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Tema: Bodas Reales en la Familia Real española

  1. #1
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    Bodas Reales en la Familia Real española

    El pasado mes de Mayo hubo mucho ruido mediático con motivo de la boda de un simple ciudadano británico con una súbdita americana.

    Esa noticia me servirá de pretexto para abrir este hilo dedicado a traer algunos documentos gráficos (junto con la reproducción de algún texto introductorio) de algunas de las Bodas Reales de miembros de la Familia Real española. Servirá también, de paso, para conocer a otros personajes históricos interesantes de otras Familias Reales extranjeras.

  2. #2
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    Re: Bodas Reales en la Familia Real española

    Empezamos con la boda de la Infanta española Doña Zita de Borbón Parma con el entonces Archiduque Beato Carlos.

    Dejo como texto introductorio la reproducción del apartado correspondiente a la boda escrito por Ramón Pérez-Maura en su libro Del Imperio a la Unión Europea.

    Los documentos visuales están tomados de YOUTUBE; y los documentos fotográficos, de varios sitios de Internet recopilados por el motor de búsqueda de imágenes de Google.

    ----------------------------------

    Fuente: Del Imperio a la Unión Europea. La huella de Otto de Habsburgo en el siglo XX, Ramón Pérez-Maura, Ediciones Rialp, Madrid, 1997, páginas 32 – 34.




    Matrimonio entre desaires para el heredero



    Carlos contrajo matrimonio con la Princesa Zita de Borbón Parma el 21 de octubre de 1911 en Schwarzau, un pequeño pueblo no lejos de Viena. Después de tantos disgustos acumulados, el Emperador Francisco José tuvo en esta ocasión un motivo de gozo e hizo que las festividades resultaran tan generosas como fuera posible. Al sonar las campanadas correspondientes a las once de la mañana, el Emperador cruzó la verja principal del castillo de Schwarzau, que sólo se abría para él. Según testigos, la sonrisa desbordaba su rostro hasta el extremo de que nadie recordaba haberle visto tan contento desde hacía años y lo cierto es que nunca más fue visto en público con esa felicidad. En la entrada a la propiedad le aguardaban su sobrino nieto y contrayente, el Archiduque Carlos Francisco José, y el padrino de boda de la novia y derrotado pretendiente de la misma, Jaime de Borbón, que utilizaba el título de Duque de Madrid, y que además de haber pretendido a la que ese día era su ahijada de boda, reclamaba la Corona de España como jefe de los carlistas. El mismo Francisco José, Emperador de Austria, al que ese día rendía honores, no había visto con buenos ojos que el Príncipe Jaime cursase su carrera en la Academia Militar de Wiener-Neustadt. Por ello, el 17 de agosto de 1893, la víspera de que Don Jaime recibiese el despacho de oficial del Ejército Imperial, le hizo saber por terceros que no se le otorgaría ese grado.

    La causa era contundente. Ese Príncipe de la Casa de Borbón pretendía un trono en el que había estado sentada una sobrina de Francisco José, la Archiduquesa María Cristina, que todavía era la Reina Madre y regente de España. «No quiero tener como oficial en mi Ejército a un Príncipe que se atreve a disputar el trono de España a mi sobrina, cuando ésta lo ocupa tan dignamente» [13] dijo el Emperador a testigos.

    La Emperatriz Zita recordaría sus últimos pasos hacia el matrimonio llena de ironía. «Yo marchaba hacia el altar del brazo de Don Jaime, Príncipe de Borbón-España, Duque de Madrid, Señor del castillo de Frohsdorf, que había pedido mi mano con tanto celo como fracaso. Él tenía ese día, una vez más, un porte superior y marcial [vestido] en su uniforme de coronel ruso [14] y resplandeciente de felicidad. Por lo demás, mi hermano Sixto le había preguntado por la mañana: Disculpe, ¿quizá pertenece usted al circo?» [15].

