Sí, claro. Traducir la Santa Misa, ¿y qué más? Ya me suena a mí ese afán por la introducción de las lenguas vernáculas por doquier, que al final ha resultado en algo ligeramente más dramático, me parece a mí. Se trata de desarmar al enemigo, de defender la integridad de la Fe, no se hacer concesiones que, aparte de resultar del todo improcedentes, son muy peligrosas.
A este respecto resuenan las palabras de S.S. San Pío X, en el Decreto “Lamentabili sine exitu”, condenando la siguiente formulación: "63. La Iglesia se muestra incapacitada para defender con eficacia la moral evangélica al adherirse obstinadamente a doctrinas inmutables que no pueden estar en armonía con el progreso moderno”.
El latín se puede enseñar, este punto tiene solución. Sin embargo, borrar de las conciencias ciertas aberraciones con apariencia de veracidad es, de hecho, mucho más difícil.
Habría que ver si es mayor el temor del Dominico a sus superiores o su temor a Dios, a quien éstos últimos debieran servir.
Las doctrinas “tóxicas” y malsanas tienen ese poder de corrosión sobre las gentes, sobre todo cuando están orquestradas, y son difundidas, por el mayor Mal.
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