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Tema: Adolfo Marsillach (1868-1935), un patriota olvidado

  1. #1
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    ALACRAN está desconectado "inasequibles al desaliento"
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    Adolfo Marsillach (1868-1935), un patriota olvidado

    (No confundir con su nieto, farandulero progre del mismo nombre, inicialmente falangista y finalmente antifranquista confeso, fallecido en 2002).

    ADOLFO MARSILLACH, UN PATRIOTA OLVIDADO

    Mientras el Ejército va reconquistando palmo a palmo la tierra española para recoser los pedazos a que la había reducido la traición, acude con frecuencia a nuestro recuerdo la evocación de un hombre heroico que consagró, toda su vida a velar, con el celo de un inquisidor mayor, por la amenazada -y al fin, maltratada—unidad de la Patria. Hemos nombrado, con trémolos de emoción en el rasguear de la pluma, a aquel periodista batallador y valeroso que se llamó Adolfo Marsillach.

    Cuarenta años de lucha contra el separatismo, matriz paridora de todos los males, sólo le produjeron estrecheces y sinsabores, mientras sus enemigos, que lo eran por serlo de España, se encaramaban a todas las cimas del Poder y gustaban el placer morboso de deshacer una nación forjada con dolor y esfuerzo por la Geografía y la Historia, en muchos siglos de comunes afanes. No se doblegó nunca, no claudicó jamás. Vivió de lo que le rendía modestamente su pluma y cubría el déficit crónico de su presupuesto arrancando cada mes un pedazo al pequeño patrimonio heredado. Por eso murió en la pobreza, viejo y enfermo, casi olvidado de todos, con el dolor de ver que su labor de tantos años, su obra infatigable de defensor de la unidad española, no había servido para nada ante la obcecación suicida de un pueblo que no sabía reaccionar contra sus enemigos, y que parecía empeñado en labrarse su propia ruina.

    No hubo pluma más constante que la suya para anunciar la catástrofe a que nos llevaba el separatismo, ni voz más sincera para desenmascarar a los que llamándose suavemente regionalistas, lo que alentaban en realidad eran propósitos secesionistas. Más que a los partidos extremos del catalanismo, más que a los anarquistas, temía y reputaba como enemigos de España a los hombres de la Lliga.

    —Son peores que Maciá—me decía cada vez qué hablábamos de los jefes de este partido de historia siniestra.

    En alguna ocasión estas gentes intentaron sobornarle, hacerle abandonar aquella especie de monomaniaco delirio españolista que resultaba tan inoportuno. Imposible. La voz de Adolfo Marsillach tronaba infatigablemente contra los traidores, denunciando mil veces ante la adormecida opinión española el gran crimen que se estaba fraguando.

    Se organizo entonces la persecución sin tregua de este hombre bueno, honrado e indulgente que era para todos Adolfo Marsillach, acorralándolo como si se tratase de una alimaña. Se le cerraron las páginas de todos los periódicos de Cataluña, se le impidió el acceso a todo cargo público, y hasta su hijo, periodista brillante y expertísimo, alcanzado también por la persecución, se vio forzado a ocultar su primer apellido para que los periódicos catalanes admitiesen sus trabajos.

    Un periódico catalanista escribió cierta vez: "Contra Marsillach, todos los catalanistas, lo mismo los de izquierda que los de derecha, nos hallamos unidos."

    Y era verdad. Todo el catalanismo, que era, aunque ahora se quiera hacer creer otra cosa, la mayoría de Cataluña, lo odiaba por el único delito de defender a España, porque era un patriota insobornable que no se cansaba de denunciar traiciones y, sobre todo, porque cometía la enorme audacia de declarar que, entre una España empobrecida y triste, y una Cataluña traidora, él, catalán, optaba por la primera.

    ¡Pobre Marsillach! Murió, cuando ya parecía perdida toda esperanza de recobrar la España que él amaba y servía; cuando el separatismo de todos los matices, orgulloso de su triunfo, se creía invencible, y ya no sólo en Cataluña, sino en todo el ancho campo nacional era delito dar un viva a España.

    Días antes de morir, cuando el cáncer que le llevó al sepulcro roía su pobre vida, aún me contaba con lágrimas en los ojos que no había perdido por completo la confianza en España.

    —Todo esto—me decía—no es sino una pesadilla horrible que pronto ha de pasar. Yo no puedo creer que España haya llegado al grado de envilecimiento que habría que suponerle si frente a todas estas desventuras no tuviese una reacción.

    ¡Qué gozo sería el suyo si pudiese al par nuestro gustar del espectáculo glorioso de esta España alzada contra sus enemigos en heroica cruzada de reconquista nacional! Su fe, Dios lo quiso, no era vana.

