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Tema: Clérigos y seglares de ayer mismo (Ignacio Romero Raizábal)

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    Clérigos y seglares de ayer mismo (Ignacio Romero Raizábal)

    Fuente: ¿Qué Pasa?, Número 31, 30 Julio 1964. Páginas 12 – 13.




    HOMBRES DEL TRADICIONALISMO ESPAÑOL

    CLÉRIGOS Y SEGLARES DE AYER MISMO

    (CHAFAROTE, FRAY JUNÍPERO, FABIO)

    Por Ignacio Romero Raizábal



    Un hada amable –la Amistad– puso en mis manos una carta terrible. De ahora hace un cuarto de siglo. E inédita. Y me parece lo más propio publicarla en ¿QUÉ PASA?


    A poco de la liberación de Madrid, un ilustre amigo de Azcoitia escribió a «Chafarote» dándole el pésame por la muerte de «Fray Junípero». Y el autor de las famosísimas «Hojas de calendario» de «El Siglo Futuro», que a la sazón las continuaba publicando en «El Alcázar», le contestó con una carta llena de pormenores, no sólo del valiente y saladísimo ordenador de la «Mesa revuelta», que le hizo tan popular durante la República, sino también de todos los demás compañeros.

    Pormenores algunos sencillamente espeluznantes, humanizados por la escritura autógrafa. Porque don Juan Marín del Campo, gran señor de la pluma, era enemigo de las máquinas de escribir y poco amigo de las estilográficas. Cuando en mis años estudiantiles le iba a visitar a su casa en Alberto Aguilera, me parecía natural, sobre la mesa del despacho, el tarrito de los polvos de salvadera, y me hubiera parecido naturalísimo, junto al tintero con la boca en bostezo, una solemne pluma de ave como las de Cervantes y la madre Teresa.


    * * *



    La carta empieza con una cruz arriba. Y vamos a copiar su comienzo sin detenciones ni paréntesis, dando codillo a la tentación de la cuña de un comentario.


    «Sr. D. José Mancisidor.

    Mi querido amigo: Recibí y agradecí a par de alma la cariñosa tarjeta (escrita en Zaragoza) en la que nos daba el pésame por la muerte de nuestro «Fray Junípero».

    Dos días antes de morir estuvo merendando en mi casa. Y cuando menos lo pensábamos recibo la noticia de que le van a dar el viático. Le recibió, en efecto, con su acostumbrado fervor. Murió en seguida, es decir, muy pronto, antes de lo que se pensaba, y como estaba hospedado en una pensión, y la muerte tanto miedo infunde y tanto horroriza en las pensiones, le arrojaron inmediatamente y le llevaron al cementerio sin avisar a nadie y sin acompañamiento ninguno.

    «El Alcázar», sin embargo (Dios se lo pague), hizo la caridad de publicar una esquela mortuoria de primera clase, de publicar también una semblanza que trazamos entre «Mirabal» y yo, y de mandar celebrar por el difunto las misas de San Gregorio.

    El pobre difunto casi no se trataba con nadie nada más que conmigo, que fui su amigo y su paño de lágrimas. Pero ahora he quedado yo tan pobre como él. Los pocos ahorros de toda mi vida los he consumido durante la guerra. La revolución nos ha dejado pobres a infinitas gentes. Yo he tenido que sacar a pulso a 15 personas durante estos años. A mi pobre yerno le encarcelaron por tradicionalista, le quitaron el destino de jefe de telégrafos; pudo librarse de la prisión. Hemos vivido en un pueblo de la provincia de Toledo. He estado condenado a muerte cuatro veces, y Dios me ha librado (y la Santísima Virgen) milagrosamente. Pero ahora vivo del crédito (no del sable), pues el sueldo de periodista da para cenar, pero no para comer.

