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Tema: Etapas de la "resignación" anti-conciliar: el divinismo; la papolatría; el mal menor

  1. #1
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    Etapas de la "resignación" anti-conciliar: el divinismo; la papolatría; el mal menor

    Un interesante artículo de hace más de cuarenta años:

    “La contemplación del naufragio de la Cristiandad en España producido tan sólo en diez años (1962-1971), muestra tres causas psicológicas responsables en grado sumo. Por orden cronológico de aparición son: el divinismo, la papolatría y el mal minorismo. Las tres, combinadas y entrelazadas con otras causas menores, como la pereza, la tibieza, etc.


    El DIVINISMO fue un rasgo del período preconciliar y aun del propio Concilio. Él presidió la preparación o mejor dicho, la falta de preparación de nuestros teólogos. Les llegaban noticias alarmantes de lo que pensaban los europeos; de que ya habían conseguido adentrar sus ideas hasta el orden del día y los esquemas; pero los nuestros, tranquilos. Nada de prepararse a fondo para el encuentro. "¿Cómo va Dios a permitir que un Concilio apruebe esos disparates?" – nos decían a los que desde nuestra modestísima condición de seglares les mostrábamos nuestra preocupación-, "¡Hombres de poca fe!" –repetían empujándonos suavemente hacia la puerta-. Continuaban: "una cosa es lo que se diga en los debates, y otra la que finalmente se apruebe; sólo ésta interesa realmente, porque llevará el refrendo del Espíritu Santo".
    Con esta confianza mal entendida, con este divinismo se fueron a Roma sin más preparativo que un repasito doctrinal y sin ninguna “praxis”; no descuidaron ésta, por cierto, los europeos, que acarrearon ingentes cargamentos de material de oficina, multicopistas, magnetófonos, instalaciones, empleados, dinero...


    La PAPOLATRÍA vino después. Cuando los gérmenes de la catástrofe aparecieron oficialmente en las actas del Concilio, ya no se podía seguir manteniendo el divinismo; aunque fuera de esa otra variedad, muy clerical, que consiste en echar la culpa a Dios Nuestro Señor de todo lo malo que pasa: “Cuando Él lo permite por algo será”.
    Entonces el divinismo se reforzó en unos y se sustituyó en otros, con y por la papolatría. Nadie se atrevería ya a decir que ciertos conceptos conciliares o autorizadamente atribuidos y dejados atribuir al Concilio, en contradicción con el magisterio anterior eran frutos del Espíritu Santo. La solución para algunos, vía muerta adelante, fue escudarse en la devoción al Papa. Confesaban que no entendían nada de lo que había pasado, de lo que veían y leían, pero como lo dijo el Papa, punto redondo. Aún así, presumían de piadosos. Esta adhesión incondicional al magisterio pontificio no infalible, conciliar y posconciliar, no estaba muy en línea con la propia ortodoxia católica. Pero no importaba: se sugestionaban con una piedad romántica.
    Hasta que la realidad fue día a día, disgusto a disgusto, minando estos equilibrios psicológicos hasta hacerlos insostenibles... Agotado este expediente, se replegaron a una tercera línea defensiva tan ajenos como desde el primer momento al consejo evangélico, “la verdad os hará libres”. Esa tercera línea defensiva es una versión falsa de la doctrina del mal menor....


    (...No es correcto aplicar a los que entonces practicaron la papolatría, el calificativo de “más papistas que el Papa”; porque los que lo merecen cabalmente, son los que prolongan, en variación cuantitativa de incremento, los deseos del Papa; ahora, en cambio, hablamos de los que incurren en una modificación cualitativa, la de atribuir cualidad de autoridad superior a manifestaciones que no la tienen.)

    El MAL MENOR, pecado capital de nuestra historia, ha vuelto con este planteamiento: "es cierto, lo reconocemos, que el Concilio y el pontificado de Pablo VI han dado algunos frutos amargos; pero proclamarlo y tratar de curarlos sería todavía peor; más vale disimular, ceder y esperar con calma a que Dios Nuestro Señor arregle las cosas" (¡¡nuevo divinismo!!)...

    La doctrina moral del mal menor dice que cuando no hay más remedio, cuando es totalmente inevitable optar entre dos males, entonces, y sólo entonces, se ha de aceptar el menor, pero con la firme decisión de estar intentando salir de él. Hay pues que aclarar si hay o no alguna otra salida entre la rebelión escandalosa y la aceptación resignada de la “autodemolición”; y si se cree que no la hay, conviene discernir cuál de las dos mencionadas es realmente la menos mala...
    Si se cree que es ineludible la disyuntiva entre la rebelión escandalosa y la aceptación resignada, no se ve claro que el mal menor fuera la última; de una parte, la rebelión ya no escandalizaría como lo hubiera hecho hace veinte años; ahora, el escándalo ha desaparecido a golpe de escándalo; de otra, la aceptación resignada ha sido el camino ya experimentado hasta ahora con tan desastrosas consecuencias que cuesta imaginar que con otra táctica se pudiera llegar a otra peores.”


    (De la revista “¿Qué Pasa?”, 24 Julio, 1971)
    Última edición por ALACRAN; 13/02/2013 a las 22:57
    Donoso, Hyeronimus y Abbendis dieron el Víctor.
    “España, evangelizadora de la mitad del orbe; España, martillo de herejes, luz de Trento, espada de Roma, cuna de San Ignacio...; ésa es nuestra grandeza y nuestra unidad: no tenemos otra. El día en que acabe de perderse, España volverá al cantonalismo de los reyes de Taifas.

