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Tema: La mentira del ecumenismo

  1. #1
    Avatar de Hyeronimus
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    La mentira del ecumenismo

    La mentira del ecumenismo

    Introducción

    Nadie que tenga vista y buena voluntad puede negar el hecho patente que el periodo que sigue a la celebración del Concilio Vaticano II es de una total debacle y crisis dentro de la Iglesia Católica. Una de las novedades más perniciosas introducidas en la Iglesia tras el Concilio fue el nuevo enfoque que se dio al Ecumenismo.
    El movimiento ecuménico se había originado dentro de las sectas protestantes hacia 1920. Ya desde entonces la Iglesia había enseñado que la única forma de alcanzar la unidad con las sectas protestantes era la vuelta de estos al seno de la única y verdadera Iglesia, la fundada por Cristo y encomendada a sus apóstoles. Así se enseñaba y así fue una y otra vez proclamado por los Papas. En la encíclica Mortalium Animos, Pío XIdeclaraba con rotundidad su oposición a que la Iglesia Católica se involucrara ni siquiera de lejos en este movimiento de origen protestante que, mediante la manipulación y mal interpretación de algunos pasajes evangélicos, pretendía conseguir la unidad con las demás iglesias utilizando el diálogo con el fin de dirimir las diferencias que las separaban.
    Ya en 1949, retomando las enseñanzas de Pío XI, se estableció definitivamente la doctrina tradicional de la Iglesia Católica frente al Ecumenismo. Se afirmaban los siguientes puntos:

    • la Iglesia Católica posee la plenitud de Cristo.
    • No debe perseguir la unión asimilando a otras confesiones de fe ni acomodando el dogma católico a otro dogma.
    • La única verdadera unidad de las Iglesias puede hacerse solamente con el retorno de los hermanos separados a la verdadera Iglesia de Dios.

    Sin embargo, y como ya se ha dicho previamente, el Concilio Vaticano II, cual vorágine que viene a irrumpir feroz sobre un mar sereno, lo trastocó todo a su paso. La Iglesia quiso desde entonces adaptarse a los tiempos modernos y considerarse a sí misma una iglesia más entre otras muchas, sin ninguna prerrogativa especial que la diferenciara de ellas. La Iglesia Católica se unió al movimiento ecuménico. Las encíclicas y admoniciones papales fueron totalmente descartadas y se adoptó un nuevo rumbo para conseguir la unidad con los no católicos. Ya no se trataba de una vuelta o reversión de los separados a la única y verdadera Iglesia. A partir de ahora todas las confesiones cristianas, la Católica como una más entre muchas, debían gravitar o volverse hacia Cristo, situado fuera de ellas, y allí debían converger. Se trataba ahora de fijar la atención no tanto en lo que nos separaba de los protestantes, sino más bien en lo que nos unía a ellos. Ya no era necesario convertir a nadie al catolicismo. Ahora se entablarían “diálogos”, para tratar de llegar a acuerdos que agradaran tanto a unos como a otros. Es de suponer, obviamente, que en estos diálogos el Catolicismo siempre ha sido el que ha tenido que ceder, dando la clarísima impresión de que ya no cree que es el poseedor de la verdad teológica. Esto es pura cobardía, claudicación y rendición ante el enemigo.
    Ecumenismo y Santo Tomás