    Cúmplase la voluntad de Dios. El pobre «Fray Junípero» deseaba tener nada más la cantidad suficiente para irse otra vez a Méjico a luchar allí por Dios como antes. No sé si sabrá que tuvo que salir de allí a uña de caballo y que le incendiaron su casa. Pero él seguía tan valiente como de costumbre, a pesar de haber muerto debiendo hasta la sotana que llevaba y que no hemos podido pagar, porque a todos nos pasa lo mismo. Por lo que a mí hace, menos mal que a otros, ya que inmediatamente han repuesto a mi yerno, padre de nueve hijos y otros nueve que han muerto. Pero los atrasos no los pagan porque no hay dinero.

    A pesar de lo cual estamos satisfechísimos con la derrota de los rojos, que sobre habernos dejado pobres han asesinado, sólo en mi familia, a veinte parientes, todos muy cercanos.»

    * * *



    Los comentarios son tan fáciles que los pueden hacer hasta los «tontos útiles». Brotan por generación espontánea. O se nos quedan dentro, paralíticos por la anestesia del horror, como cuando nos enteramos de pormenores de la muerte de «Fabio», de la que no sabíamos en absoluto nada con certeza hasta que don José Mancisidor nos regaló esta carta de «Chafarote».

    Don Emilio Ruiz Muñoz, canónigo de Málaga, mas con residencia en Madrid, el pequeño y gran «Fabio», era de insignificante estatura corpórea y colosal por dentro. Vivaracho. Con ceceo andaluz. Polemista de la estirpe de los Sardá Salvany y los Mateos Gago. (¿No te acuerdas, Eugenio Vegas Latapié, de cómo le admirabas y querías?) Un león con aspecto de ardilla. Me parece que «ganaba» cuarenta duros al mes en «El Siglo Futuro» y era nada menos que el mejor periodista católico de España. Según él, sus artículos magistrales, que escribía al correr de la pluma, se los «daba hechos» Santo Tomás de Aquino. En periódico de otra clase, «Fabio» se hubiera hecho, además de famoso, rico. Pero… no hubiese sido «Fabio». Ni mantenido, animado por Roma, campañas tenacísimas y terribles contra viento y marea, cargando con la cruz de la falta de caridad que le ponían sus adversarios sobre el hombro. Aunque, a la postre, igual, posiblemente, hubiera muerto asesinado por los rojos.

    Quienes no tengan otra fuente de información que la nota biográfica del Espasa, firmada con las iniciales de Antonio Pérez de Olaguer, pueden quedarse con la duda de incluso si murió.

    «No se tienen noticias exactas acerca de su muerte (asegura la Enciclopedia, en la primera parte del suplemento 1936-1939). Al parecer fue detenido en los primeros días del Alzamiento y llevado a una de las «checas» madrileñas, donde todo hace suponer que fue asesinado.»

    Pero los pormenores del suplicio de «Fabio» en la carta de su compañero de Redacción nos recuerdan las actas de los mártires. Escuetamente dice:


    «¿Y nuestro amadísimo «Fabio»? ¡Vaya un mártir! ¡Vaya una muerte envidiable! Le machacaron los dientes y las muelas con un martillo, le abrieron el vientre, le cortaron las piernas, le arrancaron los ojos y le arrancaron también la lengua.»

    * * *



    Acto seguido, chaparrón de noticias. En prosa escueta, militar. Tan distante y distinta de la habitual de «Chafarote» en sus artículos, bien equipados de galanuras literarias.


    «De nuestro «El Siglo Futuro» han asesinado (entre redactores y empleados) a diecisiete. «Mirabal», Lasuren y Murguía han estado presos mucho tiempo; algunos de ellos, como Murguía, hasta el día de la paz, y después de haber peregrinado por los principales presidios de España. Por fin vino, en enero último, al presidio de mi pueblo (Mora de Toledo), y allí pude servirle sin tratarle y sin que nadie (nada más que un compañero de prisión) supiera que era amigo mío.

    Mi arresto ha durado también hasta el día de la paz. Al salir a la calle me encontré con que las piernas no me sostenían por falta de ejercicio. Ya gracias a Dios estoy repuesto y también Murguía.

    A Alcover le han colocado muy bien (y buena falta le hacía al pobre) en la gran Librería de Suárez, que es la primera de Madrid. Como es tan entendido en bibliografía, hace muy buen servicio a Suárez, que se porta muy bien con él.

