Revista FUERZA NUEVA, nº 514, 13-Nov-1976
«Mis conversaciones con Franco»
NO hay duda de que el negocio editorial es un negocio difícil. Naturalmente, hablamos del editor que toma su profesión como una tarea cultural y de formación. Si lo único que se pretende es ganar dinero, sin reparar en los medios, entonces ya todo es más fácil. Basta una cierta profesionalidad, afinado olfato y una buena dosis de falta de escrúpulos.
Es así como al que dicen ser el más importante editor de España (José Manuel Lara, Editorial Planeta), que muchas veces se confesó franquista, y que aseguran fue legionario, le ha cabido la «gloria» de ser el primero en publicar un libro destinado a intentar demoler la figura de Franco, denigrar a su egregia familia, salpicar de lodo a sus fieles colaboradores y envilecer su Régimen.
La portada de este libro, «Mis conversaciones privadas con Franco», del teniente general Franco Salgado-Araújo, nos ofrece una foto de los dos personajes. En su mesa, Franco despacha con el jefe de su Secretaría Militar. Este adopta una actitud muy poco protocolaria: se inclina sobre una esquina de la mesa con ambas manos confianzudamente apoyadas en ella. La postura no es irrespetuosa, por cuanto se trata de dos parientes que durante más de cincuenta años trabajaron juntos. El parentesco, el contacto diario, estableció entre ellos una verdadera fraternidad. El general Franco Salgado-Araújo era un fiel servidor del Generalísimo.
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¿Lo era en realidad? Para contestar tendríamos que saber si el texto de este libro ha salido verdaderamente de su pluma. En sus páginas se recogen, por una parte, sus impresiones personales con abundantes, «Fulano me ha dicho...», «Zutano me asegura...», y, por otro lado, las respuestas y comentarios de Franco a cuestiones que le plantea sobre la actualidad del momento.
• Llama la atención lo extensas que son a veces estas frases y párrafos del Caudillo. Cabe preguntarse si Salgado-Araújo tenía una memoria prodigiosa, dado que no creo que las tomase en taquigrafía, ni en cinta. ¿Recogen, pues, sólo el sentido general de lo dicho? ¿Su contenido es sólo aproximativo? Entonces, ¿por qué destacarlas en letra bastardilla y distinto formato, como alardeando de su autenticidad? Este es uno de los grandes enigmas del libro.
• Otro es la manipulación que puede haber sufrido la parte de texto de exposición personal de Salgado-Araújo. Persona que lo conocía bien asegura que ciertas expresiones no corresponden a su manera de expresarse. La forma como nombra o designa a determinadas personas no es la usual en él. ¿Es esto cierto? ¿La mano pecadora que ha completado ciertos párrafos con frases entre paréntesis, ha trabajado también el resto para darle más mordiente e interés? No puedo afirmarlo, pero hay quien asegura identificar el estilo como el de un conocido escritor ligado a la editorial y uno de los grandes resentidos del Régimen.
• Donde la manipulación es manifiesta es en la parte gráfica, es decir, en los pies de las abundantes fotos. Es evidente que se ha partido de seleccionar las frases más incisivas, particularmente sobre personas, arrancadas de su contexto, para luego buscar una foto que muchas veces no corresponde a la época ni a la situación.
La responsabilidad de esta tarea supongo que se debe poder cargar sobre el director de la colección «Espejo de España» a la que pertenece el libro, don Rafael Borras Betríu, que nunca se distinguió por su amor al Régimen.
• Pero lo que es totalmente inadmisible es que, además, las citas de los pies son en ocasiones citas «ful», que difieren, en mal, del texto. Por ejemplo, en la página 218, junto a una foto de Franco besando a su esposa, se lee: «Carmen -me dice Suances— me es muy simpática por la pasión que siente por su marido, pero comprendo que le hace mucho daño por las amistades que tiene, completamente indeseables.» Pues bien, el texto en cuestión es el séptimo párrafo de la página 222 que acaba: «pero comprendo que le perjudica por las amistades que tiene», sin las otras palabras citadas. Y ya decimos que esto es sólo un ejemplo.
Señalemos con dolor que la señora, nuestra doña Carmen, en la primera parte del libro sale repetidamente mal parada, como si su primo la distinguiese con un «afecto» muy especial. Estas notas son las más repugnantes y de mayor bajeza del libro.
Es en esas mismas páginas, las que corresponden a los años en los que el supuesto autor fue jefe de la Casa Militar del Generalísimo, en las que abundan las notas denigratorias para éste. Según ellas, Franco quedaría como un hombre que se pasaba los días de caza o pesca, dejando abandonadas las tareas del Estado para vivir rodeado de una corte de aduladores que aprovechaban la ocasión para obtener beneficios y prebendas. Muy mala intención tienen también las notas referentes a la finca del Caudillo en Valdefuentes, otro "pierdetiempo" del que se sacaban cuantiosos beneficios.
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Por lo demás, hay bofetadas para muchos: el marqués de Villaverde; Muñoz Grandes, que queda como un ministro del Ejército inepto; García Valiño y su desastrosa actuación como alto comisario en Marruecos; Alonso Vega y su labor en Gobernación; otros ministros, unos reyezuelos sin que S. E. los frene; y embajadores, entre ellos Areilza, entonces rebosante de franquismo. Ruiz-Giménez da la nota cómica con su frase: «¡Sin novedad en el Alcázar de América!», al regresar de un muy largo viaje por aquellas tierras.
Estamos, pues, ante un libro francamente indignante, que nunca comprenderemos cómo doña Pilar Rocha Nogués, viuda de Franco Salgado, que figura como titular del «copyright», ha permitido su publicación. Claro que cuarenta y cinco mil ejemplares iniciales, a ochocientas pesetas, suponen, con Ios derechos de autor habituales del diez por ciento, más de tres millones y medio de pesetas, eso si no se ha contratado en más, como se cree.
Con todo, la verdad es que el libro no consigue dañar la imagen del Generalísimo. En su boca no se podía poner lo que nunca dijo y por ello sus citas parecen bastante auténticas, conformes al cuerpo doctrinal de eso que según Ricardo de la Cierva no existe, llamado franquismo: firme anticomunismo, deseo de permanente unidad, abominación de la partitocracia, rechazo de don Juan de Borbón y la Monarquía liberal, subsistencia de los ideales del 18 de Julio, confianza en don Juan Carlos, etc.
Pese a todo, pues, en las páginas del libro el lector objetivo encontrará un Franco sereno, sencillo, tímido, lleno de sentido común, paciente con los errores ajenos, amante de su familia, preocupado por el mejoramiento de los humildes, agradecido a los leales, ferviente católico y lleno hasta la médula del más ardiente amor por España. Y es que era así. Y por eso le seguíamos.
Ramón MORENO
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