Buen artículo sobre el primer Conde de mi comarca, auqneu ya conocía su historia no está nada mal como información general este artículo
Wifredo el Velloso (en catalán Guifré el Pilós; denominado también Wilfredo, Vifredo, Guifredo o Guilfredo) (?-897), hijo de Sunifredo de Urgel. Conde de Urgel y de la Cerdaña (870-897), de Barcelona y Gerona (878-897) y de Osona (886-897) de facto, si bien de iure no lo fue hasta el 878.
Wifredo pertenecía a un linaje hispanogodo de la región de Carcasona (la tradición fija su nacimiento en las inmediaciones de Prades, en el condado de Conflent, actualmente en el Rosellón francés). Conde de Urgel y Cerdaña en 870, recibió en el año 878 los condados de Barcelona, Gerona y Besalú de los reyes carolingios. Su gobierno coincidió con un periodo de crisis que llevó a la fragmentación del Imperio Carolingio en principados feudales. Wifredo fue el último conde de Barcelona designado por la monarquía franca y el primero que legó sus estados a sus hijos. A partir de entonces, los condados se transmitieron por herencia y los reyes francos simplemente sancionaron la transmisión. De esta forma, se crea la base patrimonial de la casa condal de Barcelona, lo cual ha sido considerado tradicionalmente como el inicio de la independencia de Cataluña.
Aparte de la creación de una extensa base patrimonial y la independencia de facto del reino franco, su realización más importante fue la repoblación de la plana de Vic (878-881), una extensa tierra de nadie situada entre los dominios carolingios y los musulmanes, que posteriormente se convertiría en el condado de Osona. Allí fundó el Monasterio de Santa María de Ripoll y restauró el obispado de Vic.
Orígenes familiares
La leyenda lo hace hijo del conde Wifredo de Arría, caballero de la villa homónima, situada cerca de Prades en el condado de Conflent, uno de los condados de la Septimania bajo soberanía franca, y vengador de la muerte de su padre asesinado por Salomón, al cual Wifredo el Velloso dio muerte. Por tanto, la tradición ha situado el nacimiento de Wifredo en dicha localidad, conocida actualmente como Ria, en el Rosellón (Francia). Ahora bien, a partir del estudio de Ramon de Abadal (La família catalana dels comtes de Carcassona. Genealogía de Guifré el Pilós dins d’Els primers comtes catalans. Barcelona, Ediciones Vicens Vives, 1958 págs 13-29), se considera que Wifredo era hijo de Sunifredo, un noble hispanogodo, nombrado conde de Urgel y de Cerdaña en 834 por el emperador Luis el Piadoso, y de Barcelona, Gerona, Narbona, Nimes, Agde, Besiers y Magalona en 844 por el rey franco Carlos el Calvo. Sunifredo era hijo de Bello, conde de Carcasona en tiempos de Carlomagno. Por ello, los condes descendientes de Sunifredo y de su hermano Suñer I de Ampurias y Rosellón (834-848) recibieron la denominación de bellónidas.
En las luchas dinásticas surgidas en el Imperio franco tras la muerte de Luis el Piadoso (840) y del Tratado de Verdún (843), el conde Bernardo de Septimania, conde de Barcelona y Gerona (825-832 y 835-844), Narbona, Besiers, Agde, Magalona y Nimes (828-832 y 835-844) y de Tolosa (835-844) va a alinearse con Pipino II de Aquitania, en tanto que los bellónidas se mantenían fieles a Carlos el Calvo. En 844, tras haberse apoderado de Tolosa, Carlos capturó a Bernardo y lo hizo ejecutar. En recompensa a la fidelidad a la corona, tras la ejecución de Bernardo, Carlos el Calvo concedió los condados de Barcelona, Gerona, Narbona, Nimes, Agde, Besiers y Magalona a Sunifredo de Urgel y Cerdaña.
Sin embargo, en 848, Guillermo de Tolosa, hijo de Bernardo de Septimania, nombrado conde de Barcelona por Pipino II, se apoderó de este condado y del de Ampurias, en donde hizo ejecutar a Sunifredo y a su hermando Suñer I, leales a Carlos el Calvo. Este hecho significó el fin aparente de los bellónidas.
