CATECISMO CATOLICO DE LA CRISIS EN LA IGLESIA (I) –
por el Padre Matthias Gaudron
CATECISMO CATOLICO DE LA CRISIS EN LA IGLESIA
El estudio que publicamos aquí constituye la versión francesa de Katholischer Katechismus zur kirchlichen krise redactado por el Padre Matthias Gaudron, profesor en el Seminario de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X en Zaitzkofen, Alemania. La versión original fue editada en 1997 por las ediciones Rex regnum, con un prefacio del padre Franz Schmidberger. El texto ha sido puesto al día, completado y adaptado a la situación francesa para la presente edición.
Se encontrará aquí los dos primeros capítulos con las primeras quince preguntas.
Cada una de ellas es seguida de una primera respuesta corta y clara, siguiéndole una serie de preguntas y respuestas en caracteres más pequeños que justifica y amplía la respuesta general.
La crisis en la Iglesia
Ø 1.- ¿Hay actualmente una crisis en la Iglesia?
Habría que taparse los ojos para no ver que la Iglesia católica atraviesa una crisis grave. Se esperaba durante los años 1960, en la época del Concilio Vaticano II, una nueva primavera para la Iglesia, pero sucedió todo lo contrario. Miles de sacerdotes han abandonado su sacerdocio, miles de religiosos y de religiosas han retornado a la vida secular. En Europa y en América del Norte, las vocaciones son muy raras y ya no se puede contar el número de seminarios, de conventos y de casas religiosas que han tenido que cerrar. Muchas parroquias permanecen sin párroco y las congregaciones religiosas deben abandonar escuelas, hospitales y casas de ancianos. “Por alguna fisura, el humo de Satán se ha introducido en el templo de Dios”, tal fue el lamento del papa Paulo VI el 29 de junio de 1972.1
-¿Se sabe cuántos sacerdotes han abandonado su sacerdocio durante los años 1960?
- En toda la Iglesia, entre 1962 y 1972, 21,320 sacerdotes fueron reducidos al estado laico. No están comprendidos en este número los que han tenido negligencia para pedir su reducción oficial al estado laico2. Entre 1967 y 1974 de treinta a cuarenta mil sacerdotes abandonaron su vocación. Estos hechos catastróficos pueden apenas ser comparados con los acontecimientos que han acompañado a la susodicha “Reforma” protestante del siglo XVI.
1.- DC 1972, no 1613, p. 658.
2.- Georg MAY, Die Krise der Nachkonziliaren und wir, Viena, Mediatriz.Verlag, 1979, p. 50.
-¿Ha habido un desastre análogo en las congregaciones religiosas?-
En lo que concierne a las congregaciones religiosas femeninas, veamos lo que cuenta el Cardenal Ratzinger, precisando que no es mas que un ejemplo. Québec, provincia francoparlante de Canadá, era, a principio de los años 60 la región que contaba, proporcionalmente, la mayoría de religiosas en el mundo.
Entre 1961 y 1981, a causa de las salidas, de los decesos y de la falta de reclutamiento, el número de religiosas pasó de 46 933 a 26 294. Una caída de 44% que parece imposible de parar. Las nuevas vocaciones, en efecto, han disminuido durante el mismo período al menos 98.5%. Se afirma en seguida que una buena parte del 1.5% restante no está constituido por las más jóvenes, sino por “vocaciones tardías”. Las simples previsiones permiten a todos los sociólogos coincidir en esta conclusión brutal pero objetiva: “Dentro de poco (salvo una reversa en la tendencia de hecho improbable, al menos humanamente), la vida religiosa femenina tal como la hemos conocido no será mas que un recuerdo en Canadá”1.
-¿Esta situación no esta mejorando hoy, y no podría considerarse que la crisis está actualmente atrás de nosotros?
- En Francia había, durante los años 1950, aproximadamente mil ordenaciones sacerdotales cada año. En los años 1990, no había más que una centena por año; y las entradas a los seminarios continúan en declive. En Alemania, el año de 1996 ha representado un nuevo récord mínimo de candidatos al sacerdocio. Los seminarios y órdenes religiosas no contaron mas que 232 entradas. En 1986 todavía había 7272. El número de religiosos en el mundo continúa disminuyendo3.
- ¿Esta crisis ha tocado también a los fieles?
- En 1958, 35% de los franceses asistía a Misa cada domingo; hoy en día, son menos del 5% los que lo hacen, y casi siempre personas mayores. En 1950, más del 90% de los franceses estaban bautizados desde niños; hoy en día menos del 60% lo son.
-¿No han aumentado en Francia los bautismos de adultos?
