Por: Ernesto Barraza Eléspuru

En 1976, científicos de todo el mundo predijeron que la Isla caribeña de Guadalupe sería destruida por la erupción de un volcán. Un solo hombre se rehusó a abandonar la isla y mientras todos sus habitantes salían corriendo, el documentalista alemán Werner Herzog y su equipo llegaban para filmar a este hombre que esperaba pacientemente el final.

El New York Times calificó este documental al que Herzog tituló La Soufriere como "uno de los más exquisitos esfuerzos de Herzog y como una perfecta destilación de sus talentos." Jorge Vignati, el cineasta peruano con mayor trayectoria en el campo del documental que trabajó junto a Herzog por muchos años, utiliza esta historia para explicar como el cine documental, a diferencia del periodismo televisivo, encuentra su esencia en una búsqueda que va más allá de la actualidad.

Para mí, el primer documental fue "Insurrección de la Burguesía", uno de los tres capítulos de la trilogía "La Guerra de Chile", de Patricio Guzmán, sobre los días previos del ascenso al poder de Pinochet. El final, en el que la cámara cae al piso revelando lo último que vio su camarógrafo, que acababa de ser baleado, aún no se borra de mi memoria. El segundo documental fue "Now", del cubano Santiago Álvarez. Era un videoclip, que además de mostrarme atractivas imágenes fotográficas, estructuradas con excelente ritmo narrativo, al compás de una canción muy bien elegida por su mensaje, ponía en evidencia una marcada postura anti yanqui y una crítica abierta al racismo.

Insurrección de la Burguesía y Now despertaron mi interés por el cine documental, en el que, después de varios años, he encontrado grandes posibilidades periodísticas y cinematográficas. Por un lado la capacidad de observar, reflexionar y opinar y, por otro, la facultad de volver hermosa hasta la más terrible de las situaciones que pueden captarse de la realidad. Es algo así como un periodismo literario que, en vez de usar las palabras, para volver más atractiva la realidad, usa la imagen para exponer un punto de vista y establecer una conexión emocional con el espectador. Un periodismo cinematográfico, como bien lo supo definir, en su oportunidad, Santiago Álvarez.

Un número más o menos considerable de documentales conforman la lista de los que, año tras año, alimentan mi, cada vez más grande interés por este género. Todos me han dejado con la certeza de que el cine documental es la síntesis de todo aquello a lo que debería apuntar un verdadero periodismo audiovisual. Me refiero a un periodismo en el que se conjuguen, de la mejor manera, las metodologías propias del oficio y que además sea capaz de explotar las inmensas posibilidades del lenguaje de la imagen. Posibilidades que hasta ahora no se han explotado en el periodismo televisivo que, a decir verdad, a lo largo de su historia, si bien corta, no nos ha demostrado más que ser un periodismo escrito, leído e "ilustrado" con imágenes en movimiento, que la mayoría de las veces son puro relleno.

Hace un poco más de cien años, la invención del cine implicó la creación del lenguaje de la imagen en movimiento, una nueva forma narrativa que, con el tiempo, ha adquirido un valor propio que lo diferencia del lenguaje escrito. Así como la literatura y el periodismo tienen, cada uno sus características narrativas dentro del lenguaje de la palabra, durante sus primeros años de vida, el cine incorporó, códigos y estructuras tanto para la ficción como para el documental, dentro del lenguaje de la imagen.

Hoy el cine es sobre todo un medio de entretenimiento en el que se producen más películas de ficción que documentales. Esto, en gran parte se debe a que la televisión, con su capacidad de acceso inmediato a una mayor cantidad de público, ha terminado por arrebatarle al cine la función de informar. Un hecho lamentable, pues es mucho lo que perdió el periodismo audiovisual cuando dejo de ser cine y se volvió televisión.



Sería necesario dar una mirada hacia atrás y redescubrir las posibilidades que el cine, desde un inicio, le ofreció al periodismo, pues no es descabellado pensar que este, y no la televisión, era el medio idóneo para desarrollar el periodismo a través del lenguaje de la imagen en movimiento. Ojo, que no se trata de negar la necesidad de la televisión como medio de información, esta tiene sus propias características que la convierten en un importante medio periodístico. Sin embargo, hay que establecer parámetros a fin de reorientar el desarrollo de un mejor periodismo audiovisual.

El cine se creo con una innata vocación periodística. Cuando el 28 de diciembre de 1895, los hermanos Lumiere, presentaron las primeras proyecciones públicas de sus películas en el Grand Café de París, mostraron imágenes de la vida cotidiana de aquellas épocas que son, sin lugar a dudas, imágenes periodísticas con valor propio, pues recordemos que entonces el cine era todavía mudo. "Salida de la Fábrica Lumiere" (1895), filmada al exterior de la propia fábrica de los hermanos, es una de las más conocidas secuencias; al igual que "La llegada del tren de París". A estas se sumaron otras actividades y acontecimientos del momento que fueron filmados por los Lumiere en las calles parisinas. Los hermanos también enviaron operadores por todo el mundo a filmar acontecimientos importantes de lugares lejanos y con esto, empezaron, sin proponérselo, una especie de agencia de corresponsalías a través del mundo.