    Uno de los pasajes Evangélicos preferidos por los ecumenistas lo encontramos en el Evangelio de San Juan, concretamente en la Oración Sacerdotal que Jesucristo eleva al Padre pocos momentos antes de su Pasión:
    No ruego solamente por ellos, sino también por los que, gracias a su palabra, creerán en mí. Que todos sean uno, como tú, Padre, estás en mí y yo en ti, que también ellos estén en nosotros, para que el mundo crea que tú me enviaste. Yo les he dado la gloria que tú me diste, para que sean uno, como nosotros somos uno—yo en ellos y tú en mí—para que sean perfectamente uno y el mundo conozca que tú me has enviado, y que los has amado a ellos como me amaste a mí” (Jn. 17, 20-23).
    Los defensores del ecumenismo no cesan de repetir estas palabras de Cristo: “Sean todos una misma cosa”, para promover su movimiento de unión con los no católicos.Pero las malinterpretan, pues, según ellos, sólo significan un deseo y aspiración de Jesucristo, deseo que todavía no se ha realizado. Opinan, pues, que la unidad de fe y de gobierno, nota distintiva de la verdadera y única Iglesia de Cristo, no ha existido casi nunca hasta ahora, y ni siquiera hoy existe: podrá, ciertamente, desearse, y tal vez algún día se consiga, mediante la concordante impulsión de las voluntades; pero entre tanto, habrá que considerarla sólo como un ideal.
    Pero ¿es la unidad propugnada por el movimiento ecuménico la que Jesucristo quiere y por la que le reza a Dios Padre en el pasaje arriba citado? ¿No será ésta interpretación, más bien, un arma utilizada por el demonio para que la Iglesia pierda de vista su verdadera identidad como la única verdadera, por más que le pese al ecumenismo? ¿De qué unidad está hablando aquí nuestro Señor?
    Echemos mano de Santo Tomás para ver cómo el Doctor Angélico interpreta este pasaje. Esto es lo que se desprende de su comentario al Evangelio de San Juan:
    En este pasaje el Señor reza por todos los miembros de la Iglesia que acaba de fundar sobre sus Apóstoles y le pide a Dios dos cosas para aquellos que lo han seguido y van a seguir: perfecta unidad y visión de la gloria.
    Santo Tomás dice que la perfección está en la unión con el Bien, es decir con Dios, que es el Bien Supremo. De ahí que lo que en realidad pide Jesucristo es que los discípulos, y todos aquellos que le sigan, sean uno con Él como Él lo es con el Padre. Es decir, que el cristiano para alcanzar su verdadera perfección tiene que ir configurando su vida de tal manera a la vida de Cristo que se pueda decir que son uno, porque en la unidad, es decir, en la perfecta configuración del discípulo a su maestro está su perfección:
    ya no soy yo el que vive, sino que es Cristo quien vive en mí.” (Gal. 2, 20)
    Esta unión del discípulo tiene que ser tan intensa e íntima, que debe asemejarse a la unión que el Hijo tiene con el Padre, y por eso dice que sean uno, como nosotros somos uno. Ahora bien, la unión que hay entre el Padre y el Hijo puede ser considerada desde dos puntos de vista: o bien una unidad de esencia, o bien una unidad de amor. Obviamente, nosotros nunca podremos unirnos a Cristo con unidad de esencia, pero sí que podemos unirnos a Él por el amor, ser imitadores de la relación amorosa que existe entre el Padre y el Hijo. Si Cristo pide que seamos uno con Él, como el Padre y Él son uno, quiere decir que tenemos la capacidad para hacerlo, capacidad que Él mismo nos ha otorgado al darnos la gloria que el Padre ya le había dado a Él: yo les he dado la gloria que Tú me diste, para que sean uno como nosotros somos uno. Por eso, lo mismo que el Padre ama al Hijo y el Hijo ama al Padre, así mismo el discípulo ha de amar al uno y al otro. No será un amor de igualdad, porque el amor entre las personas divinas es infinito, pero sí de totalidad.
    De lo que se trata aquí es de una transformación radical que el Señor opera en sus discípulos por medio de la gracia:
    todos nosotros, que con el rostro descubierto reflejamos como en un espejo la gloria del Señor, vamos siendo transformados en su misma imagen, cada vez más gloriosos, conforme obra en nosotros el Espíritu del Señor” (2 Cor. 6:18).
    La gracia que se nos da, es una participación de la vida divina, por lo que a mayor gracia, mayor es la unión que tendremos con la Persona Divina. Y esta vida divina se hace presente en nosotros a través de los sacramentos, pero más especialmente mediante la Eucaristía, pues no sólo recibimos la gracia, sino al mismísimo autor de la gracia, y en cierto sentido cuando Cristo entra en nosotros nos diviniza y nos hacemos uno con Él.
    Conclusión

    Una vez más, asistimos a otra de las mentiras con las que la gran mayoría de los miembros de la Jerarquía de la Iglesia posconciliar quiere emponzoñarnos el corazón. El demonio y sus secuaces han conseguido vaciar de contenido el dogma católico, sostenido por siglos, de que la Iglesia Católica es la única verdadera y la única en la que se encontraba la salvación. Y para ello no han vacilado en retorcer pasajes evangélicos como el que hemos comentado. Pero nosotros sabemos, por más que le duela al Ecumenismo, que la Iglesia Católica es la verdadera y la única, la que contiene la plenitud de Cristo; que no puede existir un consenso entre doctrinas distintas e incluso contrarias; que la Verdad no puede claudicar ante la mentira, y que con el error no se dialoga, sino que se le enfrenta:
    no unciros en yugo desigual con los infieles, pues ¿qué relación hay entre a justicia y la iniquidad? ¿Qué unión entre la luz y las tinieblas? (2 Cor. 6: 14-15).