    Acompañando al Emperador se encontraba un joven ayuda de campo húngaro, de nombre Miklós Horthy, que habría de marcar indeleblemente las vidas de los recién casados. El ambicioso Horthy era la única persona no perteneciente a la realeza que había sido formalmente invitado a la celebración y él no se cansó de repetir este dato entre las personas a las que trató durante el resto de su vida.

    Ésta fue una de tantas ocasiones en las que el Archiduque Francisco Fernando se vería sometido a una humillación protocolaria fruto de su libre elección de consorte. Si la propia alegría del Emperador ante el matrimonio del Archiduque Carlos contrastaba con la regia actitud cuando Francisco Fernando contrajo nupcias, más difícil aún para el heredero había de ser el tener que estar solo, por no permitir el protocolo la asistencia de su esposa.

    Como invitados de honor estuvieron presentes el Rey Federico Augusto de Sajonia, y su hijo, el Príncipe Heredero Jorge. Y junto a ellos, miembros de las casas de Parma, Liechtenstein, Coburgo, Würtenberg, Luxemburgo, Calabria, Toscana, Thurn y Taxis, Schwarzenberg, Löwenstein y de forma destacada, la casa de Portugal, encabezada por el Duque de Braganza, tío materno de la novia, al que los legitimistas daban el tratamiento de Rey Miguel II. Éste llegó a Schwarzau la víspera del matrimonio, proveniente del frente de la guerra civil portuguesa, donde dirigía la insurrección legitimista contra la neonata República lusitana.

    A los postres del banquete de vísperas, un golpe teatral sacudió a la concurrencia. Cual rayo irrumpió en el comedor el Príncipe Javier de Borbón Parma, hermano de la novia, quien llegaba del frente de batalla portugués, donde libraba combate por la causa de su tío Miguel, allí presente. Las señoras no pudieron evitar mirarlo con arrobo.




    [13] Citado en Los reyes carlistas. Los otros borbones. José Luis Vila-San Juan. Planeta, Memoria de la Historia. Barcelona, 1993. Pág. 173.

    [14] Don Jaime había luchado en el Ejército Imperial del Zar durante la Guerra de los Boxers en China, donde fue condecorado con la Cruz de la Legión de Honor por el alto número de soldados franceses que salvó gracias a su valor en la batalla.

    [15] Zita de Habsbourg. Mémories d´un empire disparu. Erich Feigl. Criterion Historie. Paris, 1991. Pág. 167.




    Video de la boda.







    En este otro video sobre la vida de Doña Zita, la parte correspondiente a la boda se encuentra entre los minutos 15:18 y 17:21. Lo traigo porque en él se incluyen algunas imágenes de la boda que no aparecían en el anterior video.






    --------------------------------

    Y, por último, algunas fotos e imágenes de la boda.







    Aquí vemos a la izquierda al Archiduque heredero Francisco Fernando y al Rey Miguel II.

    Y en primer plano, de izquierda a derecha, a la Princesa María Josefa de Sajonia, al Rey de las Españas Don Jaime, al Emperador Francisco José y a los recién casados.










    El de la izquierda del todo es Don Sixto de Borbón Parma. El que está a su derecha en la imagen creo que es el Archiduque Leopoldo Salvador, cuñado de D. Jaime. Y el que está a la izquierda del Beato Carlos es el Rey de Sajonia Federico Augusto.

    La señora que está a la derecha de Doña Zita en la imagen es su madre, la Duquesa viuda de Parma, Doña María Antonia de Braganza. La señora que está a continuación, a su derecha, es su hermana Doña María Teresa de Braganza.










    Otra foto.










    Foto de familia.
    Última edición por Martin Ant; 09/06/2018 a las 14:31

  3. #3
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    Re: Bodas Reales en la Familia Real española




    Aquí vemos al Archiduque Francisco Fernando (que sería asesinado 3 años después) saludando a los que creo que son los cuatro hermanos Borbón Parma: me parece que son, de derecha a izquierda en la imagen, Don Sixto, Don Renato, Don Luis y Don Félix.









