Los frutos secos del Concilio
Navegando por el blog de la Cigüeña de la Torre, vi esta foto que me impresionó. Es un elocuente testimonio gráfico de los frutos reales, y no del relato, del Concilio Vaticano II.
Se trata del Consejo General o del grupo de líderes de las las Hermanas Franciscanas Misioneras de la Madre del Divino Pastor, una congregación otrora floreciente, fundada en el siglo XIX por la beata Ana Mogas. El motivo de la reunión que ilustra la foto es el cierre definitivo de la casa que tenían desde hacía más de un siglo, en Teruel. El señor vestido de negro es el arzobispo que parece festejar con su sonrisa la triste situación.
¿Qué tiene que ver esto con el Vaticano II?, podrá preguntarse alguno. Es muy fácil deducir.
Las ancianitas solteronas que aparecen en la foto deben rondar todas los ochenta años. Esto quiere decir que, durante la época conciliar, ellas tendrían en torno a los treinta. La tormenta las agarró en la peor edad y en la peor época. Y así quedaron: sin hábito, porque habrán leído devotamente la Gaudium et Spes, raleadas, porque una buena parte de sus compañeras habrán dejado la congregación y quizás la fe, y moribundas porque está a la vista que, a partir de los años ´70, cuando la primavera del Vaticano II eclosionaba, no ingresó ninguna nueva vocación o bien, las que ingresaron no perseveraron.
Las religiosas están de espaldas al altar de lo que supongo sería su oratorio o capilla. Observen el sagrario "conciliar" que se encuentra al fondo, a la izquierda. Es todo un símbolo: una caja de zapatos olvidada sobre un pilar del costado. Así les fue.
Estos son los despojos agonizantes que nos dejó la inspiración del obeso Papa Juan.
The Wanderer
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