-Algunos miles de bautismos de adultos no podrían compensar una disminución de centenas de miles de bautismos de niños (tanto mas que la perseverancia de los nuevos bautizados deja mucho que desear). En tanto que, en Francia, si hay un promedio de 12 500 conversiones por año, hay mas del doble de conversiones al islam (30 000 por año).
-¿El caso de Francia es verdaderamente característico?
- Se encuentra el mismo desinterés por la Iglesiaen toda Europa. Entre 1970 y 1993, 1.9 millones de Alemanes han dejado oficialmente la Iglesia Católica. El odio o la cólera no son los motivos más frecuentes sino simplemente la indiferencia. La Iglesia ya no le dice nada a los hombres, ya no tiene importancia para ellos en su vida, y es por eso que la han abandonado, para economizar el impuesto eclesiástico. A este ritmo, la religión católica se convertirá en una religión de una pequeña minoría. Alemania, según palabras de Karl Rahner, corre el peligro de convertirse en una tierra pagana con un pasado cristiano con algunos restos de cristianismo.
-¿Por lo tanto no se puede decir que esta crisis terrible sea solamente local, golpeando Europa Occidental y América del Norte, pero respetando América Latina, Africa, y Asia, donde, al contrario, el catolicismo parece particularmente dinámico?-
Ciertas cifras pueden hacer creer que la crisis no es mas que local. El Anuario pontifical señala, por ejemplo, que el aumento que el aumento de los seminaristas y de ordenaciones en los países del Tercer Mundo compensa largamente la disminución constatada en los países occidentales. En realidad, la crisis es universal, aunque no se manifieste de la misma manera ( en los países pobres, donde el sacerdocio representa una promoción social se reclutan muy fácilmente las vocaciones; ¿pero de qué calidad?. América Latina, por ejemplo, que pasa por ser un bastión del catolicismo, está pasando actualmente al protestantismo más rápidamente que Alemania lo hizo en el siglo XVI. En 1900, se contaban en Brasil 3% de protestantes. Actualmente son 16% de protestantes y su número no deja de crecer. Cinco iglesias pentecostales son creadas en promedio en Río cada semana. El padre Franc Rodé, secretario del consejo pontifical para el diálogo con los no creyentes, estima en 1993 quela Iglesia perdía cada año 600 000 fieles latino-americanos. Otras fuentes proveen estimaciones mas graves todavía: 8 000 católicos pasarían diariamente a las sectas1. Se considera que en Chile, desde 1960, 20% de la población se ha unido a las sectas protestantes y 30% en Guatemala (en quince años, de 1960 a 1985, el número de protestantes se ha multiplicado por siete en este país).
1.- Cardenal RATZINGER et Vittorio MESSORI, Entretien sur la foi, París, Fayard, 1985, p. 117-118.
2.- Osterhofener Zeitung, 19 de abril de 1996.
3.- Deutsche Tagespost, 13 de agosto de 1998.
Ø 2- ¿Esta crisis es una crisis de fe?
La fe cristiana parece estar desapareciendo en Europa. Las verdades fundamentales como la fe en Dios, la divinidad de Jesucristo, el cielo, el purgatorio y el infierno son cada vez menos creídos. Lo más inquietante es que estos artículos de fe son negados hasta por personas que se dicen católicas y frecuentan regularmente la iglesia.
-¿Se tienen cifras para ilustrar esta crisis de la fe?-
Sin ser perfectamente fiables, las encuestas son representativas de las grandes tendencias de la sociedad. Según una encuesta reciente2, solamente el 58% de los Franceses creen en la existencia de Dios cierta o probable (contra el 61% en 1994); 65% (y 80% de los 18 a los 24 años) dicen “no creer del todo” en un Dios en tres personas, y 67% “no creen del todo” en el infierno (contra 48% en 1994); solamente el 12% de católicos dicen creer “de hecho” en el infierno (16% cree “un poco”; 72% no cree); incluso entre los católicos practicantes regulares, las cifras son catastróficas: solamente el 23% cree firmemente en el infierno, mientras que el 54% no cree; en contraparte, 34% de estos mismos practicantes regulares creen “de hecho” que Mahoma es un profeta, mientras que sólo el 28% no cree (35% lo cree “un poco”, los otros no saben). Hoy en día, solo el 10% de los franceses creen que su religión es la única verdadera. “Se mide la amplitud del cambio si sabemos que la mitad de los católicos pensaban en 1952 que existe una sola religión verdadera” subraya el sociólogo Yves Lambert3. Asimismo, en Valais, 81.3% de los católicos estiman que todas las religiones llevan a la salud eterna4.
-¿Qué lección podemos sacar de estas cifras?
