, por ejemplo, un ejemplar titulado «El Cuarteto», boletín clandestino que componían y distribuían los «apologistas» de don Juan. Pues bien; en el ejemplar que conservo, además de atacarse al Caudillo, se traza una hiriente y burlesca silueta de español, marino y gobernante tan esforzado y preclaro como don Luis Carrero Blanco. Es invectiva tal de tan pésimo gusto y tan flagrante injusticia, que no la transcribo. Sirva citar su existencia y el testimonio que poseemos para fijar aquí, incuestionablemente, cómo la Historia, que viene haciendo el Caudillo inspirado y protegido por Dios, desautoriza a los sempiternos debeladores del Movimiento Nacional al ofrecerle a España juntos, como en aquellos tiempos, en la cúspide de la gobernación de España y en la guarda de sus sagrados destinos, al Caudillo vitalicio y al insigne almirante don Luis Carrero Blanco, como Vicepresidente del Gobierno. Los dos cíclopes contra los que en 1947 delirante mente arremetían los enanitos del panfleto.
BLAS PIÑAR REFLEJA RADICAL Y ELOCUENTEMENTE LA SITUACION
Y a las ironías de mal gusto y sofisticadas de que los redactores de la citada propaganda «juanista» hicieron objeto a la preclara figura del Almirante don Luis Carrero Blanco, la más clara lealtad y lógica nacional hablaron por boca de don Blas Piñar, en su famosa conferencia de Valencia, en diciembre de 1965. Estas son las palabras del elocuente Procurador en Cortes y Consejero Nacional: «Francisco Franco, en 23 de enero de 1942, afirmaba: "Dijimos que no cerrábamos las puertas a que como coronación de una obra de progreso y de grandeza se realizase el resurgimiento o instauración de los poderes tradicionales. Pero no dijimos nunca que fuéramos a restablecer la España que trajo la República, ni la España que perdió los pedazos más grandes de nuestra Patria. Aquella gran institución que dio tanta gloria, y que era popular porque se apoyaba en el corazón del pueblo contra los desmanes de los grandes, cayó y se derrumbó, porque había quedado hueca. ¡Nadie sea tan loco o desalmado que intente edificar sobre la arena."
Y ante las Cortes, el 3 de junio de 1961: «La distancia que nos separa de 1936 no puede desdibujar ni oscurecer la precisión y claridad con que el pueblo español percibió, desde el primer instante, que al mismo tiempo que se rompía con una República atea, antinacional, agria, sectaria, irresponsable y en último grado de disolución,... igualmente quedaba descartado y condenado cualquier sistema libera!, cortesano, ineficaz y parlamentario. Aquello no era un pronunciamiento en que se alzase la bandería personalista o de simple restauración. Se abría un proceso fundacional en cuya continuidad radicaría, para el futuro, toda legitimidad sucesoria. Se fundaba un nuevo Estado, un orden social nuevo y un orden político inserto en la tradición histórica viva, pero actual.»
«El Estado nuevo se halla definido ya como Monarquía Católica, Social, Tradicional y Representativa. No es una restauración de la monarquía caduca, es la instauración fundacional de una Monarquía nueva, legitimada por la continuidad ideológica del Movimiento, sin la cual —son palabras de Franco, no son palabras mías— se traicionaría a la Revolución y a la Patria.»
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