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Tema: José María Gil Robles, político nefasto para España

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    José María Gil Robles, político nefasto para España

    José María Gil Robles (1898-1980), nefasto en la II República como líder de la CEDA, rencoroso contra Franco (Pacto de Múnich), y dispuesto a hacer la puñeta en la Transición.
    No confundir con su padre, el profesor (y tradicionalista) Enrique Gil Robles.

    Revista FUERZA NUEVA, nº 487, 8-May-1976

    EL GIL ROBLES DE AYER Y DE HOY

    Mi padre fue diputado a Cortes por la CEDA y gran amigo personal de Gil Robles. Su entusiasmo por la causa, su fe en la salvación de España por el camino de la legalidad y sus campañas políticas como colaborador del “jefe” fueron seguidas con gran interés por todos sus hijos. Personalmente debo reconocer que me apasionaba su actuación, su generosa entrega a una lucha política arriesgada y difícil. Recuerdo aquellos elocuentes discursos de Acción Popular; como recuerdo los de Juan Antonio Cremades y especialmente el que pronunció a las pocas horas de haber recibido una cuchillada en plena calle. Juan Antonio era entonces presidente de la JAP, el presidente más joven de España.

    En casa recibíamos el “Boletín” de las Cortes y yo me leía a mis trece años, con verdadero apasionamiento, los discursos parlamentarios más destacados y desde luego todos los que pronunciaba don José María Gil-Robles. Todavía recuerdo párrafos de alguno que me aprendí de memoria, y concretamente el que pronunció tras el asesinato de Calvo Sotelo. Don José María ha sido, sin duda, el mejor parlamentario de todos los tiempos, con una capacidad asombrosa para improvisar y para responder con la réplica adecuada a las peligrosas interrupciones de sus enemigos.

    ***
    Cuando estalló el Movimiento, y antes de mi incorporación al Requeté, recuerdo en una tertulia de la Congregación Mariana de los Luises, entonces dirigida por el padre Zurbitu… una discusión política con un notario de Zaragoza, de gran renombre, padre de varios hijos, hoy figuras destacadas en sus diferentes profesiones. En atención a los hijos, no cito el nombre del padre, que en aquella ocasión injurió a Gil-Robles gravemente, y como se trataba de mi ídolo de entonces yo salí en su defensa. La discusión fue violenta y desagradable, tanto que sin tener en cuenta el poco peso de las ideas de un muchacho de quince años, el notario en cuestión me denunció a las autoridades militares… Entonces pensaba que morir por defender a Gil-Robles era casi tanto como morir en defensa de la fe, o al menos de la Patria; algo, en fin, casi sublime. Este era el poder carismático, en aquella época, del jefe de la CEDA…

    Fue en abril de 1937 cuando un grupo de destacados cedistas se trasladaron desde Zaragoza a Estoril (Portugal) para visitar al jefe: con mi padre fueron Juan Bautista Bastero, Eduardo Macías –cuñado de Martín Artajo- y Juan Antonio Cremades, y en aquel viaje don José María Gil-Robles se cayó del pedestal ante los ojos del grupo zaragozano. Me parece estar oyendo a mi progenitor gritando y explicando a sus hijos cómo había perdido la fe en Gil-Robles político. Porque las equivocaciones que tuvo durante su paso por el Gobierno se habían disimulado por aquel carisma de actuación y aquel torrente de elocuencia y brillantez que salía por su boca; pero una cosa es la elocuencia de las palabras y otra muy distinta la brillantez en el terreno práctico de los hechos.

    ***
    El orador inconmensurable, el parlamentario fuera de serie, como político resultó un desastre y en cierto modo hasta un frívolo de puro improvisador, sin darse cuenta de que es muy distinto el arte de improvisar un discurso que el de improvisar una solución política en un momento crítico para la historia de un pueblo.

    Sin preguntarles nada sobre la gran tragedia que estaba viviendo España, sin pedir información, sin discutir el asunto, se reunió para comer, hablando de cosas banales y alegando que después del café se retiraría al despacho unos minutos para improvisar unas cuartillas, lo que pretendía que fuera su manifiesto como jefe, a sus seguidores de España. Y en efecto, sin consulta alguna redactó, con la facilidad, ligereza y espontaneidad que le caracterizaban, unos párrafos llamados a ser trascendentales para la Historia de España, párrafos que constituían una declaración, en aquellos momentos trágicos, comprometida, delicada, que podía resultar suicida, y en los que se descubría al político torpe que no se había percatado de toda la importancia decisiva que representaba la gran Cruzada nacional.

    En ella, el jefe de la CEDA, con su clásica letra grande y redonda, condicionaba el Alzamiento, insistía en sus ideas sobre el camino de la legalidad y dejaba a sus seguidores en libertad para que sin formar cuerpo militar propio –como hizo la Falange, los Requetés y los de Renovación Española- obraran según su conciencia… Mi padre, bajo su responsabilidad, guardó las cuartillas, prohibiendo a sus compañeros el hablar de ellas. La verdad es que con aquel manifiesto se jugaban todos la vida. Y la juventud de Acción Popular en bloque, conscientes de su deber como españoles y como cristianos, se incorporaron al Ejército en una entrega tan generosa como anónima.

    Las cuartillas tuve ocasión de leerlas varias veces, cada vez con más asombro, por la inoportunidad que revelaban. Las recuerdo en el cajón derecho de la mesa del despacho de mi padre. Cuando se sintió morir, se levantó de la cama, las cogió y las rompió, diciendo: “Es lo mejor que puedo hacer ahora por un amigo”.

    ***
    Con la fe de mi padre en Gil-Robles, como político, murió también la mía. Porque después, con más años y más experiencia para juzgar, le he visto seguir en una misma línea de actuación equivocada. Su asesoramiento como consejero de don Juan de Borbón en Estoril le costó a éste la Corona. Yo entré precisamente a pertenecer al Consejo privado del conde de Barcelona a raíz de su dimisión, como consecuencia de haber asistido y protagonizado el escándalo del Pacto de Munich (1962), donde los enemigos de España se dieron la mano y se pusieron de acuerdo para estudiar la forma de derrocar al Régimen de Franco.

