1497: Llegada de los primeros Indios a Europa
El 23 de Abril de 1497 una extraña comitiva avanzaba por la Calle de la Puebla de Burgos hacia la Casa del Cordón. Al frente de ella iba un fraile franciscano con muy crecida barba a quien escoltaban dos gentiles mozos ricamente vestidos. Detrás venía un nutrido grupo de indios totalmente desnudos; como en su tierra se acostumbra, tan solo aderezados de penachos de plumas y brazaletes, lo que a su paso causaba gran escándalo entre las recatadas gentes de la Cabeza de Castilla.
CASA DEL CORDÓN DE BURGOS
En la Casa del Cordón les esperaba la Corte de Castilla presidida por los Reyes Católicos sentados bajo su solio ceremonial.
Quien iba a ser recepcionado con tan altos honores no era otro que el Almirante de Castilla D. Cristóbal Colón que a la vuelta de su segundo viaje a las Indias Occidentales había querido presentarse con el Hábito de San Francisco como muestra de humildad, en vez de las lujosas vestiduras que a su elevado rango correspondían, de su cintura colgaba el Cordón de la Orden, el mismo que en piedra exornaba y aun enmarca la portada del Palacio entre unicornios y dragones. Le acompañaban sus hijos Don Diego y Don Fernando.
PORTADA DE LA CASA DEL CORDÓN
Entre los indios del sequito venían el hermano y el hijo del Gran Cacique Caribe Caonabó, quien también venía a Burgos pero desafortunadamente había muerto durante la dura travesía atlántica.
Así nos lo narra el Bachiller Andrés Bernáldez quien era cronista del Almirante: ...“que fue mi huesped e me dexo algunas de sus escripturas... e vino en Castilla vestido de unas ropas de color de habito de San Francisco de la observancia y en la hechura poco menos que habito, e un cordon de San Francisco por devocion y trujo consigo algunos indios, al gran Cacique Caonaboa, e a un su hermano, e a un su fijo de fasta diez años... muriose el Caonaboa en la mar o de dolencia o de poco placer”.
Tanto Bernáldez como Pedro Marguerite castellanizan en sus crónicas el nombre de Caonabó, cuyo nombre significa “Señor de la casa de oro” y era el Gran Cacique Soberano de Maguana en la región de Cibao de la actual Republica Dominicana, aquella isla que entonces se llamaba “La Española”. Su esposa era Anacaona que se traduce como “Flor de Oro” y que a su vez era la Caciquesa de Xaragua, mujer de gran belleza y gentileza que había recibido a los españoles ofreciéndoles trescientas muchachas vírgenes mientras les cantaba poemas propios en los areytos (grandes festejos tribales).
ILUSTRACIÓN ANTIGUA DONDE SE VE A CAONABÓ Y ANACAONA
Es de notar que en estos areytos, dada la desnudez de las indias y la proverbial fogosidad de los españoles se produjese algún desmán como se desprende de las advertencias del propio Almirante: ... “porque no aya causa que ninguna persona, de cualquier grado o condiçión que sea, vaya a rescatar cosa ninguna de los indios y los hazer dos mill enojos, y es cosa que es mucho contra su voluntad y deserviçio del Rey e de la Reina, nuestros Señores, porque Sus Altezas desean más la salvación d´esta gente, porque sean cristianos, que todas las riquezas que de acá puedan salir; así que bien proveído va, y se debe de contentar cada uno que Sus Casiques les manden pagar para comer y otras cosas que neçesarias vos fueren”.
ILUSTRACIÓN ANTIGUA DONDE SE VEN INDIAS Y ESPAÑOLES SOLAZÁNDOSE EN EL AGUA
Aun así, entre los presentes que traían los indios para sus Católicas Majestades venían objetos, animales y plantas antes nunca vistas de este lado de la mar océana, tales como guacamayos, árboles y plantas desconocidas, (tal vez entre ellas la patata), aunque lo que más del gusto de los Soberanos fue “la corona del Cacique Caonaboa, muy alta, con alas en forma de adargas, con grandes ojos y en la frente un ídolo sentado”.
Esta vez es el Paje Cronista del Príncipe Don Juan quien nos lo relata: ... “Fizieron una grand presente a los Reys de muchas cosas i muestras que troian de las Indias, ansi de diversidad de pajaros, animales, como de arboles, plantas, instrumentos i otras cosas de que los indios se sirven en sus casas i placeres i ansi mesmo de muchas mascaras i cintas con varias figuras en las quales en logar de ojos i orejas ponen los Indios ojos de oro i ademas oro en grano, como le produjo la natura, pequeno y grueso como habas i garbanzos, i algunos granos como huevos de palomas”.
Dicho oro lo donó la Reina Isabel de Castilla a la Cartuja de Miraflores de Burgos para que Diego de la Cruz dorara su incomparable retablo tallado por Gil de Siloé.
RETABLO CENTRAL DE LA CARTUJA DE MIRAFLORES Y ENTERRAMIENTO DE JUAN II DE CASTILLA
Con posterioridad en dicha Casa del Cordón se reunió la “Junta de Pilotos” con asistencia de Juan de la Cosa, Vicente Yáñez Pinzón, Juan Díaz Solís y Américo Vespucio y aun mas tarde en el mismo Palacio se redactaron y publicaron “Las Leyes de Burgos de 1512” donde, entre otras cosas, se regulaban aspectos que favorecían a los indios, pero esto ya es materia de otro trabajo.
CARTELA CONMEMORATIVA EN LA FACHADA DE LA CASA DEL CORDÓN
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