    Maestro murió asesinado y con que no asesinaran a su madre (sic). Dos hijos de Tarduchi también murieron fusilados. Requejo (el registrador y biógrafo del cardenal Segura) fue también fusilado con su hijo.

    «Mirabal» dirige hoy una empresa de información telegráfica; la que tenían antes Maestro y él. Escribe también en «El Alcázar». Pero siempre suspiramos por “El Siglo Futuro”.»

    * * *



    También habla de los Senante, padre e hijo, que huyeron del infierno rojo. Y de un tercer Manuel, el hijo de «Mirabal» (Manolito), que acababa de colocarse y lo comenta así:


    «Falta les hacía, pues «Mirabal» hoy no tiene casa. Fueron arruinadas todas las del barrio de Argüelles, y el pobre lo perdió todo. Hoy vive con su mujer y su hijo en casa de «un amigo»».


    Y… lo que son las cosas: este hijo único del «Mirabal» inolvidable, aquel gran periodista que escribía un artículo, sobre el tema que se le diese, en un cuarto de hora, está otra vez sin casa. Hace unos días trajo la prensa la noticia del incendio de su piso en Madrid, que era un museo particular que atesoraba verdaderas joyas artísticas. Porque el «Manolito» de la carta de «Chafarote» es el gran crítico de arte y escritor Manuel Sánchez Camargo.


    «El buen Lucio –continúa la epístola–, como empleado en la Administración de «El Alcázar», y Laurentino Murguía y yo, como redactores, somos los que diariamente trabajamos en el periódico. Pero yo tampoco puedo vivir en mi casa, porque el dueño no me tapa los agujeros que en el techo han hecho los obuses.

    Estoy muy agradecido a Dios porque se me han salvado todos (absolutamente todos) mis libros. Casi milagrosamente. No me falta ni uno. ¿Sabe usted quién los libró? El jefe de la Policía de Vallecas, que sabiendo lo que vale mi biblioteca y sabiendo que yo me hubiera muerto, tal vez, de pena si me roban mis libros, se presentó un día en mi casa, la selló, puso un letrero diciendo que estaba intervenida por la Policía de Vallecas y nadie ha podido entrar en mi casa durante la guerra. ¿Sabe usted quién era ese jefe? Pues nada menos que un sacerdote, y ha hecho maravillas de ingenio y de valor. Dios le pague el gran bien que me ha hecho. ¡Cuántas gracias doy a Dios!»


    Me he propuesto no interrumpir la copia… Pero es que veo en su despacho a don Juan Marín mientras escribía esta carta, bajo un diluvio de memorias horribles, con volúmenes y folletos sobre la mesa, en las sillas, por los rincones. Y con las estanterías rebosando. Como en mi época estudiantil, cuando le iba a visitar y me convidaba a café y a cigarros y me contaba cosas, y me contaba cosas, y me contaba cosas… Tal vez no tenga la simpatía y la cordialidad de antes. Han sido muchos los sufrimientos y las desgracias de toda índole que han escarbado su generoso corazón. Pero me le imagino, pobre y enfermo, sonriente y agradecido a Dios por el consuelo de que se encuentra entre libros…

    Copiaré de un tirón los últimos renglones.


    «A usted sean dadas también por su cariño, y reciba el testimonio del afecto y gratitud que le profesa su buen amigo,

    J. MARÍN DEL CAMPO



    Madrid, 29-VII-39.
    Año de la Victoria.
    S/c.: Fuencarral, 132.

    Pida usted a Dios por mi salud, si me conviene. Hoy, Dios, y siempre Dios.»

    * * *



    Hace cuatro años me regaló esta carta su destinatario. Me acompañaba en la visita un buen amigo de la localidad, Antonio Azpiazu, requeté ex combatiente del Tercio de San Ignacio, con el que había coincidido en Pamplona en unos «sanfermines».

    – Voy a traer una carta de «Chafarote» –recuerdo que nos dijo don José–; y sé dónde la tengo, porque la guardo como oro en paño.