- Estas cifras manifiestan que la crisis es en primer lugar una crisis de fe. No solamente el número de aquellos que estiman pertenecer a la Iglesiadisminuye, sino también ¡la mayoría de los que son oficialmente miembros de la Iglesia no poseen ya la fe católica!. El que niega una verdad de fe ha perdido la fe, porque la fe es un todo y debe ser recibida como un todo. Entonces, si el 72% se niega a creer en el infierno, no hay mas que un católico entre tres que tiene fe.
Ø 3. Esta crisis es también una crisis moral?
La crisis moral acompaña la crisis de la fe. Mientras que San Pablo recuerda a los cristianos que deben, por su manera de vivir, brillar en medio de una generación corrompida como las estrellas en el universo (Fil. 2, 15), podemos decir que los cristianos actuales que su género de vida no difiere en nada de los hijos de este mundo, de los incrédulos. Su fe frágil y vacía de su sustancia no tiene la fuerza de influenciar su vida, menos de formarla.
1.- Présent, 22 de mayo de 1993
2.- Encuesta CSA- La Vie- Le Monde. Realizada en marzo del 2003.
3.- Informe de el INSEE, Dones sociales –La société française, (ed. 2002-2003), estudio de Yves LAMBERT (del CNRS) sobre “la religión en Francia desde los años sesenta a nuestros días. El autor nota que la gran ruptura se remonta a los años sesenta y cinco, con un retroceso tanto en las actitudes como en las prácticas religiosas. La pertenencia religiosa resiste sin embargo en un primer tiempo y no conoce una primera desconexión hasta 1975-76.
4.- Encuesta realizada por el instituto Link, en septiembre de 1990.
-¿Cuál es la unión normal entre la fe y la moral?
- El hombre, debilitado por el pecado original, tiene siempre la tendencia de dejar libre curso a sus pasiones y dejar que tomen el control de sí mismo. La fe cristiana, al contrario, muestra al hombre lo que Dios espera de él y cómo debe conducir su vida conforme a la voluntad de Dios. El hombre conoce por la fe las promesas que puede esperar si observa los mandamientos de Dios, pero también conoce las penas con las que Dios lo castigará si se desvía. La fe y los sacramentos dan al hombre la fuerza de vencer sus malas inclinaciones y de entregarse completamente al bien y al amor de Dios.
-¿Cuáles son las consecuencias morales de una crisis de la fe?
- Si la fe desaparece, el hombre, no creyendo mas ser llamado a la perfección moral y a la vida eterna cerca de Dios, se entregará ventajosamente al placer desordenado de esta vida.
-¿La crisis actual de mores atenta también contra los católicos?
- Esto es lo que experimentamos hoy en día. Fidelidad, pureza, justicia, espíritu de sacrificio, etc, ya no son, incluso entre los católicos, valores incontestables. De cada tres matrimonios, uno termina después de cinco o diez años en divorcio, y se sabe que un segundo matrimonio después del divorcio es solicitado por un número cada vez más grande de católicos. La revista Herderkorrespondenz de marzo de 1984 dio a conocer que, en el Tyrol católico, 84% de la población rechaza la enseñanza de la Iglesia sobre la contracepción, y que, entre los 18-30 años, la adhesión plena es casi nula (1.8%). En Valais, 81.5% de los católicos estiman que las personas divorciadas y casadas en segundas nupcias deben poder comulgar1. En Francia, en el año 2003, un cuarto de los católicos practicantes declararon que, para ellos, “la idea de pecado no significa gran cosa”.
Ø 4.- Actualmente existe también una crisis en el clero?
La falta de vocaciones al sacerdocio y a la vida religiosa así como las numerosas defecciones manifiestan la crisis profunda que prevalece aquí también. El clero, donde numerosos miembros han perdido la fe, no están en condiciones de comunicar esta fe y de entusiasmar a los hombres por ella.
-¿Cuál es la relación entre la crisis de la fe y la crisis del clero?
- La crisis del clero es la causa de la crisis de la fe entre los fieles. Si la fe de los católicos que asisten regularmente a la Misa dominical está en un estando tan lamentable, la causa no puede venir sino de una predicación defectuosa. Si los sacerdotes enseñaran regularmente la fe católica, la situación sería otra completamente. Los hombres no han perdido la fe solos; la han retirado del catecismo y de los púlpitos. Desde que en los sermones, durante años, las verdades de la fe son puestas en duda, relativisadas e incluso abiertamente negadas, ¿cómo sorprenderse que los fieles pierdan la fe?. Los más jóvenes ni siquiera la han conocido.
-¿Podría darnos un ejemplo de esta mala enseñanza dispensada por el clero?
