Claro que a veces (aunque no sean muchas) Francisco dice cosas que están bien. Como el proverbial reloj parado, que dos veces al día da la hora exacta. El problema es que Francisco es como el Corán, o como los documentos del Concilio Vaticano II. Aquí dicen una cosa, y más allá otra muy diferente. Contradicciones y ambigüedades. Con una mano se va levantando y con la otra se va derribando. Y lo malo es que derriba más que construye.
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