Las investiduras condales
Las investiduras, por parte de Carlos el Calvo en 870, de Wifredo el Velloso como conde de Urgel y Cerdaña y de su hermano Miró para el cargo condal de Conflent se inscriben en la reanudación del clan bellónida, iniciada en 862 con el nombramiento de los hermanos Delá y Suñer II, hijos de Suñer I de Ampurias y Rosellón y primos hermanos de Wifredo y Miró, como condes de Ampurias.
En junio de 870, en la asamblea de Attigny, y habiendo muerto el conde Salomón de Urgel, Cerdaña y Conflent, un personaje desconocido por carencia de documentación, el joven Wifredo recibió estos honores del rey Carlos el Calvo. El Conflent lo cedió a su hermano Miró (conocido por Miró el Viejo).
Rebelado Bernardo de Gothia, conde de Barcelona, Rosellón, Narbona, Agde, Besiers, Magalona y Nimes, contra Carlos el Calvo, Wifredo el Velloso, ayudado por su hermanos Miró de Conflent y Sunifredo (después abad de Arles), y por el vizconde de Narbona Lindoí, que se pusieron del lado de Carlos y después del de su hijo, Luis el Tartamudo, avanzaron por la Septimania donde eliminaron por la fuerza a los nobles fieles a Bernardo (como el obispo Sigebuto de Narbona), y expulsaron de sus iglesias a los sacerdotes que no les eran partidarios. Esto debío ocurrir a comienzos del año 878, quizás en marzo y abril. La rebelión de Bernardo se hundió. El agosto, el concilio de Troyes, presidido por el papa Juan VIII y por el rey Luís el Tartamudo tomó decisiones religiosas y políticas. En este concilio estarían presentes Wifredo el Velloso de Urgel y Cerdaña, Miró de Conflent, Suñer II de Ampurias y Oliba II de Carcasona como personalidades políticas, y los obispos de Elna, Gerona, Barcelona y Urgel como principales personalidades eclesiásticas de la Gothia. El 11 de septiembre de 878 Bernardo fue declarado desposeído de sus honores, los cuales serían repartidos. En este reparto, Wifredo el Velloso fue investido conde de Barcelona, Osona, Gerona y Besalú. Narbona, Besiers, Agde, condados que hasta entonces iban vinculados al de Barcelona van quedar separados. Su hermano Miró de Conflent recibió el condado de Rosellón. Wifredo cedió la administración de Besalú a su hermano Radulfo (878-920). Sunifredo será abad de Arles y Riculfo obispo de Elna.
La intervención en Osona
Tras las investiduras de 878, los dominios de Wifredo abarcaban tanto la área montañosa -Urgel y Cerdaña- como la marítima -Barcelona y Gerona. Durante todo el siglo IX, excepto en el breve periodo de Sunifredo (844-848), el padre de Wifredo, como conde de Urgel, Cerdaña, Barcelona, Gerona y Narbona, estas dos zonas se habían mantenido separadas, regidas siempre por condes diferentes. En gran parte, porque impedía la comunicación entre ellas el espacio vacío central configurado por las actuales comarcas de Ripollés, el Vall de Lord, Bergueda, Lluçanès, la Plana de Vic, Moianès, las Guilleries y Bagés, territorio despoblado a raíz de los desórdenes de la sublevación de Aisó.
En esta área vacía, se registra una fuerte corriente de inmigración procedente de las comarcas pirenaicas -Pallars, Urgel y Cerdaña- a finales del siglo IX. Tras casi dos siglos, desde los inicios de la crisis de la monarquía visigoda hasta el fin del poder carolingio, de haber acogido a los que abandonaban las llanuras a causa de los riesgos de la inestabilidad política, ahora las tierras de alta montaña habían llegado a padecer superpoblación. Por esto, a mucha gente no le quedó otro remedio que intentar establecerse en las tierras bajas.