    Otra foto. En primera plana vemos al pequeño Don Cayetano, quien sería Mártir de la Tradición.











    Foto coloreada.
    Última edición por Martin Ant; 09/06/2018 a las 14:16

  4. #4
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    Re: Bodas Reales en la Familia Real española

    Seguimos con la boda de la Infanta española Doña María Francisca de Borbón Parma.

    Como texto introductorio, transcribimos la crónica realizada por Federico García-Requena para la revista Blanco y Negro. En ella aparece también un amplio reportaje fotográfico en 12 páginas (que traemos en dos documentos pdf), que llevan consigo a pie de foto la descripción de las personas reales que aparecen en ellas.

    A su vez, colgamos algunas fotografías de la boda recogidas con el motor de búsqueda de imágenes de GOOGLE, así como un video de la misma obtenido de YOUTUBE.

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    Fuente: Blanco y Negro, 16 de Enero de 1960, páginas 41 – 52.


    FASTUOSA BODA EN PARÍS DE UNA PRINCESA DE BORBÓN-PARMA

    DESDE HACE CIENTO CINCUENTA AÑOS NO SE HABÍA CELEBRADO EN LA CATEDRAL DE NOTRE-DAME UN MATRIMONIO DE PRÍNCIPES

    Crónica de nuestro corresponsal en París, Federico García-Requena


    El matrimonio que acaba de ser bendecido por el cardenal Feltin bajo las bóvedas centenarias de la catedral de Nôtre-Dame, ha renovado el fausto real e imperial que se había perdido después de muchos lustros bajo el régimen político de una Francia republicana.

    Rara vez se han visto reunidos tantos personajes y altezas reales en un acontecimiento parecido en la hermosa capital francesa. Una emperatriz, un archiduque, reyes en exilio, príncipes reinantes y gran número de princesas con los nombres más sonoros del Gotha, venidos de las principales cortes europeas, o de sus tierras de exilio, para asistir a la ceremonia nupcial en Nôtre-Dame de la princesa María-Francisca de Borbón-Parma, descendiente de Luis XIV, e hija del príncipe y la princesa Javier de Borbón-Parma, con el príncipe Eduardo Lobkowicz, príncipe del Santo-Imperio, nieto del que fue consejero del emperador Francisco José de Austria, caballero de la Orden de Malta, descendiente de una de las más ilustres familias de Bohemia y ciudadano americano.


    LA CEREMONIA EN NÔTRE-DAME

    A los acentos vibrantes del “Aleluya” de Haendel y reflejando en sus rostros una feliz e intensa emoción, la joven pareja de príncipes atravesó el pórtico central de Nôtre-Dame bajo las aclamaciones del inmenso gentío que se había congregado en el gran atrio. La novia penetró del brazo de su padre bajo las bóvedas grandiosas de la catedral siete veces centenaria, seguida de un cortejo de cincuenta parejas, que reunía los más ilustres y rancios nombres de la nobleza de Europa.

    La novia vestía un hermoso traje de satin-duquesa de un blanco nacarado, creación del famoso modista Jacques Heim, con un manto del mismo tejido formando una cola de siete metros. Sobre su cabeza una mantilla antigua de encaje blanco, sujeta, bajo un amplio velo de tul ilusión, por una histórica diadema de brillantes que es, desde hace muchos años, una joya de familia.

    La catedral ofrecía un aspecto deslumbrador con sus inmensas arañas de cristal encendidas, y la iglesia adornada de enormes ramos de lilas blancas, desde la entrada hasta el altar.

    Dos barreras cubiertas de terciopelo rojo parcelaban a derecha e izquierda la gran nave; tras ellas se situaban los invitados, dejando al centro un ancho pasillo alfombrado igualmente de rojo, por donde la joven princesa avanzaba del brazo de su padre, precedidos por el séquito de honor.