    Nunca he comprendido como Gil-Robles –y muchos de sus seguidores y amigos influidos por su carisma como jefe- le han negado la colaboración a Franco, cuando no tuvieron inconveniente en pactar durante la República con Lerroux y sus secuaces, aquel Lerroux, emperador del Paralelo y autor de la célebre frase que repetía en todos sus discursos: “Asaltad los conventos…; incendiad, destruid, matad…”. El Gil-Robles, líder del catolicismo español, con este hombre podía pactar, y con los comunistas de Munich, también. Pero él y sus seguidores se rasgaban las vestiduras de pensar que pudieran colaborar con el Generalísimo Franco, porque con éste se manchaban sus limpias manos de españoles y católicos. Reacción ilógica que no entendí nunca.

    ***

    El Gil-Robles de entonces vuelve ahora (1976), con las mismas ideas, con los mismos resabios, pero con ese mayor espíritu de revanchismo que dan los años y el exilio; y vuelve también, afortunadamente, con menos poder de convocatoria y con mucha menos elocuencia… Pero como el hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra, acaba de hacer pública una declaración pidiendo al Gobierno Arias que reconozca al Partido Comunista Sigue, pues, con su afán de pactar con el enemigo, de colaborar hasta con el diablo si fuera preciso, de hacer partícipes del poder a los enemigos de la Patria, de ganar la batalla en las urnas por el camino de la “legalidad”, de defender los partidos políticos y el suicidio del sufragio universal…

    Al recordar que a mis quince años, por defender a Gil-Robles, estuve a punto de que me fusilaran, no puedo menos que pensar en la tonta y triste que hubiera sido mi muerte.

    Francisco SANCHEZ-VENTURA

    “El Noticiero de Zaragoza” (14-4-76)
    Última edición por ALACRAN; 11/01/2020 a las 16:30
    ReynoDeGranada dio el Víctor.
    "... Los siglos de los argumentadores son los siglos de los sofistas, y los siglos de los sofistas son los siglos de las grandes decadencias.
    Detrás de los sofistas vienen siempre los bárbaros, enviados por Dios para cortar con su espada el hilo del argumento." (Donoso Cortés)

  2. #2
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    Re: José María Gil Robles, político nefasto para España

    El año de la muerte de Franco, José María Gil Robles ya amagaba con volver a las andadas:

    Revista FUERZA NUEVA, nº 426, 8-Mar-1975

    Gil Robles y las Asociaciones

    Con este mismo título se publica, en el “ABC” del 23 de febrero, una carta en la que el antiguo jefe de la CEDA hace a Argos [periodista Julián Cortés Cavanillas], una serie de preguntas cuya respuesta precisa conocer el que fuera líder político para decidirse a participar en el juego de las asociaciones políticas.

    Sorprende, en primer lugar, que después de haber comprobado que con el sistema político del liberalismo parlamentario que él protagonizó sólo fue posible la paz a costad e un millón de muertos, quiera resucitarlo nuevamente para dar una salida normal a lo que él ve como un “callejón sin salida”.

    Pero sorprende, aún más, que su fino sentido y su dilatada experiencia política no le hayan hecho ver “después de 38 años de destierro, marginación y olvido” -por no hablar de cosas peores-, pero también después de 38 años de justicia social y prosperidad en nuestra Patria, que al pueblo español le suena a música celestial toda esa palabrería hueca y artificiosa, que suele ser rastro y señal del más trasnochado e inmovilista parlamentarismo.

    Es evidente que el traje de las asociaciones le viene excesivamente estrecho a Gil Robles, pero no lo es menos que cualquier otro traje (control del Ministerio de Gobernación, recursos ante la Jurisdicción ordinaria) que implicara aceptación de los Principios del Movimiento, don José María no se lo pondría, porque lo que Gil Robles pretende no son asociaciones sino otra cosa.

    Rechazar una Constitución [principios del Movimiento] que ha servido para hacer una España tan grande como él mismo no pudo soñar, y, en cambio, acatar y prestar su colaboración, más o menos leal, a una Constitución que trajo aquella República de aquelarre que España padeció, y él más que nadie, es algo que, de verdad, no podemos comprender.

    No. No se engaña Gil Robles al suponer que su voz ya no puede ni quiere ser oída ni por quienes ejercen hoy (1975) funciones de autoridad ni por el pueblo español. A los españoles su voz nos trae extrañas resonancias y tristes recuerdos de un periodo nefasto y felizmente superado. Aquello pasó, pero no se ha olvidado.

    No podemos olvidar que, automarginado del Alzamiento, quizá despechado por su fracaso como hombre público, alardeó de “no tener las manos manchadas de sangre”, lanzando un dardo al honor y la gloria de nuestro Alzamiento.

    No podemos olvidar que tal vez por ese despecho, por ver que la España grande se hizo sin él, no titubeó en buscar alianzas con Indalecio Prieto y con Rodolfo Llopis, como ahora sería capaz de buscarlas con el mismo Carrillo, con tal de derribar “la dictadura franquista” ...

    Por amor de Dios, don José María, estése quietecito. No vaya otra vez “a por los trescientos”. El pueblo español se lo agradecerá mucho.

    José JURADO

    Última edición por ALACRAN; 30/03/2020 a las 14:05
    DOBLE AGUILA dio el Víctor.
    "... Los siglos de los argumentadores son los siglos de los sofistas, y los siglos de los sofistas son los siglos de las grandes decadencias.
    Detrás de los sofistas vienen siempre los bárbaros, enviados por Dios para cortar con su espada el hilo del argumento." (Donoso Cortés)

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    Re: José María Gil Robles, político nefasto para España

    José María Gil Robles: el gran precedente de los complejos del PP y sus votantes ante las izquierdas:

    Revista FUERZA NUEVA, nº 491, 5-Jun-1976

    EL GIL-ROBLES QUE YO CONOCÍ

    Un libro de Cortés Cavanillas («GIL-ROBLES, ¿MONÁQUICO?») retrata magistralmente la personalidad política del que fuera jefe de la CEDA

    «Gil-Robles, ¿monáquico?» de Julián Cortés Cavanillas fue publicado en 1935 con todas las invectivas posibles contra Gil-Robles, Angel Herrera Oria, monseñor Tedeschini y el cardenal Vidal y Barraquer.

    Sin embargo, en los últimos tiempos (1976), Cortés Cavanillas ha dedicado su pluma a ensalzar a Gil-Robles. Así su larga entrevista en «ABC», de 27 de julio de 1975, y otras inefables notas que ha publicado bajo la rúbrica de Argos, en su colaboración de dicho rotativo…

    Julián Cortés Cavanillas es un buen introductor para que conozcamos a José María Gil-Robles:

    José María Gil-Robles es [1935], sin duda, un valor político en el horizonte negro y estéril de la República. Inteligencia estimable; buen parlamentario, conocedor de los trucos y artificios retóricos, ambicioso y oportunista, es el moderno sucesor de Romero Robledo y Romanones, aunque con menos simpatía e ingenio que aquéllos.