    —A. MARTÍNEZ TOMAS

    ABC 6-Abril-1937
    Última edición por ALACRAN; 09/09/2021 a las 13:37
    DOBLE AGUILA dio el Víctor.
    Hombre en su siglo. Los sujetos eminentemente raros dependen de los tiempos. No todos tuvieron el que merecían, y muchos aunque lo tuvieron, no acertaron a lograrlo. Fueron dignos algunos de mejor siglo, que no todo lo bueno triunfa siempre; tienen las cosas su vez, hasta las eminencias son al uso, pero lleva una ventaja lo sabio, que es eterno, y si éste no es su siglo, muchos otros lo serán. (Gracián)

  2. #2
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    Rodrigo está desconectado Miembro Respetado
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    Re: Adolfo Marsillach (1868-1935), un patriota olvidado

    Desde Cataluña

    Samaruch - Marsillach


    En el periodismo catalán existe una clase que unos llaman «amateur» y otros adjetivan «guerrilleros», y que en justicia puede aplicárseles a los compañeros adjetivados uno y otro, según sus actividades dentro del periodismo. Una vez, luchando juntos con el actual ministro de Comunicaciones de la República en un Congreso de Prensa, hubimos de aceptar con orgullo, ante una acometida socialista, el dictado de guerrilleros; ¡tan lejos como estábamos ambos de la República!; él la ha alcanzado; nosotros, más lejos cada día de ella, con el orgulloso remoquete por los profesionales de «guerrilleros», porque si en el periodismo luchamos es por unos ideales, no por el atractivo de la nómina. Quizá el mejor triunfo nuestro es no haber tenido que depender de la nómina precisamente, en lo tocante a periodismo, y, por lo tanto, podemos orgullecemos de nuestro «guerrillerismo».

    Seamos profesionales o guerrilleros, los periodistas constituimos una clase, que, si nuestras plumas se entrecruzan en las lides cotidianas en cumplimiento de los respectivos deberes, no obstante ello, en el trato particular y en las Asociaciones de clase llevamos la camaradería hasta la exaltación. Esta meritísima circunstancia es la que nos lleva de la mano para dedicar hoy un cariñoso recuerdo para dos periodistas fallecidos muy recientemente en Barcelona: Joaquín Samaruch y Adolfo Marsillach. Muy lejos estábamos de la ideología de ambos compañeros, pero como catalanes nos unía, además de la particular amistad, una virtud en estos tiempos muy preciada: el amor a Cataluña por el amor a España. Podían ser diferentes las trayectorias, pero el fin el mismo: mantener en Cataluña, por Cataluña misma, el prestigio, el honor y el respeto para la madre España.

    Esta era la acusada personalidad periodística, dentro de su respectiva esfera de acción, la labor persistente, heroica, de los dos malogrados compañeros fallecidos Samaruch y Marsillach; y si desde Cataluña, con la emoción del combatiente que ve caer a buenos compañeros, rendimos este humilde tributo a Samaruch y Marsillach, es porque su condición de leales catalanes españolistas les restará parte del obligado homenaje que merecen de los compañeros y del público; vivimos estos tiempos de incomprensión y no hay otra solución que admitir la gárrula caricia de la zarpa del desafecto. El propio Marsillach en su quizá último articulo, publicado hace muy pocos días en un diario madrileño, escribió este párrafo lapidario: «El separatismo subsiste —vuelvo a repetir— por el miedo que inspira. Ningún político se atreve en Cataluña a ponerse enfrente de él. Los desgraciados que lo hacemos vivimos rodeados de rencores, y nos consta que no podemos contar con el apoyo de nadie. Estamos malditos, y así hemos de morir».

    Y es así, desgraciadamente. En Cataluña, el sentimiento español ha de sentirse del corazón para adentro: los que se atreven a manifestarlo y sostenerlo son boicoteados y astutamente bloqueados.

    No es nuestro propósito dedicar este crónica a la polémica política para no desvirtuar el humilde tributo de homenaje a los compañeros Samaruch y Marsillach, caídos en plena lucha cuando tanto de uno como del otro de aquellos beneméritos periodistas catalanes la causa de España en Cataluña tanto necesitaba; pero Dios lo ha dispuesto de otra manera.

    A la familia de Samaruch, con la que tantos lazos de amistad nos unen, y a la de Marsillach les expresamos con la pública reiteración de nuestro pésame el afecto del más humilde guerrillero de la pluma, que compartía con los amados idos el honor de la lucha por España en nuestra amada Cataluña.

    PARVISSIMUS

    El Siglo Futuro, 28-8-1935
    Última edición por Rodrigo; 11/09/2021 a las 00:28
    ALACRAN dio el Víctor.
    Militia est vita hominis super terram et sicut dies mercenarii dies ejus. (Job VII,1)

  3. #3
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    Re: Adolfo Marsillach (1868-1935), un patriota olvidado

    .
    Militia est vita hominis super terram et sicut dies mercenarii dies ejus. (Job VII,1)

  4. #4
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    Re: Adolfo Marsillach (1868-1935), un patriota olvidado

    Libros antiguos y de colección en IberLibro
    Google Libros acaba de desbloquear hoy en España la obra La ciudad anárquica: Barcelona de Adolfo Marsillach.
    Kontrapoder y ALACRAN dieron el Víctor.
    Militia est vita hominis super terram et sicut dies mercenarii dies ejus. (Job VII,1)

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