Así es, sólo hay UNA Iglesia verdadera y no muchas iglesias, tal como pretenden los cismáticos y los heréticos desde hace unos siglos. En el mundo hay diversas "sociedades" que se autodenominan "cristianas", pero ¿son iglesias verdaderas? veamos las razones por las que no pueden ser consideradas como tales.
El Evangelio indica algunas notas características que no pueden faltar a la Iglesia. El mismo Jesús las señaló, Son la unidad, la santidad, la catolicidad y la apostolicidad. Estas cuatro notas son ya atribuídas a la Iglesia en el Símbolo Niceno-Constantinopolitano-, llamado así por haber sido compuesto en el Concilio de Nicea del 325 y completado en el Concilio de Constantinopla, del 381, en el cual se canta: "Et unam, sanctam, catholicam et apostolicam Ecclesiam"
(...) 1º. La unidad. Quiso Jesús que su Iglesia fuese una. Efectivamente, nunca habló de "las" Iglesias, o de "sus" Iglesias, sino de la Iglesia y de su Iglesia (Mat., 16,18; 18,17; Gal., 1, v. 13, etc.) Él dió a su Iglesia un vínculo común de fe y de bautismo, la confió a un sólo jefe, y rogó en la última Cena para que los fieles sean una sola cosa como Él es una sola cosa con el Padre. La verdadera Iglesia debe tener, pues, la unidad como característica: la unidad de Doctrina; la unidad de Sacramentos, según San Pablo, "un sólo Señor, una sola fe y un sólo bautismo, (Efes., 4,5), y la unidad de reunión bajo una sola cabeza.
La Iglesia Católica es la que cuenta con unidad de Doctrina, unidad de Sacramentos y unidad de reunión bajo una sola cabeza. Los protestantes, en virtud del libre examen cuentan con tantas doctrinas cuantos son los fieles y, propiamente hablando, carecen de sacramentos y de jefe.
2º. La santidad. Confirmada por los milagros. Quiso Jesús que su Iglesia fuese Santa, esto es, quiso santificar por medio de la Iglesia a todos los hombres, prometiendo que confirmaría la santidad de sus discípulos con milagros y con dones extraordinarios (Juan, 14,12; Marc., 16,17) Por esto, aquella será entre las (autodenominadas) iglesias cristianas la sola Iglesia verdadera -y aquello que no es verdadero es que es falso-, que puede gloriarse de contar con santos que hayan sido heroicos en la virtud y hayan obrado milagros Tal es la Iglesia Católica. Al contrario, las llamadas iglesias separadas no han sido fecundas en santos, no han dado nacimiento a nuevas órdenes religiosas y han perdido el sentido de la práctica de los consejos evangélicos. Carecen asimismo del divino sello de los milagros.
3º. La catolicidad. Quiso Jesús que la Iglesia fuese católica, o sea, universal, enviando a los Apóstoles a predicar a todos los pueblos hasta los últimos confines de la tierra (Hechos, 1,8). Será, por consiguiente, verdadera aquella que, manteniéndose una en sí misma, cuente con la catolicidad -en cuanto al espacio y en cuanto al número-. No son la verdadera Iglesia las iglesias nacionales, tales como "La Iglesia greco-cismática"; la "Iglesia Rusa" y la "Iglesia Anglicana". Hay que añadir las tentativas de constituir iglesias a tenor de intereses políticos como: Iglesia catalana; Iglesia vasca, etc., que separan a los fieles por razones ideológicas.
4º. La apostolicidad También quiso Jesús que su Iglesia fuese Apostólica, pues la fundó sobre los Apóstoles. Dió el encargo de predicar a sólo los Apóstoles (Mat., 28, 16 sig.) y también a sus sucesores. Es pues verdadera la Iglesia Católica porque cuenta también con la apostolicidad del ministerio, es decir, los sacerdotes sucesores de los Apóstoles y con la apostolicidad de la Doctrina.
El protestantismo deriva de Lutero y de Calvino, y el Anglicanismo de Enrique VIII, y ninguno de ellos fue Jesucristo. Mientras, las iglesias cismáticas perdieron formalmente la apostolicidad al no reconocer a los legítimos sucesores de Pedro y los Apóstoles.
(FUENTE: Religión y Moral Julio BONATTO. Edit. LITÚRGICA ESPAÑOLA. Barcelona 1934. págs., 94-96)
"He ahí la tragedia. Europa hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma europea choca con una realidad artificial anticristiana. El europeo se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.
<<He ahí la tragedia. España hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma española choca con una realidad artificial anticristiana. El español se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.>>
Hemos superado el racionalismo, frío y estéril, por el tormentoso irracionalismo y han caído por tierra los tres grandes dogmas de un insobornable europeísmo: las eternas verdades del cristianismo, los valores morales del humanismo y la potencialidad histórica de la cultura europea, es decir, de la cultura, pues hoy por hoy no existe más cultura que la nuestra.
Ante tamaña destrucción quedan libres las fuerzas irracionales del instinto y del bruto deseo. El terreno está preparado para que germinen los misticismos comunitarios, los colectivismos de cualquier signo, irrefrenable tentación para el desilusionado europeo."
En la hora crepuscular de Europa José Mª Alejandro, S.J. Colec. "Historia y Filosofía de la Ciencia". ESPASA CALPE, Madrid 1958, pág., 47
Nada sin Dios
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