CUÁNTO RUIDO POR "NADA"

Tomamos del sitio Messainlatino una ágil reflexión a propósito de la "apertura" sacramental (pronta, al parecer, a decretarse, y en la práctica de hecho ya instituida) y de sus antecedentes necesarios, a menudo menos reconocidos en todo su potencial delicuescente. Lo firma (escuetamente y suponemos como apócope) un cierto Zac.



Quisiera provocativamente exorcizar la tensión claustrofóbica y el odio que la enésima diabólica maquinación "pastoral" suscita en el mundo católico desde el mismo momento en que se ha creado un problema que no existe (*): la tórrida pesadilla de las uniones salvajes. Sí, porque veo hoy una multitud de almas tan bellas como incoherentes tronar acerca de un eventual cambio que, aunque se verificase, no sería más que la enésima piedra miliar en el camino de la auto-demolición de la Iglesia. Una piedra después de todo "menor", si se tiene en cuenta de qué megalitos ha sido excavada... Veamos cuáles son los megalitos que parieron ya la nueva piedra angular de la miserico(ba)rdía 2.0:


Hace 50 años un sínodo que se quiso "pastoral", partiendo del ilusorio principio de decir de nuevas maneras las cosas de siempre, aggiornó la doctrina formal cambiando sustancialmente la fe material de la Iglesia. No fue sobre éste o aquel punto, sino en la raíz, que se operó una meta-sustanciación del que la Virgen hecha Iglesia da a su místico Esposo.

1er. megalito: la abolición de la enemistad entre la Mujer y la Serpiente, es decir, entre la Iglesia y el Mundo. Bastaría sólo esto para archivar siglos de vida consagrada, de vida "puesta a un lado" del mundo para el Señor. El mundo es bello, ¡ay de los profetas de desventuras! Los católicos, dóciles al encanto del mundo, no tienen más nada que ofrecer, nada de superior por testimoniar.

Es más: nos conmovemos ante la ternura del amor libre en todas sus formas y variantes pansexuales y nos arrepentimos de cuanto atroz fariseísmo late en la rigidez asfixiante de quienes juzgan con los libros en vez de dejarse llevar por la libertad del corazón... ¿No es ésta la jerga del nuevo Pentecostés?


Asís 1986: todo mezclado.
Al centro, de blanco, el Dalai Wojtyla, pars inter pares.
Segundo megalito: la libertad religiosa y la práctica más o menos difundida de sincretismo interconfesional, interreligioso, o de puro y neto panteísmo disfrazado de respetos humanos para con los "hermanos en la humanidad". Otro golpe vital a un improbable sí. Se llegó al escándalo de Asís '86 y a los "bautismos" interreligiosos, como aquél oficiado en la Abadía de san Miniato el 24 de diciembre de 1996, en el cual "católicos", protestantes, judíos, ortodoxos, musulmanes sufíes, budistas tibetanos, hinduístas &Co "oraron" en torno de inocentes cunas. «...A Dios gusta un montón ser llamado por muchos nombres distintos», glosó el abad Cusano, envalentonado por el apoyo del cardenal arzobispo de Florencia, Piovanelli, y de la excepcional resonancia mass-mediática que el evento despertó... Y luego las iglesias católicas a los musulmanes (sin llegar a Bélgica y los Países Bajos bajo el pontificado de Francisco, basta sólo con volver a la Palermo de los años '90, donde el cardenal Pappalardo dio a los musulmanes una iglesia del 1700), o las catequesis panreligiosas del patriarca de Lisboa, el cardenal Policarpo que, confrontado con la contradicción fatal e inconciliable entre lo que él decía («toda religión practicada con sinceridad conduce a Dios») y lo que dijo la Santísima Virgen a los pastorcillos de Fátima («no hay más que un solo Dios digno de nuestra adoración, y los demás dioses no son nada»), respondió irritado: «esta visión ha sido superada. ¿Cuáles son los divinidades mencionadas por Sor Lucía? Cristianos, musulmanes, judios, todos tenemos el mismo Dios». Y esto era en el 2003, octubre del 2003.


Este segundo megalito ha transformado el Catolicismo, es decir, el Universalismo salvífico de la Única Fe, en una especie de mundialismo humanitarista y pacifista, donde un dios de muchos nombres habla un poco al corazón de cada uno según los tiempos, las situaciones, las culturas, las creencias filosóficas y las tendencias sexuales... ¿Revelación? No gracias. ¿Encarnación del Verbo? «Ha sido superada». Hoy los verbos se conjugan a gusto. Incluso las incertezas del subjuntivo deben considerarse licencias poéticas a expensas del «quién soy yo para emplear la lapicera roja». Consolémonos, pues.


Frente a estos dos megalitos, apostados como lápidas inamovibles ante el sepulcro donde yace el Primer Mandamiento, la comunión a los divorciados-vueltos a casar empalidece.


