LA RENOVACIÓN CARISMÁTICA: MONS. MARCEL LEFEBVRE
En el mes de Noviembre de 1984, durante la reunión que tuvo lugar en Munich conocida como Katholi*ken*tag (Día católico), todos los Cardenales y Obispos alemanes se congregaron junto a más de ochenta mil fieles. Todo el mundo fue testigo de estas extrañas manifestaciones que tuvieron lugar generalmente antes de administrar el Sacramento de la Eucaristía. Y no cabe duda que ante tales manifestaciones uno se pregunta si estaban inspiradas por el verdadero Espíritu de Dios o se trataba de otro espíritu.
Actualmente se habla con frecuencia en la Iglesia del Movimiento Pentecostal y de la Renovación Carismática. Efectivamente hay muchos católicos hoy en día que intentan recibir la gracia del Espíritu Santo por un camino diferente, que en definitiva nos llega a través del Protestantismo. El Movimiento Pentecostal es de origen protestante y ha entrado en la Iglesia transformándose en el Movimiento de la Renovación Carismática. Hay que decir con claridad que estas manifestaciones son cada vez más frecuentes en la Iglesia y siempre con la autorización de las autoridades eclesiásticas .
Más o menos también por entonces, en Graz (Austria), tuvieron lugar una serie de manifestaciones carismáticas ante el Obispo de este lu*gar, el cual afirmó que en adelante serían aceptadas en la Iglesia Católica como un medio para atraer a los jóvenes cuya práctica religiosa cada vez era menor. Tal vez, siguió diciendo, sea un medio para que renazca la vida cristiana entre la juventud. Al mismo tiempo, en Paray-le-Monial, se celebran frecuentemente reuniones de este tipo, adornadas con ciertos elementos tradicionales.
Concretamente aquí, en Paray-le-Monial, hay jóvenes que pasan la noche en adoración ante el Santísimo Sacramento, rezando el Rosario y dando testimonio de un auténtico espíritu de oración. Por lo tanto hay un aspecto curioso y extraño en el que se mezclan a la vez la Tradición y esas manifestaciones raras y nada habituales en la Iglesia.
¿Qué podemos pensar de todo esto? ¿Habrá que creer que es un nuevo camino abierto con ocasión del Concilio Vaticano II, e incluso algunos años antes, para recibir el Espíritu Santo?
Todo parece indicar que estas nuevas manifestaciones no son acordes con la Tradición de la Iglesia. ¿De dónde procede el Espíritu Santo? ¿Quién nos da el Espíritu Santo? ¿Quién es el Espíritu Santo?
¿DE DÓNDE PROCEDE EL ESPÍRITU SANTO? El Espíritu Santo es Dios. “Dios es Es*pí*ritu”, dice San Juan. Y Dios quiere que le recemos y le adoremos en espíritu y en verdad. Así pues, más que manifestaciones sensibles, externas, se trata de una actitud espiritual que debe mostrar nuestra vinculación con el Espíritu Santo. En el Evangelio, Nuestro Señor Jesucristo anuncia a los Apóstoles que recibirán el Espíritu Santo, que les enviará el Espíritu Santo. El Espíritu Santo, Espíritu de verdad, de caridad, que glorificará a Nuestro Señor porque tomará de Él y lo dará a conocer.
“Yo os lo enviaré”. Este Espíritu procede de Nuestro Señor Jesucristo y del Padre. Lo decimos en el Credo: “Creo en el Espíritu Santo que procede del Padre y del Hijo”. Esta es la Fe católica: creemos que el Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo y que Nuestro Señor Jesucristo ha venido precisamente a la tierra para comunicarnos su Espíritu, para infundirnos su vida espiritual, su vida divina.
LOS SACRAMENTOS. ¿Cómo se nos da el Espíritu Santo? ¿Qué medios usa Nuestro Señor? ¿Se vale de estas manifestaciones que vemos en la Renovación Caris*mática y los Pentecostales? Por supuesto que no. Es por medio de los Sacramentos, instituidos por Él, que nos comunica su Espíritu.