    Les daban escolta diez niños y niñas encantadores en graciosa formación, cuyos nombres citamos a continuación: Andrea, Mónica y Micaela de Habsburgo, hijas del archiduque Otto de Austria, y las princesas Isabel de Liechtenstein y Diana de Mérode, acompañadas de los jóvenes condes Hugo, Carlos y Roberto de La Rochefoucauld, y los pequeños príncipes Wenceslao de Liechtenstein y Pedro de Mérode.

    Los niños vestían precioso traje cruzado con pantalón largo de terciopelo azul-rey, con amplios cuellos y mangas de “guipúre”. Las niñas estaban vestidas con trajes largos de faldas ahuecadas, de rico brochado blanco, con un pequeño gorro de satin brillante ajustado por un lazo en uno de los lados, y manguito del mismo tejido.

    La emperatriz Zita de Austria y su hijo, el archiduque Otto, con su esposa, la archiduquesa Regina, habían tomado asiento unos momentos antes, cuando el organista iniciaba los primeros acordes de “La Heroica”, de Beethoven.

    El duque y la duquesa de Windsor, que, como protestantes, no podían ocupar un sitio junto al altar, se hallaban colocados en dos butacas un poco más alejados y con un lugar preferente a los demás invitados.

    La ceremonia que se estaba efectuando no había conocido iguales fastos desde hace ciento cincuenta años. Fue el 17 de junio de 1816, cuando se verificó el último matrimonio de príncipes de sangre real, en las personas del duque de Berry, sobrino de Luis XVIII, con la princesa María-Carolina, hija del rey de Nápoles.

    Los novios fueron acogidos por el cardenal Feltin, que se hallaba rodeado de su capítulo, teniendo a su derecha los caballeros de la Orden de Malta, y a su izquierda los del Santo Sepulcro.

    Después de una breve alocución, bendijo la unión de los nuevos esposos, seguida de la del Papa Juan XXIII. Acto seguido, el reverendísimo padre de Solesmes celebró la Santa Misa, y el coro interpretó magistralmente la “Misa de la Coronación de Luis XVI”.

    Fueron testigos, por parte de la novia, su tío, el príncipe Luis de Borbón-Parma, y el hermano de ésta, príncipe Hugues de Borbón-Parma. Por parte del novio, el príncipe Fernando de Lobkowicz, su tío, y el señor Robert Montgomery Scott, su mejor amigo.

    Una vez terminada la ceremonia, la emperatriz Zita con el archiduque y la archiduquesa de Austria salieron los primeros, como así lo exigía el protocolo real. A continuación, seguían los recién casados y todo el cortejo, mientras el coro interpretaba de nuevo el “Aleluya”, de Haendel.

    En el imponente atrio de Nôtre-Dame, materialmente abarrotado de gente, los novios fueron vitoreados calurosamente, como quizá en otros siglos el pueblo lo hiciera con otros de sus antepasados. Una nube de fotógrafos se arremolinó frente a la puerta principal para sacar la última instantánea histórica saliendo del templo.


    RECEPCIÓN

    Seguidamente tuvo lugar, en el hotel Ritz, una recepción y un almuerzo, al que asistieron todos los invitados. Entre ellos, aparte de los ya citados, figuraban el príncipe heredero de Luxemburgo y la princesa Josefina-Carlota, hermana del Rey Balduino de Bélgica; la princesa Napoleón; el duque y la duquesa de Parma [1]; el duque y la duquesa de Braganza, pretendiente al trono de Portugal; el archiduque Roberto de Austria; la princesa de Grecia; los príncipes y princesas Emmanuel de Saxe, Maximiliano de Baviera, Tour-y-Taxis, Luis y René de Borbón-Parma; de Liechtenstein; de Merode; de Württemberg; de Aosta; el conde Jacques de Borbón-Busset; el príncipe de Arenberg; la princesa Lucien Murat; los príncipes de Borbón-Parma; de Croy; de Clermont-Tonnerre; los duques de la Albufera, de Castries, y de Mouchy; las duquesas de Maillé y de Montesquiou; los condes de Cossé-Brissac, ella hermana del novio; el mariscal Juin; los mariscales Leclerc de Hauteclocque, y De Lattre [2]; el general Weygand, así como numerosos embajadores franceses y extranjeros, académicos y conocidas personalidades del mundo artístico y literario.