    A este término vamos caminando: Todo lo malo, anárquico y desbocado de nuestro carácter se conserva ileso. No nos queda ni política nacional, ni ciencia, arte y literatura propias. Cuando nos ponemos a racionalistas lo hacemos sin originalidad, salvo en lo estrafalario y grotesco. Nuestros librepensadores son de la peor casta de impíos que se conoce, pues el español que deja de de ser católico es incapaz de creer en nada. De esta escuela utilitaria salen los aventureros políticos y salteadores literarios de la baja prensa, que, en España como en todas partes, es cenagal fétido y pestilente”. (Menéndez Pelayo)

  2. #2
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    Re: Etapas de la "resignación" anti-conciliar: el divinismo; la papolatría; el mal me

    Obsérvese en este artículo de época posconciliar (1968) el apogeo de la papolatría (o más bien del cretinismo católico): el autor identifica catolicismo con obediencia ciega al papa y al vaticano II y por tanto la "buena salud" del catolicismo español con su sumisión ciega a las barbaridades implantadas por Pablo VI y el Vaticano II. (Lo que empezaba a denunciar ya por entoces mons Lefebvre)

    Véase cómo defiende la nueva misa pseudoprotestante atacando a los que defendían el rito romano milenario (tridentino); la herética libertad religiosa del vaticano II; cómo hace pasar por "católicas" las reuniones ecuménicas de obispos católicos con herejes protestantes (él bien se cuida de llamarlos herejes y protestantes) y aplaude nada menos, que a un "pastor" (al que no califica de protestante obviamente) que se alegra por la expansión de las sectas en España a costa de los católicos,

    Y de propina tacha a los católicos escandalizados de tales monstruosidades como "nuevos Bartolomés de las Casas"...

    Ah, y además, texto aparecido no en una revista progre de izquierdas sino en una revista integrista como FUERZA NUEVA...

    De locos.


    (Negritas y paréntesis son nuestros)

    Revista FUERZA NUEVA, nº 66, 13-Abr-1968

    Catolicismo español

    (…) A la hora de cumplir los preceptos conciliares ha sido España la primera en ponerlos en práctica. Así, ya antes del Tridentino, la verdadera Reforma de la Iglesia se llevaba a efecto por el Cardenal Cisneros hasta Ignacio de Loyola, Teresa de Jesús, Pedro de Alcántara… Después del Concilio Vaticano I (siglo XIX) no fue en España donde aparecieron los cismáticos “católicos viejos”. (…)

    Y después del Vaticano II, la liturgia de la misa en lenguas vernáculas se ha implantado con aplauso unánime. En cambio, han aparecido voces discrepantes en libros y manifestaciones callejeras en Estados Unidos, reclamando el uso exclusivo del latín con amenazas de secesión.

    En España se han celebrado semanas de ecumenismo en iglesias católicas y de otras confesiones, sin estridencias, con gusto por ambas partes. Sin embargo, en Inglaterra grupos acatólicos (protestantes) se han manifestado increpando a sus pastores de traidores en actos ecuménicos.

    No cedo a la tentación de agregar más hechos extranjeros; solo citaré un libro traducido al castellano con vistas mercantilistas, cuya idea principal es demostrar que la masonería se había filtrado (¡) entre los padres conciliares. (¿”Complot contra la Iglesia", de Maurice Pinay, quizás?)

    Siendo esto así, rechazo que en el Club Internacional de Prensa alguien haya dicho que “a los españoles les ha cogido todo esto por sorpresa, sobre todo al español medio, quien no está preparado para la libertad religiosa, ni para afrontar las consecuencias del Vaticano II”. Falso, y en vez de generalidades señálense casos concretos.

    Más realistas son las palabras del pastor (¡protestante!), señor Cardona, en la misma sesión, quien “se mostró optimista en cuanto a la comprensión del pueblo español a raíz del Concilio, de todo lo que representa el respeto, incluso para la expansión de religiones no católicas”.

    No es ésta la única vez que, en reuniones mixtas (católico-protestantes), las tintas negras corren a cargo de los nuevos “Bartolomés de las Casas”. Lo que ocurre es que las masas católicas españolas no quieren seguir a los “pioneros del III (¡) Concilio Vaticano”, quienes, plagiarios de movimientos extranjeros, cuyos asertos están aún “sub judice” de la autoridad competente, han vertido interpretaciones audaces, en libros y revistas, del Concilio. (…)

    Adrián PECES MARTÍN DE VIDALES

    Última edición por ALACRAN; 01/06/2023 a las 19:35
    “España, evangelizadora de la mitad del orbe; España, martillo de herejes, luz de Trento, espada de Roma, cuna de San Ignacio...; ésa es nuestra grandeza y nuestra unidad: no tenemos otra. El día en que acabe de perderse, España volverá al cantonalismo de los reyes de Taifas.

    A este término vamos caminando: Todo lo malo, anárquico y desbocado de nuestro carácter se conserva ileso. No nos queda ni política nacional, ni ciencia, arte y literatura propias. Cuando nos ponemos a racionalistas lo hacemos sin originalidad, salvo en lo estrafalario y grotesco. Nuestros librepensadores son de la peor casta de impíos que se conoce, pues el español que deja de de ser católico es incapaz de creer en nada. De esta escuela utilitaria salen los aventureros políticos y salteadores literarios de la baja prensa, que, en España como en todas partes, es cenagal fétido y pestilente”. (Menéndez Pelayo)

  3. #3
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    Re: Etapas de la "resignación" anti-conciliar: el divinismo; la papolatría; el mal me

    Se denuncia aquí la conjura del silencio de los medios periodísticos "progresistas" españoles contra un escrito de intelectuales catolicos franceses que denunciaron ante Pablo VI el estado catastrófico de la Iglesia.

