Voces del pasado, peligros del presente



En Atocha, en el convento de pp. dominicos anejo a la Basílica de Ntrª Srª de Atocha, vivió sus últimos años el maestro Rev. P. fr. Antonio Royo Marín, una gloria de la Orden de Predicadores que su orden quasi ocultó muchos años debajo del celemín, cuyos méritos aun no se han reconocido. Allí, en Atocha, un hermano de religión (aunque no lo parezca) del doctísimo y venerable p. Antonio, ha pronunciado una conferencia de esas mil veces oídas, tan repetidas en estos últimos 50 declinantes años:

Martín Gelabert, op: “Lo obsceno es que el 20% de la población del mundo posee el 80% de los bienes de la tierra"


Para mí lo obsceno es un dominico predicando eso en Atocha.

Es llamativo (escandaloso) la parcialización ideológica de hombres de iglesia que exponen desde una crítica (implícita o explícita) de la doctrina Social de la Iglesia. Suelen ser entusiastas demócrata-liberales, mantienen empatías muy constantes con el marxismo (ideológico y político), son proclives al contestatarismo post-moderno de los nuevos movimientos y agitaciones reivindicativas. En estos últimos 50 años se han metido en casi todos los foros socio-políticos (los de izquierda, preferentemente), con la intención de influir (el poder fascinante del poder) y estar en la tribuna (o tras la cortina). A la vez, se han ido desconfigurando en cuanto hombres de iglesia, han extraviado sus antiguas vocaciones, han tergiversado sus antiguas reglas, y han 'tuneado' a sus venerables fundadores hasta convertirlos en una poca atractiva versión de ellos mismos, de lo que ellos mismos han llegado a ser. Esa es la lamentable 'actualidad' de las órdenes y congregaciones.

Por eso nos preocupa tanto si siguen apareciendo y pregonándose como el motor de la Iglesia y su vanguardia. Porque fue por las órdenes y congregaciones religiosas por donde empezó la gran crisis y declive post-conciliar. Una crisis que no fue repentina, pues tuvo su prehistoria entre la postguerra y los años 50, alcanzando su momento crítico-cenital entre 1965-1975. Después, desde fines de los 70, fue un caos generalizado, con movimento de caída en batería como fichas de dominó, una empujando a la otra. No se han recuperado. Y siguen con discursos como el de ese dominico en Atocha.

Entre otras perlas, dijo cosas como esta:

"La mesa reafirma el orden social. Queriendo que en su mesa se sienten todos, Jesús rompe el orden social que discrimina a pobres y pecadores. Jesús crea una nueva mesa para crear una nueva sociedad, una mesa en la que caben todos."
Adviertan Uds, que dice 'mesa' en un contexto en el que se elude decir 'Misa', ya que el concepto de 'banquete' social-fraternal ha sustituido absolutamente cualquier referencia sacramental-eucarístico-sacrificial.

Discursos de este tipo han inundado los conventos, los seminarios, los noviciados y los centros académicos eclesiásticos. A este tipo de 'mantras' característicos de la vanguardia des-católica se han supeditado el dogma, la moral, la espiritualidad, con el efecto del empobrecimiento y la degradación de la teología, la espiritualidad y la moral. Compárese todo ello con la obra imponente del p. Royo Marín y se entenderá la distancia (la ruptura). Es la distancia que hay entre aquella Iglesia Catolica y esta Iglesia infra-católica. Es la consecuencia de la tendencia que se impuso desde mediados de los años '60, cuando los venerables fueron arrinconados en los desvanes de los conventos y los inquietos asumieron el mando y tomaron el timón, agitándolo todo con revisiones, desconciertos, propuestas, ensayos, iniciativas, diálogos, esquemas, adaptaciones y aggiornamenti.

El desastre fue general. La mayoría de los religiosos, profundamente afectados en su vocación, se fueron, desaparecieron. Quedaron hombres como ese dominico del discurso de Atocha, con discursos como ese, que siguen repitiendo con pesada carga de cifras y estadísticas sociológicas. Lo mismo pasa en otras órdenes y congregaciones, en casi todas.

Si miran Uds. las fotografías del acto, se darán cuenta de la avanzada edad de la mayoría de los asistentes, casi todos ancianos, hombres y mujeres (religiosos y religiosas) de aquellos años 50-60 que marcaron el declinar de la Iglesia.



Siguen en ello. Son incapaces de hacer balance y concluir; utilizan frecuentemente el término 'autocrítica', pero nunca han hecho una sincera y realista autocrítica. Siguen pensando que hay que abrirse al mundo. Siguen proponiendo una evangelización secularista, que entiende más de economía social que de almas y espiritualidad.

Y desde el 13 de Marzo parecen re-vivir una primavera eclesial.

Oremus!


+T.

EX ORBE