- Hoy en día, no es raro que en niño que hace su primera comunión ignore que Nuestro Señor Jesucristo está verdaderamente, realmente y substancialmente presente en la Eucaristía; lo ignora porque su cura no cree tampoco en este misterio. En Comment nous vivons, libro de instrucción religiosa en Alemania, podemos leer: “Cuando los cristianos comparten su comida con Jesús, van al altar. El sacerdote les da un pequeño pedazo de pan. Ellos comen el pan”2. Este libro de instrucción religiosa ha recibido el imprimatur y ha sido autorizado por los obispos alemanes!.
1.- Instituto Link, 1990.
2.- Wie wir Menschen leben, Ein Religionsbuch, Herder, 1972, p. 78. El imprimatur fue otorgado el 17 de enero de 1972 por el vicario general de la diócesis de Fribourg-en-Brisgau, Dr. Schlund.
-¿No está mejor la situación en Francia?
- Si el 34% de los católicos practicantes regulares franceses creen “de hecho” que Mahoma es un profeta, y 35% lo creen “un poco” (hace un total de 69%), se nota que la cifra es mucho mas baja en los católicos no practicantes (21% y 22%, un total de 43%). Sobre este punto, los no practicantes son entonces más católicos que los practicantes. Esto trae a la evidencia la enseñanza dispensada por la Iglesia. De hecho, algunos obispos franceses han dado Iglesias a los musulmanes, y el Papa Juan Pablo II a besado el Corán el 14 de mayo de 19991.
-¿La crisis del clero es también una crisis moral?
- La crisis por principio es una crisis de la fe, pero en un clero donde la fe es tan frágil, evidentemente no tiene la fuerza para guardar el celibato, lo que sólo es posible para aquellos animados de una fe viva y un gran amor a Jesucristo. No es un secreto para nadie que actualmente un gran número de sacerdotes mantienen relaciones pecaminosas con una mujer, de manera más o menos pública; se enteran regularmente que un sacerdote ha abandonado su puesto, alegando que no guardaba el celibato desde hace años. Y a este respecto, la situación del clero en el Tercer Mundo (donde el número de sacerdotes aumenta) no es mejor.
-¿Estas defecciones de sacerdotes no son voluntariamente mediatizadas a fin de obtener la supresión del celibato de los sacerdotes?
- Es evidente que el celibato desvía a numerosos jóvenes del sacerdocio; pero en lugar de polemizar sobre esta materia, deberían preguntarse porque numerosos hombres ofrecían antes voluntariamente este sacrificio, mientras que éste no es el caso hoy en día.
Ø 5.- ¿En que difiere la presente crisis de las que ha sufrido la Iglesia en el pasado?
La presente crisis en la Iglesia se distingue de las precedentes principalmente en que son las mas altas autoridades de la Iglesia quienes la han provocado, quienes la prolongan y quienes impiden que se tomen medidas eficaces para resolverla.
-¿No ha habido ya graves crisis en la Iglesia?
- En la Iglesia ha habido crisis frecuentes. Ha habido sacerdotes, obispos y hasta papas que no han llevado siempre una vida conforme al Evangelio. La inmoralidad y la indisciplina del clero han nublado con frecuencia a la Iglesia. De tiempo en tiempo ha habido sacerdotes y obispos que se han separado de la verdadera fe. Pero nunca como en nuestra época los errores y la negación pública de las verdades de la fe se han extendido gracias a la tolerancia, la aprobación y hasta la actividad de las autoridades romanas y del episcopado mundial. Esto es lo que le da un carácter particular a la crisis actual, que es favorecida por las más altas autoridades de la Iglesia, papas incluidos.
-¿Este carácter singular de la crisis actual ha sido reconocido por las autoridades de la Iglesia?
-El mismo Paulo VI ha pronunciado en 1968 la frase bien conocida, donde dice que la Iglesia se encuentra en una fase de “autodestrucción”:
“La Iglesia se encuentra en una hora de inquietud, de autocrítica, diríamos hasta de autodestrucción: Es como una convulsión interior, aguda y compleja, la cual nadie se hubiera esperado después del Concilio [...]. Como si la iglesia se dañara a ella misma2
1.- Ver Le Sel de la Terre 31, p. 186. (NDLR).
2.-PAULO VI, discurso del 7 de diciembre de 1968 en DC 1969, no. 1531, p.12.
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http://eccechristianus.wordpress.com/2013/10/17/catecismo-catolico-de-la-crisis-en-la-iglesia-i-por-el-padre-matthias-gaudron/
CATECISMO CATOLICO DE LA CRISIS EN LA IGLESIA (I) – por el Padre Matthias Gaudron
17 de octubre de 2013
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"... Los siglos de los argumentadores son los siglos de los sofistas, y los siglos de los sofistas son los siglos de las grandes decadencias.
