DE UNA IGLESIA LAXA A UNA IGLESIA AGNÓSTICA
Editorial de Radicati nella fede, December 2014
Boletín de la comunidad Católica de Vocogno, Diócesis de Novara, Italia

Un Dios que ya no pide nada de los hombres es un Dios que no existe. Sin embargo, esta ha sido la consecuencia trágica de la Iglesia post-conciliar, que por abrazar una visión laica de la misericordia ha llegado al agnosticismo práctico. Si bien es cierto que existe un ateísmo práctico es decir, los que viven como si Dios no existe, aunque no niegan su existencia de forma explícita, existe entonces un agnosticismo verdadero es decir, aquellos que hablan de un Dios desconocido pero que no habla con claridad a los hombres, de quien el hombre consigue lo que quiere, según las circunstancias; un Dios que esencialmente está allí para validar sin pedir mucho a cambio.
Esto parece ser la situación normal en una gran parte del catolicismo actual, el vivido concretamente por la mayoría de los bautizados.
Se ha proclamado un Dios de perdón, un Dios que consuela, que no pide la conversión personal o un cambio en el estilo de vida. Un Dios dispuesto a aceptar nuevos cambios en la sociedad, dispuesto a declarar que si las inmoralidades se viven con un corazón sincero, no son, en esencia, realmente inmorales. Los debates sobre el reciente Sínodo han mostrado amplia evidencia de esto. El matrimonio ya no se considera en nuestro occidente decadente, por lo que vamos de prisa a decir que Dios no está pidiendo indisolubilidad absoluta. La gente no se casa más, así es que vamos a decir rápidamente que si hay amor sincero entre la pareja conviviente, esto de alguna manera compensa el Sacramento. Esta charla no sólo está relacionado con el matrimonio como podríamos citar con muchos otros ejemplos.
Al final podemos decir que estamos en presencia de una nueva manera de hablar de Dios; un Dios que no pide nada a los hombres; un Dios que no prohíbe nada. Durante el “período de las protestas”, el lema era “prohibido prohibir”: hoy esta consigna habita en la nueva Iglesia, la Iglesia del Post-Concilio. “Prohibido hablar de un Dios que prohíbe”, este parece ser el lema utilizado para reprogramar a los católicos confundidos pero sobre todo al clero. Es necesario un clero que da la bienvenida y no alguien que recuerde la urgencia de convertir. Hablar de castigo, penitencia y temor del Señor, están prohibidos. Dicen que la gente necesita consuelo para recuperar la confianza en la Iglesia de modo que: ¡por favor no prohíban nada! Ese es un coro que aburre.
En un solo golpe la Sagrada Escritura en su totalidad ha sido borrada, es decir todos los Evangelios y el Antiguo Testamento. Ahora se habla de un Dios que no vamos a encontrar en el Apocalipsis; de un Jesús que tomó prestado del laicismo masónico, pero Quien no se parece a ningún pasaje de los Evangelios. Un Señor que no indica el camino a la vida llamando a los hombres a distanciarse del pecado; sino un Señor que tiene prisa por validar lo que hacen los hombres intoxicados por el pecado…
Por otra parte los esfuerzos de la jerarquía parecen a veces a controlar sólo la parte de la Iglesia, que se toma tiempo en la proclamación de un Dios a quien no le gusta el pecado y castiga para que el hombre pueda enmendar su camino y volver a una vida santa. El “prohibido hablar de un Dios que prohíbe” se convierte en ” No [Queremos] más a una Iglesia que prohíbe!”. En efecto, ¿hay algo más que se deje prohibir en nuestras parroquias e iglesias?
Debemos preguntarnos lo que los fieles y sacerdotes están pensando cuando la Palabra de Dios es proclamada en la Misa, cuando escuchas los profetas que anuncian los castigos de Dios y las invitaciones a la conversión, cuando se mencionan los últimos tiempos en los Evangelios, el juicio final y el retorno glorioso de Cristo.
Precisamente en estos años cuando se ha hablado tanto de la Iglesia sobre el diálogo con los judíos, todo el Antiguo Testamento ha sido de facto censurado. Es un Dios moderno en el centro de muchas iglesias, un Dios que bendice las opciones burguesas de los emancipados en consonancia con los tiempos; un Dios que nunca más pide nada de ti.
Sin embargo toda esta falsedad ya ha sido castigada. Sí, porque un Dios que no pide nada de ti, es un Dios que de hecho no existe. Esto es cierto en las experiencias de vida de las personas: ¿cuál es el uso de un Dios que dice al hombre que siempre tiene la razón?
Hemos cavado nuestra propia tumba. El Catolicismo modernizado ha cavado su propia tumba al predicar un Dios que es puro placer; se ha transformado en catolicismo agnóstico, que aunque no niega la existencia de Dios, vive separado de Él, porque para la Iglesia moderna, Dios no es conocido. Si Dios me dice que siempre tengo la razón, si Él bendice mis opciones a priori, si Dios coincide conmigo y con mi voluntad, él desaparece de mi vida. Esta es la tragedia de la Iglesia postconciliar, se está convirtiendo en agnóstica.

Y es por eso que hoy en día se habla mucho de dialogo entre la Iglesia y el mundo, y casi nunca acerca de Dios.
A medida que experimentamos la Navidad, recordemos que Dios vino al mundo, que se ha hecho hombre y nos ha mostrado su rostro; Él ha hablado a lo largo de los siglos en el Antiguo y Nuevo Testamento y que Él nos ha pedido que le obedezcamos. Por lo tanto nosotros debemos prestarle atención.
La Iglesia debe ser simplemente el eco fiel del Señor que está hablando.

Editorial: Reinventando a Dios | Adelante la Fe