La iglesia de hoy ya no habla para los católicos. Habla para los que no lo son. Pero los que no lo son, precisamente por no serlo, no tienen ningún interés en escuchar lo que la iglesia de hoy quiere decirles.
Los católicos, tras escuchar a la iglesia moderna, terminan firmemente convencidos de un magisterio vaporoso, y vaporosamente convencidos del magisterio firme. Y así llega el momento en el que acaba dándoles lo mismo creer que no creer, y pierden la Fe.
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