Visto en Foro Católico:

Steven Spielberg pierde a Oscar Isaac como Edgardo Mortara en su intento de revancha contra el Papa Pío IX


SEPTIEMBRE 15, 2017






El hebreo Spielberg rodaría ‘The Kidnapping of Edgardo Mortara’ (El secuestro de Edgardo Mortara) con Oscar Isaac de protagónico, pero el actor renunció “por motivos personales”


Al parecer, Steven Spielberg tenía todo listo para rodar The Kidnapping of Edgardo Mortara (El Secuestro de Edgardo Mortara).


De hecho se preparaban dos películas de factura hollywoodiense, que presentarían, cada una a su manera, esa vieja cuita vaticana que sirvió de coartada al masón Conde de Cavour para legitimar su guerra contra Pío IX.


El primero de estos filmes se titularía El secuestro de Edgardo Mortara y lo dirigiría y producirá el mismísimo Spielberg. El segundo lo lidera el hebreo Harvey Weinstein –responsable último de Pulp Fiction (1994) y Shakespeare In Love (1998)-, que había estado trabajando en la idea conjuntamente con el director de E.T. (1982) y de La lista de Schindler (1993), hasta que desavenencias acerca del enfoque del relato les hicieron partir peras.


Lo que no está claro es si el abandono del actor hebreo Oscar Isaac, uno de sus principales protagonistas, ha propiciado el retraso de este proyecto de Spielberg, que ya se encontraba en pre-producción y listo para su rodaje de forma inminente.


El futuro ahora del proyecto es incierto, especialmente después de que en septiembre de 2016 se anunciase que Harvey Weinstein había comenzado el desarrollo de su propia versión de la historia real del secuestro de Edgardo Mortara, un proyecto que estaba siendo escrito por Jeremy Brock (‘El último rey de Escocia’) y para el que estaban en negociaciones el actor Robert De Niro y el director Baltasar Kormákur, si bien desde entonces no hemos vuelto a saber nada de nada. Un proyecto que en caso de prosperar antes que el de Spielberg podría suponer la cancelación de este último.


La vida de Mortara fue susceptible de mucha polémica, ya que, habiendo nacido en el seno de una familia hebrea, fue sustraido a la edad de 6 años por orden del Santo Oficio. La cosa fue que, siendo niño, y estando en trance de muerte, fue bautizado a hurtadillas por una criada católica que trabajaba en su casa. Después del sacramento, Edgardo se recuperó sorprendentemente y aquello quedó oculto hasta años después.


Todos hebreos: Isaac, Spielberg y Rylance


El niño “secuestrado”


Acusaban a Pío IX de oscurantista y de antisemita, recordando un episodio peculiar: cómo la policía pontificia “secuestró” a un niño judío de 6 años, llamado Edgardo Mortara, bautizado cristiano de bebé, súbdito de los Estados Pontificios, separándolo de sus padres y llevándolo a Roma con el Papa.


La realidad es que Edgardo siempre quiso cariñosa y respetuosamente a Pío IX, fue católico convencido, sacerdote y predicador itinerante, con facilidad para las lenguas (Unamuno le escuchó predicar en vasco en su paso por España) y que su relación con sus padres judíos fue humana y familiarmente buena, con trato respetuoso y cariñoso, regalos, abrazos, devoción filial, etc… pero con tiranteces por razones espirituales: él se empeñaba en seguir siendo católico devoto, y ellos se empeñaban en ser judíos.

Falsa pintura elaborada por el hebreo Oppenheim y titulada “Secuestro de Edgardo Mrtara”. La pintura presenta al pequeño Mortara de una edad de 2 ó 3 años cuando en realidad el niño tenía casi 7 años y decidió irse sin más a pesar de que no conocía a sus “secuestradores”.


La historia de un alma… y una época convulsa


La historia de Edgardo Mortara es la historia de su alma, la de su familia judía, la de la política de la unificación de Italia y el anticlericalismo del siglo XIX, la desaparición de los Estados Pontificios y la personalidad de Pío IX, un monarca absoluto en época de revoluciones, pero también un hombre afable y cercano, que jugaba con el pequeño Edgardo, gustaba de competir al billar con los miembros de la Guardia Suiza y era más accesible que muchos pontífices anteriores.