    En cambio, les supera en las sinuosidades, en las componendas, en el misterio de sus designios, con la agravante de la infalibilidad con que se ha adornado, impidiendo a sus adictos que le discutan. Gil-Robles no es la claridad sino el enigma; no es el camino recto sino el zigzagueante; no el estadista, sino el vulgar político; no el reconstructor ni el reparador, sino el que cede, el que transige, el que claudica; no es el definidor, porque es indefinido; no es más que un buen excitador de masas, que cuando logra su conquista se encuentra con que no sabe qué hacer con ella. Porque con toda su inteligencia, con la eficacia de su oratoria y la perfecta maestría con que hace ondear el banderín religioso, ¿qué ha conseguido Gil-Robles con sus 115 diputados y la tutela que viene ejerciendo sobre los Gobiernos?

    De los principios fundamentales que aún mantiene, como el de Religión, Propiedad, Orden, Familia, porque el de Monarquía lo jubiló, ¿qué ha logrado en tantos meses de vida parlamentaria este arrogante caudillo? Porque la ley de Términos municipales, la de haberes del Clero y la de Amnistía, sacadas a fuerza de conciliábulos y de jirones de conductas débiles y tortuosas, no eran más que unos ineludibles compromisos electorales contraídos por las derechas conjuntas y el Partido Radical. Pero, ¿acaso ha retornado el crucifijo a las escuelas y acaso en ellas se habla de Dios y de moral? ¿Es que se ha derogado la expulsión o prohibición de enseñar a las órdenes religiosas…? ¿Se han devuelto sus bienes a la Compañía de Jesús, o, por el contrario, se consignan encima millones en presupuesto para la comisión liquidadora de esos bienes robados?... ¿Acaso el divorcio no existe y el derecho de los padres sobre los hijos se ejercita libremente…? ¿Por ventura tienen los ciudadanos la garantía de no ser asesinados cobardemente? ¿Por ventura la economía nacional se ha rehecho? Pues si nada de eso se ha rectificado, si ninguno de esos males se han reparado, ¿qué queda de los principios de Religión, Propiedad, Orden, Familia, etc?

    ¿Qué puede exhibir en su haber Acción Popular y Gil-Robles, después de tantos meses [1933-35] de haber controlado el Parlamento y los Gobiernos, como vencedores en unas elecciones triunfales, que ganándose se perdieron? Creo que no argumento en falso. Claro que dirán algunos que esto es, por ahora, el mal menor o el bien posible, y que, si no se ha avanzado un solo palmo, se han evitado daños mayores. Tal recurso, para justificar la falta de gallardía, de eficacia y de hondo sentido nacional, no puede usarse en ningún país, y menos en el nuestro, que tiene un acervo de historia y tradiciones, razón única de nuestra existencia. Quien alcanza, por fortuna o por méritos, la categoría de árbitro de un país, con conciencia de los medios de salvarle, no puede pactar, y mucho menos entregarse al enemigo, para convertirle al bien. La estrategia, tanto en la política como en la guerra, no consiste nunca en desaprovechar alegremente las oportunidades de ataque, sobre todo cuando la moral del enemigo está decaída y la vileza ha corroído los mandos.

    Pactar y ayudar a un enemigo derrotado, además de una traición, es una prueba de incapacidad y de miedo. Y no se me negará que el 19 de noviembre de 1933 fue barrido el frente antinacional, masónico y socialista que detentó el Poder y tiranizó a los españoles en cerca de tres años negros, de vergüenzas, vilezas y ruinas”.

    Las tácticas electorales de Gil-Robles

    Julián Cortés Cavanillas examina el comportamiento democrático y electorero de José María Gil-Robles, en el cénit de su táctica. Nos dice nuestro inconmensurable Julián Cortés Cavanillas:

    Sería injusto negar que el enorme y abrumador triunfo electoral de noviembre [1933] se debió en buena parte, al denodado esfuerzo de la propaganda y de la organización populista. El terreno lo había cultivado y abonado el monstruoso Azaña, con su odio torvo y la basura de su espíritu, al través de los años de fango, lágrimas y sangre. La vibración ciudadana fue como un trueno de entusiasmo que alejó las sombras y abrió los horizontes en un aliento de esperanza. Pero Gil-Robles, gran maestro de la componenda y de la indecisión, ya había regalado no pocas actas a los radicales, y, para colmo, cuando se entera del descomunal triunfo, se entristece y lamenta haber sacado tantos diputados. La victoria en Madrid de las fuerzas derechistas pareció indiscutible y el propio Gil-Robles la confirmó telefónicamente a Renovación Española. Poco después la desmentía. ¿Qué es lo que pasó?

    El hecho del triunfo de las derechas era indiscutible, legítimo y justo. Gil-Robles, con la fuerza de su organización y el número de sufragios obtenidos se perfiló como la figura representativa del momento, con títulos sobrados para exigir el Poder con arreglo a lo que las urnas demandaban. Porque había dos caminos claros, rectos y patrióticos para satisfacer la voluntad nacional: uno, mantener el bloque de derechas, con el que hubiera contado con mayoría absoluta en las Cortes y pedir con estricta justicia y legalidad el Poder, previo acatamiento de todas las derechas al régimen, pero reservándose el derecho de convocar, en el tiempo y formas legales, unas Cortes Constituyentes que determinaran –porque aún no se había decidido- la forma de gobierno que libremente quisiera España. Y otra –en caso de que la anterior no hubiera sido aceptada-, que hubiera consistido en mantener igualmente la unión de las derechas, apoyando a los Gobiernos minoritarios en cuantos puntos coincidieran con el programa de los vencedores, pero derribándolos sin contemplaciones en aquellos otros que fueran adversos y que no salvaguardaran la unidad, autoridad y decoro de la Patria…
    No se siguió ninguno de estos caminos que eran, en definitiva, los que habían trazado los electores con entusiasmo y esperanza. Gil-Robles no tuvo el valor de su propia conducta, ni de sus propios actos, ni de su palabra, tan expansiva y prometedora.”