    Primero. Sobre el silencio periodístico español hacia dicha carta de los intelectuales franceses al Papa, obedecería a que los principales medios de comunicación tenían al frente a periodistas-sacerdotes de simpatías más bien aperturistas; y que por tanto simpatizaban con los errores denunciados por aquéllos intelectuales.
    Eso sin contar con que dichos intelectuales eran laicos que iban a su aire, sin conexión con la jerarquía francesa (furibundamente progresista), tácitamente denunciada por ellos .

    Por otra parte; obsérvese como los intelectuales franceses agradecen a Pablo VI "las enseñanzas mediante los cuales habéis afirmado los principios de la fe y de la disciplina católica"... Ahora bien; lo que es de poder disciplinario papal, precisamente... muy poquito.... Cuando fue el año de la desobediencia escandalosa de conferencias episcopales a a la encíclica papal "Humanae Vitae".
    Y sobre la denuncia al Papa de los errores teológicos que ya campeaban libremente, en última instancia la culpa era del propio Pablo Vi que se negaba rotundamente a condenar a nadie y daba de facto vía libre a toda herejía.
    Total, que, incoherentemente, no sólo no acusaban al papa, sino que encima venían a elogiarle; o sea, "papolatría a todo gas". Si eso pasaba con los "intelectuales denunciantes", ¿qué esperar de los católicos del montón?


    Revista FUERZA NUEVA, nº 104, 4-1-1969

    Carta silenciada

    Un grupo de intelectuales franceses, entre los que figuran el premio Nobel de Literatura, François Mauriac; los filósofos Gabriel Marcel y Etienne Gilson y los profesores Guitton, Latreille y Rollethan, han dirigido una carta al Santo Padre en la que, con motivo de la terminación del año 1968, le expresan su agradecimiento por la “profesión de fe”, le expresan su tristeza y escándalo por los ataques de que ha sido objeto su figura y enseñanzas; piden a los sacerdotes que se dediquen la tarea de enseñar la Palabra de Dios y dar los sacramentos; protestan contra las gratuitas acusaciones de riqueza y triunfalismo que se hacen a la Iglesia; manifiestan su angustia ante una minoría de agitadores, clérigos y seglares, que pretenden gobernar la Iglesia, y reiteran al Papa la obediencia y filial adhesión de los firmantes.

    Pues bien, carta tan significativa, por su contenido y por sus firmantes, no ha tenido la menor acogida en la mayoría de las secciones religiosas de la prensa de España, ni siquiera en las que están a cargo de comentaristas que de tal forma se encandilan con lo que firman los intelectuales, laicos o religiosos, cuando se pronuncian en contra de las doctrinas tradicionales de la Iglesia o del magisterio del Pontífice. Ha sido una carta silenciada. Nosotros la hemos conocido gracias a “La Gaceta del Norte”, que la ha publicado con gran relieve. Su texto lo merece. Nosotros se lo ofrecemos también a nuestros lectores, y nos gustaría saber cómo van a justificar sus silencios esos “proféticos” comentaristas, que beben su doctrina en la prensa francesa. En cierta prensa francesa, se entiende.

    Los mismos que un día pedían la investidura cardenalicia para Maritain, y han dejado de hablar de él desde que denunció, con toda crudeza, los errores del progresismo. Nos tememos que Mauriac, tan grato a los progresistas, va a seguir ahora el mismo camino. Y es que si hay algo que los progresistas no perdonan, es que la fidelidad al Vicario de Cristo se anteponga a sus doctrinas partidistas. La luz de Roma resulta insoportable a los ojos que prefieren la oscuridad del error.

    El texto íntegro de la carta de los intelectuales franceses es el siguiente
    :

    “Santísimo Padre: Al terminar el año de 1968, nos sentimos obligados a expresaros nuestro agradecimiento por la “profesión de fe” (el Credo del pueblo de Dios), así como por todas las enseñanzas, mediante los cuales habéis afirmado los principios de la fe y de la disciplina católica

    Os comunicamos nuestra tristeza y nuestro escándalo ante los ataques de que ha sido objeto vuestra persona y vuestras enseñanzas, así como todo aquello que toca a la jerarquía, acusada de ser “una aristocracia de monopolizadores de espíritu”, que se eleva por encima de la comunidad para dominarla.

    Ante la proliferación de los errores referentes al culto de Dios, la historicidad de los Evangelios, la presencia real y el ministerio eclesiástico, anhelamos que la jerarquía de la Iglesia ejerza plenamente su función propia, que es la de mantener intacto el depósito de la fe.

    Pedimos que los sacerdotes, ya demasiado escasos en número para las inmensas necesidades de la comunidad cristiana y de la misión entre los no creyentes, continúen -salvo el caso de vocación especial- estando consagrados a la sacra tarea de enseñarnos la Palabra de Dios y darnos los sacramentos.

    Protestamos contra la acusación de riqueza y de triunfalismo que pudo estar justificada en la época de la reforma, pero que se hace a una Iglesia cuyo desprendimiento nos consta, con los límites que este desprendimiento impone a la formación de sus sacerdotes y a su presencia activa en la vida ciudadana.

