Era de esperar y lo cierto es que ha tardado en llegar a las pantallas, pero finalmente ya está aquí. Qué es lo que puede esperarse de su realización, pues cabe de todo. Posiblemente no guste a todos los incondicionales ¿de "El Señor de los Anillos", o del propìo Tolkien? Porque, de entrada, la trilogía de Jackson debería ser más que obvio, no es la trilogía de la novela, sino ésta sólo la inspiración sobre la cual realizar la otra. Sin embargo, fue más el impacto cinematográfico, que el editorial lo que ha llegado a la sociedad en general. Recuerdo cuando se estrenó la primera entrega que a la salida de una de las salas en las que se proyectó, había un reportero que posiblemente era de TELEMADRID preguntando a la gente joven, curiosamente no a los mayores, y a uno de tantos preguntó, "ahora leerás el libro no?", a lo que que el chico, avispado él, replicó: "¿para qué si ya he visto la película?" Y es que no me imagino a ese sector de "entusiastas" leyendo la biografía de Carpenter y todavía menos las Cartas, por cierto, a ver cuando publican todas ya que tengo entendido que todavía faltan algunas. Como digo, no lo veo entre tanto consumidor de videojuegos, incluido mucho "mayor de edad", pero mientras vaya por delante un primer artículo sobre el nuevo capítulo del espléndido negocio que es el mundo fantástico que rodea la memoria y obra de Tolkien, el cual siempre siempre se negó a prestarse a semejante circo, pero ya se ve para que sirven las voluntades de aquellos que fallecen. Y nunca se ha destacado la importancia que tiene la fe católica en toda su obra completa y que constituyó su filosofía ante las verdades eternas del hombre, y no la peliculera, limitadita, que se centra en las espaditas y las taquillas, todo lo cual no constituye sino un fraude al propio Tolkien.
Tolkien, la película
Por The Catholic Thing | 17 mayo, 2019
Por Brad Miner
JRR Tolkien fue un escritor que, a veces parece, lanzó mil libros y ahora mil películas (exagero). Y desde ya tengo que decir que no soy un fan.
Por supuesto me encanta la vida de Tolkien, la idea de él: el joven erudito que se convirtió en soldado y luego en don de Oxford, y luego creador de lo que, más allá de su labor académica como lingüista y filólogo, seguramente se puede llamar un legado sin igual de la literatura de fantasía. Sin igual, excepto, quizás, por su amigo y colega de Oxford, CS Lewis.
Los libros de Lewis son, para mí, más accesibles, y eso incluye su trabajo académico. Su Alegoría del amor: un estudio sobre tradición medieval es uno de mis favoritos. Y mis hijos, cuando eran jóvenes, amaban de verdad las Crónicas de Narnia.
He intentado leer El señor de los anillos de Tolkien y he fallado. Mi problema con Tolkien es similar a mis luchas con Tolstoy: la prolijidad. Y nunca he encontrado el equivalente Tolkien de Anna Karenina, un libro mejor y más corto que el tedioso Guerra y Paz.
El trabajo de los escritores mencionados anteriormente ha recibido un excelente tratamiento en la pantalla, aunque las versiones de Peter Jackson de la trilogía de El Señor de los Anillos (y la trilogía de la película El Hobbit) han superado con creces las de la serie de las Crónicas de Lewis en términos de aclamación, crítica y éxito financiero. Nuevamente, encuentro las películas de Narnia (dirigidas por Andrew Adamson y Michael Apted) más entretenidas.
Ahora viene la película biográfica Tolkien, del director finlandés Dome Karukoski, diseñada para hacer lo que, con sus propias palabras, Tolkien dijo que nunca quiso hacer: en general, películas hechas de sus novelas de fantasía y, específicamente, cualquier intento de explicar dónde “consiguió” la Tierra Media. “El libro”, dijo a The Telegraph de Londres en 1968 (refiriéndose al Señor de los Anillos, publicado en 1954), “no se trata de nada más que de sí mismo. No tiene intenciones alegóricas, actuales, morales, religiosas o políticas. No se trata de guerras modernas o bombas H, y mi villano no es Hitler”.