Detrás de los sofistas vienen siempre los bárbaros, enviados por Dios para cortar con su espada el hilo del argumento." (Donoso Cortés)
«Eso de Alemania no solamente no es fascismo sino que es antifascismo; es la contrafigura del fascismo. El hitlerismo es la última consecuencia de la democracia. Una expresión turbulenta del romanticismo alemán; en cambio, Mussolini es el clasicismo, con sus jerarquías, sus escuelas y, por encima de todo, la razón.»
José Antonio, Diario La Rambla, 13 de agosto de 1934.
Bueno, antes cabría preguntar cuántos católicos conocemos que sepan qué significa profeta...
Aquí corresponde hablar de aquella horrible y nunca bastante execrada y detestable libertad de la prensa, [...] la cual tienen algunos el atrevimiento de pedir y promover con gran clamoreo. Nos horrorizamos, Venerables Hermanos, al considerar cuánta extravagancia de doctrinas, o mejor, cuán estupenda monstruosidad de errores se difunden y siembran en todas partes por medio de innumerable muchedumbre de libros, opúsculos y escritos pequeños en verdad por razón del tamaño, pero grandes por su enormísima maldad, de los cuales vemos no sin muchas lágrimas que sale la maldición y que inunda toda la faz de la tierra.
Encíclica Mirari Vos, Gregorio XVI
Se me ocurren tres explicaciones:- Si el 34% de los católicos practicantes regulares franceses creen “de hecho” que Mahoma es un profeta, y 35% lo creen “un poco” (hace un total de 69%), se nota que la cifra es mucho mas baja en los católicos no practicantes (21% y 22%, un total de 43%). Sobre este punto, los no practicantes son entonces más católicos que los practicantes. Esto trae a la evidencia la enseñanza dispensada por la Iglesia. De hecho, algunos obispos franceses han dado Iglesias a los musulmanes, y el Papa Juan Pablo II a besado el Corán el 14 de mayo de 19991.
- Una mala traducción del original en francés
- El caso peculiar del "catolicismo" conciliar francés (que aquí desconocemos), pero que se supone infectadísimo de ecumenismo pro-islámico en homilías, asociacionismo, convivencias, paraliturgias etc
- Sí está claro, en todo caso, que un "católico" conciliar puesto al día en materia de ecumenismo aberrante e influenciado plenamente con los errores de sus párrocos y obispos vaticanosegundistas, está muchísimo más cerca de considerar a Mahoma un personaje religioso importante y respetado (o sea, "un profeta") que un católico meramente nominal y no practicante, alejado de la Iglesia y por tanto de su ecumenismo aberrante de papas besando coranes y reunidos con imanes islámicos etc.
Última edición por ALACRAN; 10/12/2013 a las 12:44
"... Los siglos de los argumentadores son los siglos de los sofistas, y los siglos de los sofistas son los siglos de las grandes decadencias.
Detrás de los sofistas vienen siempre los bárbaros, enviados por Dios para cortar con su espada el hilo del argumento." (Donoso Cortés)
Con tanto cura progre, y tanto musulmán como hay en Francia desde hace décadas, a mí no me extraña nada ese ecumenismo proislámico. De hecho, aunque el Concilio lo agravó mucho y ha sido fatal para la Iglesia, en Francia ya había un amplio sector dentro del sacerdocio que estaba bastante mal. No hay más que leer Los nuevos curas de Michel de Saint-Pierre (tengo un ejemplar en francés de la primera edición).
Sobre la pérdida de autoridad en la Iglesia (Articulo del año 1969)
(*) Fue origen, para España de la famosa “Asamblea obispos-sacerdotes”, de 1971, que escandalizaría al país por sus desvergonzadas conclusiones político´religiosas
Revista FUERZA NUEVA, nº 141, 20-Sep-1969
La liquidación de la Iglesia
En estos días (1969) se ha celebrado en Coire (Suiza) un Concilio de Obispos, donde 115 de ellos han tratado de la condición del “cura” en el tiempo moderno. No se sabe bien lo que han dicho, pero a esta reunión seguirán otras nacionales (*) y luego otra europea. El Papa, comprendiendo el sentido de esta reunión, ha respondido al telegrama final de los jefes del concilio con la advertencia de que su poder supremo era de origen divino. Probablemente es demasiado tarde.
Una gran parte del clero, y ciertamente la más activa, está ya dispuesta a reconocer que la Iglesia, aunque de institución divina, vive en un mundo que no es divino y con el cual debe estabilizarse. Los teólogos del pasado han enseñado a los teólogos modernos que, distinguiendo, se puede cambiar sentido a las leyes y dirección a los acontecimientos.