Agréguese la colegialidad, tercer megalito: «Yes, we can!». Zagrebelsky, en un memorable escrito (anti-católico, por supuesto) del 2006, reconocía que «la democracia se basa en la libertad de pensamiento, de conciencia, y en el principio de mayoría. La religión, en cambio, se basa en la verdad revelada que no depende ni de la conciencia ni de la voluntad de la mayoría...». ¡Pobre Zagrebelsky! No se había dado cuenta de que había sido así hasta Pío XII. Hoy la voluntad de la mayoría puede decidir que está bien poner los dedos húmedos en los 220 voltios. Hete aquí que ahora, en efecto, los Estados Generales del Pueblo de Dios se reúnen (alto clero, bajo clero, fieles laicos), con los resultados de los cuestionarios a la orden del día, noveles cahiers de doléances de cristianos renegados que exhiben ante el Sagrado Magisterio su desafiante infidelidad vestida de fiesta con el hábito angelical de la libertad del corazón, listos para recibir una palmadita en la espalda a cuenta del todo vale.

Porque todo vale. Tal vez no salva, pero suma... y porqué preocuparse por la salvación, si Dios es sólo amor, no puede sino amar, su juicio es misericordia, etc, etc... ¿No es ésta la jerga del nuevo Pentecostés?Este otro megalito desintegra el fundamento mismo de la obediencia terrena a una Verdad que viene de lo Alto y que nos llama a morir al mundo, a sus vanidades, a nuestros extraños amores que van y vienen. Después de todo, ¿por qué revelarSe, darnos Sus mandamientos y hacerse incluso crucificar? Era suficiente una puesta de sol, una guitarra y una cancioncita. L'amour, c'est l'amour. Por eso la comunión a los D-VaC es una bagatela si se la compara con la colegialidad...


Cuarto megalito: el Novus Ordo. Paremos un momento: han fabricado una liturgia de escritorio (según las vivas palabras de Ratzinger en apéndice al libro de monseñor Klaus Gamber, La Réforme liturgique en question) degenerada en una devastación (siempre según las ipsissima verba de Ratzinger) del Sagrado Rito derivado de un desarrollo orgánico de la expresión pública de la Fe Católica. Y lo han hecho confluir en un nuevo rito (como lo llamó el propio Paulo VI) cuyo núcleo doctrinal se explica en la versión original del Artículo 7 de la Institutio Generalis del Nuevo Misal: «la Cena del Señor, o Misa, es la sagrada sinapsis o asamblea del pueblo de Dios, presidida por el sacerdote, para celebrar el memorial del Señor. Vale pues eminentemente, para esta asamblea local de la Santa Iglesia, la promesa de Cristo: donde se reúnen dos o tres en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos (Mt 18:20)». Esta definición de la Misa no tenía ni tiene nada de la Fe de la Iglesia en el augusto sacramento del Altar, en el sacramento del Orden y en la mediación sacerdotal, en el sacrificio de impetración y de expiación. Obligó a los cardenales Ottaviani y Bacci a denunciar que se alejaba dramáticamente, en la forma y en la sustancia, de la perenne e inmutable teología católica de la Misa tal como fue precisada en la sesión XXII del Concilio de Trento. Este cambio tuvo como consecuencia natural (no como abuso o deriva) la alteración misma de aquello que es la Misa en las mentes y en los corazones de clero y fieles. NOTA BENE: no impugno su indiscutible validez, ni niego que muchos sacerdotes santos hayan podido celebrarla con piedad y recta intención.

Cardenal Schönborn: la intrepidez del testimonio
Sin embargo, sigue siendo una liturgia hija de la Revolución: la idea de que las partes, los gestos y las palabras de la liturgia se puedan modificar, componer y someter a bricolaje con otras cosas (siempre muy emotional: muchas velas, colores cálidos y melodías que urgen el corazón a la "meditación") vistas aquí o allá, en un "monasterio" interconfesional o en rituales judíos: somos nosotros quienes llenamos de sentido la liturgia que nos expresa, y no una liturgia que se impone desde lejos y que nos llama a entrar en el Santo de los Santos con obediencia y humildad para descubrir el Sentido del que Ella es portadora, independientemente de nosotros. Las misas show, liturgias contenedoras de toda suerte de estupideces, parodias de Navidad o Pascua durante la "presentación de los dones" (el Ofertorio en la Nueva Misa ha sido abolido: ¿lo sabíais? ¡Sabedlo! ¡En Re-educational Channel!) con tanto de alegórico disfraz de los niños y de los jjjjóvenes, sacerdotes travestidos de payasos o de conejitos rosas, misas en el campamento de la juventud celebradas sobre mochilas o en tablones de almacén, alba y estola para los más respetuosos, o bien directamente jeans y camiseta, ¡y santa Comunión distribuida en vasos de plástico, en la mano de los fieles!

