(Sobre el Heroico Tercio de Nuestra Señora de Montserrat)
[...]
Sí, continúa Casanova, los estoy viendo ahora, a mis camaradas de batallón; en el asalto durante la ofensiva de Belchite, por ejemplo. Veo a mi teniente Ferrer, muerto en Codó, conduciendo su sección al ataque del parapeto de los requetés. Escucho sus órdenes: ¡Fuego! ¡Adelante! a nuestra sección compuesta en su mayoría por miembros de las Juventudes Libertarias. ¡Ah, sí! para tomar una trinchera no es suficiente el fuego de artillería y las ametralladoras. Hace falta que después del fuego graneado de la artillería y las ametralladoras, si el enemigo se obstina en no abandonar la posición, la infantería vaya a desalojarlo a tiros de fusil, con granadas y a bayonetazos.
Mis camaradas de las Juventudes Libertarias sabían por qué se batían. Odiaban la vieja España desde el fondo de su corazón inflamado. Odiaban a los burgueses, pero sobre todo a la Iglesia y a los curas -símbolos de la opresión medieval- y luchaban por un mundo donde sus padres, metalúrgicos, cerrajeros, torneros o simples estibadores, serían los dueños. Iban al ataque cantando: "Hijos del Pueblo" y "¡Arroja la bomba!", cantos anarquistas.
Pero nuestros adversarios, hay que recordarlo, no eran mercenarios como en otros sectores, italianos o alemanes o marroquíes, venidos a España para encontrar pueblos que robar y mujeres que violar. Eran requetés, animados por un ardor y un fanatismo (sic) inspirados por su profunda fe católica. Luchaban por "Cristo Rey" y por la Santa Virgen contra el diablo rojo encarnado en los "marxistas".
He aquí las inscripciones que anoté el 26 de agosto de 1937 después de la "limpieza" de Codo, donde nosotros habíamos entrado la víspera, en las trincheras conquistadas: "Viva Cristo Rey", "¡Vienen los marxistas, coraje!" y aún ésta: "¡Cuando matas a un rojo tienes un año de purgatorio de menos!" Se defendían hasta el fin, hasta el último cartucho, completamente rodeados, y eran sólo unos trescientos para defender Codo y nosotros quizá dos mil o más.
Recitaban oraciones varias veces al día y esperaban la ayuda de la Santa Virgen, y los más materialistas la de la caballería mora. Viendo el miércoles por la tarde que no venía la ayuda ni del cielo ni de la tierra (la caballería que apercibieron de lejos y que se acercaba hacia Codó no era la de los moros, sino la caballería republicana), intentaron utilizar la última tabla de salvación: una salida forzada. Se vio de un solo golpe una avalancha de hombres salir de la iglesia y abalanzarse por la colina. Nuestras ametralladoras empezaron a funcionar. Muchos murieron o fueron hechos prisioneros.
[...]
Esto me recuerda a un texto que leí hace poco sobre los combatienes carlistas en la Guerra Civil.
Francisco Javier de Lizarza escribe el caso de un requeté llamado Vicente Martínez de la Pera, perteneciente al Tercio de Flandes (Araba).
En la batalla de Brunete, Vicente quedó aislado de su Tercio en su posición. Allí, solo, tras el parapeto, lanzó todas las granadas de mano contra el enemigo.
En un segundo ataque, disparó con su fusil hasta agotar su munición. Una vez acabada esta y ante un tercer ataque, Vicente defendió su posición a pedradas hasta que murió.
Este es tan sólo uno de los múltiples ejemplos del heroismo temerario de los Soldados de Las Españas, especialmente, de los Requetés.
Fuente: Identidad y Nacionalismo en la España Contemporánea, El Carlismo (1833-1975). Dirigido por Stanley G. Payne, en Editorial Actas (Colección Luis Hernando de Larramendi).
Actualmente hay 1 usuarios viendo este tema. (0 miembros y 1 visitantes)
Marcadores