    La mentira del ecumenismo | Tradición Digital

  2. #2
    Manuel de Murcia está desconectado Miembro graduado
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    Re: La mentira del ecumenismo

    Pues yo pensaba que el diálogo católico-protestante estaba en punto muerto, ya que Benedicto XVI y el papa Francisco últimamente solo se entrevistaban con personalidades ortodoxas.

  3. #3
    alejog está desconectado Miembro novel
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    Re: La mentira del ecumenismo

    lo que pasa es que los católicos que no admiten el ecumenismo, por lo general cometen el error de creer que su iglesia es perfecta que nunca se equivoca, por eso no aceptan la crítica y rechazan que otras iglesias a credos discrepen en alguna forma de ella.

  4. #4
    Avatar de Hyeronimus
    Hyeronimus está desconectado Miembro Respetado
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    Re: La mentira del ecumenismo

    Pues entonces, si creemos que es perfecta y nunca se equivoca, ¿cómo es que criticamos tanto lo que hace mal? ¿Y qué pasa, es que las otras iglesias no rechazan también a la católica? Antes de apresurarse en sus conclusiones, infórmese del asunto. Porque se podrá estar o no de acuerdo, pero tenemos más que sobradas razones que avalan nuestra postura.
    ALACRAN y MexicoCatolico dieron el Víctor.

  5. #5
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    Re: La mentira del ecumenismo

    Es un tema muy difícil.

    La religión mueve pasiones y de no ser asi no habria habido tantos muertos y guerras en nombre de la fe.
    Las cruzadas, los Templarios, la Guerra de los 100 años...
    Actualmente están siendo asesinados cristianos por el simple hecho de serlo en paises orientales (oriente próximo u oriente medio...)
    San Pablo dijo "No quiero divisiones en mi iglesia" y nunca debió permitirse la escisión, pero revisando los Evangelios se da uno cuenta que Jesucristo anunció un tiempo en el futuro donde habria una Apostasia (Imperio de Religión falsa).
    Lutero marcó el resquebrajamiento de la Iglesia en dos con los puntos de su Reforma.
    Quizá la propia naturaleza ambigua -hermeneuticamente hablando- de los Evangelios haga posible estas escisiones. Sin embargo tras 41 años como creyente, opino más que nunca que no importa si uno es católico, evangelista, calvinista, luterano, presbiteriano, metodista, anglicano, amish, quakero, testigo de Yahweh, ortodoxo ruso, ortodoxo griego, cristiano etíope, cristadelfiano, etc... lo importante sea seguir el Evangelio y los Mandamientos con honradez y voluntad de mejora.
    Tapatio dio el Víctor.

  6. #6
    Avatar de Hyeronimus
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    Re: La mentira del ecumenismo

    Esa opinión está en las antípodas del Tradicionalismo, así que poco puede tener de ultratradicionalista. Veo mucha confusión aquí, fruto de la propaganda y las opiniones dominantes y formación con lagunas. Las Cruzadas (incluida la que tuvimos en casa, la Reconquista) fueron la legítima defensa de la fe ante el islam. Los Templarios, a pesar de que tanto templario y tanta masonería tratan de apropiárselos y reivindicarlos como propios creando una falsa imagen de ellos, fueron ante todo víctima de maniobras políticas. La Guerra de los Cien Años fue también una guerra política entre dos reinos católicos. No veo que pinta en ella la religión.

    La naturaleza de los Evangelios no es ambigua. Lo que pasa es que muchos han intentado explicarlos por su cuenta, con buena fe o sin ella, ajustándolos a sus opiniones personales. Y al haberse apartado de la guía que les brindaban sus pastores dieron lugar a una babel religiosa. Precisamente la apostasía que vivimos es fruto de la relativización de la fe. Al no haber una verdad firme y segura, todo vale, la religión es un "hágalo usted mismo", uno mismo escoge qué creer y qué no creer, y al final termina no creyéndose en nada. El enemigo de nuestras almas ha aplicado a la perfección aquello de "divide y vencerás", aunque no será él quien tenga la última palabra.

