XXXVIII
Autoperfeccionamiento de los preselectos
La raza que no quiere estar subyugada por los inferiores y débiles de cuerpo y de espíritu debe engrandecer los biotipos de buena calidad hasta lograr que predominen en la masa total de la población. Una raza debe reproducir sus mejores elementos, no aniquilarlos, no asfixiarlos. Ha de escoger los individuos de elevado potencial biopsíquico y colocarlos en las mejoras condiciones posibles de desarrollo. Política contraria a la democrática, que ha nivelado las clases sociales, en beneficio de los inferiores, en perjuicio de los selectos, para proporcionar medios de vida a la multitud de mediocres.
Precisa un automejoramiento de los selectos en potencia. Es necesario que cada uno de nosotros modifiquemos nuestro modo de existencia, imponiéndonos una disciplina mental, una austeridad, una moral y una actividad altruista que nos haga dueños de nosotros mismos. Puesta la mira en los elevados ideales de la hispanidad, autoperfeccionándonos individualmente, llegaremos, por simpatía afectiva, a constituir grupos sociales de idénticas tendencias, donde fermenten los deseos de automejoramiento del «yo ideal» que todos nos hemos forjado.
Siempre que sintonizamos afectivamente con un tercero, tratamos de imitarle en todo o en parte: fenómeno, elemento o proceso psíquico que los psicoanalistas denominan identificación. El proceso de identificación representa las primicias de las relaciones del niño con sus familiares, pero se renueva en épocas ulteriores de la vida, cuando advertimos comunidad de deseos e intereses en otras personas. Siempre deseamos identificarnos con la persona a quien veneramos y que nos entusiasma, debido a que tal persona es el «yo ideal» a que todos aspiramos. Imitemos a los superselectos de la raza, a los personajes egregios de la ciencia, de las letras y de las armas que nos han legado el espíritu racial hispano. Nunca más identificarnos con toreros, boxeadores o caudillos políticos, astros refulgentes de un día, pronto sumidos en la sombra de la nada.
No es indiferente que el niño se identifique con el Gran Capitán o con Charlot, que se entusiasme con el detective o con el bandido, con Don Juan Tenorio o con Iñigo de Loyola. Infinitos los ejemplos de grandes hombres influidos en su niñez por determinados héroes de la antigüedad. Acaso las glorias de Napoleón engendráronse en su esfuerzo por imitar las virtudes y los pensamientos aprendidos en las páginas de Plutarco. Don Quijote hizo muchas locuras, pero aprendió caballerosidad en los libros de caballería.
Divulguemos en el pueblo, en la masa juvenil principalmente, vidas heroicas que puedan ser otros modelos de «yo ideal». Imite la juventud a los selectos y superdotados, no a los ídolos de la plebe. Es la única manera de dotar a la raza de una aristocracia espiritual que favorezca el desenvolvimiento y desarrollo de las potencialidades raciales de superior categoría.
Propone Carrel un eugenismo voluntario, haciendo comprender a los jóvenes los peligros a que se exponen matrimoniando con personas en cuyas familias existan antecedentes de cáncer, tuberculosis, &c. Igualmente que los jóvenes saben escoger muchachas con dote y sacrifican frecuentemente el amor a los intereses materiales, o se enamoran solamente de ricas herederas, deben pretender muchachas con todas las garantías exigidas por la eugenesia. El problema ofrecería muchas menos dificultades si interviniera el médico de familia como consejero, pues el consejo desinteresado del médico puede evitar muchas uniones que, desde el punto de vista biológico, han de presumirse desgraciadas.
Conformes con la proposición del sabio francés, creemos que el eugenismo voluntario debe comenzar por el mismo individuo, adiestrado desde pequeño a someterse a las reglas de la higiene, además de imponerse severa disciplina moral, para sustraerse a la influencia de un medio ambiente deletéreo. La disciplina constituye el más fuerte baluarte contra el contagio psíquico, por representar un elemento imponderable de educación de la voluntad.
Somos partidarios de una disciplina social muy severa, divisando en ella la salvación de la raza, por imponer a la masa las ideas de los dirigentes responsables. La disciplina educa a las masas, por inculcar el respeto a la jerarquía, que es el respeto a sí mismo. Pero, además, contribuye al autoperfeccionamiento de los preselectos, por recibir y dar ejemplo de subordinación.
Muchos son los métodos pedagógicos de formación del carácter y de educación de la voluntad. Puede seguirse cualquiera de ellos, pues todos son buenos, con tal de que desenvuelvan la inteligencia, el sentido moral y la virilidad. El individuo aislado lucha con dificultad contra un medio ambiente materializado y corrompido; necesita asociarse en pequeños grupos con otras personas que pretendan igualmente el automejoramiento eugenésico. Diez selectos fundaron la Compañía da Jesús, cuya acción se irradia a todo el mundo y que tanto participó en la civilización de los pueblos descubiertos a partir del siglo XVI.
Las Ordenes de Caballería, las Ordenes monásticas y otras instituciones medioevales, nacidas en tiempos de lucha contra la barbarie, eran rigurosas en las pruebas exigidas a los aspirantes y en la conducta observada por sus miembros. Al relajarse los austeros principios fundamentales, también cayeron tales instituciones en franca decadencia. Quienes hayan alcanzado aisladamente cierto grado de autoperfeccionamiento deben agruparse, al objeto de que el mutuo ejemplo corrija las flaquezas y desfallecimientos.
La nación que quiera velar por el porvenir de su raza, debe crear una aristocracia eugenésica, no constituida exclusivamente por atletas, sino por selectos autoperfeccionados y ansiosos de superarse, tanto en la esfera corporal como en la espiritual y moral. Ha de estimularse por todos los medios posibles el desarrollo de las potencialidades de elevada cualidad que se descubran en jóvenes y niños, en lugar de permitir que se derrochen y esfumen en el libertinaje. Ello no quiere decir que hayamos de proletarizar la cultura.
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