Efectivamente. El Papa es ya poco menos que una estrella pop, un ídolo de la canción o del cine. Ya no se lo ve como a un pastor de la grey o como al representante de Cristo en la Tierra. No es lo mismo quererlo como a un padre, el padre espiritual que es, que idolatrarlo vanamente. Mucho aspaviento con el Papa, pero luego cada uno vive como quiere y muchos no se preocupan por ser buenos católicos.
Este papamanía comenzó con Juan Pablo II. Con Benedicto se mitigó un poco dado el estilo más sobrio e intectual de Ratzinger. Pero no desapareció porque ya estaba en marcha. Y con Francisco ha vuelto a resurgir con más fuerza. Cuando Benedicto XVI inició su pontificado aparecieron numerosos libros de su autoría en las vitrinas de librerías. Normal. Ya era un teólogo de nota, autor de numerosos títulos, y los libreros aprovecharon para vender más. Pero eran libros especializados, de teología, eclesiología, etc., dirigidos a un público especializado. Con Francisco, no llevaba un mes en el solio pontificio y las librerías estaban llenas, no de libros suyos porque no es escritor, sino de libros (bastantes títulos, no uno solo ni unos pocos) sobre él. Fuera del Cono Sur casi nadie sabía quién era Bergoglio. De pronto aparecen en cuestión de pocas semanas numerosas biografías y hagiografías sobre el personaje en cuestión. Y con una rapidez tal que parece que ya estuvieran preparados para comercializarlos. De verdad que sorprende. Se nota que había interés en promoverlo.
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