Pero la nueva película comienza a diferir, aunque no fue la Segunda Guerra Mundial el telón de fondo que nos dio la Tierra Media sino la Primera Guerra Mundial, en la que sirvió el estudiante de Exeter College, casado y con 23 años de edad, a partir del segundo año de la Gran Guerra. Se desplegó brevemente en Francia pero estaba demasiado enfermo para el combate y fue repatriado a Inglaterra después de cuatro meses en las trincheras.
La película comienza con las visiones del joven Tolkien sobre caballeros y dragones y luchas infantiles con espadas de madera. Su madre le enseña latín a él y a su hermano menor, lo que despierta su interés por los idiomas.
Inicialmente “leería” historia en Oxford antes de cambiar a filología bajo la guía del profesor Joseph Wright (interpretado por Derek Jacobi). Tolkien eventualmente podría hablar muchos idiomas y leer unos treinta y cinco, incluyendo desde todas las versiones del inglés que existió hasta el esperanto. Fue un genio.
Ojalá esto se encontrara en el guión y en la actuación de Nicholas Hoult. Su Tolkien es serio e inteligente y hay algunas escenas rápidas de él hablando esta o aquella lengua, incluso aquellas que el propio Tolkien inventó. Eso sí, Hoult es un buen actor, y su actuación cobra vida cuando comparte una escena con Lily Collins como la mujer que se convierte en su esposa. Pero hay algo que falta… aunque Miss Collins es, como dicen, radiante como Edit Bratt Tolkien.
Pero, una y otra vez, el Sr. Karukoski interrumpe su narrativa de amor y erudición con flashbacks sobre la guerra, insistiendo (suplicando) que entendamos que fue en el crisol de la batalla que nació el arte de Tolkien. Sin duda la guerra lo afectó mucho, pero hubo otras influencias tan fuertes como más fuertes.
Como se dijo el año pasado en el catálogo de la exposición “Creador de la Tierra Media” en la Biblioteca Bodleiana de Oxford sobre los papeles y el arte de Tolkien, este “deseó más que nada” volver a hacer Inglaterra católica “y, al hacerlo, reintroducir belleza, pureza, y amor a su país”. Y creo que es apropiado sugerir que el catolicismo, junto con los mitos y la literatura de la Inglaterra medieval (y el resto del norte de Europa), están más en el corazón del trabajo de Tolkien que sus experiencias en la Primera Guerra Mundial.
Pero usted no sabría sobre la influencia católica en las películas de Peter Jackson, lo cual es comprensible ya que se trata de la Tierra Media, o en la biografía del Sr. Karukoski, que no tiene sentido. Tolkien muestra algunas de las interacciones del joven con el sacerdote, el Padre Francis Xavier Morgan, quien era su tutor y quien había sido asistente de John Henry Newman en el Oratorio de Birmingham, en el cual creció Tolkien pasando nueve años allí. La película muestra la oposición inicial del Padre Morgan al romance de Tolkien con Edith Bratt, quien era protestante, una unión que el sacerdote finalmente bendijo, pero la película no se molesta en señalar que Edith se convirtió al catolicismo.
Sospecho que los espectadores cristianos expertos se sentirán decepcionados por la falta de atención a la fe cristiana de JRR Tolkien dada por el Sr. Karukoski (y los guionistas David Gleeson y Stephen Beresford), y es difícil no imaginar que Karukoski y otros vean al catolicismo como un riesgo comercial.
No es necesario asumir que John Henry Newman fue el modelo para Gandalf, o, de lo contrario, esforzarse para conectar la vida católica de Tolkien con todos los aspectos de su narración posterior, pero es extraño, si no es bizarro, ignorar por completo esa conexión en la película. El juego de rugby de la universidad de Tolkien recibe más atención que su fe religiosa.
Y la beca de Tolkien también es menospreciada, aunque ciertamente se alude a ella. El Sr. Karukoski pudo haber examinado a Little Man Tate de Jodie Foster, A Beautiful Mind de Ron Howard o The Imitation Game de Morton Tyldum para obtener pistas sobre cómo un genio puede ser representado de manera efectiva en la pantalla
Pero debo agregar que Tolkien es una película agradable con una actuación sólida y algunas fotos encantadoras de Oxford y la Inglaterra rural, los “condados” que tanto amó Tolkien. Colm Meaney y el Sr. Jacobi son tan sólidos como el Padre. Morgan y el Prof. Wright, y Patrick Gibson, Tom Glynn-Carney y, especialmente, Anthony Boyle son excelentes compañeros de Tolkien en travesuras y aprendizaje, rugby y guerra: el TCBS (Tea Club and Barrovian Society), una temprana e influyente comunidad.
