Revista FUERZA NUEVA, nº 491, 5-Jun-1976
EL GIL-ROBLES QUE YO CONOCÍ
Un libro de Cortés Cavanillas («GIL-ROBLES, ¿MONÁQUICO?») retrata magistralmente la personalidad política del que fuera jefe de la CEDA
… «Gil-Robles, ¿monáquico?» de Julián Cortés Cavanillas fue publicado en 1935 con todas las invectivas posibles contra Gil-Robles, Angel Herrera Oria, monseñor Tedeschini y el cardenal Vidal y Barraquer.
Sin embargo, en los últimos tiempos (1976), Cortés Cavanillas ha dedicado su pluma a ensalzar a Gil-Robles. Así su larga entrevista en «ABC», de 27 de julio de 1975, y otras inefables notas que ha publicado bajo la rúbrica de Argos, en su colaboración de dicho rotativo…
Julián Cortés Cavanillas es un buen introductor para que conozcamos a José María Gil-Robles:
“José María Gil-Robles es [1935], sin duda, un valor político en el horizonte negro y estéril de la República. Inteligencia estimable; buen parlamentario, conocedor de los trucos y artificios retóricos, ambicioso y oportunista, es el moderno sucesor de Romero Robledo y Romanones, aunque con menos simpatía e ingenio que aquéllos.
En cambio, les supera en las sinuosidades, en las componendas, en el misterio de sus designios, con la agravante de la infalibilidad con que se ha adornado, impidiendo a sus adictos que le discutan. Gil-Robles no es la claridad sino el enigma; no es el camino recto sino el zigzagueante; no el estadista, sino el vulgar político; no el reconstructor ni el reparador, sino el que cede, el que transige, el que claudica; no es el definidor, porque es indefinido; no es más que un buen excitador de masas, que cuando logra su conquista se encuentra con que no sabe qué hacer con ella. Porque con toda su inteligencia, con la eficacia de su oratoria y la perfecta maestría con que hace ondear el banderín religioso, ¿qué ha conseguido Gil-Robles con sus 115 diputados y la tutela que viene ejerciendo sobre los Gobiernos?
De los principios fundamentales que aún mantiene, como el de Religión, Propiedad, Orden, Familia, porque el de Monarquía lo jubiló, ¿qué ha logrado en tantos meses de vida parlamentaria este arrogante caudillo? Porque la ley de Términos municipales, la de haberes del Clero y la de Amnistía, sacadas a fuerza de conciliábulos y de jirones de conductas débiles y tortuosas, no eran más que unos ineludibles compromisos electorales contraídos por las derechas conjuntas y el Partido Radical. Pero, ¿acaso ha retornado el crucifijo a las escuelas y acaso en ellas se habla de Dios y de moral? ¿Es que se ha derogado la expulsión o prohibición de enseñar a las órdenes religiosas…? ¿Se han devuelto sus bienes a la Compañía de Jesús, o, por el contrario, se consignan encima millones en presupuesto para la comisión liquidadora de esos bienes robados?... ¿Acaso el divorcio no existe y el derecho de los padres sobre los hijos se ejercita libremente…? ¿Por ventura tienen los ciudadanos la garantía de no ser asesinados cobardemente? ¿Por ventura la economía nacional se ha rehecho? Pues si nada de eso se ha rectificado, si ninguno de esos males se han reparado, ¿qué queda de los principios de Religión, Propiedad, Orden, Familia, etc?
¿Qué puede exhibir en su haber Acción Popular y Gil-Robles, después de tantos meses [1933-35] de haber controlado el Parlamento y los Gobiernos, como vencedores en unas elecciones triunfales, que ganándose se perdieron? Creo que no argumento en falso. Claro que dirán algunos que esto es, por ahora, el mal menor o el bien posible, y que, si no se ha avanzado un solo palmo, se han evitado daños mayores. Tal recurso, para justificar la falta de gallardía, de eficacia y de hondo sentido nacional, no puede usarse en ningún país, y menos en el nuestro, que tiene un acervo de historia y tradiciones, razón única de nuestra existencia. Quien alcanza, por fortuna o por méritos, la categoría de árbitro de un país, con conciencia de los medios de salvarle, no puede pactar, y mucho menos entregarse al enemigo, para convertirle al bien. La estrategia, tanto en la política como en la guerra, no consiste nunca en desaprovechar alegremente las oportunidades de ataque, sobre todo cuando la moral del enemigo está decaída y la vileza ha corroído los mandos.
Pactar y ayudar a un enemigo derrotado, además de una traición, es una prueba de incapacidad y de miedo. Y no se me negará que el 19 de noviembre de 1933 fue barrido el frente antinacional, masónico y socialista que detentó el Poder y tiranizó a los españoles en cerca de tres años negros, de vergüenzas, vilezas y ruinas”.