    El espectáculo impresionante de esta boda de príncipes quedará grabado en la memoria de muchos ciudadanos franceses, que jamás han conocido una ceremonia semejante en fasto y pompa.

    El nuevo matrimonio salió al día siguiente en viaje de luna de miel. El avión que les ha conducido ha hecho su primera etapa en El Cairo, de donde partirán con rumbo a diferentes países.




    [1] Nota mía. Si el cronista llama “Duque de Parma” a D. Roberto, hijo de D. Elías, hay que señalar que es imposible que hubiera una “Duquesa de Parma”, ya que D. Roberto no se casó nunca, y la esposa de D. Elías, la archiduquesa María Ana, ya había fallecido en 1940.

    [2] Nota mía. Obviamente, en ambos casos debe tratarse de algún descendiente, pues los mariscales Leclerc de Hauteclocque y De Lattre ya habían fallecido en 1947 y 1952 respectivamente.

  5. #5
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    Re: Bodas Reales en la Familia Real española

    Aquí dejo el reportaje de Blanco y Negro en dos documentos:

    - Boda Doña María Francisca (I).PDF

    - Boda Doña María Francisca (y II).PDF

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    Los Príncipes Eduardo de Lobkowicz y María Francisca, junto con los pequeños Príncipes y Princesas, y los pequeños condes de La Rochefoucauld.








    El Rey de las Españas, Don Javier, del brazo de su hija.










    Otra foto.










    La Emperatriz Zita y su hijo D. Otón de Habsburgo.









    La Reina de las Españas Doña Magdalena, saliendo de la Catedral.

  6. #6
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    Re: Bodas Reales en la Familia Real española



    El Príncipe Eduardo de Lobkowicz, acompañado de su madre.







    Otra foto.






    Los recién casados.




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    Por último, añado, como dijimos, un video de la boda.



  7. #7
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    Re: Bodas Reales en la Familia Real española

    Continuamos con la boda del Príncipe de Asturias Don Carlos Hugo de Borbón con la Princesa Doña Irene de Holanda, que tuvo lugar en Roma el 29 de Abril de 1964.

    La crónica que se reproduce está sacada de la revista Montejurra. Dejo también el enlace para descargarse el número, donde aparece un pequeño reportaje fotográfico.

    A su vez, traigo algunas fotos de la boda cogidas a través de "Google Images", y unos cuantos videos de YOUTUBE que resumen el feliz acontecimiento.

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    Fuente: Montejurra, Número 41, Junio de 1964, páginas 3 – 6.


    En Roma, corazón de la Cristiandad, triunfa el amor de dos Príncipes Católicos


    Bajo la regia diadema que fue de Doña María de las Nieves, la novia acariciaba el encaje precioso del velo, regalo de su madre. Era la presencia de la Reina Juliana y del Príncipe Bernardo en la boda. Una presencia en espíritu, porque ellos quedaban allí, retenidos en Holanda por un muro de dureza, incomprensión y sectarismo, del que huyeron en la mañana de la boda para retirarse a un Castillo y seguir la ceremonia por la Televisión.

    Entretanto, lacerada su alegría por el dolor de la última gestión telefónica fracasada, poco antes de salir del Hotel, Irene, majestuosa, serena, pero con un rictus de sufrimiento, entraba en Santa María la Mayor, Iglesia Vaticana y española, no dando el brazo a su padrino, sino apoyando levemente su mano en el de Carlos.

    El rictus se convirtió en dos lágrimas cuando al entrar en la vía sacra, alfombrada de flores españolas, todo fragancia, sonó el Himno holandés, cantado con solemnidad haendeliana por los numerosos compatriotas de la Princesa, entre los que había muchos sacerdotes, religiosos y religiosas. Sí, era su pueblo, una buena representación de aquel pueblo que en las bajas tierras de Holanda se agrupaba, a la misma hora, alrededor de la pequeña pantalla para ver a su Princesa valiente, digna nieta de la recordada Guillermina. El mismo pueblo que le había mandado cantidad de tulipanes, para que estuvieran adornando el Templo.

