Colegialismo pan-electoralista Papal


Un momento especialmente tenso del Vaticano II fue cuando Pablo VI se vio obligado a intervenir en el aula imponiendo su autoridad docente como Pontífice Universal sobre el Concilio, justamente lo que parecía quedar insuficientemente expuesto en el texto de la constitución de Ecclesia, la Lumen Gentium, cuyo contenido se vio modificado por la famosa Nota explicativa previa (véase al final del texto de la constitución dogmática, donde aparece, paradójicamente en el lugar de un apéndice y no precediendo al documento, como correspondería).

Como se sabe, la nota explicativa aclara algunos puntos sobre la autoridad y potestad universal del Papa, cabeza visible de la Iglesia y sucesor del Apóstol San Pedro, con respecto al tema de la colegialidad episcopal que, tal y como aparece en algunos párrafos de la Lumen Gentium, podrían suscitar equívocos o malentendidos al respecto. De todas formas, el postconcilio iría definiendo una nueva comprensión del episcopado, con nuevas formas de expresión del poder episcopal parcialmente colegiado, como las que se fueron creando en torno a la institución de las conferencias episcopales.

Fuera del aula conciliar hubo, a la vez y durante la celebración de las sesiones, un concilio paralelo, extra-conciliar pero conectado versatilmente con el aula, que recogía la opinión y la voz de los peritos, los teólogos, los consultores e incluso los periodistas y comentaristas, cuyo eco tuvo cierta repercusión indirecta en los miembros del Concilio, muy atentos a lo que se decía fuera del recinto basilical. Fue en ese medio donde se generaron especies como la del famoso 'espíritu del concilio', cuya indefinición propiciaba la adscripción de cualquier exceso, ya fuera idea o proyecto.

En esos medios, más que en el aula, surgió la idea de ver sustituído, más o menos pronto, el tradicional Colegio Cardenalicio auxiliar y elector del Papa por una nueva formación integrada por obispos (incluso 'todos' los obispos) que se hicieran cargo de la elección del Pontífice, dando así expresión a toda la doctrina que se iba elaborando sobre el episcopado y la colegialidad episcopal. Al fin (era la tesis) un cardenal en cuanto cardenal, propiamente, es quasi nada, mientras un obispo, en cuanto tal, es un sucesor de los Apóstoles y la cabeza de una 'iglesia particular'.

La inciativa corrió como una brisa gélida, amenazante, sobre las naves de la Basílica Vaticana, y pasó con el Concilio y su clausura. Sin embargo siguió circulando passim, y raro es el cura, el religioso o el estudiante de teología que no la haya oído, explicada o discutida, en clase de Eclesiología. Ahora parece que vuelve a salir, retomada con nuevos particulares, pero, en sustancia, la misma:

«Presidencialismo» papal y cónclave ampliado

El articulete del vaticanista Andrea Tornielli merece leerse. Tal y como refiere, esos son los aires que describen el ambiente y estado de opinión que se está formando, todo ello con el trasfondo de los vatican-leaks que han marcado la actualidad romana de estas últimas semanas: Una Curia alterada y cripto-movilizada, unos gestores curiales en entredicho, una opinión interna muy agitada y una atención externa voraz con apetito de más noticias y expectativas de algún escándalo. Todo esto en Italia, el epicentro de la vida de la Iglesia, enclave de sus organismos institucionales, con el Papa como centro y cabeza.

La tesis de conferir al Papa más autoridad dotando a su elección de más base representativa es una engañosa premisa de lo que puede ser un equívoco silogismo que se cierre con la conclusión de que el Papa adquiere su potestad por el consenso o la delegación de los obispos que le votan en un cónclave (o lo que fuera). La especie contiene en germen consecuencias que descompodrían en un instante la naturaleza misma del Papado tal y como se define en el magisterio y la doctrina católica.


¿Es ese el sentir de una minoría bien informada y opinante, o es la tendencia que se descubre/intuye en una mayoría todavía no del todo emergente?

El Pontificado Romano ha vivido durante su historia muchas y variadas vicisitudes, peligrosa unas, favorables otras, unas esclarecedoras y algunas envueltas en la confusión de las coyunturas y circunstacias del momento. ¿Estamos ahora al borde de una de esas encrucijadas de crisis?

Siempre temí el pontificado que siguiera al de JP2º, por lo que podría significar de confirmación, continuísmo o deriva. La elección de Benedicto XVI me pareció providencial, estando la situación como estaba, con los electores y los elegibles que formaron aquel histórico Cónclave.

Pero cada vez temo más el Cónclave que vendrá (Dios quiera que tarde) porque será, más que nunca, un cónclave con extra-cónclave paralelo, cuya conclusión no me atrevo a imaginar.

En el artículo de Tornielli se evidencia una comprensión politizada del Papado, su poder, sus implicaciones, todo impregnado de un espíritu mundano ajeno a la sacralidad eminente y sustancial de quien es por gracia de Dios (no por poder de los hombres) Vicario de Cristo y Cabeza Visible de la Iglesia.

Que ese estado de opinión, tan católicamente equivocado, se esté formando, se emita y circule desde Italia, es una preocupante, muy preocupante noticia que sólo en un futuro más o menos inmediato se desvelará con todas sus consecuencias (o con algunas, no menos preocupantes).

Oremus!


+T.

EX ORBE