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Tema: Cómo llegó el darwinismo a España

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    Cómo llegó el darwinismo a España

    ¿Cómo llegó el darwinismo a España? 07. Los detractores – La Iglesia



    ¿Cómo llegó el darwinismo a España? Parte 7: Los detractores – La Iglesia
    [Este artículo es la séptima entrega de una serie dedicada a los inicios del darwinismo en España, puedes encontrar los enlaces al resto de artículos al final del texto]

    ¿Cómo llegó el darwinismo a España? Los detractores – La IglesiaNo soy partidario de la equidistancia. Esa idea, tan equivocada como extendida en el periodismo actual, de que siempre y casi de manera obligatoria hay que dar voz a todas las partes implicadas en un debate nos conduce a la engañosa apariencia de que ambas partes son igualmente razonables y que, por alguna misteriosa fuerza gravitatoria, el punto medio es el más adecuado. No es cierto: a pesar del postmodernismo predominante en nuestra sociedad, necesitamos entender que en ocasiones lo correcto se encuentra en las tesis de una de las partes y que la otra está simplemente equivocada.
    No obstante, si el lector ha seguido el resto de artículos de esta serie, comprenderá la pertinencia de dedicar un tiempo a analizar las posturas contrarias al darwinismo en la España del siglo XIX. Desde un punto de vista histórico resulta conveniente para entender en profundidad a qué se enfrentaban los primeros introductores y divulgadores a los que nos hemos referido en anteriores entregas.

    Además, y como elemento principal a tener en cuenta hay que resaltar que, salvo un reducido número de estudiosos que se atuvieron estrictamente a las cuestiones científicas, el debate sobre el darwinismo en España se desarrolló principalmente en el terreno de las connotaciones filosóficas, religiosas, sociales y políticas. Desproveer al ser humano de su privilegiada situación como creación divina y convertirlo en mero producto de una naturaleza azarosa e impersonal significaba toda una revolución copernicana que no afectaba solamente a la ciencia sino que tuvo amplias implicaciones en toda la sociedad.



    Obispo Samuel Wilberforce, uno de los más célebres detractores de Darwin

    Existe la creencia ampliamente extendida de que Darwin fue furiosamente atacado por la Iglesia anglicana de su época. Podríamos decir que es una idea parcialmente incorrecta o al menos incompleta. Es cierto que el naturalista soportó estoicamente improperios de una buena parte del clero inglés (el vigilante Obispo Samuel Wilberforce es claro ejemplo de ello) pero no fue, ni mucho menos, un ataque generalizado, ni siquiera unánime. De hecho, muchos de los más altos representantes de la Iglesia de sus días entendieron, estudiaron y respetaron las ideas evolucionistas expuestas por Darwin.

    El mejor ejemplo de ello es que jamás se prohibió en Inglaterra ni uno solo de los libros escritos por Darwin (es más, la mayoría fueron auténticos bestsellers que convirtieron en millonario a su editor John Murray) y a la muerte del naturalista su cuerpo fue enterrado en la Abadía de Westminster, un alto honor que la Iglesia anglicana solo ofrece a las figuras más destacadas.

    En la mayoría de países europeos el darwinismo se encontró con menos obstáculos por parte de Iglesia de los que en un principio se pueda suponer. En Francia ya habían tenido a Lamarck y Cuvier, Alemania contaba con una extensa herencia naturalista previa y en Inglaterra los debates fueron decayendo con el tiempo puesto que ya poseían infinidad de personajes rebeldes como Lyell o Owen, por no hablar del propio abuelo de Darwin, Erasmus que en su Zoonomia ya mostraba visos evolucionistas muchas décadas antes que su nieto.

    En España sin embargo no había existido antes una confrontación tan abierta entre ciencia y fe; como os podéis imaginar la censura y la inquisición se habrían encargado de resolver cualquier duda. Tampoco contábamos con una tradición científica tan arraigada como en el resto de países europeos y por supuesto, nos encontrábamos a años luz de vivir en un ambiente predispuesto a nuevas teorías científicas, más si además contradecían las escrituras sagradas.

    Por ello en nuestro país sí se vio efectivamente una dura resistencia de la Iglesia Católica hacia el darwinismo que, además, no se quedó en críticas o descalificaciones sino que en muchos casos conllevó prohibiciones de obras inconvenientes, destituciones, expulsiones de cargos docentes y escarnios públicos desde la influyente posición que el poder eclesiástico ostentaba en la España decimonónica.



