A propósito de unas palabras pronunciadas por el Papa Francisco el 27 de julio, en Brasil. l
Las frases del Papa Francisco decían lo siguiente:
“Es fundamental la contribución de las grandes tradiciones religiosas, que desempeñan un papel fecundo de fermento en la vida social y de animación de la democracia.La convivencia pacífica entre las diferentes religiones se ve beneficiada por la laicidad del Estado, que, sin asumir como propia ninguna posición confesional, respeta y valora la presencia del factor religioso en la sociedad, favoreciendo sus expresiones concretas”.Tomadas según suenan, estas palabras constituyen un espaldarazo especialmente nítido y carente de matices al régimen democrático y a la laicidad del Estado. Contienen, además, una explícita reducción de cualquier religión a un “factor religioso”, natural y común, y una implícita equiparación de la religión católica, única verdadera, con las restantes confesiones. Confesiones que sólo metafóricamente se llaman religiones, porque en realidad son formas diversas de lo que propiamente llamaba Santo Tomás infidelidades, es decir, herejías, cismas, idolatrías o cultos paganos, que indignamente remedan el sagrado vínculo de la religión.
Saludoe en Xto Rex et Maria Regina
Pro Deo Patria et Rex
No se ama lo que no se conoce
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