    Os manifestamos la angustia del pueblo cristiano al ver que el admirable esfuerzo de renovación de la Iglesia, inaugurado por el Concilio y valientemente continuado desde entonces, se ve comprometido por una pequeña minoría de agitadores, clérigos y seglares, que pretenden gobernar la Iglesia y siembran por todas partes la confusión y la duda.

    Aseguramos a Vuestra Santidad nuestra total confianza para que continuéis durante el año que viene el trabajo propio de vuestra misión y os reiteramos nuestra obediencia y nuestra filial adhesión.

    Firman:
    Edmond Michelet, Charles Flory, Etienne Gilson, Olivier Lacombe, Henri Guitton, François Mauriac, Henri Rollet, Stanislas Fumet, Jacques de Bourbon Busset, Henri Boissard, Gabriel Marcel, Maurice Vaussard, Jacques Nantet, André Latreille, Pierre Mesnard, André Piettre.




    Última edición por ALACRAN; 31/01/2024 a las 16:57
    “España, evangelizadora de la mitad del orbe; España, martillo de herejes, luz de Trento, espada de Roma, cuna de San Ignacio...; ésa es nuestra grandeza y nuestra unidad: no tenemos otra. El día en que acabe de perderse, España volverá al cantonalismo de los reyes de Taifas.

    A este término vamos caminando: Todo lo malo, anárquico y desbocado de nuestro carácter se conserva ileso. No nos queda ni política nacional, ni ciencia, arte y literatura propias. Cuando nos ponemos a racionalistas lo hacemos sin originalidad, salvo en lo estrafalario y grotesco. Nuestros librepensadores son de la peor casta de impíos que se conoce, pues el español que deja de de ser católico es incapaz de creer en nada. De esta escuela utilitaria salen los aventureros políticos y salteadores literarios de la baja prensa, que, en España como en todas partes, es cenagal fétido y pestilente”. (Menéndez Pelayo)

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    Re: Etapas de la "resignación" anti-conciliar: el divinismo; la papolatría; el mal me

    “Un «obediencialismo» que nos ponga en contradicción con el Magisterio Pontificio anterior al Vaticano II y en contradicción al Concilio de Trento y al Vaticano I, debe ser rechazado…”


    Revista ¿QUÉ PASA? núm 183, 1-Jul-1967

    (…) OBEDIENCIA A DIOS Y A LA IGLESIA, BUENO; PERO ¿AL HOMBRE Y AL MUNDO?

    Mientras un sector de fieles es conducido de la mano de los pontífices de la sedicente «renovación de la Iglesia» para «adaptarla al mundo de hoy» (1967) y a los «hombres de nuestro tiempo», auspiciados por la gran mayoría de la Jerarquía, con pretexto de «seguir la línea conciliar», haciendo juegos malabares con las declaraciones y resoluciones del Concilio Vaticano II, en cuya inauguración fue solemnemente declarado su propósito «pastoral», sin definir dogmas, sin puntualizaciones de doctrinas, sin propósito de castigar ni reprimir—con resultados de enfrentamiento práctico a casi dos mil años de Magisterio de la Iglesia (pues está es la estricta realidad del progresismo y a esto conduce el «diálogo permanente») imponiendo a los fieles la violencia moral de un «obedientialisme» ilegitimo; son muchos los fieles de Suiza, Francia, Bélgica, Luxemburgo, que han considerado si es licita la obediencia a estos pastores entregados al servicio del progresismo religioso y su consecuencia de incondicional entrega a la filosofía de la revolución.

    La doctrina del Evangelio es clara; la Teología católica (basada en Santo Tomás, y antes en los Padres de la Iglesia) no da lugar a dudas; la Filosofía cristiana señala cuáles son las actitudes que en el orden temporal ha de seguir un católico.

    Luego una actitud lógica en todo creyente es obedecer primeramente a Dios; después a nuestra Iglesia y su magisterio consecuente; luego, en tanto cuanto siga fiel a los principios precitados, debe obedecerse a la Jerarquía. Pero en ningún caso esta obediencia es debida cuando los Pastores, con su culto a la dignidad de la persona humana, a la inmersión en el mundo, a la democracia como sustituto del cristianismo, al «testimonio temporal» de acción «renovadora de las estructuras», marginando o contradiciendo al Evangelio y al Magisterio eclesiástico de dos mil años y, por lo tanto, a la Iglesia de todos los tiempos. Un «obediencialismo» que nos ponga en contradicción con el Magisterio Pontificio anterior al Concilio Vaticano II y nos presente a éste como en contradicción al Concilio de Trento y al Vaticano I, debe ser rechazado. Porque convertir a los fieles al progresismo por obediencia, es a todas luces intolerable.

    Desgraciadamente, en nuestros días, el resultado práctico de la situación actual es la existencia de dos religiones distintas en el interior de la Iglesia católica. Una, fundada en la trascendencia de Dios; la otra, rindiendo culto al hombre y acomodándose al mundo y al sentido de la historia. Ante una situación semejante sólo es lícito obedecer cuanto signifique continuidad, debiendo rechazarse cuanto implique un cambio de religión.