    Concordato entre la Sta. Sede y el Estado Español 1851 (2 primeros artículos)

    La Iglesia española había salido muy mal parada de los sucesivos gobiernos liberales de principios de siglo, siendo víctima además de diversas desamortizaciones (Mendizabal 1836, Espartero 1841 o Madoz 1855) que minaban tanto su poder económico como su consecuente influencia en la sociedad, por ello cuando tuvo la menor ocasión intentó asegurar su predominio con el nuevo gobierno conservador. En 1851 se firmó el Concordato entre el Estado y la Santa Sede que consiguió devolver la confesionalidad a España convirtiendo la religión católica en la religión oficial del Estado y recuperando la capacidad de adquirir y mantener bienes con la obligación por parte del estado de respetar “solemnemente” su propiedad.

    El Concordato de 1851 fortalecía el poder eclesiástico en España y algo más importante para lo que aquí nos ocupa: imponía a toda la sociedad y por escrito la infalibilidad de las creencias emanadas de las sagradas escrituras.

    Los obispos y arzobispos de todas las diócesis en el país iban a mirar con lupa cualquier atisbo de insurrección ideológica y filosófica, haciendo especial hincapié en aquellas teorías procedentes del extranjero. Toda afirmación científica que tuviese una mínima repercusión en el ámbito religioso se iba a encontrar inmediatamente con una firme respuesta por parte de la Iglesia.

    Como muestra bien vale un botón: En el Discurso leído en la solemne apertura del curso académico 1872-73 del Instituto de segunda enseñanza de Granada, Rafael García Álvarez, profesor de Historia Natural, tuvo la ocurrencia de ensalzar la figura de Darwin afirmando que su teoría de la evolución “sintetizaba la más alta expresión del progreso, dando una sencilla a la par que majestuosa unidad a la historia de la aparición y desenvolvimiento del mundo orgánico, fundada en la transmisión por vía de herencia de las modificaciones de estructura individuales, que acumuladas en el tiempo, transforman las variedades en especies”.

    La respuesta apenas tardó un par de días: El Arzobispo de Granada, D. Bienvenido Monzón, expuso públicamente que, tras el examen de ese discurso por parte de cinco teólogos sinodales de probada calificación, decretaban la censura y condenación del discurso por herético, añadiendo que se trataba de un escrito que “relegaba al hombre a la condición de bestia, lo cual era injurioso a Dios y a su providencia y sabiduría infinitas, depresivo de la dignidad humana y escandaloso para las conciencias” [PDF]



    I Congreso Católico Español 1889

    En 1889 se celebraba en Madrid el I Congreso Católico Español con el objetivo de llegar a un consenso ante la convulsa situación política y social que vivía España tras la restauración borbónica. Como no podía ser de otra forma, tanto en aquel primer congreso como en los siguientes, se abordó el panorama intelectual y científico emergente, con especial interés hacia las inclinaciones evolucionistas de muchos pensadores de la época.

    Entre los ponentes destacó por su virulencia el Cardenal Ceferino González que en su intervención “condenó sin piedad todas las investigaciones paleontológicas referentes a la prehistoria y protohistoria” [PDF] y que pronto destacaría como una de las principales bazas de la Iglesia Católica frente al darwinismo en España puesto que, además de sacerdote, también poseía estudios en filosofía, física y química.



    Mons. Ceferino González

    O se está con Dios o se está con Darwin”, Mons. Ceferino González encarnó desde muy temprano la defensa a ultranza de las creencia católicas frente a las corrientes liberales, krausistas y por supuesto darwinistas que se extendían por España a principios de 1870. Sin embargo el tiempo, irónico y paradójico, iba a mostrar que fray Ceferino (como se le solía conocer en aquellos años) terminaría convirtiéndose en un arma de doble filo para la Iglesia Católica.

    El mismo fray Ceferino que atacaba con rotundidad las tesis darwinistas considerándolas como “armas contra Dios” e “irreconciliables con la verdadera fe” en sus primeros escritos iba a tener su propia evolución puesto que, paulatinamente iría aceptando algunas de sus teorías. Primero reconociendo la selección natural como un mecanismo válido, aunque solo para plantas y animales, nunca para el hombre. Posteriormente, en 1891, su obra en nueve tomos “La Biblia y la Ciencia” acepta abiertamente la evolución en el hombre al que, por supuesto, mantiene su origen divino.

