Respuesta: Guerras carlistas
"(...) En el mismo Cádiz nombraron diputados y suplentes a personas originarias de las diferentes provincias españolas y que allí residían. El 24 de septiembre de 1810 se reunieron los "elegidos"; sólo había 107 diputados de los 231 que debían formar tales Cortes; y de los que acudieron, 59 eran suplentes. Aquello no pasaba de una tertulia en la que cada uno de los conversadores no tenía otra representación que la meramente personal. Pero grande era la prisa por llevar el plan a cabo. Pues si el origen de las Cortes era contestable, lo verdaderamente malo fue el espíritu que en ellas se impuso, y mientras unos vertían su sangre en los campos de batalla, otros, emboscados en Cádiz, el único sitio de España libre de la miseria, inoculaban el veneno de mil herejías y disparates.
Soberanía nacional, libertad de imprenta, supresión del voto de Santiago y de la Inquisición, reducción de las Comunidades religiosas, todo esto se aprobaba entre un notable acompañamiento de escándalos y coacciones. Porque allí sólo los liberales podían hablar. Tenían éstos sus cuadrillas de gentuza que desde las galerías jaleaban a los oradores revolucionarios e impedían intervenir a los llamados serviles ---tradicionalistas primeros---, sobre los cuales llovieron procesos y expulsiones. En suma, unos intelectuales afrancesados estaban haciendo la Revolución, mientras contra la Revolución luchaba el pueblo.(...)"
"(...) La conducta solapada y artera del enemigo culminó en aquella Constitución de 1812, que para ocultar su pernicioso contrabando hasta se puso máscara de Unidad Católica. Pero qué valor tenía esto ya si todo lo echaba a rodar la libertad de imprenta, alumbradora a diario, ya por aquél entonces, de impiedades, burlas antirreligiosas y conceptos del todo protervos y destructores; si la publicación del Diccionario crítico-burlesco de Bartolomé José GALLARDO, lleno de escarnios y chacota para la Religión, sus ministros y enseñanzas con la polvareda que levantó y hasta desafíos, fue seguida del triunfo del autor y el encarcelamiento de sus impugnadores, por lo que la consideró MENÉNDEZ Y PELAYO "la primera victoria del espíritu irreligioso en España".
Aquella Constitución, hecha de espaldas a la realidad nacional, a sus principios, pensamientos, costumbres y aspiraciones, colmó una división que se acrecentaría más y más, relajó el sentimiento religioso, aflojó los lazos de la Patria y minó el prestigio de la Corona. Pero el intento de quebrar la Tradición y su línea de saberes, convicciones y anhelos había de chocar con la repulsa de las masas.
Al ¡Viva la Constitución! contestaba el pueblo con un ¡Viva la Pepa! tan sentido y hondo que se ha incorporado a nuestro folk-lore como símbolo de juerga, cachupinada y gatuperio. Porque era "la mayoría del pueblo desafecta al nuevo régimen", nos cuenta PIRALA, historiador liberal. Y a Modesto LAFUENTE le parecía raro el tono de la Constitución del 12 "en una época en que se conservaban vivas en España las tradiciones y los inveterados hábitos del antiguo régimen". Y MESONERO ROMANOS habría de decirnos: "Estas ideas revolucionarias eran ¿por qué negarlo?, repulsivas a la inmensa mayoría del pueblo español".
Las Guerras Carlistas, Juan José PEÑA e IBÁÑEZ. EDIT. ESPAÑOLA S.A. 1ª Edic. San Sebastián 1940. Cap. "El veneno escondido", pp 30-31
Última edición por Valmadian; 26/09/2009 a las 13:41
"He ahí la tragedia. Europa hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma europea choca con una realidad artificial anticristiana. El europeo se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.
<<He ahí la tragedia. España hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma española choca con una realidad artificial anticristiana. El español se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.>>
Hemos superado el racionalismo, frío y estéril, por el tormentoso irracionalismo y han caído por tierra los tres grandes dogmas de un insobornable europeísmo: las eternas verdades del cristianismo, los valores morales del humanismo y la potencialidad histórica de la cultura europea, es decir, de la cultura, pues hoy por hoy no existe más cultura que la nuestra.
Ante tamaña destrucción quedan libres las fuerzas irracionales del instinto y del bruto deseo. El terreno está preparado para que germinen los misticismos comunitarios, los colectivismos de cualquier signo, irrefrenable tentación para el desilusionado europeo."
En la hora crepuscular de Europa José Mª Alejandro, S.J. Colec. "Historia y Filosofía de la Ciencia". ESPASA CALPE, Madrid 1958, pág., 47
Nada sin Dios
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