Pío IX fundó la Acción Católica, convocó el Concilio Vaticano I y proclamó los dogmas de la Inmaculada concepción y de la infalibilidad papal. Eliminó la vieja concepción que se tenía en los Estados Pontificios de que los judíos del territorio eran extranjeros, considerando que eran súbditos y nacionales del lugar, como todos los otros. Eliminó en 1848 las puertas y reglamentos del gueto judío de Roma. Cuando elementos antijudíos de la población quisieron asaltar el gueto o molestar a sus habitantes, puso guardias a vigilar y patrullar las calles.


Intentos previos, siempre fallidos


La historia de Mortara no es una historia fácil de filmar. El escritor teatral y guionista judío de Broadway Alfred Fox Uhry (famoso por “Paseando a Miss Daisy”) escribió una obra sobre el asunto para teatro, “Edgardo Mine”, que se estrenó en dos ciudades de EEUU en 2002 y en 2006. Una ópera, “Il Caso Mortara“, de Francesco Cilluffo, se estrenó el 25 de febrero 2010, en la Dicapo Opera en Nueva York.


En 2002 la productora Miramax planeaba empezar a rodar una película en Irlanda titulada “Edgardo Mortara”, basada en el libro de Kertzer, con Anthony Hopkins haciendo de Papa, pero al final –sorprendentemente- faltó el dinero. Intentos no han faltado. Y tampoco esta vez parece que el anuncio de Spielberg pase de ser un amago.


La historia es interesante, aunque difícil de narrar: lo fácil es convertirla en una pieza de propaganda anticatólica y antipapista, que es lo que se hizo en el s.XIX. La realidad es más humana y sorprendente que la propaganda. Y precisamente ya en su época fue noticiosa por insólita e infrecuente.

Mortara en primera persona… sin traducir


Es asombroso que 12 años después de la campaña contra la beatificación de Pío XII, el detallado testimonio que Edgardo relató en primera persona sobre su trato con el difunto pontífice al iniciarse la Causa de beatificación de Pío IX sólo figure en Internet en inglés (Zenit lo publicó íntegro en 2000 y la web de la EWTN lo mantiene en:www.ewtn.com/library/issues/ZMORTARA.HTM).

Mortara explica en primera persona su historia.

»Nací en una familia judía. A los 16 meses, sufrí una grave enfermedad- neuritis- que redujo severamente mis fuerzas. El doctor, que creo que ya murió, clasificó mi caso como muy grave. Cuando la criada, Anna Morisi, una buena chica cristiana de 16 o 18 años, a quienes mis padres tenían a su servicio, pese a las leyes de entonces de los Estados Pontificios, oyó el peligro, decidió bautizarme. En un momento que mi madre me dejó solo en la cuna, vino con un poco de agua y me bautizó salpicándome pronunciando la fórmula sacramental. Tras esto, llegó mi madre sin saber nada de ello. […]


»Los hechos los mantuvo en secreto Morisi, sorprendida por mi rápida recuperación. Seis años después, uno de mis hermanos pequeños, llamado Aristide, cayó gravemente enfermo. Cuando una amiga animó a Morisi a bautizar al niño “in extremis”, ella se negó, dando como razón el hecho de que yo había vivido tras el bautismo, y así se reveló el secreto. Cuando la noticia de mi bautismo llegó a la autoridad eclesiástica ordinaria, este organismo determinó que el caso era demasiado serio para ser de su competencia, y fue remitido directamente a la Curia Romana. Como resultado de este proceso- y no conozco otro- el Santo Padre, a través de una congregación romana, encargó a Feletti separarme de mi familia.


[La ley de los Estados Pontificios prohibía que un niño cristiano fuese educado en un hogar no cristiano. Si los Mortara se hubiesen convertido al catolicismo Edgardo habría seguido con ellos].


»Esto tuvo lugar con ayuda de las autoridades civiles, es decir, los oficiales de la Inquisición, el 24 de junio de 1858. Los oficiales me llevaron a Roma y me presentaron a Su Santidad Pío IX que me recibió con gran amabilidad y se declaró mi padre adoptivo, y realmente lo fue, incluso preocupándose de mi educación y asegurando mi futuro. Me encomendó al canónigo Enrico Sarra, rector del Instituto de Neófitos en Santa María de las Montañas”.