    Ya me explicará usted cómo se puede creer en el Evangelio sin aceptar la verdad del Evangelio o creyendo lo contrario de lo que dice. No parece que haya leído mucho el Nuevo Testamento cuando dice eso. Porque San Pablo y San Juan no se limitaron a condenar la división, sino que hablaron en términos muy duros de los disidentes. La verdad es una y no cincuenta y una.
    ALACRAN y Xaxi dieron el Víctor.

  7. #7
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    Re: La mentira del ecumenismo

    Yo no he marcado en el post mi opinión personal, sino que sólo he vertido la sensación de división que existe en el mundo cristiano. Para juicios no entro, no soy yo El Cristo.
    Al respecto de esto, quisiera si me lo permite hacer aqui mención a un pasaje del Evangelio canon que dice:
    Marcos 9:38-40

    Reina-Valera 1960 (RVR1960)

    El que no es contra nosotros, por nosotros es

    (Lc. 9.49-50)

    38 Juan le respondió diciendo: Maestro, hemos visto a uno que en tu nombre echaba fuera demonios, pero él no nos sigue; y se lo prohibimos, porque no nos seguía.
    39 Pero Jesús dijo: No se lo prohibáis; porque ninguno hay que haga milagro en mi nombre, que luego pueda decir mal de mí.
    40 Porque el que no es contra nosotros, por nosotros es.

    Igualmente:

    "El mundo va pasando y también su deseo. Pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre".
    Tapatio dio el Víctor.

  8. #8
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    Re: La mentira del ecumenismo

    En efecto, el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre. Y a propósito de hacer su voluntad, también dijo el Señor:

    No todo el que diga "Señor, Señor", entrará en el Reino de los Cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre Celestial. Muchos me dirán aquel día: "Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre expulsamos demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?" Y entonces les declararé: "Jamás os conocí; ¡apartaos de Mí, agentes de iniquidad!"

    Es típico de los protestantes sacar versículos de contexto, a veces incluso del contexto del propio capítulo, sin contrapesarlos con otros textos de las Escrituras. Y no olvidemos tampoco que nuestra fe no sólo se apoya en las Escrituras, sino en el Magisterio.

    Por cierto, ha citado el pasaje utilizando la versión de la Biblia más popular entre los evangélicos. Sigue siendo la Palabra de Dios, sigue siendo verdad, pero faltan algunos libros del Antiguo Testamento, y estilísticamente la Biblia del Oso deja mucho que desear.

    Yo tampoco soy Cristo. Simplemente procuro atenerme lo que me han enseñado Él y la Iglesia que él fundó. Evito las interpretaciones personales, que son las que han dado lugar a la babel de las treinta y tantas mil iglesias y sectas de la actualidad. La verdad sólo es una como Dios sólo es uno. Yo no juzgo las intenciones de los demás; Dios las conoce y entiende y a Él le corresponde juzgar los corazones. Pero también soy guardián de mis hermanos y hago lo que puedo por evitar que caigan en el error o ayudarlos a salir de él.

    Por cierto, ¿qué es eso del "Evangelio canon"? Quizás ha querido decir canónico.
    ALACRAN dio el Víctor.

  9. #9
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    Re: La mentira del ecumenismo

    Libros antiguos y de colección en IberLibro
    Si, me refería a eso.

    Ya sabe que existen supuestos evangelios escritos desde el siglo IV por los que ni yo ni casi nadie da un duro de realidad. Y si, tiene razón, los evangelistas han apartado muchos libros de la Biblia, entre ellos creo que Eclesiastés. Sin embargo son hábiles oradores y no se puede menospreciar que hayan llevado muchas almas a Cristo, asi lo espero. (Mejor evangelistas que ateos o paganos. Esto es una opinión muy personal).

    Es curioso que en mi habitual lectura de temas culturales de todo tipo, leyera hace poco que un sujeto argentino llamado Paravicini hizo una profecia a primeros del siglo XX "La Iglesia será protestante y el protestantismo será católico.."
    Es curiosa la fuerza actual dentro de la Iglesia de grupos como Los Catecumenos, quienes realmente parecen algo asi como un semi-protestantismo dentro de la Iglesia.

    He sentido interés y de adulto pasión por las verdades de fe y la religión. No han sido pocos los que se han burlado de mi y más en estos tiempos de pro-ateismo. Llevo años luchando contra el ateismo en todas sus formas. Y contra la Nigromancia.

