De Prada acierta: la causa del separatismo que España no quiere ver

No lo explica todo, pero nos da la clave.




Juan Manuel de Prada
es un escritor que piensa por libre. Hace novelas a lo Dostoyevski, caudalosas, boreales, ficciones preñadas de verdad. Su última obra, la inmortal Morir bajo tu cielo, junta a los personajes en la homérica defensa de Baler. Dos de ellos son la hermana Lucía, consagrada; y el valeroso guerrillero separatista Teodorico, filipino y educado por los frailes. Ambos cruzan unas palabras que explican mucho del nacionalismo que padecemos en Cataluña:

“-Y, gustándole el Quijote, Teodoro, ¿cómo se explica que combata a España?

- ¿Combatirla?- Su voz se enronqueció, como lastrada de un dolor milenario-. Diga más bien que ella nos combate porque se entregó, se dejó poseer, por hijos de mala madre que la adulteraron hasta hacerla irreconocible. ¡Cómo hubiese deseado amar a España! ¿Recuerda lo que decía el morisco Ricote, otro personaje del Quijote? ‘Es dulce el amor de la patria'”.

El nacionalismo es una ideología del siglo XIX, romántica y artificial, degeneración del patriotismo (San Juan Pablo II dixit), estimulado por el resentimiento, que reinventa Cataluña para adecuarla a un diseño oficinesco. Hay pocos nacionalistas auténticos en Cataluña, y han perdido mucho crédito: su druida, Jordi Pujol, es un estafador confeso, sus 35 años de gestión nos han arruinado y desprestigiado, y sus exageraciones resquebrajan la convivencia catalana.

Las promesas de Catadisney han arrastrado a muchos. Pero la razón por la que tantos catalanes que no son nacionalistas han caído en el separatismo es clara: la fealdad de España, corrupta, tiesa, burócrata, materialista, partitocrática y cutre, que nos han construido los politicastros. Sí, y más acusadamente en Cataluña; pero aquí el Règim y sus medios se encargan de que miremos sólo al “enemic que ens vol aixafar”, el culpable de todo.

¿Hay que acabar con el separatismo? Embellézcase España
, ahóguese el mal en el bien, recobre su aplomo y alegría, pronuncie su palabra de trascendencia, disfrute del bien y la belleza, persiga lo más alto, sea lo que vino a ser, y se desharán los ascos que muchos sienten al contemplar en qué han convertido España sus gobernantes e ideólogos. Lo dijo mejor nuestro poeta Verdaguer:

¿Per terrejar en lo món

jo al cor tindria unes ales?
Que terregen les perdius
i jo m’encele amb les àligues.
Y sí, el Quijote tiene razón: mientras el nacionalismo es amargo, “es dulce el amor de la patria”.

Dolça i patriota Catalunya…


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