    Aunque unos años antes Ceferino González había renunciado por cuestiones de salud al Obispado de Sevilla, el sacerdote aún era considerado uno de los pensadores más importantes de la Iglesia por lo que su paulatina aceptación de las teorías darwinistas fue espejo de lo que, con varias décadas de retraso, iba a ocurrir poco a poco y con timidez en el resto de la Iglesia Católica a lo largo del siglo XX.

    ¿Cómo llegó el darwinismo a España? 01: Los antecedentes.
    ¿Cómo llegó el darwinismo a España? 02: Los adelantados.
    ¿Cómo llegó el darwinismo a España? 03: Los introductores, Chil y Naranjo.
    ¿Cómo llegó el darwinismo a España? 04: Los introductores, Machado Núñez.
    ¿Cómo llegó el darwinismo a España? 05: Los introductores, Glez. de Linares.
    ¿Cómo llegó el darwinismo a España? 06: Los introductores, Odón de Buen.
    ¿Cómo llegó el darwinismo a España? 07: Detractores, la Iglesia.
    ¿Cómo llegó el darwinismo a España? 08: Detractores, Gobierno y Universidad.
    ¿Cómo llegó el darwinismo a España? 09: Los conciliadores.
    ¿Cómo llegó el darwinismo a España? 10: Los traductores.
    Última edición por ALACRAN; 11/05/2016 a las 14:14
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    Re: Cómo llegó el darwinismo a España

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    ¿Cómo llegó el darwinismo a España? 09. Los conciliadores



    ¿Cómo llegó el darwinismo a España? Parte 9: Los conciliadores
    [Este artículo es la novena entrega de una serie dedicada a los inicios del darwinismo en España, puedes encontrar los enlaces al resto de artículos al final del texto]

    ¿Cómo llegó el darwinismo a España? Los conciliadores“Mucho antes de que el lector haya llegado a esta parte de mi obra se le habrá ocurrido una multitud de dificultades. Algunas son tan graves, que aun hoy día apenas puedo reflexionar sobre ellas sin vacilar algo; pero, según mi leal saber y entender, la mayor parte son sólo aparentes, y las que son reales no son, creo yo, funestas para mi teoría” [Extracto de la 6ª edición del Origen de las especies en la traducción de Antonio de Zulueta]

    Una de las características que más pueden sorprender cuando se lee el Origen de las especies es la honestidad del autor respecto a las posibles fallas de su propia teoría. He elegido este párrafo inicial del Capítulo 6 de la obra pero todo el texto contiene otros muchos similares en los que se muestra claramente que Charles Darwin era consciente de las lagunas que en su tiempo existían sobre la evolución de las especies.

    Darwin no llegó a conocer las pioneras investigaciones sobre la herencia genética realizadas por Mendel, por supuesto tampoco conoció los experimentos de Tatum y Beadle sobre genes y enzimas y obviamente nunca llegó a saber de yacimientos tan decisivos para su teoría como Burgess Shale.

    Hoy la evolución de las especies mediante selección natural es un pilar básico y consolidado de la ciencia, sin embargo durante la segunda mitad del siglo XIX, y a pesar de esas reconocidas lagunas por parte del propio autor, apenas hubo debate que podamos llamar propiamente científico. En la mayoría de las ocasiones las discusiones se centraron en temas políticos, acusaciones religiosas y ataques personales. La réplica del mismísimo capitán Fitzroy quien, con la biblia en la mano, preguntaba “¿a quién vais a creer a Darwin o a Dios?” nos puede servir como claro ejemplo del escaso tratamiento científico de esta época.

    Refutación a los principios del Origen de las especies de Luis Pérez

    Pocos fueron los detractores que hicieron un sincero esfuerzo para basar sus críticas en los aspectos estrictamente técnicos y científicos de la evolución… pocos, pero los hubo. Incluso en nuestro país, con un ambiente tan dividido, politizado e influenciado por la Iglesia, también contamos con un puñado de pensadores que, aún siendo contrarios a la evolución, realizaron sus críticas de una manera razonada y motivada.

    No todo fue blanco o negro, también existieron algunos intelectuales a los que bien podríamos llamar “detractores amables” que atacaron el darwinismo desde un punto de vista científico como Juan Vilanova y Piera o José de Landerer, e incluso algunos de ellos fueron más allá y presentaron sus propias adaptaciones de la teoría de Darwin con los primeros intentos de consenso entre religión y evolución, como la protagonizada por el dominico Juan González de Arintero.