Ante de esta situación, Wifredo el Velloso, cuyos condados rodeaban toda esta área de nueva población, intervino en la zona para canalizar la colonización. Nombra veguers para delimitar las áreas de colonización y los núcleos de poblamiento, así como también integra este territorio dentro de las estructuras condales. En un principio, cuando las características y situación de la zona lo permitían, Wifredo anexionó las áreas repobladas a un condado ya existente: Vall de Lord fue incluido dentro del condado de Urgel, y el pagus de Berga -el actual Bergueda- en el condado de Cerdaña. Ahora bien, la región central del Ripollès, Plana de Vic, Lluçanès y las Guillerias configuraban un territorio tradicionalmente estructurado alrededor de las ciudad de Ausona con una tradición étnica propia -era la antiguo país de los ausetanos. Por esto, Wifredo crea un distrito propio, el condado de Osona, dónde también fueron incluidas las tierras de Moianès y Bages, las cuales, a pesar de tener un núcleo tradicional -la ciudad de Manresa- y también una personalidad histórica derivada de haber sido el país de los lacetanos, por su situación de primera línea de frontera con el Islam y por su escaso poblamiento, no tenían la suficiente entidad como para estructurar una demarcación específica; de aquí el valor meramente geográfico y nunca jurídico de la expresión condado de Manresa, frecuente en los documentos. Al nuevo condado de Osona, Wifredo, habiéndose reservado el cargo de conde, en 885 va nombrar un vizconde, con la misión de ejercer las funciones condales en ausencia del conde.
En la vertiente eclesiástica, hizo falta integrar la red de parroquias, erigidas a menudo por los mismos colonos, dentro de la jerarquía episcopal. A consecuencia de su proximidad geográfica, las parroquias del Bergueda y las de Vall de Lord fueron incluidas dentro de la diócesis de Urgel. Ahora bien, en el área central fue necesario restaurar el de obispado de Osona (Ausona), ciudad destruida por la invasión musulmana del siglo VIII. En 886, Wifredo el Velloso consiguió del arzobispo de Narbona, metropolitano de los obispados sur-pirenaicos, el restablecimiento de la diócesis y la consagración episcopal del arcipreste Gotmar. El nuevo obispo hizo erigir la nueva catedral fuera del recinto de Ausona -una ciudad abandonada y en ruinas, debido a las destrucciones provocadas primero por los musulmanes y, después, por la sublevación de Aisó- y la situó en un nuevo núcleo de población, próximo a la antigua ciudad, un vecindario - vicus en latín-, origen de la actual Vic. Dentro de la reorganización eclesiástica de la nueva región, Wifredo fundó los monasterios de Santa María de Ripoll (880) y de San Juan de las Abadesas (885), dotados no sólo de tierras sino también de derechos públicos y privilegios jurídicos. Así, Ripoll recibió los beneficios de los servicios reales debidos por los habitantes de Estiula y Ordina, de las pesqueries del Ter y del Freser, así como también un tercio del impuesto del mercado, y, además, el monasterio fue declarado exento de la jurisdicción de los tribunales condales en materia de homicidios, raptos y otros delitos, al tiempo que a los monjes les fue reconocido el derecho de elegir libremente su abad según la regla de San Benito. El monasterio -femenino- de San Juan recibió, además de grandes latifundios, el castillo de Montgrony con su término y su iglesia. Por su parte, en 899, Emma, hija de Wifredo el Velloso, hecha nombrar abadesa de San Juan por su padre, consiguió del rey Carlos el Tonto un privilegio de inmunidad respecto del gobierno de los condes para la abadesa y el cenobio, puestos bajo exclusiva jurisdicción real; y en 913, obligar, en virtud de una sentencia judicial, a los habitantes del valle de Sant Joan a reconocer la propiedad monacal sobre las tierras que ocupaban. Emma, después de haber ganado un pleito contra su hermano, el conde Miró de Cerdaña, consiguió afirmar la jurisdicción abacial, excluyendo a los pobladores de los alrededores de prestar servicios reales al conde.
La crisis de la monarquía carolingia
Muerto Luis el Tartamudo (879), el reino franco va dividirse entre sus hijos, los dos menores de edad: Luís III recibió Neustria, Austrasia y Lorena, en tanto que Carlomán recibía Borgoña, Aquitania, Septimania y los condados sur-pirenaicos.
El vacío de poder causado por esta sucesión va a agravarse por las muertes sucesivas de Luis III (882) y de Carlomán (884). A causa de los difíciles momentos que pasaba el reino debidos a los continuos ataques de los normandos contra las costas atlánticas, se descartó entronizar a Carlos el Tonto —hijo póstumo de Luis el Tartamudo, de sólo cinco años de edad— y, por tanto buscar un monarca capaz de hacer frente a los invasores escandinavos. En la asamblea de Ponthion (885) los magnates francos optaron por ofrecer la corona al hijo de Luis el Germánico, Carlos el Gordo, rey de Germania coronado emperador por el Papa en 881. Todo el territorio carolingio quedaba, pues, de nuevo bajo el dominio de un único soberano.