    También quisiera citar aqui una frase explosiva atribuida a Pablo VI.

    «¿Cómo se ha podido llegar a esta situación?»
    Ésta es la pregunta que se hacía el Papa Pablo VI, algunos años después de la clausura del Concilio Vaticano II, a la vista de los acontecimientos que sacudían a la Iglesia. «Se creía que, después del Concilio, el sol habría brillado sobre la historia de la Iglesia. Pero en lugar del sol, han aparecido las nubes, la tempestad, las tinieblas, la incertidumbre. »
    Sí, ¿cómo se ha podido llegar a esta situación?
    La respuesta de Pablo VI es clara y neta: «Una potencia hostil ha intervenido. Su nombre es el diablo, ese ser misterioso del que San Pedro habla en su primera Carta. ¿Cuántas veces, en el Evangelio, Cristo nos habla de este enemigo de los hombres?». Y el Papa precisa: «Nosotros creemos que un ser preternatural ha venido al mundo precisamente para turbar la paz, para ahogar los frutos del Concilio ecuménico, y para impedir a la Iglesia cantar su alegría por haber retomado plenamente conciencia de ella misma».
    Para decirlo brevemente, Pablo VI tenía la sensación de que «el humo de Satanás ha entrado por alguna fisura en el templo de Dios».
    Así se expresaba Pablo VI sobre la crisis de la Iglesia el 29 de junio de 1972, noveno aniversario de su coronación. Algunos periódicos se mostraron sorprendidos por la declaración del Papa sobre la presencia de Satanás en la Iglesia. Otros periódicos se escandalizaron. ¿No estaba Pablo VI exhumando creencias medievales que se creían olvidadas para siempre?
    Una de las grandes necesidades de la Iglesia contemporánea
    Sin arredrarse ante estas críticas Pablo VI volvió sobre este tema candente cinco meses más tarde. Y lejos de contentarse con reafirmar la verdad sobre Satanás y su actividad, el Papa consagró una entera catequesis a la presencia activa de Satanás en la Iglesia (cfr Audiencia general, 15 de noviembre de 1972).
    Desde el inicio, Pablo VI subrayó la dimensión universal del tema: «¿Cuáles son hoy afirma las necesidades más importantes de la Iglesia?». La respuesta del Papa es clara: «Una de las necesidades más grandes de la Iglesia es la de defenderse de ese mal al que llamamos el demonio».
    Y Pablo VI recuerda la enseñanza de la Iglesia sobre la presencia en el mundo «de un ser viviente, espiritual, pervertido y pervertidor, realidad terrible, misteriosa y temible».
    Después, refiriéndose a algunas publicaciones recientes (en una de las cuales un profesor de exégesis invitaba a los cristianos a «liquidar al diablo»), Pablo VI afirmaba que «se separan de la enseñanza de la Biblia y de la Iglesia los que se niegan a reconocer la existencia del diablo, o los que lo consideran un principio autónomo que no tiene, como todas las criaturas, su origen en Dios; y también los que lo explican como una pseudorealidad, una invención del espíritu para personificar las causas desconocidas de nuestros males».
    «Nosotros sabemos -prosiguió Pablo VI- que este ser oscuro y perturbador existe verdaderamente y que está actuando de continuo con una astucia traidora. Es el enemigo oculto que siembra el error y la desgracia en la historia de la humanidad.»
    «Es el seductor pérfido y taimado que sabe insinuarse en nosotros por los sentidos, la imaginación, la concupiscencia, la lógica utópica, las relaciones sociales desordenadas, para introducir en nuestros actos desviaciones muy nocivas y que, sin embargo, parecen corresponder a nuestras estructuras físicas o psíquicas o a nuestras aspiraciones profundas. »
    Satanás sabe insinuarse... para introducir... Estas expresiones, ¿no recuerdan a las del león rugiente de San Pedro que ronda, buscando a quien devorar? El diablo no espera a ser invitado para presentarse, más bien impone su presencia con una habilidad infinita.
    El Papa evocó también el papel de Satanás en la vida de Cristo. Jesús calificó al diablo de «príncipe de este mundo» tres veces a lo largo de su ministerio, tan grande es el poder de Satanás sobre los hombres.
    Pablo VI se esforzó en señalar los indicios reveladores de la presencia activa del demonio en el mundo. Volveremos sobre este diagnóstico.
    Lagunas en la teología y en la catequesis