Estoy seguro de que la mayor parte del clero progresista está convencido de que se está preparando para la Iglesia una nueva juventud y que el entusiasmo que sienten por su renovación producirá un gran bien y ayudará a cumplir esa unión de todas las iglesias cristianas que el Concilio Vaticano II ha querido preparar.
Yo temo, en cambio, que estos concilios de obispos, estas manifestaciones de curas, estas peticiones de matrimonio eclesiástico, estas modificaciones del traje de las monjas y de los frailes, estas nuevas liturgias, son solamente el preludio de lo que yo definiría precisamente la “liquidación de la Iglesia Católica”.
Lo deduzco del carácter de las peticiones, de la evidencia de las directrices, de las formas de protesta adoptadas por lo menos por los patrullas de exploración y de reconocimiento de la vanguardia progresista. Si muchos obispos tratan de saltarse a los cardenales y ciertos cardenales tratan de saltarse al Papa, también los curas tratan de saltarse a los obispos, y puede ser que dentro de algún tiempo los creyentes traten de saltarse a los curas.
Frente al fraccionamiento de las Iglesias que después de Lutero se diseminaron por el mundo, la Iglesia católica había tenido, más que la doctrina y la eminencia de sus campeones, una gran potencia de su parte y fue la disciplina, o sea la disposición de los mismo creyentes y del clero, la que indujo a renunciar a cualquier duda o vacilación propuesta por la razón, si a la Autoridad le parecía que podía ser perjudicial para el conjunto de la Iglesia. Había en la Iglesia Católica ese sentido que tienen los militares auténticos que saben que aun cuando el superior da una orden errada, casi siempre la corrección de ésta o la insubordinación implican peligros y producen daños mayores que el error cometido por el superior. Este es el verdadero sentido de la infalibilidad papal y de la obediencia de las órdenes religiosas, por lo menos para quien no cree en la infalibilidad y en la fundación divina de la Iglesia. (…)
Poniéndolo todo en discusión, del matrimonio de los curas y del uso de la píldora a la infalibilidad papal, me parece que los obispos, los curas y los seglares católicos del llamado movimiento progresista, hacen retroceder a la Iglesia en varios siglos y quieren solamente parangonarla con las iglesias protestantes, las cuales, a fuerza de discutir, se han desmenuzado y fragmentado de tal manera que todas se preguntan cuál de ellas es la verdadera y legítima, y dentro de las cuales se producen de vez en cuando nuevos cismas. (…) Los obispos, los curas progresistas, preparan el mismo porvenir para los fieles que permanezcan, después de sus reformas, fieles a la Iglesia católica. Habrá una secta más. Lo único que me maravilla en estos renovadores es que, sabiendo razonar tan bien, como lo demuestran a menudo, no lleguen al fondo de sus razonamientos, es decir: o se declaran protestantes, o declaran que no creen en Dios y, en este caso, vayan a aumentar el número de los que no siguen religión alguna.
Lo que me causa mala impresión en el movimiento de que el Concilio de Coire (Suiza, 1969) ha sido un ejemplo, es el evidente signo de la victoria que sobre la mente de estos innovadores ha tenido la civilización liberal e indiferente a la religión de nuestros tiempos. ¿A qué tienden todos sus esfuerzos? Tienden a esconder que son “curas”, a asimilar la vocación de curas con la de laicos, a reducir los dogmas y los reglamentos de la Iglesia en todo lo que a ellos les parece irrazonable (sin pensar que habrá todavía muchos, más o menos razonables que ellos, los cuales querrán reducir todo lo que parece irrazonable a sus razones (…). Este será ciertamente, y lógicamente, el fin del actual “aggiornamento” de la Iglesia. Es más, se irá más allá todavía. (…)
Giuseppe Prezzolini
(“La Nazione”, Florencia)
Última edición por ALACRAN; 27/01/2025 a las 14:06
"... Los siglos de los argumentadores son los siglos de los sofistas, y los siglos de los sofistas son los siglos de las grandes decadencias.
Detrás de los sofistas vienen siempre los bárbaros, enviados por Dios para cortar con su espada el hilo del argumento." (Donoso Cortés)
“La disolución de las fórmulas eclesiales”
Revista FUERZA NUEVA, nº144, 11-Oct-1969
LA DISOLUCIÓN DE LAS FORMAS
Por Jorge Siles Salinas
Honra por primera vez estas páginas en ilustre profesor y escritor boliviano Jorge Siles Salinas, bien conocido del lector español por sus brillantes artículos en “ABC” y en diversas revistas literarias, así como por su reciente y famoso ensayo “Ante la Historia”, publicado por Editora Nacional.