Debemos insistir de forma especial en esta verdad de la Tradición: Nuestro Señor nos comunica su Espí*ritu por el Bautismo. Se lo dijo a Ni*codemo en la entrevista nocturna que mantuvo con él. “El que no renace del agua y del Espíritu Santo no entrará en el Reino de los Cielos”. Debemos renacer del agua y del Espíritu Santo. Además Nuestro Señor comunicó también de esta forma su Es*pí*ritu a los Apóstoles. Primeramente recibieron el bautismo de Juan y después en Pentecostés recibieron el Bautismo del Espíritu. Y justo después de haber recibido el Espíritu Santo, ¿qué hicieron? Lo que hicieron los Apóstoles fue bautizar; comunicaron el Espíritu Santo a todos los que tenían Fe, a todos los que creían en Nuestro Señor Jesucristo.Es así como la Iglesia, bajo la influencia y el dictamen de Nuestro Señor Jesucristo, comunica el Espíri*tu Santo a las almas a través del Bautismo. Todos nosotros hemos recibido el Espíritu Santo el día de nuestro Bautismo. Creo que deberíamos meditar con más atención la gran realidad de nuestro Bautismo. Es una total transformación la que se opera en nuestras almas con motivo de la recepción de este Sacramento. Los otros Sacramentos vienen a completar esta efusión del Espíritu Santo recibido en el día de nuestro Bautismo.
El Sacramento de la Confirmación nos comunica también todos los dones del Espíritu Santo con gran profusión, ya que tenemos necesidad de ellos para alimentar y fortalecer nuestra vida espiritual, nuestra vida cristiana.
Y eso no es todo. En efecto, Nuestro Señor Jesucristo ha querido que dos Sacramentos en particular nos comuniquen su Espíritu de forma frecuente, con el fin de mantener en nosotros la efusión de su Espíritu. Son los Sacramentos de la Penitencia y de la Sagrada Eucaristía. El Sacramento de la Penitencia refuerza la gracia que hemos recibido el día de nuestro Bautismo y purifica nuestras almas de nuestros pecados. No podemos pensar en recibir numerosas gracias del Espíritu Santo si estamos contris*tán*dole por el pecado. El Sacramento de la Penitencia restituye pues en nosotros la fuerza del Espíritu Santo, la virtud de la gracia.
¿Qué diremos del Sacramento de la Sagrada Eucaristía que nos es dado por la celebración del Santo Sacrificio de la Misa? Es en ese preciso instante en que el Sacrificio de la Misa se consuma, continuándose así el Sa*cri*ficio de la Redención, cuando el Sacramento de la Sagrada Eucaristía se realiza. Esta gracia fluye del Corazón traspasado de Nuestro Señor Jesucristo. La Sangre y el agua que salen de su Sagrado Corazón significan las gracias de la Redención y al mismo tiempo nos comunican su vida divina. En la Sagrada Eucaristía recibimos a la vez la santificación de nuestras almas al alejarnos del pecado y la unión con Nuestro Señor Jesucristo, y en todo esto se nos comunica la fuerza del Espíritu Santo.
Los Sacramentos del Matrimonio y del Orden santifican a la sociedad. El primero santifica a las familias y el segundo es conferido para comunicar precisamente el Espíritu Santo a todas las familias cristianas, a todas las almas. Son momentos en los que Nuestro Señor Jesucristo nos da realmente su Espíritu, Espíritu de verdad, de caridad y de amor.
Finalmente el Sacramento de la Extremaunción nos prepara para recibir la verdadera y definitiva efusión del Espíritu Santo, cuando recibamos nuestra recompensa en el Cielo.
NO TENEMOS DERECHO A ESCOGER OTROS MEDIOS. Estos son los medios que Nuestro Señor Jesucristo ha querido emplear para comunicarnos su vida espiritual, su propio Espíritu. No tenemos derecho a querer y escoger otros medios distintos de los que Nuestro Señor Jesucristo nos ha dado, esos medios que El mismo ha instituido tan sencillos, tan bellos, tan eficaces y tan simbólicos al mismo tiempo. No pretendamos recibir el Espíritu Santo mediante simples manifestaciones externas o gestos originales. Es muy de temer que todas estas manifestaciones sean inspiradas por el espíritu del mal, precisamente para engañar a los fieles, haciéndoles creer que reciben el verdadero Espíritu de Nuestro Señor. Y no es verdad, no reciben el Espíritu Santo sino otro tipo de espíritu… Cuidado con dejarnos engañar por estas corrientes, velando para que no lo sean tampoco nuestros familiares. Hagámosles ver que nuestro Señor Jesucristo puso todo su empeño en comunicarnos el Espíritu Santo a través de los Sacramentos que Él mismo instituyó.