    En su exposición, el Santo Padre sacó una conclusión práctica que, más allá de los millares de fieles presentes en la vasta sala de las audiencias, se dirigía a los católicos de todo el mundo: «A propósito del demonio y de su influencia sobre los individuos, sobre las comunidades, sobre sociedades enteras, habría que retomar un capítulo muy importante de la doctrina católica, al que hoy se presta poca atención».
    El cardenal J. L. Suenens, antiguo arzobispo de BruxellesMalines, escribió al final de su libro Renouveau et Puissances des ténébres: «Acabando estas páginas, confieso que yo mismo me siento interpelado, ya que me doy cuenta de que a lo largo de mi ministerio pastoral no he subrayado bastante la realidad de las Potencias del mal que actúan en nuestro mundo contemporáneo y la necesidad del combate espiritual que se impone entre nosotros» (p. 113).
    En otras palabras, la Cabeza de la Iglesia piensa que la demonología es un capítulo «muy importante» de la teología católica y que hoy en día se descuida demasiado. Existe una laguna en la enseñanza de la teología, en la catequesis y en la predicación. Y esta laguna solicita ser colmada. Estamos ante «una de las necesidades más grandes» de la Iglesia en el momento presente.
    ¿Quién lo habría previsto? La catequesis de Pablo VI sobre la existencia a influencia del demonio produjo un resentimiento inesperado por parte de la prensa. Una vez más, se acusó a la Cabeza de la Iglesia de retornar a creencias ya superadas por la ciencia. ¡El diablo está muerto y enterrado!
    Raramente los periódicos se habían levantado con una vehemencia tan ácida contra el Soberano Pontífice. ¿Cómo explicar la violencia de estas reacciones?
    Que periódicos hostiles a la fe cristiana ironicen sobre una enseñanza del Papa no suscita ninguna extrañeza. Es coherente con sus posiciones. Pero que al mismo tiempo se dejen llevar de la cólera, esto es lo que sorprende...
    ¿Cómo no presentir bajo estas reacciones la cólera del Maligno? En efecto, Satanás necesita el anonimato para poder actuar de manera eficaz. ¿Cuál no será su irritación, por tanto, cuando ve al Papa denunciar urbi et orbi sus artimañas en la Iglesia? Es la cólera del enemigo que se siente desenmascarado y que exhala su despecho a través de estos secuaces inconscientes.
    El enemigo desenmascarado
    Habría que retomar el capítulo de la demonología: esta consigna de Pablo VI tuvo una especie de precedente en la historia del papado contemporáneo.
    Era un día de diciembre de 1884 o de enero de 1885, en el Vaticano, en la capilla privada de León XIIII. Después de haber celebrado la misa, el Papa, según su costumbre, asistió a una segunda misa. Hacia el final, se le vio levantar la cabeza de repente y mirar fijamente hacia el altar, encima del tabernáculo. El rostro del Papa palideció y sus rasgos se tensaron. Acabada la misa, León XIII se levantó y, todavía bajo los efectos de una intensa emoción, se dirigió hacia su estudio. Un prelado de los que le rodeaban le preguntó: «Santo Padre, ¿Se siente fatigado? ¿Necesita algo?». «No, respondió León XIII, no necesito nada... »
    El Papa se encerró en su estudio. Media hora más tarde, hizo llamar al secretario de la Congregación de Ritos. Le dio una hoja, y le pidió que la hiciera imprimir y la enviara a los obispos de todo el mundo.
    ¿Cuál era el contenido de esta hoja? Era una oración al arcángel San Miguel, compuesta por el mismo León XIII. Una oración que los sacerdotes recitarían después de cada misa rezada, al pie del altar, después del Salve Regina ya prescrito por Pío IX:
    Arcángel San Miguel, defiéndenos en la lucha, sé nuestro amparo contra la adversidad y las asechanzas del demonio. Reprímale Dios, pedimos suplicantes. Y tú, Príncipe de la milicia celestial, arroja al infierno, con el divino poder, a Satanás y a los otros malos espíritus que andan dispersos por el mundo para la perdición de las almas.
    León XIII confió más tarde a uno de sus secretarios, Mons. Rinaldo Angeh, que durante la misa había visto una nube de demonios que se lanzaban contra la Ciudad Eterna para atacarla. De ahí su decisión de movilizar a San Miguel Arcángel y a las milicias del cielo para defender a la Iglesia contra Satanás y sus ejércitos, y más especialmente para la solución de lo que se llamaba «la Cuestión romana».