    Cortés Cavanillas subraya certeramente el error de Gil-Robles al proclamar en el Congreso de los Diputados, el 20 de diciembre de 1933, su “absoluta y plena lealtad a un régimen que ha querido el pueblo español”, o sea, a la República. Cortés Cavanillas lo comenta así:

    A cualquier español con dos dedos de frente, le consta que eso es falso, y no puede decirlo Gil-Robles, y menos un catedrático de Derecho Político, como no sea atropellando la lógica, la justicia y la verdad. ¿Es que el 12 de abril de 1931 se le consultó al pueblo para que cambiara su régimen tradicional? ¿Es que era instrumento apto para tal fin unas elecciones municipales? ¿Es que el triunfo numérico fue republicano? ¿Es que el católico señor Gil-Robles puede servir con “absoluta y plena lealtad” a un régimen que es ilegítimo por su origen, que es ilegítimo porque las Constituyentes que votaron el texto fundamental eran facciosas, como producto del amaño y de la violencia, que es ilegítimo porque su actuación ha sido contraria a las normas naturales y del derecho de gentes?”

    ***
    Notas biográficas gil-roblistas

    Cortés Cavanillas clava su bisturí en el historial político de José María Gil-Robles, que describe así:

    Gil-Robles, cuando llegó hace años a Madrid, era ultraintegrista y, por no sé qué causas concretas, fue de los pocos que entonces censuraron con acritud a Ángel Herrera Oria en las tertulias del Círculo de los Luises. Después se convirtió en adicto fervoroso, incondicional y sumiso de Herrera.
    Cuando se constituyó el Gobierno de hombres civiles de la Dictadura de Primo de Rivera, fue propuesto para la Dirección General de Primera Enseñanza… Gil-Robles aceptó, pero quiso la mala suerte, entonces, que el general Primo de Rivera, al conocerle personalmente… no le encontró adecuado para el cargo y se quedó sin él. No obstante, al vacar el Juzgado municipal del distrito del Congreso, fue propuesto para ocuparlo por la Unión Patriótica, y por fin nombrado.
    Más tarde, cuando Berenguer convocó las elecciones generales –que no se llegaron a celebrar- Gil-Robles requirió la ayuda de la Unión Monárquica Nacional. Acudió a visitar a Guadalhorce varias veces, y yo mismo le recibí una tarde y hube de ponerle en comunicación telefónica con el ilustre jefe y exministro. Logró las cartas que le pidió para el distrito de Ponferrada, y, agradecido a las muestras de afecto que siempre le dio Guadalhorce, le dijo que, aunque se presentaba como monárquico independiente, caso de triunfar, ingresaría en la Unión Monárquica Nacional…

    Gil-Robles es la permanente contradicción y el constante engaño aun a sí mismo. Para él, las palabras y las promesas carecen de valor. Se desdice con la mayor tranquilidad siempre que le conviene, y se cuida de cultivar con preferente delectación el equívoco… Al republicano de buena fe, le habla de una magnífica República conservadora que él conseguirá. Al monárquico inconsciente que no renuncia en su fuero interno y tímidas expresiones a un ideal arraigado, se le asegura que el buen camino para restaurar la Monarquía es el que sigue el “jefe”.
    Cuando fracasa el movimiento del 10 de agosto de 1932 [general Sanjurjo], lo condena Gil-Robles con toda energía, sin acordarse de que le cabía una complicidad, y acaso entristecido por no poder acudir al día siguiente al despacho oficial del general barrera, convertido en jefe del Gobierno”…

    (…)

    La catástrofe de la táctica, catástrofe para España

    Gil-Robles, que tanto había prometido y contaba con tantas fuerzas parlamentarias para embestir la consolidación de una política potable dentro de la República, ominosa y tristemente y para él, fruto de sus errores, fracasó. Él mismo reconoció, el 15 de julio de 1936, en la Diputación Permanente de las Cortes, la quiebra irreparable de toda su actuación. Enfrentándose con el Gobierno del Frente Popular, con humillación, tuvo que morder el polvo de esta confesión realmente vergonzosa para un político que había asegurado y tuvo los medios para implantar la restauración de un orden civilizado:

    No existe ya ni derecho a la vida, ni libertad de sindicación o de trabajo, ni inviolabilidad de domicilio. Diariamente se nos dice: os están expulsando de la legalidad; están haciendo un baldón de los principios democráticos; están riéndose de las libertades consignadas en la Constitución. Ni en el Parlamento ni en la legalidad tenéis ya nada que hacer. Y este clamor que nos viene de campos y ciudades indica que está creciendo y desarrollándose eso que en términos genéricos habéis dado en llamar fascismo, pero que no es más que ansia, muchas veces nobilísima, de libertarse de un yugo y de una opresión que, en nombre del Frente Popular, el Gobierno y los grupos que le apoyan están imponiendo a sectores extensísimos de la opinión nacional…
    Cuando la vida de los ciudadanos está a merced del primer pistolero; cuando el Gobierno es incapaz de poner fin a este estado de cosas, no pretendáis que las gentes crean ni en la legalidad ni en la democracia…
    Vosotros, como Gobierno, tenéis la enorme responsabilidad moral de patrocinar una política de violencia, que arma la mano del asesino; de haber, desde el banco azul, excitado a la violencia; de no haber desautorizado a quienes desde los bancos de la mayoría han pronunciado palabras de amenaza y de violencia contra la persona del señor Calvo Sotelo. Eso no os lo quitaréis nunca…
    Nosotros no estamos dispuestos a que continúe esa farsa. Vosotros podéis continuar; sé que vais a hacer una política de persecución, de exterminio y de violencia de todo lo que signifique derechas. Os engañáis profundamente; cuanto mayor sea la violencia, mayor será la reacción; por cada uno de los muertos surgirá otro combatiente. Tened la seguridad –esto ha sido la ley constante en todas las colectividades humanas– de que vosotros, que estáis fraguando la violencia, seréis las primeras víctimas de ella. Muy vulgar, por muy conocida, pero no menos exacta, es la frase de que las revoluciones son como Saturno, que devoran a sus propios hijos. Ahora estáis muy tranquilos porque veis que cae el adversario. ¡Ya llegará un día en que la misma violencia que habéis desatado se volverá contra vosotros! Dentro de poco seréis en España el Gobierno del Frente Popular del hambre y de la miseria, como ahora lo sois de la vergüenza, del fango y de la sangre.”

    Es comprensible que ante esta condena sin rebozo del sufragio universal, de la democracia inorgánica, de la República del Frente Popular, de los partidos políticos, Gil-Robles, de verdad, pensara en la solución que proclama el derecho natural ante la tiranía manifiesta. David Jato, en «El Alcázar» de 13 de enero de 1976, recuerda este paso, con estas notas elocuentes:
    La estruendosa derrota electoral gilroblista en febrero de 1936, dejó en desmoralización creciente al cedismo católico, que otra vez cambia su táctica ante la perspectiva de un alzamiento militar. Gil-Robles entrega dinero al general Mola, para la preparación de la rebelión y da instrucciones, según declaró por escrito en Lisboa, para la incorporación a los cuarteles que se rebelaran , de las juventudes que todavía no le habían abandonado”.