    Queda ahora por ver cuánto tiempo las estructuras de la Iglesia católica podrán soportar a estas dos distintas—una, verdadera y permanente; la otra, cambiante y falsa—divinidades. Entre tanto, es lógico que un notable sector de los fieles que perseveran en la doctrina católica y su permanente e inalterable magisterio pontificio rehúsen someterse al «obediencialismo» que les enfrenta con sus sentimientos patrióticos, les sitúa en actitud desintegradora y, finalmente, les coloque en la línea de alianza con la revolución y el marxismo. Es muy lógico que rehusando el «obediencialismo» a una religión distinta de la católica, aunque lleve su etiqueta, se decidan a advertir que hasta aquí hemos soportado, pero que de aquí no pasamos. Obediencia a la ortodoxia, si: «obediencialismo» progresista, jamás. Lo impide la integridad de nuestra fe.

    Toulouse, junio 1967

    A. ROIG



    Última edición por ALACRAN; 05/01/2025 a las 11:38
    “España, evangelizadora de la mitad del orbe; España, martillo de herejes, luz de Trento, espada de Roma, cuna de San Ignacio...; ésa es nuestra grandeza y nuestra unidad: no tenemos otra. El día en que acabe de perderse, España volverá al cantonalismo de los reyes de Taifas.

    A este término vamos caminando: Todo lo malo, anárquico y desbocado de nuestro carácter se conserva ileso. No nos queda ni política nacional, ni ciencia, arte y literatura propias. Cuando nos ponemos a racionalistas lo hacemos sin originalidad, salvo en lo estrafalario y grotesco. Nuestros librepensadores son de la peor casta de impíos que se conoce, pues el español que deja de de ser católico es incapaz de creer en nada. De esta escuela utilitaria salen los aventureros políticos y salteadores literarios de la baja prensa, que, en España como en todas partes, es cenagal fétido y pestilente”. (Menéndez Pelayo)

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    Re: Etapas de la "resignación" anti-conciliar: el divinismo; la papolatría; el mal me

    “Opiniones de santos de la Iglesia sobre esta materia”


    Revista
    FUERZA NUEVA, nº 158, 17-Ene-1970

    Los obispos

    Muchos cristianos se encuentran, a veces, desconcertados por las actitudes adoptadas por algunos obispos, incluso cardenales, que hacen manifestaciones y publican escritos claramente opuestos a las enseñanzas de la Iglesia y a la doctrina sostenida por el Romano Pontífice. Son ejemplos, recientemente (1970), las asistencias y desviaciones de algunos prelados, encabezando incluso movimientos en sus Iglesias respecto a la limitación de la natalidad, al celibato del clero o los errores del movimiento holandés.

    Queremos oportuno reproducir algunas opiniones de santos de la Iglesia sobre esta materia recientemente recordadas:

    San Pío X: “Ningún obispo ignora que una raza muy perniciosa de hombres, los modernistas, no han abandonado su propósito de confundir a la Iglesia. Os rogamos y os conjuramos que no toleréis que se pueda encontrar la menor cosa que reprochar, en una materia tan grave, a vuestra vigilancia, a vuestro celo, a vuestra firmeza.”

    Santo Tomás de Aquino: “Nadie está obligado a obedecer a un Prelado que mande una cosa ilícita”.

    San Bernardo: “Si me atrevo a levantar la voz contra los abusos, se intenta cerrarme la boca bajo el pretexto de que, simple monje, no puedo juzgar a los obispos. Pero entonces cerradme también los ojos para impedirme ver lo que vosotros impedís denunciar”.

    San Atanasio, cuando se le reprochó, en su lucha contra el arrianismo, que tenía en contra a todos los obispos, repuso: “Eso prueba que están contra la Iglesia”.

    Juan NUEVO



    Última edición por ALACRAN; 26/06/2025 a las 12:52
    “España, evangelizadora de la mitad del orbe; España, martillo de herejes, luz de Trento, espada de Roma, cuna de San Ignacio...; ésa es nuestra grandeza y nuestra unidad: no tenemos otra. El día en que acabe de perderse, España volverá al cantonalismo de los reyes de Taifas.

    A este término vamos caminando: Todo lo malo, anárquico y desbocado de nuestro carácter se conserva ileso. No nos queda ni política nacional, ni ciencia, arte y literatura propias. Cuando nos ponemos a racionalistas lo hacemos sin originalidad, salvo en lo estrafalario y grotesco. Nuestros librepensadores son de la peor casta de impíos que se conoce, pues el español que deja de de ser católico es incapaz de creer en nada. De esta escuela utilitaria salen los aventureros políticos y salteadores literarios de la baja prensa, que, en España como en todas partes, es cenagal fétido y pestilente”. (Menéndez Pelayo)

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    Re: Etapas de la "resignación" anti-conciliar: el divinismo; la papolatría; el mal me

    La decisión, primera piedra de la Contrarreforma


    Revista ¿QUÉ PASA? núm. 203, 18-Nov-1967

    La decisión, primera piedra de la Contrarreforma


    (…) ¿Y en la Religión, y en la Iglesia, qué pasa con las indecisiones? Cuestión candente, si las hay; el estudio de la actual crisis habrá de tener un capítulo dedicado a ellas. La importancia de la velocidad de decisión no es aquí menor. Ha sido resaltada en la correspondencia a la gracia en el fuero interno, e incluso antes del hombre, cuando las legiones de ángeles se dividieron en un instante entre San Miguel y Lucifer. San Ignacio hace meditar en sus Ejercicios la posibilidad de ser lanzados al infierno eterno por un solo pecado mortal; San Agustín abordó el tema de las ocasiones perdidas con la frase famosa «Timeo Deo Transeuntem», «Temo al Señor que pasa», y que no vuelve a dar otra oportunidad; la misma cuestión que late en la parábola de las vírgenes necias y las prudentes; en la salvación del Buen Ladrón, que se salvó por un pelo, y en otros puntos del Evangelio. Todo el pueblo cristiano glorifica a María por la rapidez de su decidido «Fiat» al ángel Gabriel en la Anunciación.