Tengo a la mano (1969) la segunda edición del libro de José Luis Aranguren “Catolicismo día tras día”. Es de febrero de 1956, un año después de hecha la edición original. Dio lugar esta obra a una serie de controversias y refutaciones, mas no cabe duda de que la prosa en que está escrito es una de las más depuradas y elegantes del ensayismo hispánico en los años recientes. En uno de los breves comentarios, bajo el título de “Divisiones entre católicos”, al tocar el tema de los conflictos productivos entre los católicos franceses, Aranguren anota la optimista observación (sin duda válida para aquel momento) de que tales discrepancias no se presentan en España: “Pero en la España actual -escribe el agudo pensador- los católicos, por distantes que estemos en nuestra manera de pensar, seguimos, gracias a Dios, unidos”.
No nos proponemos, en la presente nota, averiguar si el extremo afirmado por aquel libro sigue siendo válido al cabo de los años desde entonces transcurridos. Hay en él otro concepto que nos interesa destacar por ahora; es aquél en que se expresa lo siguiente: “Mas, en trance de quebrantar toda forma, la propia Forma, estilizada y como desmaterializada, ¿no sería pronto reemplazada por un trozo de pan común”? Tienen estas líneas, ciertamente, una importancia decisiva, pues en ellas están contenidas, como en germen, gran parte de las transformaciones que han acompañado el desenvolvimiento de la Iglesia desde la ocasión en que fueron publicadas.
“Quebrantar las formas”, “eliminar el juridicismo de la Iglesia”, “prescindir de lo institucional en aras de la autenticidad”, “la espiritualidad interior y no las formas rutinarias”, “la actitud de conciencia antes que el formalismo religioso”: he aquí unas cuantas expresiones empleadas una y otra vez por las diversas tendencias que responden al ansia de reforma que se ha apoderado de la conciencia cristiana en la actualidad (1969).
En el curso de muy breves años, los anhelos contenidos en los lemas que acabamos de citar han tenido ocasión de ser aplicados cada vez más radicalmente en las distintas organizaciones de la Iglesia. Nadie podría negar el hondo aliento de renovación y de justicia que ha inspirado estas tendencias. Sin duda, en todas ellas hay una raíz común de sinceridad y de rectitud; la que ante todo se busca en el movimiento de reforma interna que agita al catolicismo contemporáneo es la eliminación de los gestos rutinarios y de toda falsa exterioridad, para dar paso, en sustitución de todo ello, a un auténtico impulso de liberación que permita a los fieles reconocer el rostro verdadero de la Iglesia -como ahora suele decirse- despojándolo de todo aparatoso ritualismo o, por mejor decir, rodeándolo de una luz de simplicidad y de pureza.
Es preciso reconocer, sin embargo, que todos estos fenómenos, tan alentadores y promisorios en sus orígenes y en sus propósitos, no han podido producirse sin que los acompañasen diversas circunstancias que han ocasionado una honda crisis espiritual que amenaza tomar el aspecto de un estallido caótico y desintegrador.
Nos detendremos aquí solamente en una de las dimensiones de esa crisis que acaso sea la más visible e inquietante, a saber, en el proceso que podríamos llamar de “disolución de las formas”, de cuyas tremendas consecuencias parecen no haberse percatado aún muchos de los que se hallan interesados en que no se malogren las esperanzas puestas en la nueva etapa que vive la Iglesia.
En efecto, bajo el impulso de las nuevas orientaciones que agitan a la grey cristiana, todo lo que afecta a la vida institucional, a la estructura orgánica de la Iglesia parece hallarse en crisis y muestra un desolador panorama de incertidumbre y confusión. Parece oportuno recordar a este respecto un pensamiento de Ortega expuesto a través de una sugestiva anécdota que está en la memoria de todos los lectores: el gitano ha acudido a confesarse y,al preguntarle el sacerdote si se conoce los mandamientos de la ley de Dios, el aturdido feligrés responde: “Misté, padre; yo loh iba aprendé, pero he oío un runrún de que loh iban a quitá”.
Se diría que todo es hoy materia de contradicción en el seno de la cristiandad. Nos sostenemos sobre terreno movedizo en que todo cambia de un día para otro y no hay nada seguro ni estable en punto a usos, a creencias, a las prácticas del culto, a las normas de la moral, al sentido de la autoridad y al valor del magisterio.
