Las soluciones nacionalistas de Sabino Arana: eran algo más bien “maketo” en Vizcaya...
Revista FUERZA NUEVA, nº 126, 7-Jun-1969
VIZCAYA, DESDE SIEMPRE ("Arana Goiri’tar Sabin")
por Francisco Elías de Tejada
Adolecieron siempre los nacionalismos regionales entre nosotros de andar en contra de los usos antiguos de los pueblos que pretendían reavivar. El más curioso entre los espectáculos políticos de la Península, en los últimos cien años, ha sido esa grotesca algarabía de campanario que en los bordes de la Piel de Toro juega el equívoco de proclamar la defensa de los valores específicos de un pueblo o de una región, usando luego el engaño de ir contra estos mismos valores que a gritos se empeñaron en abanderar.
Cuando yo andaba metido en estudios eúskaros en afán de componer los dos volúmenes que he consagrado al pensamiento político de Vizcaya y de Guipúzcoa, o cuando repaso las notas preparadas con miras a los que preparo sobre el resto de las gentes vascas o sobre el derecho vascón, maravillóme sin cesar el desconocimiento que los apóstoles del nacionalismo tenían de la sustancia doctrinal política de la entrañable españolísima Euskalerría.
Cuando escribo estas líneas (1969), tengo delante de los ojos las Obras Completas de Sabino Arana Goiri, o si prefiere el lector celoso del detalle, de Arana Goir-tar Sabin. Con la paciencia que me asegura mi vocación de curioso impertitente, he buscado y rebuscado en las 2.419 páginas del apretado texto de la edición impresa en Buenos Aires, en 1965, por la editorial Sabiñdiar-Batza, un solo autor de los grandes nombres del pensamiento vizcaíno.
Sabino Arana no menciona ni por casualidad los hombres que encarnan la esencia política de Vizcaya, desde Fray Gonzalo de Redondo y Lope García de Salazar, en el siglo XV, hasta fray Domingo de Lerín y Clavijo o Francisco de Aranguren y Sobrado, en el XIX, ni uno solo merece recuerdo ni memoria. Incluso las contadas ocasiones -no más de cinco- en que menciona al grande Pedro Novia de Salcedo, hácelo con achaques idiomáticos, sin la más mínima alusión a su monumental “Defensa”, a sus ideas vizcainísimas o a sus batallas en pro de las libertades forales. El pasado intelectual de Vizcaya nada cuenta para Sabino Arana.
¿Por qué? No caben más que dos respuestas. O porque los ignoraba en absoluto o porque los despreciaba desde las alturas de su genialidad novedosa. O porque no sabía lo que era la herencia ideológica vizcaína o porque deliberadamente no quería saberlo. O por ignorancia o por orgullo.
Yo quisiera preguntar a los teóricos de nacionalismo bizcaitarra la causa de tal carencia de saber, sea por incapacidad sea por desdenes. Creo que es hora ya de poner las cartas boca arriba y que cada cual, de estudioso a estudioso, aguante las velas del navío en donde boga.
Porque tengo para mí que el ayer vizcaíno no es nulidad ni necedades. He estudiado el pensamiento político de Vizcaya y conozco las riquezas de sus tesoros ideológicos. Objetivamente pesadas, significan mucho las doctrinas que enseñaron Andrés de Poza o Pedro de Fontecha. Prescindir de ellos es colocarse por mezquindad o por soberbio en frente de la raíz política de Vizcaya.
La lectura del folleto “El Partido Carlista y los Fueros vasco-navarros” es de una pobreza intelectual conmovedora, precisamente por la ignorancia en que Sabino se coloca respecto a los magnos maestros del pensamiento político vizcaíno. Hay afirmaciones plenamente inconcebibles para quien sepa lo más mínimo de la historia de Vizcaya. La que consta en la página 1.079 de la edición citada acerca del poder legislativo de las Juntas es, amén de torpísimo anacronismo, absoluta falsedad en los términos en que Sabino lo plantea.
Su definición de los Fueros en las páginas 1-070 y 1.071 cae en superficialidad insigne, ya que elude la cuestión clave: la de la entraña jurídica del Fuero dentro del complejo de las fuentes del Derecho vizcaíno. Decir que son “leyes creadas por el Pueblo vasco” es mentira en cada una de sus letras. Yo no sé si Sabino Arana falsificó o no intencionadamente la historia vizcaína; lo que sí sé es que la falsificó y admito sobre este punto el choque aclarador de las polémicas.
Quién es “maketo” en Vizcaya
Los pueblos no nacen un buen día al capricho de un hombre, sea quien fuere. Los pueblos se van tallando en el roce de los siglos, igual que los cantos rodados del arroyo o que las rocas de los acantilados de las costas. Nadie, por muy egregio que se considere, puede aspirar al desatino de crear a un pueblo de la nada. Es Dios quien les ha ido formando, valiéndose como instrumentos de los sucesos que en su conexión constituyen una historia.
Cuando hablemos de Vizcaya hemos de arrancar de los hitos seculares de su existencia política; hemos de contar las leyes egregias de sus Fueros tal como fueron y no tal como se nos antoje que fueron; hemos de contemplar las instituciones seculares que han amasado el espíritu popular y que han cifrado las palpitaciones de tantas generaciones unidas por el hilo sutil y recio de la Tradición auténtica; hemos de conocer cómo las definieron e interpretaron los claros varones portadores del espíritu animador de la colectividad en el curso de tantas vidas enlazadas por la ilusión de un ideal terreno: Vizcaya. Obrar de manera distinta o es megalomanía de insensatos o es predeterminado intento de engañar.