    También recuerdo que no quise aceptarla. Pero acabé trayéndomela. Y no me podía explicar, cuando me fui, por qué lo hice con el original en el bolsillo.

    Hoy, en cambio, lo sé. Hoy veo claro por qué tengo ante mí esta carta tremenda de «Chafarote» a don José Mancisidor, que palpita en mis manos, al volverla a leer, como una cosa viva.

    Y es que ahora, a los veinticinco años justos de su fecha, era oportuna su publicación.
    Rodrigo dio el Víctor.

  2. #2
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    Re: Clérigos y seglares de ayer mismo (Ignacio Romero Raizábal)

    Fuente: ABC, 22 Agosto 1939, página 18.

    Tomado de: HEMEROTECA ABC



    D. O. M.


    Rogad a Dios en caridad por las almas de los señores


    D. JUAN DE OLAZABAL Y RAMERY, propietario que fue de “El Siglo Futuro”, fundador de la “Editorial Tradicionalista”, y consejero de la misma.

    D. VICTOR PRADERA, del Consejo de dicha Editorial y colaborador de “El Siglo Futuro”.

    D. ABELARDO DA RIVA Y DE ANGULO, D. FRANCISCO BAYGUAL y D. JESUS REQUEJO, Consejeros.

    D. MANUEL GONZALEZ QUEVEDO y D. JOSE RAMON DE BOBADILLA, de la Junta de Gobierno de la citada Editorial.

    D. JOSE FERNANDEZ MONTAÑA, presbítero (J. Oros); D. EMILIO RUIZ MUÑOZ, presbítero (Fabio); D. JAIME MAESTRO PEREZ, D. ALVARO GONZALEZ DE AMEZUA, D. RICARDO GOMEZ ROJI, presbítero; D. JUSTO DORADO, D. JOSE HERMOSA y D. JESUS LOSA, redactores de “El Siglo Futuro”.

    D. JOSE MARIA RUANO y D. EDUARDO NAVARRO, colaboradores del mismo periódico.

    D. GERARDO DA RIVA, D. MAXIMO LABORDA, D. LUIS PEREZ y D. MIGUEL LAHOZ, operarios de “Editorial Tradicionalista”. Todos ellos, víctimas del furor sectario, murieron por los ideales tradicionalistas, Dios, Patria y Rey.

    D. MANUEL SANCHEZ CUESTA (Mirabal) y D. ANTONIO SANZ CERRADA, presbítero (Fray Junípero), redactores de “El Siglo Futuro”, fallecidos después de la liberación de Madrid, a causa de las privaciones y torturas padecidas durante su cautiverio, en el que se mantuvieron firmes en su fe católica y en sus convicciones.

    El Consejo de Administración y la Junta de Gobierno de la “Editorial Tradicionalista”, el director y el personal sobreviviente de la redacción, administración y talleres del periódico “El Siglo Futuro”, que durante 61 años se publicó en Madrid en defensa de los mismos ideales,

    SUPLICAN una oración por sus gloriosos muertos

    Y la asistencia a la misa de funeral que en sufragio de éstos se celebrará en la iglesia de Nuestro Padre Jesús (PP. Capuchinos, Pl. de Jesús) el miércoles, 23 del actual, a las once de la mañana, en lo que recibirán especial favor.

    R. I. P.
    Rodrigo dio el Víctor.

  3. #3
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    Re: Clérigos y seglares de ayer mismo (Ignacio Romero Raizábal)

    Libros antiguos y de colección en IberLibro
    A la lista de redactores y colaboradores de EL SIGLO FUTURO asesinados por los rojos que aparecen en la esquela de ABC hay que añadir a don ISAAC VÁQUEZ AMOR, bibliotecario, a don MANUEL BELLIDO, administrador y a don INDALECIO IBÁÑEZ, ordenanza.



    R.I.P.

    Fuente: El Pensamiento Alavés (17 de noviembre de 1939)
    Militia est vita hominis super terram et sicut dies mercenarii dies ejus. (Job VII,1)

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