Cada 11 de septiembre, los catalanes de bien celebramos la Diada Nacional de Catalunya como mejor podemos: en la playa, en el monte, con resaca, currando o achuchando a la parienta. Las variedades son infinitas.
Los menos, porque siendo sinceros, del millón tras la muerte del General, hemos pasado a ser cuatro y el de la guitarra -que en esta ocasión, se la ha traído Paco Ibáñez desde Euskal Herria-, se dejan caer por los festejos oficiales que la Generalitat organiza en el Parc de la Ciutadella.
Para la ocasión, los distintos departamentos implicados, que en realidad son todos, se gastan las perras gordas en confeti de colores, bocadillos de butifarra negra para los Mossos, cuscús para la representación morisca, autobuses para los jubilados-claca y los indispensables servicios de megafonía, asta, atril y tribuna de quita y pon.
Algunos ciudadanos y ciudadanas también colocan senyeras en los balcones. Costumbre también en franco retroceso y una verdadera ridiculez numérica, si comparamos las barras y estrellas que en Nueva York ondean durante estos días de luto perpetuo. En ocasiones, las banderas permanecen a la intemperie todo un año, no sé muy bien si por descuido del propietario, o porque de esta manera la tela actúa a modo de socorrido paravientos en invierno y de sombrilla en verano.
Sin embargo, la nota negativa de este año no la han protagonizado los chavales bien cebados de ERC, abucheando y agrediendo a la representación parlamentaria del Partido Popular. Todo lo contrario.
Para goce de muchos patriotas golosos, los pasteleros catalanes han sacado al mercado un merengue recubierto de crema catalana con las cuatro barras. La novedad, ha sido una auténtica bomba comercial. Ni la Play Station había suscitado tanta expectación. Sólo había que pasearse por delante de numerosas confiterías para observar como cientos de ciudadanos, hacían acopio de numerosas tartas-nación. En algunas pastelerías del centro de la ciudad Condal, se han producido pequeños tumultos que han precisado de la intervención de la Guarra Urbana.
Pero nadie parece haber caído en la cuenta de un pequeño detalle: que la “tarta senyera” tras ser ingerida con voracidad patriótica, pasará finalmente, a ser expulsada por el esfínter una vez absorbidos los nutrientes cuatribarrados.
Llegados a este punto, no se si el lector se da cuenta de la movida que se avecina durante las próximas veinticuatro horas: millones de senyeres, serán cagadas con todas las de la ley, sin que nadie pueda hacer nada por evitarlo.
La pela és la pela. Pero la Patria no es para tomársela a broma.
Última edición por Arnau Jara; 12/09/2006 a las 05:09
Vita hominis brevis:ideo honesta mors est immortalitas
Que no me abandone la Fe,cuando toque a bayoneta,que en tres días sitiamos Madridy en otros quince la capital, Lisboa.
Sic Semper Tyrannis
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