    Pero también su pueblo eran los españoles, por Carlos. Y no sólo en razón a su matrimonio, sino porque ella los había comprendido, a través del idioma, de sus viajes, de su sencilla convivencia, curiosa a todo lo que le rodeaba. Y se había unido aún más al verse recibida con afecto, precisamente en momentos en que tanto necesitaba de él. En este día, inolvidable, ese afecto estaba allí. En la puerta del Templo, donde dos Tunas universitarias españolas le brindaban sus canciones. Y en el interior, donde las mantillas, los grandes uniformes de las Órdenes y Maestranzas, y los chaquets estaban para honrar a los Príncipes.

    Llegaron ante la Madonna de San Lucas, «Salus populi romani», y se arrodillaron. Carlos en tierra española. Irene en tierra holandesa. La Capilla Borghese estaba magnífica. Nuestros Reyes junto a sus hijos. A ambos lados, los testigos. Detrás, nuestras Infantas, ejemplo de sencillez y de suma elegancia; los Príncipes Reales, Archiduques y Casas Nobles Romanas. La Emperatriz Zita en lugar destacado. Los Pajecitos enredando con el ramo de flores. La Bandera Generalísima de las Guerras Carlistas, credencial de Legitimidad, en el presbiterio, en manos de un Comandante Requeté, Mutilado de Guerra. En los sitiales de la derecha los holandeses, a la izquierda los españoles, encabezados por las Autoridades de la Comunión Tradicionalista, nacionales y regionales. Aquí y allá periodistas, fotógrafos, televisión.

    El Cardenal Giobbe, designado al efecto por Su Santidad, oficia en la ceremonia solemne. Está presente Fray Justo Pérez de Urbel, el Abad Mitrado. El Cardenal se dirige a los novios en español y en español contestan: ¡¡Sí!! Prosigue el rito. Reciben la bendición. Carlos e Irene son marido y mujer ante Dios y ante el mundo. Emocionados, reciben la Bendición del Santo Padre. El amor ha triunfado. Es hora de alegría. Por eso estallan los corazones y los aplausos cuando la Real pareja sale de la Capilla Borghese a la amplia nave de la Basílica, mientras al órgano suena la Marcha Real. Carlos e Irene se miran, llenos de felicidad. Españoles y holandeses, todos católicos, les aclaman, como al presentarse en la Plaza les aclaman los romanos, conquistados por esta bella página de amor. Suenan las canciones españolas de las Estudiantinas. Disparan los fotógrafos. Desde su monumento, el Rey Felipe IV mira complacido a quienes llevan con dignidad la estirpe real. El oro de los casetones de Santa María la Mayor, el primer oro de América, brilla al sol de Roma. ¡¡España está allí!!


    Realeza y esplendor en una boda en la que estuvo presente el pueblo

    Estas tres fotografías ponen de relieve la magnificencia de la boda, en tres escenas: Un aspecto de la Basílica Patriarcal; una foto familiar, el matrimonio acompañado de sus padres, SS. MM. Don Javier y Doña Magdalena, del Infante Don Sixto Enrique y de los pajecitos Eduardo y Roberto de Lobkowicz; por último, los Príncipes de Asturias saliendo de Santa María la Mayor.

    Lo maravilloso del acto fue que este señorío se aunó con un gran sentido popular, en forma tan notable que constituyó la admiración de los corresponsales de prensa extranjera, que así lo han destacado en sus crónicas. Y es que la familia carlista, trasunto de España, tiene ese ambiente popular, precisamente por el carácter cristiano de la Realeza, que elimina las versiones rigurosamente palatinas y exclusivistas de la Monarquía. Los Reyes viven con su pueblo. La aristocracia cumple su función social. Y el pueblo es señor. Todos se agrupan tras la Bandera de la Tradición «juntos y en unión». Es decir, no meramente coincidentes, sino constituyendo un cuerpo lleno de variedad y armonía, al que anima el mismo espíritu o alma nacional, hecha de ideales religiosos, de comunes empresas históricas, de felicidades y desgracias, forjada a lo largo del tiempo y a lo ancho del espacio, enderezada al futuro.