Aun así, Carlos el Gordo enseguida demostró que no tenía el temple de su abuelo Luis el Piadoso ni, menos aún, el de su bisabuelo: ante el asedio en París por los normandos entre noviembre de 885 y octubre de 886, Carlos sólo fue capaz de comprar la retirada a cambio de pagarles un tributo. Además, en la Francia oriental, tampoco pudo dominar las revueltas de Franconia, Sajonia, Turingia, Baviera y Suabia. Por todo esto, en 887 Carlos fue destronado.
A la muerte de Carlos el Gordo (888), acontecida en medio de la indiferencia y el olvido general, el sistema carolingio se encaminaba hacia su desaparición. En la Francia oriental, la dinastía parecía poder tener alguna continuidad con el sobrino de Carlos, Arnulfo, hijo ilegítimo de Carlomán de Baviera, proclamado rey de Germania en 887, en revuelta contra su tío, y, pese a su condición de bastardo, coronado emperador por el Papa en 896. Ahora bien, a la muerte de Luis el Niño (899-911), hijo y sucesor de Arnulfo de Germania, los nobles alemanes eligieron rey a Conrado, duque de Franconia, ajeno a la dinastía carolingia la cual ya no volvió a reinar nunca jamás en Germania. Por su parte, en Italia, el destronamiento de Carlos el Gordo (887) inició un proceso de luchas entre los magnates, los cuales consiguieron además convertir el Papado en un instrumento de sus propósitos imponiendo pontífices serviles y de baja condición moral. Finalmente, en la Francia occidental, la persistencia, debido a la vergonzosa capitulación de Carlos el Gordo, de los ataques normandos planteó de nuevo la necesidad de encontrar un monarca con dotes de caudillo militar. En 888, ignorando nuevamente los posibles derechos de Carlos el Tonto, los nobles eligieron rey a Odón, conde de París, que no pertenecía a la estirpe carolingia, rompiendo así el principio de legitimidad.
Los condes catalanes y la crisis carolingia
Siguiendo la tradición del clan, los bellónidas -Wifredo el Velloso, Miró de Rosellón-Conflent y los condes de Ampurias Dela y Suñer II- mantuvieron su fidelidad a los monarcas carolingios Carlomán (879-884) y Carlos el Gordo (885-888), tal y como lo testimonian la visita a la corte real de 881 llevada a cabo por los jerarcas catalanes para solicitar privilegios, y el precepto otorgado en 886 por Carlos el Gordo a Teotario, obispo de Gerona. Ahora bien, esta lealtad de los bellónidas toma, tras muerte de Luís el Tartamudo, un carácter pasivo. Los condes catalanes, si bien no se alzaron nunca contra los reyes carolingios, evitaron implicarse en las luchas del reino. En 879, Luis III y Carlomán marcharon contra Bosó, autoproclamado rey de Provenza, título privativo de los descendientes de Carlomagno. Los condes catalanes se posicionan a favor de Carlomán pero no se unieron a la expedición, actitud bastante diferente de la decidida y firme actuación, sólo dos años atrás, de Wifredo y Miró en Septimania contra los seguidores de Bernardo de Gothia. Igualmente, los jerarcas sur-pirenaicos no asistieron a la asamblea de Ponthion (885) puesto que, para los condes catalanes, los ataques normandos representaban una cuestión ajena y lejana.
Por todo esto, los bellónidas rechazaron, en un primer momento, al rey intruso Odón (888-898) pero tampoco se alzaron contra el usurpador en defensa de los derechos del carolingio Carlos el Tonto. A su vez, Odón, absorbido por las luchas contra los normandos, no pudo llevar a cabo ninguna actuación política en el sur del reino, aun cuando, al final, va haber un cierto acercamiento de los condes catalanes hacia este rey, debido a la crisis eclesiástica motivada por el actuación irregular del presbítero Esclua.