    Lo demás ya es bastante conocido…

    Jaime TARRAGÓ



    Última edición por ALACRAN; 30/07/2020 a las 20:36
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    Re: José María Gil Robles, político nefasto para España

    Demoledor ataque a José María Gil Robles, contrariando las tesis de su famosa obra de 1968 "No fue posible la paz"; (las mayúsculas constan en el artículo):


    Revista FUERZA NUEVA, nº 491, 5-Jun-1976


    SÍ FUE POSIBLE LA PAZ

    Cuando Gil-Robles, autor de “No fue posible la paz”, escribió su libro, no tuvo en cuenta su alta jerarquía de los años 1933-36. Si llega a pensarlo, la tinta se le hubiera quedado en el tintero.

    Entonces era el insistente “TODO EL PODER PARA EL JEFE” … “A POR LOS TRESCIENTOS”… Todo hacía presumir un inminente triunfo para darle “todo el poder para el Jefe”. (¿Verdad que la palabra Jefe no huele a democracia?

    En aquellos momentos sólo se pensaba en un triunfo personal. En un triunfo de partido sobre el resto de partidos en lid, aunque el triunfo personal acarreara la destrucción de la propia España… Y parece ser que hubo una “victoria sin alas”. Como lo fue sin alas, el vuelo fue sumamente corto. Tristemente corto para quienes, ciegos en la fe que profesaban al “salvador de España y de la religión”… cayeron víctimas, asesinados por la acusación de ser “fascistas”.

    ***
    Estoy hablando de quienes pertenecían a Acción Popular y murieron víctimas del odio de las izquierdas frente populistas.

    De estos muertos, ¿tenéis noticia de que el JEFE se haya ocupado de saber cuántos cayeron acusados de ser “fascistas” de Gil Robles?... No, ¿verdad?... Pues murieron unos miles, para que sean olvidados tan ingratamente por quien tan brillantemente les había exhortado en la participación triunfal…

    Hoy (1976) ese mismo personaje, gerifalte de los años 1933-36, vuelve a hacer política. Hoy se habla de una posible alianza con el ala izquierda de la democracia. Pero hoy, ¿de qué se puede decir que es salvador?, ¿de la escasa ética?...

    Aquí precisamente radica el fundamento de que SÍ FUE POSIBLE LA PAZ… ¿Por qué cuando estaba tan cerca de “TODO EL PODER PARA EL JEFE” no se alió con la izquierda de la democracia?... Entonces era cuando tenía que haber obrado democráticamente, dando participación a la “oposición” y haber logrado evitar la catástrofe que se presentía, aunque su ceguera no le permitiera ver el humo. Tampoco fue por falta de recomendación. En el Parlamento –él, tan parlamentarista-, el día 19 de diciembre de 1933, creo que ALGUIEN que siempre se distinguió, altamente, por su gran amor a España, le hizo las correspondientes observaciones, para que se pensara más en España que en la importancia de las derechas o de las izquierdas. Pero para él, lo primero era mantener el espíritu partidista, conquistar el Poder y erigirse en “jefe”. Pensaba estar firmemente montado en el carro del vencedor. Y ya veis, quedó como herradura perdida, desprendida de su casco por la velocidad de su huida…

    ***
    No obró (1936) como los buenos capitanes, que primero ponen a salvo la tripulación, y ellos son los últimos en abandonar la nave… Ni como el buen Pastor, que da la vida por sus ovejas… Pues así, como corderos, fueron inmolados “sus” seguidores, víctimas inocentes, equivocadas y deslumbradas, por aquello de la fotografía que colgaba en sus centros de Acción Popular: el JEFE con un mapa de España y un crucifijo al lado… ¡Qué piadoso!... ¡Qué asco!...

    Si el 19 de diciembre de 1933, con casi TODO EL PODER, decía en el Parlamento que “Con una Constitución así no se puede gobernar, porque este ambiente tan ultracargado de parlamentarismo y de tanta ultrademocracia no podía tener otro fin que una dictadura de derechas o una dictadura de izquierdas”… ¿No son muchas dictaduras y muchos ultras?... ¿Por qué no dio oídos a quien le hablaba de España, en lugar de tanto partidismo?... Porque en su ambición de poder y de mando no encajaba el buen servicio a lo que nosotros llamamos Patria. Para él, era antes su triunfo personal, partidista, cedista.
    Y, sin embargo, fue barrido.

    ***
    España tuvo que alzarse en armas porque los tiros en la nuca no eran los mejores consejeros democráticos y populares que ni acepta ni aceptará el pueblo español, ni antes ni después. Tuvo que ser la limpia espada del Caudillo Franco la que hizo levantar la Cruz de la Redención en la primera llamarada de España, que aquellas ardorosas juventudes falangistas y Tercios de Requetés, a cuyas escuadras llegaban masivamente aquellos españoles traicionados por el JEFAZO de la CEDA. Traicionados, sí, por el Jefe de la fotografía con España y la Cruz de Cristo…

    ***
    Ya habían transcurrido varios años del final de la Cruzada Española. Sería por el año 1950. El Jefe, huido al vecino Portugal, con sede en Estoril, se dedicó, por espacio de algunos meses, a remitir algunas circulares para que sus “fieles” no dieran apoyo a la “dictadura” de Franco.

    Sabía perfectamente las direcciones de a quienes quería hacer llegar sus misivas políticas, y lo cierto es que llegaban, con sus nombres y apellidos, sin equivocación a sus destinos, no a sus destinatarios. Sus destinatarios habían sido asesinados por ser “fascistas” y precisamente de Gil Robles.

    Los familiares de éstos, cuando recibíamos tales circulares con el consejo de tal ruptura, no teníamos más remedio que maldecir el recuerdo de tan nefasto personaje. No había llegado aún el anuncio de la alianza con el ala izquierda de la democracia (1976), y tampoco se sabía nada del apretón de manos con los propios asesinos de “sus” fieles seguidores… ¿Se conoce tamaña engañifa ni mayor traición?... Sin embargo, para pisotear su memoria, juntamente con los asesinos de ayer y de siempre, ha vuelto para seguir haciendo su política, olvidándose de la gran deuda que tiene contraída con aquellos que, por seguirle, creyeron estar en el camino de la verdad… ¡¡Dios Santo, qué verdad!!