    Especial afecto de S. S. Paulo VI por los Príncipes Carlos e Irene

    El Papa es de todos, pero especialmente de los afligidos. Tan sólo esto hubiera bastado para que amorosamente recibiera a los Príncipes Carlos e Irene después de casados, como los recibió de novios. Pero si nos quedásemos aquí en el comentario, no nos ajustaríamos a toda la verdad. Porque el Santo Padre siempre tuvo presente lo que representaban. Por eso indicó para la boda la Basílica de Santa María la Mayor del Estado Vaticano. Por eso delegó en el Cardenal Giobbe, para que bendijera el matrimonio. Por eso le envió su Paternal y expresiva Bendición. Y por eso, finalmente, les recibió en el Vaticano en audiencia íntima, pero destacada y singularizada por los honores que los Duques de Madrid recibieron en el Patio de San Dámaso, a su llegada, y durante su estancia allí. Todo esto a pesar de cierta carta de protesta de Estoril, a la que aludió la prensa italiana y francesa, que no tuvo contestación del Vaticano.

    Conocida es, además, la vinculación al Vaticano de la Familia Borbón-Parma. No hace mucho publicamos en MONTEJURRA un reportaje sobre la meritoria y difícil labor llevada a cabo, por confianza de la Santa Sede, por S. M. Don Javier acerca de la reconstrucción en Jerusalén de la Basílica del Santo Sepulcro, con un éxito del que se congratuló Paulo VI en su reciente viaje a Tierra Santa. A esto hay que añadir la satisfacción del Santo Padre por la conversión edificante de la Princesa Irene al Catolicismo. Y la alegría por un matrimonio de Príncipes católicos, que sea ejemplo ante este mundo tan necesitado de resaltar los altos valores.

    Prenda del especial afecto a este matrimonio real ha sido el cariño de la audiencia pontificia, la Bendición Papal y el valioso regalo de un Crucifijo. De esta forma el Papa, consciente de las contrariedades de esta vida y más aún para los que confiesan su fe en todos sus actos, les ha dado el gran consuelo de Cristo, sufriendo por nosotros, para que su consideración les dé fuerzas en la alta misión que se han señalado en este mundo y a la que se entregan de lleno.

    «L´Osservatore Romano» del 30 de abril, publicó fotografías e información de la boda y de la audiencia pontificia.


    * * *


    El Gran Hotel de Roma estaba engalanado con Banderas españolas y holandesas. La noche anterior a la boda, los Príncipes ofrecieron allí una recepción a la Nobleza romana. Al siguiente día, después de la ceremonia religiosa en Santa María la Mayor, todos los invitados se trasladaron al Gran Hotel. Solamente españoles eran 1.500, llegados por todos los medios de locomoción, a pesar del escaso plazo de diez días con que se conoció la fecha del acontecimiento. Sumándoles los demás asistentes, alcanzaban el número de dos mil.

    En el gran comedor se sirvió el obsequio, que fue magnífico. Así lo resumimos. Un cronista de sociedad se hubiera recreado en la descripción. Nosotros, nuevamente destacamos la familiaridad entre los asistentes y el afecto cordial entre holandeses y españoles.

    Don Javier y Doña Magdalena, las Infantas Francisca María, María Teresa, Cecilia y María de las Nieves, el Infante Don Sixto-Enrique, se mezclaban entre los grupos de invitados para conversar con todos. Mientras, en el jardín próximo, la Tuna estudiantil «Loyola», de Barcelona, ponía un fondo musical español.