Las tácticas electorales de Gil-Robles
Julián Cortés Cavanillas examina el comportamiento democrático y electorero de José María Gil-Robles, en el cénit de su táctica. Nos dice nuestro inconmensurable Julián Cortés Cavanillas:
“Sería injusto negar que el enorme y abrumador triunfo electoral de noviembre [1933] se debió en buena parte, al denodado esfuerzo de la propaganda y de la organización populista. El terreno lo había cultivado y abonado el monstruoso Azaña, con su odio torvo y la basura de su espíritu, al través de los años de fango, lágrimas y sangre. La vibración ciudadana fue como un trueno de entusiasmo que alejó las sombras y abrió los horizontes en un aliento de esperanza. Pero Gil-Robles, gran maestro de la componenda y de la indecisión, ya había regalado no pocas actas a los radicales, y, para colmo, cuando se entera del descomunal triunfo, se entristece y lamenta haber sacado tantos diputados. La victoria en Madrid de las fuerzas derechistas pareció indiscutible y el propio Gil-Robles la confirmó telefónicamente a Renovación Española. Poco después la desmentía. ¿Qué es lo que pasó?
El hecho del triunfo de las derechas era indiscutible, legítimo y justo. Gil-Robles, con la fuerza de su organización y el número de sufragios obtenidos se perfiló como la figura representativa del momento, con títulos sobrados para exigir el Poder con arreglo a lo que las urnas demandaban. Porque había dos caminos claros, rectos y patrióticos para satisfacer la voluntad nacional: uno, mantener el bloque de derechas, con el que hubiera contado con mayoría absoluta en las Cortes y pedir con estricta justicia y legalidad el Poder, previo acatamiento de todas las derechas al régimen, pero reservándose el derecho de convocar, en el tiempo y formas legales, unas Cortes Constituyentes que determinaran –porque aún no se había decidido- la forma de gobierno que libremente quisiera España. Y otra –en caso de que la anterior no hubiera sido aceptada-, que hubiera consistido en mantener igualmente la unión de las derechas, apoyando a los Gobiernos minoritarios en cuantos puntos coincidieran con el programa de los vencedores, pero derribándolos sin contemplaciones en aquellos otros que fueran adversos y que no salvaguardaran la unidad, autoridad y decoro de la Patria…
No se siguió ninguno de estos caminos que eran, en definitiva, los que habían trazado los electores con entusiasmo y esperanza. Gil-Robles no tuvo el valor de su propia conducta, ni de sus propios actos, ni de su palabra, tan expansiva y prometedora.”
Cortés Cavanillas subraya certeramente el error de Gil-Robles al proclamar en el Congreso de los Diputados, el 20 de diciembre de 1933, su “absoluta y plena lealtad a un régimen que ha querido el pueblo español”, o sea, a la República. Cortés Cavanillas lo comenta así:
“A cualquier español con dos dedos de frente, le consta que eso es falso, y no puede decirlo Gil-Robles, y menos un catedrático de Derecho Político, como no sea atropellando la lógica, la justicia y la verdad. ¿Es que el 12 de abril de 1931 se le consultó al pueblo para que cambiara su régimen tradicional? ¿Es que era instrumento apto para tal fin unas elecciones municipales? ¿Es que el triunfo numérico fue republicano? ¿Es que el católico señor Gil-Robles puede servir con “absoluta y plena lealtad” a un régimen que es ilegítimo por su origen, que es ilegítimo porque las Constituyentes que votaron el texto fundamental eran facciosas, como producto del amaño y de la violencia, que es ilegítimo porque su actuación ha sido contraria a las normas naturales y del derecho de gentes?”
***
Notas biográficas gil-roblistas
Cortés Cavanillas clava su bisturí en el historial político de José María Gil-Robles, que describe así:
“Gil-Robles, cuando llegó hace años a Madrid, era ultraintegrista y, por no sé qué causas concretas, fue de los pocos que entonces censuraron con acritud a Ángel Herrera Oria en las tertulias del Círculo de los Luises. Después se convirtió en adicto fervoroso, incondicional y sumiso de Herrera.
Cuando se constituyó el Gobierno de hombres civiles de la Dictadura de Primo de Rivera, fue propuesto para la Dirección General de Primera Enseñanza… Gil-Robles aceptó, pero quiso la mala suerte, entonces, que el general Primo de Rivera, al conocerle personalmente… no le encontró adecuado para el cargo y se quedó sin él. No obstante, al vacar el Juzgado municipal del distrito del Congreso, fue propuesto para ocuparlo por la Unión Patriótica, y por fin nombrado.