LA VERDADERA ACCIÓN DEL ESPÍRITU SANTO EN LAS ALMAS: LOS DONES DEL ESPÍRITU SANTO. Así pues, ¿cómo actúa el Espíritu Santo en nuestras almas? Primeramente alejándonos del pecado, mediante los dones de fortaleza y de temor de Dios. Especialmente el temor filial y no el temor servil, aunque puede ser útil el temor que nos infunden los castigos, guardándonos fieles a nuestro Señor Jesucristo y a sus Mandamientos. Pero es el temor filial el que debemos cultivar. Es este temor el que nos infunde el Espíritu Santo. Temor de alejarnos de Nuestro Señor Jesucristo que es nuestro todo, de alejarnos de Dios, del Espíritu San*to. Este temor debería ser su*ficiente y eficaz para apartarnos de todo pecado voluntario, sea el que sea. Que nues*tra voluntad no se aleje de Dios por el apego a bienes contrarios a la Vo*luntad divina. Este es el primer efecto de los dones del Espíritu Santo.
A través de los Dones de Consejo y Sabiduría el Espíritu Santo nos inspira el sometimiento a la Voluntad de Dios; el Don de Consejo perfecciona la virtud de Prudencia. Todos tenemos necesidad en nuestra vida de saber cuál es la Voluntad de Dios para poder cumplirla. No siempre es fácil. Hay momentos en que debemos tomar ciertas decisiones, que son sin duda complicadas, y es entonces cuando suele ser difícil conocer la Voluntad de Dios. El Espíritu Santo nos ilumina por los Dones de Consejo y Sabiduría.
La Tercera Persona de la Santísima Trinidad nos mueve también a la oración, a la unión con Nuestro Señor Jesucristo, a la unión con Dios Padre mediante la plegaria. He aquí el Don de Piedad, uno de los siete Do*nes del Espíritu Santo. El Don de Piedad se manifiesta especialmente en la virtud de religión que lleva las almas a Dios. Virtud de religión que forma parte de la virtud de justicia, pues es justo y digno que tributemos un culto a Dios. Y el culto que Dios Padre quiere, se lo tributamos a través de la Persona de Nuestro Señor, mediante el Sacrificio del Calvario. Por la celebración del Santo Sacrificio de la Misa, Dios Padre ha querido que le tributemos todo honor y toda gloria por Nuestro Señor Jesucristo, con Él y en Él.
Esto es lo que la Iglesia nos pide que hagamos cada Domingo: unirnos al Sacrificio de Nuestro Señor Je*sucristo. Es la oración más bella y más grande. En la Santa Misa el Espíritu Santo nos inspira esta virtud de religión, espíritu de piedad profunda, realidad espiritual mucho más que sensible.
UNA FRASE MUY REPETIDA: LA PARTICIPACIÓN ACTIVA EN LA LITURGIA. De nuevo nos vemos obligados a decir que hay un error en la reforma li**túrgica: la repetición machacona so*bre la participación de los fieles. Yo mis**mo oí de labios de Monseñor Bug*ni**ni, pieza clave en la reforma litúr*gi**ca, decir lo siguiente: “La reforma li**túrgica ha tenido como objetivo hacer participar a los fieles en la Liturgia”.
¿De qué participación se trata? Esta es la pregunta. ¿Una participación externa? ¿Una participación oral? Estas formas no son siempre la mejor manera de par*ticipar. ¿Por qué la participación externa? ¿Por qué estas ceremonias? ¿Por qué estos can*tos? ¿Por qué estas oraciones vocales? ¿Acaso es con el fin de lle*gar a la unión interior, a esa unión espiritual, sobrenatural, a e*sa unión de nuestras almas con Dios?
