Revista FUERZA NUEVA, nº 104, 4-1-1969
Carta silenciada
Un grupo de intelectuales franceses, entre los que figuran el premio Nobel de Literatura, François Mauriac; los filósofos Gabriel Marcel y Etienne Gilson y los profesores Guitton, Latreille y Rollethan, han dirigido una carta al Santo Padre en la que, con motivo de la terminación del año 1968, le expresan su agradecimiento por la “profesión de fe”, le expresan su tristeza y escándalo por los ataques de que ha sido objeto su figura y enseñanzas; piden a los sacerdotes que se dediquen la tarea de enseñar la Palabra de Dios y dar los sacramentos; protestan contra las gratuitas acusaciones de riqueza y triunfalismo que se hacen a la Iglesia; manifiestan su angustia ante una minoría de agitadores, clérigos y seglares, que pretenden gobernar la Iglesia, y reiteran al Papa la obediencia y filial adhesión de los firmantes.
Pues bien, carta tan significativa, por su contenido y por sus firmantes, no ha tenido la menor acogida en la mayoría de las secciones religiosas de la prensa de España, ni siquiera en las que están a cargo de comentaristas que de tal forma se encandilan con lo que firman los intelectuales, laicos o religiosos, cuando se pronuncian en contra de las doctrinas tradicionales de la Iglesia o del magisterio del Pontífice. Ha sido una carta silenciada. Nosotros la hemos conocido gracias a “La Gaceta del Norte”, que la ha publicado con gran relieve. Su texto lo merece. Nosotros se lo ofrecemos también a nuestros lectores, y nos gustaría saber cómo van a justificar sus silencios esos “proféticos” comentaristas, que beben su doctrina en la prensa francesa. En cierta prensa francesa, se entiende.
Los mismos que un día pedían la investidura cardenalicia para Maritain, y han dejado de hablar de él desde que denunció, con toda crudeza, los errores del progresismo. Nos tememos que Mauriac, tan grato a los progresistas, va a seguir ahora el mismo camino. Y es que si hay algo que los progresistas no perdonan, es que la fidelidad al Vicario de Cristo se anteponga a sus doctrinas partidistas. La luz de Roma resulta insoportable a los ojos que prefieren la oscuridad del error.
El texto íntegro de la carta de los intelectuales franceses es el siguiente:
“Santísimo Padre: Al terminar el año de 1968, nos sentimos obligados a expresaros nuestro agradecimiento por la “profesión de fe” (el Credo del pueblo de Dios), así como por todas las enseñanzas, mediante los cuales habéis afirmado los principios de la fe y de la disciplina católica
Os comunicamos nuestra tristeza y nuestro escándalo ante los ataques de que ha sido objeto vuestra persona y vuestras enseñanzas, así como todo aquello que toca a la jerarquía, acusada de ser “una aristocracia de monopolizadores de espíritu”, que se eleva por encima de la comunidad para dominarla.
Ante la proliferación de los errores referentes al culto de Dios, la historicidad de los Evangelios, la presencia real y el ministerio eclesiástico, anhelamos que la jerarquía de la Iglesia ejerza plenamente su función propia, que es la de mantener intacto el depósito de la fe.
Pedimos que los sacerdotes, ya demasiado escasos en número para las inmensas necesidades de la comunidad cristiana y de la misión entre los no creyentes, continúen -salvo el caso de vocación especial- estando consagrados a la sacra tarea de enseñarnos la Palabra de Dios y darnos los sacramentos.
Protestamos contra la acusación de riqueza y de triunfalismo que pudo estar justificada en la época de la reforma, pero que se hace a una Iglesia cuyo desprendimiento nos consta, con los límites que este desprendimiento impone a la formación de sus sacerdotes y a su presencia activa en la vida ciudadana.
Os manifestamos la angustia del pueblo cristiano al ver que el admirable esfuerzo de renovación de la Iglesia, inaugurado por el Concilio y valientemente continuado desde entonces, se ve comprometido por una pequeña minoría de agitadores, clérigos y seglares, que pretenden gobernar la Iglesia y siembran por todas partes la confusión y la duda.
Aseguramos a Vuestra Santidad nuestra total confianza para que continuéis durante el año que viene el trabajo propio de vuestra misión y os reiteramos nuestra obediencia y nuestra filial adhesión.
Firman:
Edmond Michelet, Charles Flory, Etienne Gilson, Olivier Lacombe, Henri Guitton, François Mauriac, Henri Rollet, Stanislas Fumet, Jacques de Bourbon Busset, Henri Boissard, Gabriel Marcel, Maurice Vaussard, Jacques Nantet, André Latreille, Pierre Mesnard, André Piettre.
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