    A la premura de la decisión, se añade en estas cuestiones otro factor que la dificulta, y es la importancia de los intereses en juego, que sobrecoge y paraliza el ánimo; malo es perder unos cientos de miles de pesetas en una jugada de Bolsa equivocada; malo es también cometer un error político que se puede llegar a pagar con la propia vida; pero aún más arriesgado es jugarse el alma. Esta es una tribulación de los mandos eclesiásticos y seglares, que no conocen los misioneros (…) Los que en el mundo convencionalmente llamado civilizado tienen hoy que enfrentarse con las vanguardias sutiles de herejías imprecisas y no formales sienten que en las decisiones al respecto puede comprometerse la salvación de su alma, o cuando menos la buena salud de la misma, por desgajarse de la vid y secarse luego, se manejan matices doctrinales y psicológicos tan sutiles como en los escrúpulos.

    Una gran pregunta, un gran tema, se está configurando entre nosotros, y ocupará largamente a los historiadores. ¿Cómo ha sido posible que España, tan pura y ferviente en la fe, haya caído tan rápidamente en el progresismo, tan profundamente? No se pueden explicar fenómenos complejos con causas sencillas; hay mucho que comentar en este asunto. Dejaremos las habilidades de los progresistas para observar las debilidades de los que les han dejado entrar. Esta es una primera respuesta: las herejías nos han invadido por la indecisión y falta de velocidad en cerrarles el paso de los que ocupan puestos clave, eclesiásticos y también sociales. Indecisión por encontrarse cogidos entre dos fuegos contrapuestos, el de la propia conciencia y el del escalón superior previamente conquistado por los herejes.

    Hay que investigar si alguno de los dos fuegos de este cerco, o ambos, se pueden detener, con lo cual, acabada la indecisión, volvería la autoridad y la paz. El arma idónea para tantear el frente de la conciencia es el estudio; es el quién corrige, en un orden natural, la conciencia errónea; pero, en este caso, el estudio de los documentos eclesiásticos de la historia contemporánea, no digamos el de los de la antigua, afirma esa conciencia, aumenta su precisión, endurece ese frente. Porque siempre se nos ha dicho que la libertad de cultos solamente se podía tolerar como «hipótesis», nunca como «tesis».

    No menos llamativa es la contradicción de muchas posturas actuales con el magisterio anterior; por él se han ofrendado sin vacilar vidas y haciendas a raudales. En cambio, el frente del «escalón superior» parece más poroso a la evasión; no se dispara desde la roca del dogma o del magisterio ex cathedra con atributos de infalibilidad, sino desde unos aledaños ocupados por monseñores, periodistas, comités y personas que presumen de conspicuas de lo que pasa en el Vaticano, lugar y concepto que en su acepción vulgar resulta un tanto impreciso. Preguntando mucho, obligando a concretar, verificando, los poros jurídicos de ese frente se dilatan increíblemente hasta permitir su franqueo incluso cómodo.

    Si es así, ¿por qué no se levanta el cerco por ahí? Pregunta tan espinosa e ineludible como lógica. Por dos motivos, a mi parecer: Uno, que en nuestras relaciones con escalones superiores tenemos muy arraigada la confusión de la devoción con la obligación; la generosidad, con lo debido; hemos cedido perezosamente gran parte del terreno de juego que nos señala la más rigurosa ortodoxia católica; los progresistas han sido diligentes en ocuparlo y no se les ha amonestado. Pero nosotros seguimos concediendo más de lo científicamente debido. Sin ir más lejos, el día de Cristo Rey oí una homilía en la cual e insistió, con buenísima intención, en que «el Papa es infalible», como si lo fuera habitualmente, cuando la verdad católica enseña que solamente lo es en poquísimas ocasiones.

    El otro motivo no pasa de fundada conjetura. ¿No habrá sido que las personas clave no se han sustraído al fuego del escalón superior por estar previamente encadenadas a él, y precisamente a su parte más opinable, menos firme y más vulnerada, por compromisos particulares lícitos, pero ilícitamente contrapuestos a sus compromisos públicos? Quiero decir que hay más órdenes religiosas e institutos seculares de los que se ven.... Ya se cuenta con que en ambos la herejía del vértice se proyecta sobre la base, y de ahí las salvedades que hay que hacer a la colaboración con sus miembros. Con lo que no se cuenta es con lo que se ignora. Y los que estamos investigando, asombrados, la velocidad de penetración de la herejía en España, nos hallamos en situación parecida a la del astrónomo Leverrier cuando de la observación de las desviaciones de la órbita de Urano, que no podían ser explicadas por las influencias de los planetas conocidos, dedujo que había otro desconocido, que fue finalmente identificado y llamado Neptuno. En otras épocas se ha desarrollado mucho este tema; hacerlo ahora nos apartaría del que hemos elegido.