En 886, aprovechando la ausencia del arzobispo Teotardo de Narbona, el clérigo Esclua fue a Gascuña y se hizo consagrar obispo de Urgel, diócesis de dónde, por instigación del conde Ramón I de Pallars-Ribagorza y con la aprobación tácita de Wifredo el Velloso, conde de Urgel, va a expulsar al obispo titular Ingoberto. La situación se complica, cuando Esclua pretende proclamarse metropolitano de la Tarraconense, sustrayendo así las diócesis catalanas a la obediencia de Narbona. Con esta condición de metropolitano, el obispo intruso de Urgel intervino en el contencioso creado en 887, cuando los condes Dela y Suñer II de Ampurias rechazaron a Servus Dei, clérigo consagrado obispo de Gerona por el metropolitano Teotardo de Narbona, de acuerdo con Wifredo el Velloso. Accediendo a las peticiones de los condes ampurianos, Esclua consagró, con la colaboración de los obispos de Barcelona y Vic, a un nuevo obispo de Gerona en la persona de Eremir. En 889 Servus Dei tuvo que refugiarse en el monasterio de Bañolas. Por otra parte, en 888, Esclua recompensó a Ramon I (le debía su acceso a la sede de Urgel) con la erección del obispado de Pallars, al tiempo que, para asegurarse el apoyo de Suñer y Dela, se dispone a restablecer la antigua sede de Ampurias, existente hasta la invasión musulmana.
Si en un primer momento, Wifredo el Velloso toleró el destronamiento de Ingoberto -parece que no había una relación demasiado buena entre ambos-, ahora, por su amistad con Teotardo de Narbona, no podía admitir las pretensiones metropolitanas de Esclua. Además, por el interés de los condes en la existencia de sedes episcopales en sus dominios, para controlarlas situando familiares próximos o negociando la concesión a cambio de contrapartidas políticas o económicas (de aquí la actuación de Ramón I y de Dela y Suñer II en todo este asunto), Wifredo no podía permitir la erección de unos nuevos obispados -Pallars y Ampurias- constituidos recortando el territorio de diócesis situadas en sus condados de Urgel y Gerona. Por todo esto, ahora Wifredo se posiciona en contra de Esclua y a favor de Teotardo y de los obispos destituidos, Ingoberto y Servus Dei.
Ante esta situación, los condes de Ampurias creyeron conveniente acercarse a Odón y reconocerlo como rey incluso aunque fuera un intruso. En 889 el conde Suñer II y el obispo Eremir acudieron a Orleans, a la corte de Odón y obtuvieron unos preceptos que, en el condado de Osona, incluían una serie de donaciones reales a favor del obispado claramente lesivas para Wifredo el Velloso. Fortalecidos, pues, por esta aprobación real, Suñer y Dela ocuparon el condado de Gerona, calculando que Odón les podría conceder la investidura. En estas circunstancias, Teotardo también decidió acercarse a Odón, de quien obtuvo un precepto de protección real para la archidiócesis de Narbona. Aprovechando la reconciliación del obispo Gotmar de Vic con Wifredo, Teotardo pudo convocar, en 890, en Port -localidad próxima a Nimes- un concilio con la asistencia de los arzobispos metropolitanos de Arles, Aix-en-Provence, Embrun, Apt y Marsella como también de los titulares de diócesis sufragáneas de Narbona: Nimes, Carcasona, Albi, Uzès, Magalona, Agda, Besiers, Tolosa, Lodeva, Elna y Vic. En este concilio, dónde se formuló una condena a las usurpaciones de Urgel y Gerona, el obispo Gotmar de Vic se declara arrepentido de haber colaborado con Frodoi de Barcelona y Esclua en la consagración anticanónica de Eremir, y obtuvo el perdón de los padres conciliares, con el encargo de comunicar las resoluciones sinodales a Suñer II de Ampurias.
La crisis eclesiástica se cerró definitivamente con un nuevo sínodo en Urgel (892) dónde Esclua y Eremir, obligados a comparecer, serían desposeídos formalmente de las sedes que ocupaban, las cuales fueron restituidas a sus legítimos titulares. El obispo Frodoi de Barcelona conservó la mitra sólo porque obtuvo el perdón del arzobispo Teotardo. De todo el asunto, sólo sobrevivió, temporalmente, el obispado de Pallars. En 911 se reconoció que esta diócesis, subsistiría sólo en vida de su titular Adolfo. Aún así, Atón, hijo del conde Ramón I consiguió suceder a Adolfo y regir el obispado hasta su muerte, el 949. En ese momento, la diócesis pallaresa se estinguió y sus parroquias fueron reintegradas al obispado de Urgel.