Gracias al trabajo de los Lumiere y de otros pioneros impulsores del nuevo arte, antes de que se filmara la primera película de ficción (1904), el cine ya se había convertido en la principal ventana informativa a través del, todavía poco explorado, lenguaje de la imagen en movimiento que permitía que las personas no solo pudieran leer sobre acontecimientos, lejanos o cercanos, sino que además podían verlos con sus propios ojos, incluso después de sucedidos.

Con los años, el cine se convirtió en una vía de comunicación con valor propio y con más influencia que ningún otro medio, hasta entonces, en el cambio de actitudes y hábitos sociales. Rápidamente se comprendió que podía entretener, educar, provocar sentimientos y pasiones y que al mismo tiempo era un medio informativo, propagandístico y político que admitía múltiples formas, contenidos y estilos.

El cine se convirtió, al mismo tiempo, en una forma de entretenimiento y en un instrumento de información. A la vez que se experimentaba con la ficción, las técnicas para capturar la realidad fueron perfeccionando el contacto de primera mano con la historia que antes no había sido posible contar con imágenes.

Se crearon dos modalidades bien diferenciadas: El Documental propiamente dicho y el Noticiero. Los noticieros mostraban de manera breve y objetiva los sucesos actuales y de interés general, mientras que los documentales tenían una variedad de propósitos. Desde informes imparciales, hasta intencionales mensajes sociales.

Aún hoy, ambas modalidades evitan la ficción a favor del material no manipulado. Sin embargo, desde un inicio, el documental asumió una posición diferenciadora que le permitía poner en evidencia un determinado punto de vista frente a los hechos que narraba. Es que, como explica Carlos Galiano, crítico y cineasta cubano, en los buenos documentales se plantea una tesis. El cineasta toma una posición sobre el tema tratado y la comunica al público desde su perspectiva y de esto depende la fuerza expresiva del documental que muestra, interpreta, apoya y critica una visión de la realidad.

Con el noticiero y el documental, el cine dio inicio al periodismo audiovisual. Una meramente informativa y otra más reflexiva e interpretativa, ambas formas se crearon como nuevas maneras de acercarse a la realidad y de informar y reflexionar sobre ella. Esto, hasta la llegada de la televisión.

Hasta 1960 el cine fue, por excelencia, el medio informativo a través de la imagen en movimiento. Pero, con la aparición de un segundo medio audiovisual, se tuvieron que reorganizar las funciones. La necesidad del cine como instrumento de información inmediata se hizo menos importante. Los noticieros cinematográficos pasaron a un segundo plano, pues ahora podían ser noticieros televisivos. Con la llegada de la televisión, el cine perdió una parte importante de su natural vocación periodística. Sin embargo, no la abandonó no del todo. El hecho de que la televisión asumiera la responsabilidad de los noticieros le dio al cine la oportunidad de convertir al documental en un género más reflexivo de lo que se había permitido ser hasta entonces.

Con los años, se crearon rasgos que diferencian el periodismo cinematográfico del televisivo y que han conducido al cine documental a otro nivel en el que asume una función más ética que informativa.

Hoy cuando nos referimos al reportaje o al documental, estamos hablando de modos de tratamiento de la realidad, de narraciones audiovisuales que tienen como objeto dar cuenta de algo, pero que lo hacen con actitudes e intereses diferentes. Hoy, mientras el reportaje televisivo se encarga de contar e investigar hechos noticiosos. El documental, se interesa más por explicar la realidad de los hombres y de los lugares. A diferencia del reportaje, la mirada del documentalista no está supeditada a la actualidad ni a los criterios de la noticia. El documental ofrece una interpretación creativa de la realidad. No es necesaria la imparcialidad y es permitida la intervención del autor, que recurre en la mayoría de los casos a interpretaciones propias sobre los hechos y los sujetos.

Como dice Kracauer, la actividad periodística en el cine no se limita a representar lo que describe, sino que también incorpora estos objetos a los procesos de la vida real. Se trata de un periodismo interpretativo que es más que noticioso, pues toma la realidad y la traduce para el público, según objetivos específicos e intencionales.

Stefan Kaspar, reconocido cineasta de nuestro medio, agrega que para hacer buen cine documental, es básico tener una actitud frente a la sociedad y desarrollar una mirada sensible hacia lo que nos rodea. Dice que, de alguna manera se trata de poner en la agenda noticiosa temas que, aunque son actuales, el periodismo del día a día deja pasar a causa de la gran preocupación por la inmediatez en la transmisión de las noticias.

Kaspar está de acuerdo con la idea de que la diferencia entre el trabajo periodístico que se hace en el cine y el que se hace en la televisión está en que lo que se hace en la televisión no es periodismo audiovisual, sino prensa leída e ilustrada con imágenes. Sin embargo, no critica este hecho, pues considera que actualmente la televisión y el cine son medios que satisfacen necesidades totalmente distintas.