    Después de los artículos anteriores de esta serie seguro que no es ninguna sorpresa para el lector saber que, a pesar de que la primera traducción del Origen de las especies en nuestro idioma tardó dieciocho años, apenas unos meses después de su publicación ya existían numerosas obras contrarias al darwinismo como la publicada por el Catedrático Luis Pérez en 1880 y titulada “Refutación a los principios fundamentales del Origen de las Especies” (PDF)



    Juan Vilanova y Piera

    No hay que menospreciar la labor y la importancia científica en España de muchos intelectuales y científicos que se opusieron al darwinismo de una manera constructiva, el caso de Juan Vilanova y Piera es un buen ejemplo de ello. Su talante conservador y su fe religiosa le convirtieron en uno de los abanderados frente al darwinismo pero, al contrario de la tendencia general de ridiculizar y perseguir las tesis evolucionistas, Vilanova y Piera buscó siempre una respuesta científica y, a pesar de lo que se pueda pensar a priori, en más de una ocasión sus críticas estaban cargadas de razón.

    En la década de 1870 una de las mayores grietas de las ideas darwinianas era la escasez de fósiles que pudieran completar las lagunas entre especies, eso que popularmente se comenzó a conocer como “eslabones perdidos”. Durante esa época hubo una verdadera fiebre paleontológica a la búsqueda de fósiles que conectaran especies actuales con sus parientes y descendientes lo cual desembocó en muchas afirmaciones incorrectas por parte de darwinistas convencidos de haber encontrado la clave de la línea evolutiva de algunas especies.

    Viera y Piera argumentó razonadamente en contra de varios de estos “eslabones perdidos” como el Eozoon canadense (PDF) o el Protriton (PDF) que en aquellos años estaban haciendo furor entre los evolucionistas. El valenciano tenía razón pero a pesar de algunas pequeñas victorias como estas, su profunda fe religiosa le hizo mantenerse irreductible frente al imparable avance científico del darwinismo.



    José de Landerer, otro de los destacados antidarwinistas españoles. Nótese el apunte en la portada de uno de sus libros de geología y paleontología: “Con la aprobación de la autoridad eclesiástica”


    Avanzando algo más en el tiempo nos encontramos con la figura de Juan González Arintero, un dominico nacido en 1860 que se siente irremediablemente atraído por el estudio de la Naturaleza. En 1886 finaliza sus estudios en la Facultad de Ciencias Naturales de Salamanca y lo hace siendo un ferviente anti-evolucionista.

    Sin embargo el tema le apasiona y comienza a estudiarlo en profundidad. Convencido de que las ironías, insultos y ataques personales no son las armas que se deben usar en un debate científico, Arintero realiza sus críticas al darwinismo desde un punto de vista objetivo y como ejemplo de este esfuerzo constructivo aparece su primera obra: “La evolución y la filosofía cristiana” (PDF) en la que tan solo en el primer volumen cita más de 150 monografías diferentes en sus argumentos.



    La evolución y la filosofía cristiana de Juan González de Arintero

    Esta obra que en principio iba a ser un ambicioso proyecto de hasta ocho volúmenes nunca vería totalmente la luz (tan solo se publicaron la introducción y el primer volumen) puesto que conforme Arintero iba estudiando las tesis evolucionistas sus convicciones se iban mostrando cada vez más y más proclives a ellas.

    El dominico no fue un caso aislado. Muchos otros críticos a ultranza del darwinismo experimentaron en ellos mismos una “evolución” hacia posiciones más conciliadoras e incluso algunos de ellos se terminaron convirtiendo en firmes defensores del evolucionismo.

    Los argumentos y las pruebas experimentales que iban surgiendo a favor de la evolución llevaron progresivamente a Arintero a aceptar las tesis darwinianas, convencido de que su fe cristiana no se veía disminuida ni atacada por una verdad científica. Manteniendo sus principios religiosos intactos, Arintero se dispuso a crear una “teoría consensuada de la evolución” que también se conoce como “teoría arinteriana de la evolución de las especies” (PDF) en la que el dominico presentaba un conjunto de ideas que hoy encuadraríamos dentro del diseño inteligente.

    Si dejamos a un lado los posibles aciertos o errores de la concepción arinteriana de la evolución, debemos valorar positivamente la labor de un dominico que aceptó valientemente las evidencias que aportaba la ciencia y que trabajó para que la religión no se opusiese frontalmente a ellas.

    ¿Cómo llegó el darwinismo a España? 01: Los antecedentes.
    ¿Cómo llegó el darwinismo a España? 02: Los adelantados.
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