    Mediada la fiesta, llegaron Don Carlos y Doña Irene, que venían de la Audiencia pontificia. Aparecieron en el balcón del enorme salón de recepciones, vestido con las banderas española y holandesa, y fueron acogidos con indescriptible entusiasmo y vítores, a los que correspondían sonrientes, saludando. Los holandeses cantaron solemnemente su Himno Nacional, terminado con hurras, y al acabarlo, los españoles entonaron la Marcha Real, seguida del Oriamendi; un Oriamendi que, sin dejar su fragancia campestre, adquirió una interpretación desconocida. En lo alto, la bandera Generalísima, llevada de Navarra, testigo de tantos acontecimientos en la Causa de la Legitimidad Carlista.

    En el besamanos, todo el pueblo, sin clasismos, desfiló ante los Príncipes de Asturias, rindiéndoles el homenaje de lealtad y de satisfacción por verlos felices. Su felicidad era la de todos, tan intensa que no faltaban quiebros en la voz al saludarles. Para cada uno tuvieron Don Carlos y Doña Irene palabras de agradecimiento y simpatía. Al retirarse los Príncipes, el clamor fue inmenso.

    Terminaba la jornada inolvidable. En el hall del Gran Hotel, S. M. el Rey, sencillo y afectuoso, despedía a los invitados, individualmente, mientras su pensamiento lo tenía puesto en su querida España, a donde los españoles volvían.



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    Los Príncipes de Asturias Don Carlos Hugo de Borbón y Doña Irene.







    Aquí vemos, en la foto de la izquierda, a los novios con los pequeños Don Eduardo de Lobkowicz (Mártir de la Tradición, asesinado en atentado terrorista en Abril de 1984) y Don Roberto de Lobkowicz (falleció de un tumor cerebral en 1988), ambos hijos del Príncipe D. Eduardo de Lobkowicz y la Infanta española Doña María Francisca.









    Los novios en el momento de prestar su consentimiento matrimonial en castellano.








    Otra foto.








    En la foto, a la derecha de Doña Irene se puede observar al Rey de las Españas Don Javier, al Infante de las Españas Don Sixto Enrique, y al Príncipe D. Eduardo de Lobkowicz. Y a la izquierda de Don Carlos Hugo se encuentran Don Luis de Borbón Parma (quien fallecería apenas tres años después), y Don Duarte, Duque de Braganza.
    Última edición por Martin Ant; 30/06/2018 a las 16:24

  8. #8
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    Re: Bodas Reales en la Familia Real española



    Foto general en color. Véase en la parte de la izquierda a D. José María Valiente, Jefe Delegado de la Comunión Tradicionalista.







    Otra foto en color desde otro ángulo.







    Foto de Familia.








    Los novios intentan entrar en Santa María la Mayor entre la multitud.







    Otra foto en color.








    La Tuna universitaria, a las puertas de Santa María la Mayor
    Última edición por Martin Ant; 30/06/2018 a las 14:23

  9. #9
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    Re: Bodas Reales en la Familia Real española

    Libros antiguos y de colección en IberLibro


    Otra foto entre la multitud.








    A la izquierda la Emperatriz Zita, y a la derecha la Reina de las Españas Doña Magdalena.









    Audiencia de los Príncipes de Asturias con S. S. Pablo VI, inmediatamente después de la Boda Real.








    Los novios tratan de hacerse paso entre la muchedumbre.



    -----------------------------------


    Dejo el enlace al número de Montejurra, en donde aparece el pequeño reportaje fotográfico, con las correspondientes descripciones de las imágenes:

    Número 41.pdf




    ----------------------

    Por último, dejo cuatro videos de la Boda Real de los Príncipes de Asturias: el primero es de la llegada de los Príncipes a Roma para la boda (sin sonido); de los otros tres, sobre la boda propiamente dicha, uno de ellos en inglés, el otro en holandés (en este último se recoge el momento en el que los novios dan su consentimiento en castellano en presencia del Cardenal Giobbe, que también les pregunta en castellano), y el último sin sonido.

















    Última edición por Martin Ant; 30/06/2018 a las 14:54

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