    ***
    Hoy vuelve (1976) no para colaborar con la gran obra realizada, de integración y de incorporación del sentido nacional como principal objetivo. Vuelve para destruirnos, para dividirnos, para que volvamos a odiarnos, para sembrar, si es preciso otra vez, las cunetas de las carreteras con los cuerpos de hombres inocentes. Se han equivocado y que Dios les perdone.

    Dado que la figura del “Jefe” nos es exhibida con frecuencia, sí podíamos lanzar esta llamada:
    ¡Muertos de la CEDA, levantaos de vuestras tumbas olvidadas por vuestro Jefe y acosadle! Porque pudo haber hecho posible la paz si la alianza que hoy propone realizar la hubiese llevado a cabo en sus años triunfales. Si tan cerca estuvo de su mano la salvación de España, demandad su grave responsabilidad.

    ***
    La gran reconciliación nacional que se vive en el pueblo español no ha sido obra de partidismos ni de payasos ilustres. Los cimientos en donde se asienta esta gran obra nacional, que hoy pretenden destruir, están firmemente consolidados en el recuerdo de nuestros muertos y de cuantos murieron pensando en una España mejor…

    Es claro y terminante. Es un político al que le hace falta la política para seguir viviendo. ¿Programas? Están a la vista: seguir equivocando si a su juego se presentan oportunistas y revanchistas. Los hijos de tantos inocentes y equivocados seguidores que militaron enfrentados por las enérgicas arengas, que sufrieron la pérdida de sus seres queridos… han dado fuerte cerrojazo a tanta calaña partidista, porque han reconocido que la paz vivida en 40 años, con el progreso en todos los órdenes, no se puede perder, en momentos que pretenden llegar a la confusión. Y porque se han dado cuenta de que hablar de alianzas con la oposición, con la izquierda de la democracia y con tanta zarandaja como hoy pulula en el ambiente, es la demostración más firme de que SÍ FUE POSIBLE LA PAZ en su día, quedando al descubierto uno de los principales cabecillas de la imposibilidad de que así lo fuera.

    M. FLORES
    Última edición por ALACRAN; 27/08/2020 a las 13:12
    "... Los siglos de los argumentadores son los siglos de los sofistas, y los siglos de los sofistas son los siglos de las grandes decadencias.
    Detrás de los sofistas vienen siempre los bárbaros, enviados por Dios para cortar con su espada el hilo del argumento." (Donoso Cortés)

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    Re: José María Gil Robles, político nefasto para España

    Aparición y crítica del libro "No fue posible la paz”, de Gil Robles

    Revista FUERZA NUEVA, nº 67, 20-Abr-1968

    El libro de Gil Robles “No fue posible la paz” está dando que hablar y seguirá haciéndolo en el futuro… Esto, por sí solo, significa que es un libro importante, sin perjuicio de la opinión que merezca la conducta política de Gil Robles durante la República y no digamos después de ella.

    Ni de la opinión que merezcan las ideas que Gil Robles expone en su obra. Pues, aunque se trata de un libro histórico, no está escrito por un historiador aséptico, ajeno a los acontecimientos y estrictamente objetivo. El libro de Gil Robles tiene, como todas las memorias de los hombres políticos (en especial de los fracasados), un tono polémico de auto justificación. El de Miguel Maura, aparecido unos años antes, es buen ejemplo.

    Si la preocupación del libro de Maura era justificarse de la impune quema de conventos ocurrida siendo él ministro de la Gobernación, la de Gil Robles es justificarse de no haber aprovechado el apoyo entusiasta de la derecha española, los resortes que tuvo en las manos y las circunstancias que le tocó vivir para destruir esa “revolución y sus cómplices” contra la que fue dirigida su estéril campaña electoral de 1936. Menos predicar y más haber dado trigo, vienen a decirle sus detractores.

    No vamos a estudiar hasta qué punto logra Gil Robles justificar su conducta política. Pero sí queremos señalar que lo que Gil Robles justifica sin lugar a dudas es la necesidad del Alzamiento del 18 de Julio. Cualquiera que lea su libro con un mínimo de desapasionamiento llega a la conclusión de que en el verano de 1936 no quedaba otra solución para salvar a España. El que, a pesar de ello, Gil Robles se desligue de la conclusión lógica de su propia argumentación (el título del libro es ya bastante significativo) es quizá la más curiosa contradicción de su obra.

    Aunque no entremos en el estudio crítico del libro, tarea que escapa a esta sección, sí queremos comentar los detalles referentes al Alzamiento, pues los consideramos aleccionadores. El primero es cuando Gil Robles se refiere al apartamiento que observó en los monárquicos tras el fracaso de la CEDA en las elecciones de febrero de 1936. Comenta:

    “Quedaban así en completa libertad para restaurar en breve plazo la Monarquía mediante un golpe de fuerza. No parece que los hechos hayan venido a darles la razón”.

    La especie de “trágala” que entraña la última frase estaría justificada si los hombres de Renovación Española que colaboraron al Alzamiento no hubieran tenido otro objeto que la restauración de la Monarquía. Pero si lo que buscaban, y considero que sería calumnioso atribuirles otros móviles, era primero y ante todo salvar a España de la bolchevización que se le venía encima a pasos agigantados, sin que hubiera un poder público con capacidad de ni voluntad para impedirlo, la ironía de Gil Robles está fuera de lugar.

    Los objetivos comunes de los hombres que nos unimos en el Alzamiento del 18 de Julio los logramos con la victoria del 1 de abril, aunque en aras del bien común unos y otros, carlistas, alfonsinos, falangistas y derechistas, sacrificáramos aspiraciones particulares. Pero el generoso espíritu del 18 de Julio parece como si Gil Robles no hubiera sido capaz de comprenderlo nunca.



    Sí que lo comprendieron, en cambio, las grandes masas católicas que le habían dado el voto y fueron, en razón de su número, una de las más abundantes fuentes de donde se nutrió el voluntariado nacional. Gil Robles, a este respecto, dice que dio dos consignas invariables: “Incorporarse a las unidades del Ejército a título estrictamente personal, y no tomar parte en posibles órganos de represión. Las milicias me han parecido siempre, en el orden civil, francamente detestables”.

