Villores y Donoso tienen razón en que el libro de Jordi Canal no es recomendable. No tanto por sus valoraciones y no sólo por su patente ignorancia política: Canal es un historiador perezoso, y cuando escribió ese libro aspiraba también a ciertas sinecuras más políticas que historiográficas.
Es verdad, dicho sea en su descargo, que todos han fallado en el mismo intento. La misma longevidad, variedad y -hasta hace poco tiempo- el tamaño mismo de la Causa, unidos a la estructuración flexible y no centralizada del Carlismo, multiplican las fuentes de tal manera que conocerlas todas y seleccionarlas con buen criterio se acerca a lo imposible.
Quizá sólo desde el Carlismo oficial -la Dinastía y sus colaboradores cercanos, las juntas regionales- que mantuvieron, por difícil que a algunos les resulte ahora creerlo, una continuidad perfecta hasta nuestros días, podría haberse acometido semejante tarea. Pero las vicisitudes de las guerras y el destierro y, desde la década de mil novecientos sesenta, la fractura generacional de las familias carlistas y, desde la de mil novecientos ochenta, el cierre constante de círculos y locales y cierta mala voluntad de algunos lo han convertido en imposible.
Las obras que es necesario conocer y que proporcionan una visión más completa son, además de la ya citada por Villores de Manuel de Santa Cruz para el período posterior a 1936, la monumental "Historia del Tradicionalismo Español" de Melchor Ferrer, quien además tuvo acceso a más documentos (y personalidades) de los primeros cien años del legitimismo español de los que ahora sería posible.
Decía más arriba que Jordi Canal es un historiador perezoso. En su libro muestra desconocerlo casi todo del Carlismo de regiones y épocas enteras, y en cuanto al contemporáneo optó por fiarse de lo que le contaban unos pocos, sobre todo cierto par, uno del mal llamado "Partido Carlista", pero que no lo es enteramente, y otro que dice ser de la Comunión Tradicionalista Carlista pero enteramente no lo es. El arreglo le convenía, no sólo por reducirle trabajo, sino por reducir al Carlismo actual a la carencia de virtualidad política: y eso, probablemente, era una exigencia de los políticos que le auparon a las sinecuras de las que más arriba hablábamos, o cuanto menos un bálsamo para ellos.
Canal ha mejorado un poco desde entonces, como se indica en la reseña que el número 59 de la revista Aportes (uno de sus aborrecimientos personales, junto con Alfonso Bullón de Mendoza; pobre Canal) del dossier "Las guerras civiles en la España contemporánea", coordinado por él.
En cuanto a otros intentos, como el folleto de Payne o el librito de Alférez, los desenfoques son distintos, pero igualmente grandes, y el desconocimiento del Carlismo abrumador.
Lo dicho: para visiones de conjunto, Ferrer y Santa Cruz. Para completarla, decenas, cientos de libros más. Mucha letra impresa, sí; pero con los libros se aprende. Cuestión de reducir el tiempo en Internet...![]()
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