La más patente consecuencia de todo ello es la pavorosa situación que afecta a los seminarios. Las vocaciones se acaban, las deserciones sacerdotales aumentan de día en día, las casas religiosas se despueblan. Vastos edificios de construcción reciente, como el seminario o el noviciado de los jesuitas de Santiago de Chile, carecen ya de objeto, pues se ha extinguido la corriente vocacional que los alimentaba. Levantado hace diez o veinte años, respondiendo a amplios diseños arquitectónicos, se ve que sus constructores estaban animados de la seguridad de que cada vez sería mayor el número de los postulantes que habrían de evitar detrás de sus muros. Hoy constituye un problema para las autoridades eclesiásticas el destino que habrá de darse a esos vacíos pabellones.
Los ansiosos reformadores de la religión, poseídos de un ímpetu que ellos se jactan de llamar revolucionario, profesan un infinito desdén hacia todo cuanto signifique vida institucional en la Iglesia. A su juicio, las instituciones deberían ser todas demolidas sin tardanza. Universidades católicas, colegios católicos, periódicos católicos, sindicatos católicos: todo eso es falso, todo eso estorba, todo eso no es sino señal de un “triunfalismo” fuera de tiempo.
Hemos leído en un texto reciente estas reveladoras palabras: “Las instituciones constituyen el mayor obstáculo para todo diálogo con los no cristianos”. El signo de los tiempos es el aconfesionalismo; por lo tanto, las universidades antes llamadas católicas deben apresurarse a cambiar de nombre; los sindicatos deben borrar de su sigla la “C” que delata sus antiguos orígenes. Las viejas Órdenes religiosas -cimiento de la institucionalidad de la Iglesia- pasan, ellas también, por una crisis profundísima que afecta su mismo ser, que alcanza a los motivos mismos de su subsistencia.
Los límites se borran, las formas -que dan a las cosas su entidad reconocible y definida- se diluyen en la nada. Se suprimen las fronteras que antaño separaban a los cristianos de los que no lo son. No es posible ya distinguir al sacerdote del que no lo es. Con los trajes y los hábitos van desapareciendo los rasgos propios que daban a las cosas, a los lugares sagrados, a los templos mismos, su fisonomía inconfundible. Carecen de un perfil distintivo las moradas antaño reservadas a la oración y al culto. La vida conventual se dispersa. La desaparición de las imágenes en los templos católicos es, desde luego, una de las manifestaciones evidentes de esta disolución de las formas.
Se desvanece la línea que distinguía lo permisible de lo prohibido. La noción misma de pecado parece ya carecer de sentido. Alegremente, unas ex monjitas neoyorquinas proclaman que “el pecado no existe”. La confesión es, entre los sacramentos, el más afectado por la universal perplejidad que embarga a los fieles y a sus pastores. Hay confesiones públicas, en conjunto, siguiendo una lista de transgresiones que alguien lee en voz alta. A los niños que se preparan a la primera comunión se les dice que no deben confesarse, pues se supone que en el alma del niño el pecado no tiene cabida.
Por supuesto, ya no es pecado -se dice- dejar de oír misa el domingo. Da lo mismo hacerlo el sábado que el domingo. Ya no hay un calendario cristiano, puesto que los días de precepto van desapareciendo uno a uno. Toda la hermosa literatura acumulada en los últimos años sobre el significado del domingo -Guardini, Pieper, Bollnow, Lain- por lo visto no sirve ya para nada.
La Misa se ve afectada por toda clase de audacias, por las innovaciones más desconcertantes, por intercalaciones, supresiones e improvisaciones que siembran la anarquía en el principal acto del culto, exasperando a los fieles mediante las alteraciones con que en cada ocasión se les sorprende y se les ofende en su anhelo de serena y confiada comunión con Dios. Como en el llamado “teatro del absurdo”, hecho para sacar al espectador de sus casillas, acuciándole con mil paradojas y sorpresas, así también parece que en la celebración de la Misa muchos sacerdotes buscaran el modo de impedir que sus feligreses asistieran rutinaria y burguesamente al acto eucarístico, llevando de un modo deliberado a su ánimo el desasosiego y la inquietud.
¿A qué seguir con nuevos ejemplos? Podrían llenarse páginas y páginas comentando toda esta furiosa ansia de novedades que agita hoy al mundo cristiano. Sin duda, se ha visto ya cumplida la aspiración que Aranguren expresara al preconizar el “quebrantamiento de toda forma”. Mas, ¿no habrá ocurrido con ello que se haya ofendido de mil maneras a Aquél que esconde su presencia real detrás de la Forma que el sacerdote consagra según las palabras aprendidas para siempre en la víspera de la crucifixión?
Última edición por ALACRAN; Hace 4 días a las 14:18
"... Los siglos de los argumentadores son los siglos de los sofistas, y los siglos de los sofistas son los siglos de las grandes decadencias.
Detrás de los sofistas vienen siempre los bárbaros, enviados por Dios para cortar con su espada el hilo del argumento." (Donoso Cortés)
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