Las primeras semanas la familia tenía permiso para ver al niño y hablar con él, pero según cuenta el mismo Mortara, él mismo mostraba cierto distanciamiento hacia ellos. Los padres usaron todo tipo de contactos, lloros, argumentos y negociaciones para intentar que el niño volviera con ellos fuera de Roma, y en cierto momento las autoridades, temiendo que se lo llevasen a la fuerza, cortaron el contacto físico.


Más adelante permitirían el contacto por carta, pero Mortara escribía con devoción de su fe cristiana y ellos pensaban que eran cartas falsas.


Aún más tarde, ya adulto, recién cumplidos los 19 años, se vio con su padre en un encuentro “extremadamente afectuoso”, le expresó su devoción y respeto filial, le dio regalos y cartas para sus hermanos y se mantuvo firme en su fe católica y su vocación religiosa.


Caen los Estados Pontificios


Por ese entonces era 1870: las tropas nacionalistas italianas ocuparon los Estados Pontificios y Roma. Para los ocupantes liberales, “devolver” al “joven Mortara”, o “liberarlo”, era de la máxima importancia simbólica.


El nuevo jefe de la policía, el señor Berti, fue a buscar a Mortara, “insultándome y pidiéndome que satisficiera al público, que estaba irritado por los ‘excesos de poder teocrático, para devolverme a mi familia. Le dije que ese no era el lugar para tal satisfacción y que ya había dado a mi padre en Roma todas las pruebas del más tierno afecto filial”.


– Sea como sea, por tu propio bien y el de tu comunidad te ordeno que vuelvas con tu familia –dijo el nuevo jefe de policía.


» La Policía [liberal, italiana] seguía todos mis pasos, y cada noche ponían guardias cerca del convento para impedir que me escapase. Se me aconsejó visitar a su excelencia el general Lamarmora, entonces lugarteniente del Rey Victor Manuel en Roma. Su excelencia me recibió con la máxima educación. Después de explicarle mi caso, me dijo:


– Pero, entonces, ¿qué quieren de usted?
– La policía –respondí- quiere forzarme a volver con mi familia.
– Pero ¿cuántos años tiene usted?
– Diecinueve, excelencia.
– Entonces, usted es libre. ¡Haga lo que quiera!
– Pero, excelencia, me amenazan con represalias.
– En ese caso, venga a verme y le protegeré


Al final, sus superiores consiguieron enviarle al norte de Italia. Edgardo también escribió una carta a los diarios católicos negando estar retenido contra su voluntad y refutando otras acusaciones siniestras que la prensa anticlerical difundía sobre su situación, que querían convertir en un ejemplo de oscurantismo medieval en la época del tren a vapor.


Predicador agustino y políglota


Su padre murió en 1871, un año después de sus encuentros en Roma. A los 23 años, Edgardo fue ordenado sacerdote en la orden de los agustinos. Fue misionero en Munich, Mainz y Breslau, buscando siempre predicar a los judíos, pero con poco éxito. En Italia visitó mucho a sus hermanos y sobrinos, y en 1895 acudió al funeral de su madre que conducía el rabino de Bolonia.


Predicó por todo el mundo en varios idiomas. En 1897 predicó en Nueva York, aunque sin el apoyo del arzobispo local que no veían bien el anuncio del evangelio a los judíos como él hacía. Mortara murió en 1940 en la abadía de Bouhay en Bressoux, cerca de Lieja en Bélgica, después de haber pasado sus últimos años allí. Tenía 88 años.


El filósofo vasco Miguel de Unamuno, hombre de espiritualidad complicada pero intensa, en su libro “Contra esto y aquello” cuenta como el padre Mortara pronunció, en su presencia “un sermón predicado en vascuence en Guernica”, y también lo retrata recogiendo donativos en el balneario de Cestona para el seminario agustino de Oñate.


Unamuno explica que “rodando el tiempo”, aquel niño famoso “fue a parar a mi tierra vasca convertido en padre Mortara”. “Era un genuino israelita y un israelita italiano, vivo y sagaz, ingenioso y emprendedor“. “Era un verdadero políglota y en llegando a mi país se propuso hablar vascuence, y llegó a conseguirlo. Yo le oí un sermón predicado en vascuence, en Gernika, y os digo que se sufría oyendo a aquel hombre intrépido”, concluye.