    La oración a San Miguel fue suprimida en la reciente reforma litúrgica. Algunos piensan que, siendo tan adecuada para conservar entre los fieles y los sacerdotes la fe en la presencia activa de los ángeles buenos y de los malvados, podría ser reintroducida, o bien en la Liturgia de las Horas, o bien en la oración de los fieles en la misa. Como afirmaba Juan Pablo II el 24 de mayo de 1987, en el santuario de San Miguel Arcángel en el Monte Gargan: «el demonio sigue vivo y activo en el mundo». Las hostilidades no han cesado, los ejércitos de Satanás no han sido desmovilizados. Por lo tanto la oración continúa siendo necesaria.
    El 20 de abril de 1884, poco tiempo antes de esta visión del mundo diabólico, León XIII había publicado una encíclica sobre la francmasonería que se inicia con consideraciones de envergadura cósmica. «Desde que, por la envidia del demonio, el género humano se separó miserablemente de Dios, a quien debía su llamada a la existencia y los dones sobrenaturales, los hombres se ha dividido en dos campos opuestos que no cesan de combatir: uno por la verdad y la virtud, el otro por aquello que es contrario a la virtud y a la verdad. »
    Meditando las consideraciones de León XIII se comprende mejor la consigna dada por Pablo VI en su catequesis del 15 de noviembre de 1972: «Habría que retomar un capítulo muy importante de la doctrina católica (la demonología), al que hoy se presta poca atención».
    Juan Pablo II ha hecho suya la consigna de su predecesor. En su enseñanza ha ido incluso más allá de Pablo VI. Mientras que éste no dedicó más que una catequesis del miércoles al problema del demonio, Juan Pablo II ha tratado este tema a lo largo de seis audiencias generales sucesivas. Y hay que añadir a esta enseñanza una peregrinación al santuario de San Miguel Arcángel en el Monte Gargan, el 24 de mayo de 1987, y undiscurso sobre el demonio pronunciado el 4 de septiembre de 1988, con motivo de su viaje a Turín.
    Las instituciones, instrumento de Satanás
    En otras ocasiones, Juan Pablo II ha puesto en guardia a los fieles contra las insidias del diablo, como por ejemplo en su encuentro con 30.000 jóvenes en las islas Madeira (mayo de 1991) donde citó un pasaje significativo de su mensaje de 1985para El año internacional de la juventud: «La táctica que Satanás ha aplicado, y que continúa aplicando, consiste en no revelarse, para que el mal que ha difundido desde los orígenes se desarrolle por la acción del hombre mismo, por los sistemas y las relaciones entre los hombres, entre las clases y entre las naciones, para que el mal se transforme cada vez más en un pecado 'estructural' y se pueda identificar cada vez menos como un pecado `personal'». Satanás actúa, pero actúa sobre todo en la sombra, para pasar desapercibido. Satanás actúa a través de los hombres y también a través de las instituciones.
    ¿Es posible imaginar el papel de Satanás en la preparación, lejana y cercana de las leyes que autorizan el aborto y la eutanasia?
    En un estudio actual sobre Satanás, Dom Alois Mager o.s.b., antiguo decano de la facultad de teología de Salzburgo, afirma que el mundo satánico se caracteriza por dos rasgos: la mentira y el asesinato. «La mentira aniquila la vida espiritual; el asesinato, la vida corporal... Aniquilar siempre, ésta es la táctica de las fuerzas satánicas». Ahora bien, Dios es Aquel que es y que da sin cesar la vida, el movimiento y la existencia (cfr Hch 17, 28).
    La insistencia creciente de dos Papas contemporáneos sobre Satanás y sus maquinaciones ¿no es altamente significativa? ¿No nos invita a una profundización en nuestra postura sobre el papel de Satanás en la historia, la historia grande de los pueblos y de la Iglesia y la historia pequeña de cada hombre en particular?
    Un terreno minado
    Sé muy bien que escribiendo estas páginas me aventuro en un terreno minado, rodeado de misterio. Primero por la materia tratada. Después por el escepticismo existente sobre el tema. Pocos cristianos parecen creer verdaderamente en la existencia personal de los demonios. Muchos parecen incluso rechazar esta verdad, no porque sea incierta, sino porque se nos dice «hoy en día la gente no la admitiría». ¡Como si el hombre de la era atómica pudiera censurar los datos de la Revelación! ¡Como si ésta se asemejara al menú de un restaurante donde cada cliente elige o rechaza los platos a su gusto!