No son abusos, de lo contrario alguien hubiera reaccionado: ¡con los Franciscanos de la Inmaculada han sido implacables! El Novus Ordo, en cambio, señala el giro antropológico, el culto del pueblo de Dios, donde el pueblo de Dios se expresa y debe encontrar la alegría en la iglesia, tal como el mundo la da afuera; debe encontrar la paz en la iglesia, tal como el mundo la da afuera, con permiso de la exhortación de Cristo (no como el mundo la da...) y de la alegría perfecta de san Francisco.


Si pensamos que la liturgia, como parte de la Tradición, es un ámbito teológico y partícipe de las fuentes de la Revelación, esta nueva forma de celebrar no sólo pone de manifiesto que «la fiesta somos nosotros, que caminamos hacia ti» (Gnocchi docet), sino incluso que la Revelación somos nosotros: es la Asamblea quien celebra, por lo demás. El presbítero "preside" la celebración de la Palabra y de la Eucaristía concelebrada por el Cuerpo Social de Cristo, ahora soberano al administrarse por sí mismo los Sacramentos.

Ahora bien: han cambiado la Misa, han abolido el Ofertorio, han desnaturalizado la figura del Sacerdote... ¿y nos rasgamos las vestiduras por la comunión a los D-VaC? Vamos... conservemos, tanto como la fe, también la decencia.




Apéndice conclusivo para normalistas:


Es inútil esconderse detrás del cabello de las derivas, o de los abusos. Es simplemente ceguera dolosa e idiota negar que esta pretendida deriva sea, de hecho, la realidad material en la que bañan a la gran mayoría del clero y de los fieles, a fin de justificar aquello que Juan Pablo II llamó la «apostasía silenciosa». Que esto ya esté en los textos, incluso antes que en el espíritu y en las interpretaciones del Concilio Vaticano II, ha sido más que comprobado por una abundante literatura. El hecho de que Papas y Cardenales practiquen públicamente cuanto está escrito más arriba tendría que indicar que se trata de verdaderos y propios usos, y no de abusos, sin que haga falta para ello leer quizás algún Madiran (+ RIP).

Una vez más, la hoja de parra de la diferencia entre doctrina que se mantiene intacta y pastoral que puede cambiar sólo es válida para gente que ya no cree que la doctrina es simplemente el gráfico desenvolvimiento de aquella Verdad viva y eterna que se comunica, que nos llama a Sí y nos salva. Me explico: también yo estoy de acuerdo en que la belleza de Bach está en la música, no en las partituras... y quien conoce las piezas de memoria puede tocar sin posar la vista en las notas del pentagrama. Pero nosotros no somos espíritus puros: nuestra humana debilidad y finitud (silogismo ameriano) necesita aquel negro sobre blanco para seguir disfrutando de esas maravillosas piezas: si las partituras desaparecieran por completo, en un tiempo de 30 años nadie más podría ejecutar el Concierto Italiano.


No sólo eso: no es sólo por el hecho de que aprender a tocar el órgano, leer en clave de violín y de bajo con las dos manos y los pedales sea hoy extremadamente difícil, que se pueda venir a decir que alcanza con ponerse con bondad de corazón y libertad ante cualquier instrumento para hacer sin embargo buena música. ¡No! Es necesario dejarse transformar por el arte; el instrumento debería incluso llegar a deformar, a conformar consigo nuestras artes, nuestra mente... ¡todo por la pasión, por el amor! Y no habrá profesor de música que atine a decir jamás lo contrario, que renuncie a la belleza de Chopin o Debussy porque hoy, en el 2014, la mayoría de la gente no sabe ya ejecutarlos, es demasiado difícil.

Además, la verdad contenida en estos escritos -a diferencia de la música de Bach, Chopin y Debussy- es salvífica, vivifica y salva al alma eternamente: ¿qué ingeniero electrónico sería tan desconsiderado como para afirmar que la doctrina tradicional acerca de los dedos mojados en el toma de 220 voltios no cambia, pero que la práctica puede cambiar? Porque eso es justamente lo que Kasper propone para el alma.



(*) Un problema que Nuestro Señor ya había resuelto con la parábola del hijo pródigo: el joven que había despilfarrado alegremente la herencia de su padre entre putas y jolgorios se encuentra teniendo que apacentar cerdos «en una tierra lejana». Instancia en la que pensó que convenía regenerarse, ir de nuevo a lo de su padre y decirle: «he pecado contra el cielo y contra ti». Hecho así, el padre lo perdonó.

Hoy Kasper, mejor que la maga Circe, transforma con un beso a los cerdos en corderitos perfumados y le da al hijo la tarjeta del cajero automático del padre y el código respectivo para que, ya que hay de sobra, aproveche y persista allí donde se encuentra, en aquella tierra lejana, sin arrepentirse ni regenerarse ni volver a casa. Porque la misericordia nos impele hoy a reconocer que aquella tierra lejana, con la bendición paterna, ¡es el hogar!. Donde está tu corazón, allí está tu Dios, decían los Padres (uno lo habrá dicho, tal vez... ¡bah!... es la Kasperpatristik). Y cada uno, se sabe, de corazón... tiene su propio dios.




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