El asunto Esclua es un testimonio de la pérdida del control de la situación en los condados catalanes y de otras regiones meridionales del reino por parte de la monarquía franca a finales del siglo IX. De una parte, en el sur de los Pirineos los únicos condes que reconocieron a Odón como rey fueron los de Ampurias y nada más por su interés en afirmar la situación de Eremir como obispo de Gerona. Wifredo el Velloso, Mirón de Rosellón-Conflent y Ramón I de Pallars no hicieron ningún acto de acatamiento a este monarca, de ahí que no recibieran nunca ningún precepto real. Se permitieron, por tanto, mantener una actitud de rechazo hacia un soberano al que consideraban ilegítimo. Por otra parte, en toda esta crisis, los monarcas -tanto el carolingio Carlos el Gordo (885-888) como el intruso Odón (888-898)- mantuvieron una actitud pasiva, inconcebible en tiempos de Luis el Tartamudo y sus predecesores -Carlos el Calvo, Luis el Piadoso, Carlomagno y Pipino el Breve. Estos soberanos, de haberse encontrado con un asunto de estas características, habrían actuado enérgicamente enviando una comisión de missi dominici a resolver el problema. En cambio, Carlos el Gordo no tomó ninguna medida ante las deposiciones contra derecho de Ingoberto de Urgel (886) y Servus Dei de Gerona (887), y, a su vez, Odón mantuvo una actitud incoherente concediendo privilegios primero a Eremir (889) y, después, a su rival Teotardo (890). Para Odón, conceder privilegios a todo aquel que acudía a su corte era un medio para conseguir ser reconocido como rey, y no una actuación orientada a resolver la crisis, superada, por lo tanto, gracias a la actuación no tanto del monarca sino de los poderes eclesiásticos y civiles de la región mediante los concilios provinciales de Port (890) y Urgel (892) dónde el ausencia de delegados del soberano permitió el destronamiento de Eremir, así como de los preceptos reales que había obtenido en 889.
La muerte de Wifredo
Hacia 883 u 884 los musulmanes se sintieron amenazados por el expansión de Wifredo el Velloso, el cual estableció posiciones (Cardona por ejemplo) en Osona, en Bergueda y en Vall de Lord (y algunos puestos avanzados en el Valle de Cervelló en el sur del río Llobregat). La frontera del condado pasaba al norte de Solsona seguramente por Besora, Tantallatge y Correà. La de Berga por Sorba, Gargalla y Serrateix; y la de Osona por Cardona, Manresa y Montserrat. Por todo ello, la ciudad de Lérida fue fortificada por los Banu Qasi. Wifredo vio esto como una provocación y atacó la ciudad gobernada por el valí (gobernador) de la familia de los Banu Qasi, Ismail ibn Musa. El ataque no salió bien. El historiador Ibn al Athir dice que los musulmanes hicieron una gran matanza entre los atacantes. El sucesor de Ismail, Lobo Ibn Muhammad atacó Barcelona unos años después, y Wifredo moriría en la lucha el 11 de agosto de 897. Sus restos permanecen en el monasterio de Ripoll.
La sucesión
La prueba más clara de la descomposición del poder real en el reino franco fue la trasmisión hereditaria de los condados, práctica iniciada en 895: muerto Miró el Viejo, su condado de Rosellón pasó, sin ninguna clase de intervención del rey Odón, a Suñer II de Ampurias, en tanto que el de Conflent fue para Wifredo el Velloso, conde de Osona desde 885 sin haber recibido la investidura real de este condado. Así pues, los reyes perdieron la facultad, que habían tenido en el siglo IX, de nombrar y destituir el condes, los cuales, por ello, dejaron de ser unos delegados del monarca para convertirse en pequeños soberanos de sus dominios.
La transmisión hereditaria de los condados era una práctica ilegal que, además de negar la autoridad del rey, convertía un cargo público en patrimonio familiar; de aquí que a finales del siglo IX no se hubiera establecido un criterio por determinar como se tenía que llevar a término la sucesión. Por esto, a la muerte de Wifredo el Velloso (897), en un primer momento, sus hijos -Wifredo Borrell, Miró, Sunifredo y Suñer- optaron por gobernar conjuntamente todos los dominios de su padre y administrarlos bajo presidencia del primogénito, Wifredo Borrell, primus inter pares. Pero pronto, cuando cada uno de los condes cogobernantes tuvo descendencia, hizo falta abandonar la idea de herencia conjunta y, entonces, cada hijo transmitió individualmente a sus herederos la parte del conjunto condal que gobernabla: Wifredo Borrell, junto con Suñer, Barcelona, Gerona y Osona; Sunifredo, Urgel; y Miró, Cerdaña, Conflent y Berga.