    A los eclesiásticos y seglares que por las razones insinuadas u otras no rompen el cerco que les impide decidir, conforme a su deber, la detención de la herejía, hay que invitarles a orar. La liturgia llama «Creator» al Espíritu Santo porque «crea» salidas y soluciones nuevas a las situaciones sin salida y a los problemas sin solución. Ojalá les abriera el sentido de las Escrituras, donde enseñan el amor al riesgo, siquiera en otro plano, el material: «Quien halla su vida, la perderá.» (Mt. 19, 39.) Comenta el P. Bover a pie de página: «Formula el Maestro la gran paradoja que es la gran verdad cristiana sobre los valores temporales y eternos. Lo que parece ganar es perder, lo que parece perder es ganar. Es la gran ciencia de la vida y de la muerte.»

    Aunque ignoremos benévolamente cuánto interviene en algunas indecisiones el miedo al riesgo material y al psicológico de pérdida de honores y valores estéticos terrenos, objetos del versículo, su estímulo a la generosidad salta también hasta el riesgo sobrenatural. Por una pirueta anfibólica, el amor a la seguridad lleva a la inseguridad; la seguridad está en la renuncia a un exceso de seguridad; paradoja que recuerda aquella otra de que «el que se humilla será ensalzado». En la vida espiritual, como en la vida civil, hay que arriesgarse. «Quien no se arriesga, no cruza la mar», dice un refrán verdadero. Creo que la Contrarreforma, que es ya apremiante, requiere como contribución inicial padecer la tribulación de arriesgarse y de superar las indecisiones.

    MANUEL DE SANTA CRUZ

    Última edición por ALACRAN; Hace 4 semanas a las 11:28
    “España, evangelizadora de la mitad del orbe; España, martillo de herejes, luz de Trento, espada de Roma, cuna de San Ignacio...; ésa es nuestra grandeza y nuestra unidad: no tenemos otra. El día en que acabe de perderse, España volverá al cantonalismo de los reyes de Taifas.

    A este término vamos caminando: Todo lo malo, anárquico y desbocado de nuestro carácter se conserva ileso. No nos queda ni política nacional, ni ciencia, arte y literatura propias. Cuando nos ponemos a racionalistas lo hacemos sin originalidad, salvo en lo estrafalario y grotesco. Nuestros librepensadores son de la peor casta de impíos que se conoce, pues el español que deja de de ser católico es incapaz de creer en nada. De esta escuela utilitaria salen los aventureros políticos y salteadores literarios de la baja prensa, que, en España como en todas partes, es cenagal fétido y pestilente”. (Menéndez Pelayo)

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    Re: Etapas de la "resignación" anti-conciliar: el divinismo; la papolatría; el mal me

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    “El Papa es infalible cuando habla, no cuando calla”



    Revista ¿QUÉ PASA? núm. 203, 18-Nov-1967

    "El Papa es infalible cuando habla, no cuando calla"

    En este «Año de la Fe» (1967), y desde estas magníficas y acogedoras tierras de la Francia cristiana, nacional, y sus admirados fieles de fe íntegra, inconmovible, atribulados y postergados por el huracán progresista dominante, vienen a mi recuerdo años de mi ya pasada juventud, vividos en Barcelona bajo la insuperable dirección espiritual del por mí muchas veces llorado Padre Ramón Orlandis, S. J.

    Cuando ciertos silencios pontificios anteriores a 1950 daban pie a actitudes que eran sorprendentes a mi juventud (pues era intencionadamente interpretado el silencio de quien ejercía el supremo magisterio), el Padre Orlandis nos confirmaba en la fe permanente e inalterable de nuestra religión católica con la siguiente afirmación: «El Papa es infalible cuando habla. No, cuando calla»

    En nombre del respeto al Pontificado, y aprovechando su silencio, se intentaba colarnos de contrabando una inversión de valores, según la cual había que considerar poco menos que intrascendentes o inoportunos los temas hasta entonces de primerísimo orden, que hoy ya no tienen especial mención en la Iglesia de nuestros días.

    Aprovechando entonces estos silencios pontificios, rotos poco después, el modernismo progresista tuvo ocasión de agrupar sus efectivos tácticos para preparar la difusión de sus disolventes doctrinas. Se echaba de lado el culto al Sagrado Corazón de Cristo, la doctrina y la espiritualidad marianas, la transustanciación, se sembraba la duda sobre si sería voluntad de la Iglesia el mantener el celibato de los sacerdotes y religiosos, el «juridicismo de la Iglesia», el pecado, la Cruz y la Redención, el primado e infalibilidad pontificia, la unidad católica de España, la divinidad de Cristo, la auténtica doctrina social de la Iglesia, la vida eterna, etc. Cuando menos lo esperábamos, Pío XII habló con claridad y energía y no nos defraudó. Nos afirmó en la fe de nuestros mayores.

    Pero la resonancia de su infalible magisterio intentaba ser sofocado por una entonces aún minoría, a través de una algarabía de opiniones contradictorias, deformantes, politizantes, en abierta discrepancia con la doctrina pontificia.

    Después del pontificado de Pío XII, las implicaciones derivadas de ciertas actitudes y un intencionado «cambio de mentalidad» han culminado en la actual convulsión. Y han acudido a nuestras mentes, recordando a la historia de la Iglesia, y a los Papas Liberio y Honorio.