Acerca del autor:
Brad Miner es editor principal de The Catholic Thing, miembro principal del “Faith & Reason Institute” y secretario de la Junta de Ayuda a “Church In Need USA”. Él es un ex editor literario de National Review. Su nuevo libro, Sons of St. Patrick, escrito con George J. Marlin, ya está a la venta. ”The Compleat Gentleman”, está disponible en audio.
https://infovaticana.com/blogs/the-c...n-la-pelicula/
"He ahí la tragedia. Europa hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma europea choca con una realidad artificial anticristiana. El europeo se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.
<<He ahí la tragedia. España hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma española choca con una realidad artificial anticristiana. El español se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.>>
Hemos superado el racionalismo, frío y estéril, por el tormentoso irracionalismo y han caído por tierra los tres grandes dogmas de un insobornable europeísmo: las eternas verdades del cristianismo, los valores morales del humanismo y la potencialidad histórica de la cultura europea, es decir, de la cultura, pues hoy por hoy no existe más cultura que la nuestra.
Ante tamaña destrucción quedan libres las fuerzas irracionales del instinto y del bruto deseo. El terreno está preparado para que germinen los misticismos comunitarios, los colectivismos de cualquier signo, irrefrenable tentación para el desilusionado europeo."
En la hora crepuscular de Europa José Mª Alejandro, S.J. Colec. "Historia y Filosofía de la Ciencia". ESPASA CALPE, Madrid 1958, pág., 47
Nada sin Dios
Como la película ya está encima empiezan a llover críticas y revisiones, unas serán más favorables y otras menos, según el particular gusto y modo de entender las cosas de los críticos -y también de los criticones-, ya veremos. Pero recordando la actitud del propio Tolkien acerca de la posibilidad de llevar a la pantalla parte de su obra -hay partes absolutamente imposibles de hilvanar comercialmente, tal como nos ha mostrado su hijo Christopher-, que siempre fue opuesta, me pregunto ahora si llevar adelante su propia biografía, totalmente limitada a una hora y pico o dos de metraje, sería algo a lo que él mismo no se opondría rotundamente.
No deja de ser todo un indicio que sólo haya una biografía autorizada, más bien oficiosamente tolerada, que la de Carpenter. Por eso, y reconociendo que si me apetece y mucho asistir a su proyección, no deja de incrementarse mi duda acerca de si debo o no respetar su figura, la que he construido mentalmente -y moralmente también-, sobre la lectura de su vida (Carpenter) y la meditación que la lectura de sus Cartas, las esenciales en las que muestra su cosmovisión, no yendo a sala de cine alguna. Creo que me pasaría como con las películas de Jackson, las cuales lograron irritarme a veces. Comprendo que meter en unas 24 horas aproximadamente de metraje unas mil quinientas páginas de letra apretada (ESDLA más El Hobbit ) debe de ser complicado, pero es que el negocio que algunos se han montado a base de frivolizaciones -léase divulgaciones con intención de forrarse a base de modas-, me molesta enormemente.
Tolkien era un coñazo rancio, a los ojos de esta sociedad marchosa, bullanguera, friki, vacía, decadente, inmoral y de buen rollito, que escribió para si y sus hijos, al igual si acaso que para otros coñazos rancios como él, y que hoy se cuentan por unas centenas a lo largo y ancho del mundo, tal como sucedió hasta que algún avispado encontró en él una fuente insospechada de llenar la bolsa de dólares y libras esterlinas. Tolkien, que era un escritor de culto entre cuatro intelectuales de las universidades americanas, no estaba destinado a ser objeto de consumo de masas aburridas. Por eso, me pregunto si merecerá la pena ir a ver una película que me va a hablar de un tal Tolkien, que posiblemente no reconoceré, e identificaré, como el mismo que los libros coñazos y rancios me han inculcado.