Efectivamente, esta fusión del lenguaje escrito y el audiovisual, funciona bien para el periodismo del día a día, que sólo pretende informar. Lo que sucede es que cuando hablamos del cine documental, nos referimos a otra clase de periodismo audiovisual. Una en la que se hace verdadero uso del lenguaje que se inventó con el cine, donde no hay necesidad de una voz en of que explica lo que se está viendo. Una en la que la imagen, habla por sí misma. Nada de esto se ha podido desarrollar en la televisión por su naturaleza de consumo rápido y de producción casi instantánea.

El periodismo que una vez se empezó a gestar en el cine se ha visto, sobre todo en los últimos años, alterado en su contenido. Parece que los avances tecnológicos que permiten hacer todo cada vez más rápido, vienen acompañados de un retroceso en la calidad reflexiva de las noticias y en la puesta en escena de sus imágenes. La televisión cada vez se aleja más de ese ideal para el que pudo ser usado el nuevo lenguaje de la imagen periodística en movimiento.

Jorge Vignati tiene claro el asunto. Para él, cuando se habla de documental, se habla del lenguaje que reflexiona a través de la imagen bien compuesta y no de la palabra. Característica de la que se ha desligado por completo el periodismo televisivo. Para reflexionar se necesita tiempo y en la televisión lo único que no hay es tiempo.

El cine documental da un valor agregado a la noticia al contar con mayores periodos de investigación y reflexión. Esto y su representación casi perfecta de la realidad, le permiten acercarse a su objeto de estudio, como ningún otro medio puede hacerlo, lo cual lo convierte en la mejor herramienta para comprender las realidades del ser humano. Uno de los principales objetivos del periodismo.

La premura con la que se hace periodismo en la televisión muchas veces hace que el reportero vaya detrás de la noticia evidente. No es que este sea incapaz de encontrar nuevos ángulos o que no tenga la capacidad de investigar debidamente tal o cual tema, sino que el tiempo lo obliga a hacer las cosas demasiado rápido y la mayoría de las veces, en vez de arriesgarse va tras lo obvio. El cine permite arriesgarse a hacer lo contrario, como hizo Herzog al llevar su cámara en contra de las de los reporteros que cubrían la evacuación de la isla de Guadalupe.
La prisa de los reporteros televisivos por tener la noticia antes que los otros, les hace olvidar que muchas veces es más fácil e interesante encontrar la noticia que los demás no ven. La prisa también hace que no tomen en cuenta que la cámara con la que persiguen las noticias les da la oportunidad de abordarla de una forma distinta y que no sólo deben limitarse a hacer tomas de apoyo que ilustren lo que después van a escribir. La mayoría de las veces, el periodista televisivo se olvida, sobre todo, de la existencia del lenguaje audiovisual, con el que puede hacer que las imágenes hablen.

Otro factor importante que diferencia el trabajo periodístico del cine y el de la televisión es la independencia. El reportaje televisivo, a diferencia del documental cinematográfico está, por las propias características del medio, delimitado por ciertos parámetros, tanto internos como externos. Por un lado está el público y por otro el canal para el que se trabaja. Ambos establecen ciertos límites que, de una u otra manera, conducen el trabajo del reportero televisivo. Los intereses económicos y políticos de un canal pueden obligar a los reporteros a sesgar su investigación hacia algún punto de vista que no necesariamente es el suyo. Desde esta perspectiva, el cine sería el único medio que ofrece la oportunidad de ser totalmente independiente y fiel a la postura de cada uno, ya que un documentalista no tiene que responder a nadie más que a sí mismo.

Sea como fuere, hasta ahora, el documental cinematográfico y el reportaje televisivo son dos modos de tratamiento de la realidad que aunque tienen como objetivo dar cuenta de algo, lo hacen con actitudes e intereses diferentes. El reportaje televisivo se encarga de contar e investigar hechos noticiosos, tal y como lo hacían los noticieros cinematográficos anteriormente. El documental, en cambio, se interesa más por explicar la realidad e incluso por descubrir "el alma" de las personas.

El documental se permite ir más allá y habla sobre temas que, al parecer, al reportaje televisivo le resulta imposible, siquiera pensar en abordar.
Desde la invención de la televisión, el periodismo audiovisual se ha alejado del cine. Por muchos años, la responsabilidad del documental ha sido asumida por los cineastas, quienes lo han hecho evolucionar, tal vez sin proponérselo, y han creado una forma muy atractiva de hacer periodismo a través de la imagen en movimiento. Tal vez es hora de que los periodistas regresen la mirada a ese olvidado arte del periodismo cinematográfico que además de poder aportar mucho a la manera en que se está haciendo televisión, ofrece otra ventana de expresión para el periodismo que valdría la pena evaluar. Al fin y al cabo, ¿Si los cineastas hacen uso del periodismo para hacer documental, por qué los periodistas no pueden hacer uso del cine para sus propios fines?


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Ernesto Barraza Eléspuru

Apasionado del cine. Estudió periodismo en la UPC y luego fugó a México, donde se especializó como guionista cinematográfico. Actualmente prepara la publicación de su primer libro sobre la vida de Maria Reiche, y promete estrenar un cortometraje para el año que viene.


http://www.upc.edu.pe/html/0/0/carreras/periodismo/hojas/EBarraza.htm