Dicho esto es muy posible que uno pueda asistir al Santo Sacrificio de la Misa en actitud silenciosa, sin abrir siquiera el Misal, precisamente cuando toda la atención se cifra en lo que allí se celebra, y el alma está centrada, invadida por los sentimientos que el sacerdote manifiesta en su acción litúrgica, pendiente del momento en que el ministro pronuncia el Confiteor, su acto de contrición. De esta forma el alma hace suyas las palabras del sacerdote y se duele de sus pecados.
+ Mons. Marcel Lefebvre
Ecce Christianus | He aquí el Cristiano. He aquí alguien llamado a batallar
LA RENOVACIÓN CARISMÁTICA II
LA PARTICIPACIÓN ACTIVA EN LA LITURGIA. Cuando se entona el Kyrie eleison se hace una llamada a la piedad y a la misericordia de Dios. Cuando se lee el Evangelio o la Epístola surge el espíritu de Fe. El Credo es un acto de Fe, de Fe en las verdades enseñadas por la Santa Iglesia. En el momento del Ofer*torio el alma se ofrece, junto con la Hostia, en la patena. Se ofrece el trabajo del día, la propia vi*da y la familia, los seres queridos: todo se o*fre**ce a Dios. Los sentimientos con**tinúan expresándose de esta manera a través de la Misa, es magnífico. Esta es la verdadera par*ticipación, participación interior de nuestras almas en la oración pública de la Iglesia. No tiene que ser necesariamente una participación externa, aunque ésta sea muy útil y pueda ayudarnos a unirnos al sacerdote. Pero el fin es siempre la unión espiritual de nuestros corazones y de nuestras almas con Nuestro Señor Jesucristo, con Dios Padre. Y por lo tanto es un error cuando se pre*tende que los fieles participen externamente y esto en tal grado que llega a ser un obstáculo para la oración interior y la unión de las almas con Dios.
Cuántas personas dicen que no pueden rezar ahora con la Nueva Misa. Siempre se está oyendo algo. Siempre hay una oración en común, pública, manifestada externamente, que es motivo de distracciones e impide que nos podamos recoger y así estar unidos más íntimamente con Dios. Es la negación de lo que se está haciendo. El espíritu de piedad y el Don de Piedad son también una manifestación del Espíritu Santo.
DE LA PIEDAD A LA CONTEMPLACIÓN. Finalmente los Dones de Entendimiento y de Ciencia nos invitan a la contemplación de Dios a través de las cosas de este mundo. El Don de Ciencia y el Don de Entendimiento nos penetran y nos infunden la luz de la existencia de Dios, de su presencia en todas las cosas y especialmente en las manifestaciones espirituales y sobrenaturales que Dios nos concede por la Gracia y los Sacramentos. Cuando el Espíritu Santo ilumina a un alma, ésta ve de alguna manera la presencia de Dios en todas las cosas y así se une a su Señor en el vivir diario esperando verle realmente en la vida eterna.
EL ESPÍRITU SANTO FUENTE DE LA VIDA INTERIOR. Así es y así se manifiesta el Espíritu Santo. En los Evangelios, en los Hechos de los Apóstoles, en las Epístolas, se puede contemplar al Espíritu Santo. Está en todas partes y en todas partes se manifiesta. Es la expresión clarísima de la Voluntad de Dios Padre que desea ver cómo nos santificamos por la presencia del Espíritu Santo.
Pidamos a la Santísima Virgen Ma*ría, colmada por el Espíritu Santo, Ella que es Nuestra Madre del Cielo, que nos ayude a vivir esta vida espiritual, interior y contemplativa. Ella que tanto recato ha tenido en manifestar externamente su oración. Unas pocas palabras en el Evangelio bastan para mostrarnos y descubrirnos un poco el alma de la Santísima Virgen María
Ella meditaba las palabras que profería Nuestro Señor: las meditaba en su corazón, nos dice el Evangelio. Éste era el espíritu de la Santísima Virgen María: meditaba las palabras de Jesús.
Meditemos también nosotros las enseñanzas del Evangelio; meditemos las enseñanzas que la Iglesia nos hace aprender para unirnos cada vez más y más a Dios Nuestro Señor.
+ Mons. Marcel Lefebvre
Ecce Christianus | He aquí el Cristiano. He aquí alguien llamado a batallar
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