    Dejemos a un lado eso de los “órganos de represión” con los que Gil Robles no quiso contaminarse. Habría primero que concretar cuáles fueron, quiénes los formaban y qué hicieron. Vamos con las milicias. En primer lugar, está claro que su consigna no la siguieron la mayoría de los jóvenes de Acción Popular. Ya después de las elecciones de 1936 muchos estaban de vuelta de una política democristiana que no había impedido el caos y se incorporaban masivamente a las milicias de Falange, y, supongo, aunque no lo sé personalmente, que al carlismo en otras regiones. Pero cuando estalló el Alzamiento, los jóvenes de Acción Popular no dudaron y, como eran muchos, gracias a su refuerzo se pudieron organizar gran número de centurias de Falange. Esto, al menos en Castilla la Vieja, que es donde viví aquellas jornadas gloriosas.

    Y todavía quedaron jóvenes que unían a su adhesión al Alzamiento una lealtad a Acción Popular, superior, por lo que se ve, al deseo del “jefe”, los cuales organizaron unidades combatientes de las JAP, junto a las cuales tuve el honor de luchar en las sierras que se extienden entre Madrid y Ávila. Llevaban camisa caqui y un emblema en el pecho (el “azulejo” lo llamábamos por su forma) y lucharon como bravos. Si el señor Gil Robles hubiera tenido ocasión de verlos atravesar, con el agua a la cintura un río, bajo el fuego enemigo, para asaltar a pecho descubierto, junto a unas centurias de Falange y un batallón del Ejército, una loma perdida por otros en la sorpresa de la noche, dudo mucho que pudiera seguir calificando de “grandemente detestables” a unas agrupaciones de hombres que, frente a una notoria hostilidad del ambiente, mantenían con honor y gloria, unos emblemas que él había abandonado.

    Igual que hace treinta y un años, me honré al abrazar, vestido con mi camisa azul, a aquellos compañeros de lucha que llevaban un “azulejo” sobre la camisa caqui, quiero hoy (1968), cuando de tal forma son menospreciados por quien debió estar a su frente, dirigirles mi emocionado recuerdo. Y lamentar que tanta lealtad reciba tan injusto pago.

    Juan NUEVO

    Última edición por ALACRAN; 18/04/2023 a las 14:25
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    Re: José María Gil Robles, político nefasto para España

    Fernández de la Mora resalta las contradicciones del “No fue posible la paz” de Gil Robles

    Revista FUERZA NUEVA, nº 64, 30-Mar-1968

    “GIL ROBLES”

    Por Gonzalo FERNÁNDEZ DE LA MORA

    Las discrepancias de Gil Robles frente a la República no eran solo funcionales sino doctrinales, también. Las reservas de nuestro autor frente al parlamentarismo, frente a la representación orgánica, frente a la forma de gobierno republicana, frente a la idea misma de los partidos y, en suma, frente a la propia Constitución de 1931, ponen de manifiesto una insolidaridad ideológica e institucional de fondo. ¿Por qué, entonces colaborar con el sistema? No porque fuera recomendable en sí mismo; tampoco porque funcionara aceptablemente. Gil Robles en este punto es firme: acató la República porque era el poder constituido. Este principio es la clave en la que se apoya todo el comportamiento político de Gil Robles.

    Ahora bien, aquí está, a su vez, la raíz de otra contradicción básica. Al hombre que acató la República, ¿qué le indujo a situarse en la oposición frente al Estado nacido el 18 de julio? Gil Robles reprocha a la extrema derecha la oposición sistemática a una República cuya Constitución y cuyos hechos él mismo califica del modo más adverso. ¿Cómo justifica entonces Gil Robles su oposición a un Estado como el del 18 de julio, que doctrinalmente, por su confesionalidad y por su corporativismo, y fácticamente por sus logros en el terreno del orden, el desarrollo y la justicia, no puede resultar comparable con la iniquidad y el caos republicano? No acierto a encontrar un modo de superar está contradicción práctica: principio de acatamiento ante el 14 de abril y principio de oposición ante el 18 de julio.

    Lo más claro de este larguísimo y minucioso libro, en el que los árboles casi nunca dejan ver el bosque, es su carácter paradójico.
    Por un lado, lealtad a la República; y por el otro, apelaciones a los generales para un eventual golpe de fuerza.
    Por un lado, condena de la violencia el 18 de julio; y, por el otro, reenvío al Ejército la responsabilidad de que el Alzamiento no se hubiera producido antes.
    Por un lado, acatamiento de la legalidad, aunque fuese tan endeble como la republicana; y por el otro, tenaz oposición a la legalidad instaurada con el Alzamiento.
    Por un lado, náuseas y repugnancia hacia la política; y, por el otro, dedicación de una existencia a la cosa pública, con sacrificio no sólo de la actividad profesional y de la universitaria, sino a costa de persecuciones, exilio y sinsabores de todo género.
    Por un lado, tradicionalismo doctrinal; y, por el otro, demoliberalismo práctico e inserción en un régimen ateo y jacobino.

    La vida pública y la doctrina de Gil Robles no son sino el largo desarrollo de estas contradicciones vertebrales y patéticas. Esta es la clave de lo que él llama su “triste suerte”, y también la de su fracaso como hombre de Estado.

    Gonzalo FERNÁNDEZ DE LA MORA
    Artículo tomado de “ABC”


    Última edición por ALACRAN; 01/06/2023 a las 14:27
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    Re: José María Gil Robles, político nefasto para España

    Libros antiguos y de colección en IberLibro
    El papel de Gil-Robles

    Revista FUERZA NUEVA, nº 71, 18-May-1968

    EL PAPEL DE GIL ROBLES

    Con motivo de haberse ocupado la prensa del reciente libro de Gil-Robles, éste ha calificado los comentarios -en carta a Luca de Tena- de “ojeada retrospectiva poco propia del momento en que vivimos”. Una vez más, los españoles que guerreamos unos años y estamos decididos a seguir luchando siempre por los ideales del Movimiento Nacional español, tenemos que estar en desacuerdo con el señor Gil-Robles.

    No creo que haya casi nadie a quien le parezca impropia del momento en que vivimos la visión retrospectiva que proporciona el último libro del significado político democristiano. Resulta muy aleccionadora su lectura y no tengo inconveniente alguno en contribuir a su propaganda. Es necesario conocer los hechos y nada mejor ni más oportuno que el relato de quien, como Gil-Robles, pone honradamente de manifiesto la pequeñez y el fracaso de una política de derechas en España, basándose en noticias de primera mano y acontecimientos vividos y hasta protagonizados por el autor del libro.

    Admira la constancia de este viejo dirigente, cuando tantos han cambiado de opinión y tantísimos han abandonado el puesto, humilde o destacado. No es por ahí por donde pueden encontrarse los fallos en Gil-Robles. Pero tampoco, a mi juicio, los aciertos.