    Otros, también irreverentes con la Revelación, compartirían con gusto la posición de este viejo señor que, al final de una agitada mesa redonda sobre la existencia del diablo, sugería que la cuestión fuese decidida... por un referéndum: «La mayoría decidirá si los demonios existen o no». ¡Como si la verdad dependiese del número de opiniones y no de su consistencia! ¿Lo que afirman cien charlatanes deberá tener más peso que la opinión meditada de un sabio o de un santo?
    Algunos años antes de la intervención de Pablo VI, el cardenal GabrielMarie Garrone denunciaba la conspiración del silencio sobre la existencia de los demonios: «Hoy en día apenas si se osa hablar. Reina sobre este tema una especie de conspiración del silencio. Y cuando este silencio se rompe es por personas que se hacen los entendidos o que plantean, con una temeridad sorprendente, la cuestión de la existencia del demonio. Ahora bien, la Iglesia posee sobre este punto una certeza que no se puede rechazar sin temeridad y que reposa sobre una enseñanza constante que tiene su fuente en el Evangelio y más allá. La existencia, la naturaleza, la acción del demonio constituyen un dominio profundamente misterioso en el que la única actitud sabia consistirá en aceptar las afirmaciones de la fe, sin pretender saber más de lo que la Revelación ha considerado bueno decirnos».
    Y el cardenal concluye: «Negar la existencia y la acción del 'Maligno' equivale a ofrecerle un inicio de poder sobre nosotros. Es mejor, en esto como en el resto, pensar humildemente como la Iglesia, que colocarse, por una pretenciosa superioridad, fuera de la influencia benefactora de su verdad y de su ayuda».
    Es una obra buena armarles
    Una decena de años más tarde, una vigorosa profesión de fe del obispo de Estrasburgo, Mons. Léon Arthur Elchinger, se hará eco de las consideraciones del cardenal GabrielMarie Garrone. Pondrá, como se suele decir, los punto sobre las «íes», desafiando de esta manera a cierta intelligentia.
    «Creer en Lucifer, en el Maligno, en Satanás, en la acción entre nosotros del Espíritu del mal, del Demonio, del Príncipe de los demonios, significa pasar ante los ojos de muchos por ingenuo, simple, supersticioso. Pues bien, yo creo. »
    «Creo en su existencia, en su influencia, en su inteligencia sutil, en su capacidad suprema de disimulo, en su habilidad para introducirse por todas partes, en su capacidad consumada de llegar a hacer creer que no existe. Sí, creo en su presencia entre nosotros, en su éxito, incluso dentro de grupos que se reúnen para luchar contra la autodestrucción de la sociedad y de la Iglesia. Él consigue que se ocupen en actividades completamente secundarias a incluso infantiles, en lamentaciones inútiles, en discusiones estériles, y durante este tiempo puede continuar su juego sin miedo a ser molestado. »
    Y el prelado expone sus razones de orden sobrenatural primero y después de orden natural.
    «Sí, creo en Lucifer y esto no es una prueba de estrechez de espíritu o de pesimismo. Creo porque los libros inspirados del Antiguo y del Nuevo Testamento nos hablan del combate que entabla contra aquellos a los que Dios ha prometido la herencia de su Reino. Creo porque, con un poco de imparcialidad y una mirada que no se cierre a la luz de lo Alto, se adivina, se constata cómo este combate continúa bajo nuestros ojos. Ciertamente, no se trata de materializar a Lucifer, de quedarnos en las representaciones de una piedad popular. Lucifer, el Príncipe del mal, actúa en el espíritu y en el corazón del hombre. »
    «Finalmente, creo en Lucifer porque creo en Jesucristo que nos pone en guardia contra él y nos pide combatirlo con todas nuestras fuerzas si no queremos ser engañados sobre el sentido de la vida y del amor».

    Las citas son de El diablo hoy,
    de Georges Hubert,
    Edit. Palabra, 2000


    http://www.mercaba.org/FICHAS/Satan/...yel_diablo.htm
    Última edición por UltraTradicionalista; 03/03/2014 a las 22:18

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