    Varios años después, y en frecuentes ocasiones, he recordado también la permanente preocupación del gran Papa San Pío X (incluso en su lecho de muerte) por no haber sido suficientemente comprendido—o la acción del enemigo infiltrado procuró cundiese esta incomprensión—en su lucha contra el «Modernismo» y su tendencia hacia un «nuevo cristianismo» sostenido por los partidarios de la entonces ya llamada «nueva doctrina», que era el «compendio y veneno de todas las herejías conjuradas para socavar los fundamentos de la fe y para aniquilar al Cristianismo». Sesenta y cinco errores condenaba San Pío X en su decreto «Lamentabili», del 5 de julio de 1907, culminando la condenación del «Modernismo» en la formidable encíclica «Pascendi» del 8 de septiembre de 1907.

    Contra estas condenaciones pontificias reaccionaron los «modernistas» de entonces (y progresistas de hoy) reuniéndose en un secreto conciliábulo en Molveno, entre los Alpes Dolomíticos del valle de Brenta, para reafirmar, organizar y difundir, en oposición a la doctrina católica y a su magisterio pontificio, sus recién condenadas doctrinas y sus propósitos de «renovación de las estructuras de la Iglesia» con la democratización de cuño liberal de sus hasta entonces incólumes características y bases jerárquico-jurídico teológicas.

    La acción persistente acordada en el conciliábulo modernista (hoy calificado de progresista) de Molveno ha desembocado en las «tensiones» actuales, consentidas, mantenidas y alentadas en su eficaz nivel jerárquico, cuyos activistas se dicen «mentalidad mayoritaria» que, alentada inicialmente por el ya superado «catolicismo liberal», desembocan en la democracia cristiana primeramente, y a su lógica consecuencia como fase definitiva, que no es otra que la del socialismo marxista. Estas reflexiones, que comparten tantísimos católicos integristas de Francia, son tema de obligada meditación en este Año de la Fe.

    Porque las actitudes que en todos los niveles conducen desde lo económico-social y político a un enfrentamiento con la visión cristiana del mundo, sustituyéndola por un humanismo inmanentista y rebelde al orden cristiano, nos confirman en la convicción de que las estructuras sociales católicas son poderosa ayuda para nuestro mantenimiento en una fe más pura.

    Pero mientras el progresismo se enfrenta a la concepción cristiana de la sociedad, y niega la vinculación de la Iglesia a un partido político, a partir de esta premisa, quiere situar a los seglares católicos en el campo político de la democracia cristiana, cuya «política católica» cede o se inclina ante grupos más radicales en su «inmersión en el mundo», entregados incondicionalmente a la revolución.

    Debilidades y silencios habidos en la defensa de la ortodoxia han motivado las actitudes «fascistas», cuyo espíritu contrarrevolucionario ha sido, en muchos casos, una especie de revolución de signo contrario cuando no ha respondido con el debido acierto táctico el sentir tradicionalista de los pueblos afectados.

    En esta hora de confusionismo religioso y social, la Francia cristiana recuerda con admiración al gran cardenal Billot, que murió en la residencia de Galloro, exiliado de Roma, consecuente con sus convicciones y gracias a l’Action Française fue rehabilitada a partir de 1939 sin claudicar de la más leve sombra de apostasía. Y, naturalmente, la ortodoxa doctrinal es, en su vertiente temporal, salvaguarda segura de los principios político-económico-sociales que atienden al bien común de la sociedad.

    España ha tenido a su servicio la mente preclara del gran cardenal Gomá. Hoy—necesario es recordarlo en este «Ano de la Fe»— la sociedad política está en decadencia porque en el orden religioso se está situando—en su aspecto humano—el espíritu de la democracia revolucionaria. La gravedad de esta hora del mundo radica en el olvido, o desviación, de nuestra exacta fe religiosa. Al modernismo de ayer y progresismo actual le ha ayudado muy eficazmente la democracia cristiana. Desposeídos, con más o menos intensidad, de la totalidad, o integridad de nuestra fe católica, hemos cometido el grave pecado de desinteresarnos del espíritu de Cristiandad como guía temporal segura de los pueblos, dando paso a los principios de la Revolución de 1792.

    Cuando los católicos abran los ojos y se den cuenta de la impostura de la sedicente «Reforma de la Iglesia», que pretende el progresismo, y mediten en las consecuencias temporales que acarreará a sus respectivos pueblos, la reacción positiva no se hará esperar.

    Mientras tanto, no deberemos cejar en nuestro empeño, aunque nuestros hermanos no nos comprendan. Tampoco a San Pío X se le comprendió. Y hoy la Iglesia y el mundo paga por ello las más amargas consecuencias. Esta es la lección que nos depara el «Año de la Fe».

    Toulouse, noviembre de 1967.

    A ROIG

    Última edición por ALACRAN; Hace 4 semanas a las 12:23
    “España, evangelizadora de la mitad del orbe; España, martillo de herejes, luz de Trento, espada de Roma, cuna de San Ignacio...; ésa es nuestra grandeza y nuestra unidad: no tenemos otra. El día en que acabe de perderse, España volverá al cantonalismo de los reyes de Taifas.

    A este término vamos caminando: Todo lo malo, anárquico y desbocado de nuestro carácter se conserva ileso. No nos queda ni política nacional, ni ciencia, arte y literatura propias. Cuando nos ponemos a racionalistas lo hacemos sin originalidad, salvo en lo estrafalario y grotesco. Nuestros librepensadores son de la peor casta de impíos que se conoce, pues el español que deja de de ser católico es incapaz de creer en nada. De esta escuela utilitaria salen los aventureros políticos y salteadores literarios de la baja prensa, que, en España como en todas partes, es cenagal fétido y pestilente”. (Menéndez Pelayo)

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