Más tarde, cuando Berenguer convocó las elecciones generales –que no se llegaron a celebrar- Gil-Robles requirió la ayuda de la Unión Monárquica Nacional. Acudió a visitar a Guadalhorce varias veces, y yo mismo le recibí una tarde y hube de ponerle en comunicación telefónica con el ilustre jefe y exministro. Logró las cartas que le pidió para el distrito de Ponferrada, y, agradecido a las muestras de afecto que siempre le dio Guadalhorce, le dijo que, aunque se presentaba como monárquico independiente, caso de triunfar, ingresaría en la Unión Monárquica Nacional…
Gil-Robles es la permanente contradicción y el constante engaño aun a sí mismo. Para él, las palabras y las promesas carecen de valor. Se desdice con la mayor tranquilidad siempre que le conviene, y se cuida de cultivar con preferente delectación el equívoco… Al republicano de buena fe, le habla de una magnífica República conservadora que él conseguirá. Al monárquico inconsciente que no renuncia en su fuero interno y tímidas expresiones a un ideal arraigado, se le asegura que el buen camino para restaurar la Monarquía es el que sigue el “jefe”.
Cuando fracasa el movimiento del 10 de agosto de 1932 [general Sanjurjo], lo condena Gil-Robles con toda energía, sin acordarse de que le cabía una complicidad, y acaso entristecido por no poder acudir al día siguiente al despacho oficial del general barrera, convertido en jefe del Gobierno”…
(…)
La catástrofe de la táctica, catástrofe para España
Gil-Robles, que tanto había prometido y contaba con tantas fuerzas parlamentarias para embestir la consolidación de una política potable dentro de la República, ominosa y tristemente y para él, fruto de sus errores, fracasó. Él mismo reconoció, el 15 de julio de 1936, en la Diputación Permanente de las Cortes, la quiebra irreparable de toda su actuación. Enfrentándose con el Gobierno del Frente Popular, con humillación, tuvo que morder el polvo de esta confesión realmente vergonzosa para un político que había asegurado y tuvo los medios para implantar la restauración de un orden civilizado:
“No existe ya ni derecho a la vida, ni libertad de sindicación o de trabajo, ni inviolabilidad de domicilio. Diariamente se nos dice: os están expulsando de la legalidad; están haciendo un baldón de los principios democráticos; están riéndose de las libertades consignadas en la Constitución. Ni en el Parlamento ni en la legalidad tenéis ya nada que hacer. Y este clamor que nos viene de campos y ciudades indica que está creciendo y desarrollándose eso que en términos genéricos habéis dado en llamar fascismo, pero que no es más que ansia, muchas veces nobilísima, de libertarse de un yugo y de una opresión que, en nombre del Frente Popular, el Gobierno y los grupos que le apoyan están imponiendo a sectores extensísimos de la opinión nacional…
Cuando la vida de los ciudadanos está a merced del primer pistolero; cuando el Gobierno es incapaz de poner fin a este estado de cosas, no pretendáis que las gentes crean ni en la legalidad ni en la democracia…
Vosotros, como Gobierno, tenéis la enorme responsabilidad moral de patrocinar una política de violencia, que arma la mano del asesino; de haber, desde el banco azul, excitado a la violencia; de no haber desautorizado a quienes desde los bancos de la mayoría han pronunciado palabras de amenaza y de violencia contra la persona del señor Calvo Sotelo. Eso no os lo quitaréis nunca…
Nosotros no estamos dispuestos a que continúe esa farsa. Vosotros podéis continuar; sé que vais a hacer una política de persecución, de exterminio y de violencia de todo lo que signifique derechas. Os engañáis profundamente; cuanto mayor sea la violencia, mayor será la reacción; por cada uno de los muertos surgirá otro combatiente. Tened la seguridad –esto ha sido la ley constante en todas las colectividades humanas– de que vosotros, que estáis fraguando la violencia, seréis las primeras víctimas de ella. Muy vulgar, por muy conocida, pero no menos exacta, es la frase de que las revoluciones son como Saturno, que devoran a sus propios hijos. Ahora estáis muy tranquilos porque veis que cae el adversario. ¡Ya llegará un día en que la misma violencia que habéis desatado se volverá contra vosotros! Dentro de poco seréis en España el Gobierno del Frente Popular del hambre y de la miseria, como ahora lo sois de la vergüenza, del fango y de la sangre.”
Es comprensible que ante esta condena sin rebozo del sufragio universal, de la democracia inorgánica, de la República del Frente Popular, de los partidos políticos, Gil-Robles, de verdad, pensara en la solución que proclama el derecho natural ante la tiranía manifiesta. David Jato, en «El Alcázar» de 13 de enero de 1976, recuerda este paso, con estas notas elocuentes:
“La estruendosa derrota electoral gilroblista en febrero de 1936, dejó en desmoralización creciente al cedismo católico, que otra vez cambia su táctica ante la perspectiva de un alzamiento militar. Gil-Robles entrega dinero al general Mola, para la preparación de la rebelión y da instrucciones, según declaró por escrito en Lisboa, para la incorporación a los cuarteles que se rebelaran , de las juventudes que todavía no le habían abandonado”.
Lo demás ya es bastante conocido…
Jaime TARRAGÓ
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