De ahí no sea extraño que el Euskadiren Berjabetasun Araudia o Estatuto de Autonomía de Euskadi aprobado por las Cortes de la República en 1 de octubre de 1936 sea lo opuesto a la esencia política de Vizcaya. Es que de Sabino Arana, ignaro despreciador del ayer vizcaíno, no podía salir cosa diferente ni podía resultar nada que fuese entrañablemente eúskaro. Los propios nacionalistas que han sido sus fautores han debido reconocer que el Estatuto suyo era la negación total de la Tradición vizcaína.
“El Estatuto de Autonomía de 1936, forzado por las circunstancias…, establecía el sufragio universal inorgánico, que viene a romper la tradición euskaldún”, confiesa mi viejo buen amigo Jesús de Galíndez Suárez en “El derecho vasco” (Buenos Aires, Ekin, 1947, página 196). “Ni el Ducado de Vasconia ni el Estatuto Vasco, primera y última de nuestras instituciones políticas, ni son de origen indígena, sino adaptación de Euzkadi a la situación histórica vivida, pacto suscrito sobre modelo importado”, reconoce Manuel de Irujo en sus “Instituciones jurídicas vascas” (Buenos Aires, Ekin, 1945 pág. 30)
Es que las soluciones nacionalistas sabinianas son algo “maketo” en Vizcaya, porque son la negación patente de los Fueros y de la doctrina foral elaborada siglo tras siglo por los grandes hombres del pensamiento vizcaíno.
Obispo a fuero de Vizcaya
Todo esto viene muy a cuento en estos días (1969) cuando son alegadas leyes y concordatos con menosprecio de la historia de Vizcaya; de esta Vizcaya donde el uso antiguo prohibía a los obispos pisar el suelo vizcaíno a causa de la enojosa presencia de ellos, tal vez por indiscretos perturbadores o por molestos entrometidos dañosos para la paz de la tranquilidad pública.
Porque los nacionalistas son enemigos o ignoran los viejos sagrados fueros de Vizcaya, nadie menciona el capítulo 215, que a la letra dice: “Otrosí dijeron que por cuanto antiguamente habían de fuero e uso e costumbre que en el dicho condado no entrase obispo nin sus vicarios nin otro, ni se publicaren sus cartas desaforadas, los dichos escuderios del dicho condado de Vizcaya por razón que con las muchas discordias o escándalos que habían acaecido de tiempo acá en el dicho condado, algunos parientes mayores e linajes para facer sus fechos e haber venganzas de sus enemigos trajeron al dicho condado vicarios del obispo e procuradores fiscales e publicaron sus cartas, e como por esperiencia habían visto y ha pasado en sus juicios e conocimientos de pleitos e procesos que han fecho han sido en usurpación de la jurisdicción de nuestro señor Rey e de las sus justicias e otrosí en quebrantamiento de los fueros de usos e costumbres de Vizcaya…”
Y no sigo porque sería incurrir quizás en el Código Penal vigente, copiar las sanciones con que los vizcaínos, según Fuero, tenían derecho a defenderse de los obispos perturbadores de la paz católica de Vizcaya.
Baste recordar que en ocasión de la ida al Señorío del rey Fernando el Católico, en julio de 1476, como le siguiera en el séquito real el obispo de Pamplona, don Alonso de Carrillo, no solamente le expulsaron sin que le valiese la protección de la regia compañía, sino que “porque había pisado tierra de él en contravención a sus fueros y costumbres, dieron al Rey en aquella primera vista el raro y enfático espectáculo de recogerla, quemarla y arrojar al mar sus cenizas”, a fin de que no quedase mínima huella de que un obispo había quebrantado el Fuero, perturbado él o sus vizcaínos la paz política del Señorío de Vizcaya (Rafael de Floranes, en las notas a los “Anales breves del reinado de los Reyes Católicos” redactados por el doctor Lorenzo Galíndez de Carvajal, en la Biblioteca de Autores Españoles de Ribadeneyra, tomo LXX, pág. 541, columna b).
Vizcaya desde siempre
Al revés de los secuaces de Sabino Arana, como quien abajo firma es carlista, siente amor apasionado por los Fueros de Vizcaya, por las doctrinas de la Tradición política vizcaína y por la integridad de las instituciones gloriosas de aquel pedazo magnífico de las Españas nuestras, en las que siguen teniendo vigencia las palabras de Miguel de Unamuno, que todos, en Madrid como en Bilbao debieran meditar muchas veces antes de tocar algo que atañe a Vizcaya: (…) Esto es: “Nos arrancaron las viejas leyes, que eran nuestra vida, pero si conservamos nuestra alma vasca, de aquí nacerán nuevos Fueros, saldrá el sol de la Justicia en el día de la perpetua primavera” (Obras completas, Madrid, Ed. Afrodisio Aguado, VI, 1958).
Es la manera en que hay que sentir la historia de Vizcaya, a tenor de como definieron Vizcaya aquellos que son los patriarcas de la gente vizcaína, nunca colocándose enfrente de los contenidos del ayer de donde proviene nuestro hoy. Entendiendo a Vizcaya desde siempre.
Francisco ELÍAS DE TEJADA
Última edición por ALACRAN; Hace 4 semanas a las 01:06
"... Los siglos de los argumentadores son los siglos de los sofistas, y los siglos de los sofistas son los siglos de las grandes decadencias.
Detrás de los sofistas vienen siempre los bárbaros, enviados por Dios para cortar con su espada el hilo del argumento." (Donoso Cortés)
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