Crítica: 'Tolkien', con Nicholas Hoult y Lily Collins
La película de la vida de Tolkien trata de hacer interesante la vida del autor de 'El Señor de los Anillos'.
Juan Manuel González 2019-06-14
Tolkien, biopic sobre la juventud del creador de la legendaria Tierra Media, tiene que resolver una papeleta más difícil de lo que parece. En tiempos de Wikipedia el filme del finlandés Dome Karukoski trata de aportar un plus de poesía y emoción a la pura información, al relato de la vida de un sujeto desubicado y sensible que, como Frodo, parece llevar el peso de una misión que le sobrepasa, que se debate entre el amor y sus propios e indescifrables deseos.
Relato prebélico en modo "flashback" al tiempo que representación de la reprimida realidad que dio lugar a la desbordante fantasía de Tolkien (y también a un par de Guerras Mundiales), el filme de Karukoski fracasa, sin embargo, en ese tránsito cuando toca sugerir algo más que lo evidente. Estamos, sin más, ante el típico biopic británico revestido de profesionalidad, buenas intenciones y sí, incluso talento, malgastado en gran parte por una mediocridad acoplada a esa misma corrección. Cuando su amada Edith conversa con Tolkien en un restaurante y éste le expresa su interés en la cadencia del lenguaje, ella le pide a cambio que el sonido represente una historia. La película, desgraciadamente, pasa por encima de estas abstracciones que Tolkien logró superar con el mecanicismo de un biopic perfectamente codificado.
Como un retal de recuerdos donde fantasía y realidad se funden, la película comienza con J.R.R. Tolkien atrapado en una trinchera de la batalla de Somme. Allí Tolkien perdió algo más que la inocencia, por mucho que las explosiones, el barro y la sangre supusiesen -al menos según el filme- uno de los últimos empujones necesarios para que el autor escribiese la primera frase de El Hobbit. Los recuerdos del protagonista, encarnado por un solvente Nicholas Hoult, nos conducen a su infancia, su amistad con (fundamentalmente) su buen amigo George Bache Smith y su relación con Edith Bratt (Lily Collins, cuyo agente debe ser el mismo de Keira Knightley). Son minutos de metraje razonablemente entretenidos y comprimidos, definitivamente bien interpretados, pero el romanticismo de Karukoski no impacta. Tiene que ser la música de Thomas Newman la que aporte ese plus de emoción que la película busca desesperadamente.
Tolkien se ve bien y de hecho mejora en su segunda mitad, una vez entra en escena (aunque fugazmente) el excelente Derek Jacobi. Pero el viaje a la fantasía que parece proponer se ve ahogado en los tópicos del biopic, que Karukoski va puntuando de uno en uno. Algunos apuntes son interesantes: cómo liberado de la mujer, Tolkien ve cómo se desata definitivamente su imaginación; o la confesión de su amigo George, evidentemente homosexual, a un despistado Tolkien. Son destellos en una película correcta que rinde pleitesía a su autor, quizá de una forma demasiado cómoda y desgastada.
https://www.libertaddigital.com/cult...collins-88113/
Última edición por Valmadian; 14/06/2019 a las 20:15
"He ahí la tragedia. Europa hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma europea choca con una realidad artificial anticristiana. El europeo se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.
<<He ahí la tragedia. España hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma española choca con una realidad artificial anticristiana. El español se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.>>
Hemos superado el racionalismo, frío y estéril, por el tormentoso irracionalismo y han caído por tierra los tres grandes dogmas de un insobornable europeísmo: las eternas verdades del cristianismo, los valores morales del humanismo y la potencialidad histórica de la cultura europea, es decir, de la cultura, pues hoy por hoy no existe más cultura que la nuestra.
Ante tamaña destrucción quedan libres las fuerzas irracionales del instinto y del bruto deseo. El terreno está preparado para que germinen los misticismos comunitarios, los colectivismos de cualquier signo, irrefrenable tentación para el desilusionado europeo."
En la hora crepuscular de Europa José Mª Alejandro, S.J. Colec. "Historia y Filosofía de la Ciencia". ESPASA CALPE, Madrid 1958, pág., 47
Nada sin Dios
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