Editorial
CATALANISMO ARTIFICIAL
Los separatismos han aprendido a jugar con los sentimientos primarios de la gente, un nacionalismo tosco en lo intelectual pero muy efectivo en lo sentimental, juega con el egoísmo local, el victimismo ancestral y hábilmente usa la lengua y los viejos usos y costumbres como “hechos diferenciales” sobre los que edificar su exclusivismo.
El problema es que en Cataluña, pudiendo los socialistas, no han querido gobernar de forma integradora y han escogido, cegados por el ansia de poder, la política insolidaria y contraria a la igualdad de la alianza con el separatismo. No nos encontramos con una demanda mayoritaria y natural del pueblo. El sentimiento separatista ha sido siempre minoritario. Pero cuando desde los poderes políticos y económicos se dedica un esfuerzo considerable a excitar ese sentimiento. A utilizar una variedad cultural que es patrimonio de todos y a todos nos enriquece, como elemento disgregador para hacer creer al catalán que es diferente del castellano, andaluz o extremeño y que se merece un trato exclusivo, porque en el fondo es mejor y más espabilado que el resto de españoles que solo han estorbado su desarrollo, la sociedad sometida a tal presión acaba tarde o temprano por creerse semejante discurso.
Y no tenemos más que mirar en qué gasta el dinero de todos nuestros impuestos el tripartito. Mientras el barrio del Carmelo sigue demandando ayudas y los informes sobre la pobreza revelan que en España hay 1.200.000 personas por debajo del umbral mínimo de ingresos, la coalición socialista, comunista y separatista, la coalición de progreso nos dicen ellos, tira el dinero de los contribuyentes en fomentar su nación catalana.
Por ejemplo 3.848.925 euros han ido a parar a asociaciones dedicadas a propagar las ideas catalanistas. La Generalitat invierte en aquellos grupos sociales más radicalizados. Por ejemplo, la Asociación Catalana de Ex presos Políticos recibió 12.000 euros para la organización de actividades que fomenten la “recuperación histórica”. Otros 30.000 euros han ido a parar a la curiosa Fundación de Scouts Laicos.
Pero la Generalidad sobre todo invierte trimestralmente cerca de cuatro millones de euros en financiar asociaciones que fomenten la cultura y la lengua catalana. ¿Contribuye al progreso de Cataluña los miles de euros dedicados a traducir The Economist al catalán? ¿Esperaban con ansiedad los menesterosos un vocabulario del juego de la petanca en catalán? Además, el Gobierno regional se apoya en las asociaciones civiles que fomentan el etiquetaje en catalán que asfixia al empresariado. La Asociación Multilingüísmo recibió nada menos que 60.000 euros para apoyar su campaña por el “etiquetaje multilingüe”. Y el apoyo del etiquetaje catalán llega a Valencia con 12.000 euros, la cantidad recibida por la Asociación Tirant lo Blanc para fomentar su campaña de “normalización lingüística” en el etiquetado.
Este catalanismo de chequera nada tiene que ver con el autentico sentimiento de los catalanes. Sin embargo a base de su abuso, las voluntades y las inteligencias se tuercen, los años y años de gobiernos nacionalistas consiguen artificialmente lo que la espontaneidad natural del pueblo no da. Por ello la idea en Vascongadas de un gobierno no nacionalista, incluso de coalición entre PP y PSOE, era tan importante, por ello en Cataluña también lo es. El problema es que en Cataluña, pudiendo los socialistas, no han querido gobernar de forma integradora y han escogido, cegados por el ansia de poder, la política insolidaria y contraria a la igualdad de la alianza con el separatismo.
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