"La raza, la hispanidad, es algo espiritual que transciende sobre las diferencias biológicas y psicológicas y los conceptos de nación y patria."Cardenal Gomá
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La visión histórica de Wilfredo
La visión actual sobre Wifredo el Velloso, especialmente en Cataluña, viene aún condicionada por la imagen fraguada por los historiadores catalanes del siglo XIX de Wifredo como la artífice no ya de la independencia de los condados catalanes sino del nacimiento de Cataluña. Esta idea, popularizada durante la Renaixença por el dramaturgo Serafín Pitarra con su frase Fills de Guifré el Pilós, això vol dir catalans (Hijos de Wifredo el Velloso, esto quiere decir catalanes). Y así se difundieron en Cataluña leyendas como la del origen de las cuatro barras de la señera catalana -herido de muerte luchando contra los sarracenos, Wifredo el Velloso se mojó los dedos con sangre de la llaga, los pasó por encima de su escudo y así se creó la bandera de Cataluña- inventada, por lo visto, en el siglo XVI.
Los orígenes de esta visión, que junto al Wifredo histórico -un magnate del Imperio Carolingio que aprovechó el colapso del poder real para construirse un dominio propio- ha hecho surgir un Wifredo mítico -creador de Cataluña y, pues, padre de la patria catalana- tiene origen en la Gesta comitum barchinonensium, escrita en el siglo XII por los monjes de Ripoll. En esta obra, para justificar el inicio, a finales del siglo IX, de la transmisión hereditaria de los condados, se sobredimensionó la figura de Wifredo el Velloso, inicio de la Casa de Barcelona, haciendo de él un héroe que, con su esfuerzo, luchando decididamente contra los musulmanes y los francos, consiguió la independencia de Cataluña.
Aún así, hace falta reconocer la importancia histórica de Wifredo. Como afirma Ferran Soldevila, si un personaje histórico es exaltado por la leyenda, es que de verdad fue grande - y así, podría añadirse nosotros, nunca nadie hará un héroe de leyenda de un gobernante inepto y mediocre como fue, por ejemplo, el conde de Barcelona Berenguer Ramón I (1017-1035), tataranieto del Velloso, al contrario que otras grandes figuras de la estirpe como por ejemplo Jaime I (1213-1276)-. Ahora bien, la "grandeza" de Wifredo se basa tanto en su habilidad para situarse políticamente en un momento crucial como fue la crisis del Imperio Carolingio, un terreno bastante resbaladizo dónde otros más ambiciosos que él -caso de Bernardo de Gothia- fracasaron, mientras que los sucesores de Wifredo lograron los cargos de conde por simple transmisión familiar; como la capacidad de saber intervenir en la repoblación de la área central de los condados estructurando el condado de Osona y el obispado de Vic, hechos capitales para la futura vertebración de Cataluña. Pero de ninguna forma, en el logro de la independencia de los condados. Hace falta repasar los hechos: en 878, Wifredo obtuvo los condados de Barcelona y Gerona por haber colaborado con el rey en la represión de la revuelta de Bernardo de Gothia, abortando así un intento de romper con la monarquía carolingia. Por lo tanto, de no haberse acontecido el hecho fortuito de la muerte prematura de Luis el Tartamudo, en 879, origen de la descomposición de la orden carolingio, la actuación de Wifredo habría llevado, muy probablemente, no a ninguna independencia sino a la pura y simple consolidación del poder real franco al sur de los Pirineos. Menos aún resulta sostenible su presunt condición de creador de la nación catalana. De una parte, el nacimiento de una nación siempre es el resultado de un largo proceso dónde intervienen toda clase de fenómenos sociales y no la realización de una idea concebida por un gobernante por genial que sea. Por otra, Cataluña no se nos aparece como realidad formada hasta finales del siglo XII, trescientos años tras la muerte de Wifredo.
"La raza, la hispanidad, es algo espiritual que transciende sobre las diferencias biológicas y psicológicas y los conceptos de nación y patria."Cardenal Gomá
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