    Merecen, sí, la consideración de aciertos, muchos de sus diagnósticos. Así, los numerosos juicios, bien apoyados por hechos y experiencias (alguna tan prolongada como la de treinta años de historia viva de nuestro pueblo), respecto del gran error en que están los que creen que las elecciones de 1933 -triunfo de las derechas- fueron un plebiscito antirrepublicano; que el Alzamiento Nacional tuvo un significado monárquico, y que para la España actual (1968) todo está girando en torno a la dicotomía Monarquía-República.

    En calificar esto de errores tiene razón el señor Gil-Robles. Ni nosotros votamos en 1933 a favor de la Monarquía (que vimos con asombro morir en 1931 a manos de sus ministros y su aristocracia); ni, todavía menos, íbamos a cometer la torpeza de lanzarnos a una guerra defensiva del ser y el destino de España, confiando para ganarla, frente a enemigos resueltos a todo, en la restauración de una Monarquía que se fue de España convencida de tres cosas: 1ª Su propia indiferencia para el país. El rey, en noviembre de 1930, dijo en un discurso que “Monarquía o República da lo mismo, lo que importa es España”. 2ª Su convicción de que aquel régimen monárquico no valía una gota de sangre de los españoles, y 3ª Por la voz de Alfonso XIII, su último representante, aquella Monarquía constitucional y hereditaria reconocía a España “como única señora de sus destinos”.

    Estas dos últimas afirmaciones las hizo en su mensaje de despedida de abril de 1931.

    Y otro parecer exacto de Gil-Robles, recogido en su publica carta a Luca de Tena, es la confirmación de un juicio de S. Nadal en “Destino”: que la mayoría amplísima de los elementos conservadores deseaba instalarse entonces en el ámbito de la República, abandonando sus antiguas preferencias monárquicas. Esto es claro. Los conservadores, o las derechas -da igual-, como rueda del mecanismo liberal-burgués de clases y partidos, no pueden profesar consecuentemente otro principio que la supeditación de todos los principios -el monárquico entre ellos- a la “negación de toda verdad y principio” en que se basan el liberalismo y la radical democracia de la voluntad oficialmente mayoritaria como ley suprema de lo humano y lo divino. Esto lo puso de relieve en forma breve y lapidaria José Antonio, contestando precisamente a Gil-Robles en su discurso ante el Parlamento el 19 de diciembre de 1933.

    Son equivocaciones de Gil Robles, que ya no tiene mérito señalar puesto que lo ha hecho la historia: 1ª La “táctica” (que de haber triunfado habría llevado el país a manos de Largo Caballero) y su objetivo. 2ª Su concepción personal del Alzamiento del 18 de julio, y 3ª Su visión del momento actual que vive nuestra Patria.

    La “táctica” significaba tanto como aceptar la dimisión histórica de España. Cifrar el empeño político en que “las derechas gobernaron con un régimen contra el que no había votado la mayoría del país”, es justamente lo que prueba mejor el acierto genial del pueblo que se negó con su decisión en 1936 a seguir esos ideales del liberalismo. La táctica propugnaba el abandono definitivo de la actitud que caracteriza vigorosamente a nuestro pueblo, no dispuesto al “sacrificio accidental” de ofrendar todo lo que es y vale en aras de un sufragio que, como los viejos ídolos, dice precisamente aquello que dictan ocultamente los sacerdotes directores de su culto internacional. Era prestarse a un juego que ya no dominan del todo ni aun las potentes oligarquías yanquis, como lo prueban los dramáticos acontecimientos de estos años (1968) en EEUU, desde que el marxismo ha enseñado a utilizar, hasta sus últimas consecuencias, la fuerza subversiva que encierra la “radical democracia”.

    Estamos viendo que, de triunfar entonces el sistema, todo consistiría ya en aplicar a fondo el principio de que no hay ninguna verdad y todo ha de someterse continuamente a la discusión y el voto… previamente preparados (por la técnica de la encuesta o el sondeo de opinión) y, sin cesar, conducidos por los medios de información y difusión, cuyos “mandos a distancia” ya se sabe quién maneja.

    Constituyen gruesos errores de apreciación: 1º, envilecer el histórico y decisivo Alzamiento de 1936 hasta el ínfimo grado de titularlo, con palabras de un articulista monárquico de “Heraldo de Aragón”, “estruendo de lucha armada” con que ocultar el fracaso político de “las derechas”, y 2º, suponer, con absoluta invidencia, que España ahora (1968) tiene que “superar” el “hondo dualismo” que sigue latente.

    Gil-Robles culpa a las “extremas derechas” confabuladas en contra de su “táctica”, de haber hecho fracasar lo que hubiera sido su gran éxito: “la nacionalización de la República, el éxito político más grande de España después del de Cánovas”. ¿Qué más hace falta? El mismo recoge y acepta esta otra frase del “Heraldo de Aragón”. Luego ya saben las juventudes, que tanto preguntan, cuál fue el ideal de las derechas en la mente de su jefe más significado: lograr un segundo puesto en la línea del éxito político de la restauración.

    Ahora bien, deben saber los españoles jóvenes que la condena de la restauración y del canovismo fue algo en que todos en España coincidieron. Que el espíritu de la restauración fue el mito que inutilizó a Maura. Que cuando Ortega y Gasset soñaba con “nacionalizar la Monarquía”, era a partir del fracaso radical de la restauración que fue el empeño de aclimatar o hacer viable la Monarquía constitucional que llegara a legitimar un sistema (el liberal-demócrata) rechazado por nuestro pueblo como contrario a su íntima constitución orgánica. Y, sobre todo, que no fue ni puede ser ideal válido, intentar con una República de pactos, compromisos y cabildeos, la vana ilusión que no pudo realizar una Monarquía con arraigo de muchos siglos.

    Si Gil-Robles quiere saber cuál es la misión histórica que la mayoría de los que éramos estudiantes en sus tiempos le reconocemos de buen grado haber cumplido con patriotismo, honradez y lealtad, nuestra contestación es esta: él demostró hasta la saciedad que, para España, el antiguo régimen, con Monarquía constitucional o República parlamentaria, era y será un imposible histórico, o, en su caso, una desgracia para la civilización cristiana. En la rigurosa acepción que de lo “imposible histórico” y de las “épocas desgraciadas” nos dio García Morente.

    Jaime MONTERO

    Última edición por ALACRAN; 06/07/2023 a las 14:10
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