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Publicado el 16 mayo 2015 por admin





ESTO SE PUBLICÓ EN LA REFLEXION Y LIBERACIÓN (revista de los jesuítas chilenos)

Todos somos imagen y semejanza de Dios: Reflexión de un jesuíta gay
Damián Torres-Botello, S.J. Estudiante en la Loyola University – Chicago.
Siendo católicos, sentimos la Iglesia como un hogar universal, donde todos son bienvenidos; eso es lo que “católico”, significa. Sin embargo, a pesar de ese sentido de universalidad, muchos sienten que la Iglesia no es un hogar para ellos. Profesores despedidos de sus empleos, niños con discapacidades a los que se les ha negado sacramentos, y muchos hombres y mujeres divorciadas siguen sintiéndose rechazados. No hay que esforzarse demasiado para encontrar historias similares entre católicos afroamericanos o latinos, mujeres católicas, y ex-católicos. Y esa es una causa de que la gente deje de asistir a la Iglesia y en algunos casos, pierda su fe.
Sin embargo, esta es la verdad que conozco y en la que creo: yo fui creado a imagen y semejanza de Dios, tal como Dios nos crea a todos. Es así de simple. Pero a veces tomamos esa “imagen y semejanza” y la complicamos. Esa complicación causó preocupación entre mis seres queridos, cuando empecé mi discernimiento sobre la vida religiosa en el 2011, a la edad de 33. Algunos estaban preocupados por las dificultades que iba a encontrar, siendo negro en una orden donde todos eran ostensiblemente blancos. Otros temían que me vería obligado a regresar a “ocultarme en el closet” luego de 17 años de aceptarme a mí mismo como gay. Algunos pocos amigos declararon su preocupación de que no encajaría en una orden llena de privilegiados, cuando yo solo conocía desventajas. Todas sus preocupaciones eran válidas, no solo porque provenían de su amor por mí, sino de sus propias experiencias como católicos.
Yo soy más que el color de mi piel, mi orientación sexual, y mi clase económica. Restringe la imagen y semejanza a Dios si sólo me veo en base a esos tres aspectos. Definirme solamente por “lo que soy”, limita “quién soy” y cómo puedo ser útil. Permitir que estas características regulen mi vida me impediría incluso participar del mundo como un ser humano completamente integrado. Entonces oré, y discerní, e hice una elección. Me comprometí a vivir los votos de castidad consagrada, pobreza y obediencia debido a mi fe en Cristo, la misión de la Iglesia, y en el pueblo de Dios. Comparto mis esfuerzos abiertamente tanto como comparto mis alegrías. Tal como mis padres hicieron entre ellos, la transparencia me ayuda a vivir mis votos honestamente, por lo que siempre estoy disponible para vivir mi vocación como jesuita.
Esa es la verdad que se asienta dentro de cada uno de nosotros: Dios nos hizo a todos a su imagen y semejanza. San Francisco de Sales dijo: “Sé como eres y hazlo bien”. Aceptar todo lo que somos -y aceptarnos los unos a los otros con amor- es abrazar esa imagen y semejanza; es abrazar a Dios. Treinta y seis años de vida y el poco tiempo que llevo como jesuita confirman esa verdad. Y así, rezo para que como Iglesia descubramos una tierna compasión por los demás, para amar al Dios que habita en cada uno de nosotros.
Damian Torres-Botello, SJ
Damián ingresó a la Compañía de Jesús en agosto del 2012. Actualmente se desempeña como estudiante de filosofía en la Loyola University Chicago. Este artículo fue aprobado por sus superiores jesuitas para ser publicado. También se difundió a través de The Jesuit Post, medio oficial de la Compañía de Jesús.
Comentario de James Martin, SJ. columnista de America Magazine:
Estoy muy orgulloso de mi hermano jesuita, Damian Torres-Botello, SJ, por hablar sobre un tema importante para nuestra Iglesia: la bienvenida a los hombres y mujeres LGBT. También estoy orgulloso de él por admitir abiertamente que es gay. Mientras que es una postura común en algunos círculos, la declaración pública de Damian es rara. ¿Por qué? No por ninguna aversión a la honestidad entre las órdenes religiosas o los sacerdotes. Muchos sacerdotes y miembros de órdenes religiosas que son homosexuales (y célibes) son honestos acerca de esta parte de su vida con amigos y familiares. Sin embargo, la gran mayoría de los superiores religiosos y obispos no permiten que seminaristas, escolásticos o sacerdotes declaren públicamente ser gays.
Así que hay otra razón a tomar nota en este artículo: los superiores religiosos de Damian aprobaron explícitamente la publicación de su artículo. Más aun, su superior provincial aprobó que pueda hablar abiertamente sobre su homosexualidad.
Un poco de contexto: los jesuitas, como los miembros de otras órdenes religiosas, hacen votos de pobreza, castidad y obediencia. Para la mayoría de los jesuitas, la obediencia es a menudo el más fácil de los votos: básicamente, llevar a cabo las misiones que se le ha encargado. Pero en algunos casos la obediencia afecta otros temas más sensibles. Y a lo largo de las últimas décadas ningún jesuita, hasta donde yo sé, ha tenido el permiso de sus superiores para identificarse como gay de manera pública.
Las razones no son difíciles de entender. Los provinciales pueden temer que en esos casos los jesuitas estarán menos “disponibles” para algunas misiones (por ejemplo, en los países donde la homofobia es una barrera más fuerte entre los católicos). Los provinciales pueden sentir que este jesuita será injustamente identificado principalmente como gay y no como jesuita. Es decir, hay una percepción de peligro de que algunas personas puedan concluir que la identidad de esa persona se centra en su homosexualidad, y más que en la pertenencia a la Compañía de Jesús. Por último, los provinciales pueden temer que sea objeto de odio y desprecio.
Los provinciales, en general, quieren proteger a los hombres a su cargo, así como asegurarse de que están “disponibles para la misión”. Por esa razón, hasta ahora existe esa renuencia universal a conceder este tipo de permiso a quienes han solicitado “expresar su identidad”. Y en estos asuntos sensibles, los jesuitas deben pedir ese permiso. Una vez más, eso es parte de nuestro voto de obediencia. De hecho, todo lo que un jesuita publica (ya sea en artículos o libros), especialmente en asuntos sensibles o polémicos, debe ser aprobado por sus superiores. Más aún si es el caso de un jesuita en formación, como Damian.
Así que la decisión de los superiores de Damian a concederle el permiso es notable. Es la primera vez, que yo recuerde, que a un jesuita se le ha permitido escribir sobre ser homosexual. Así que me siento orgulloso de dos cosas hoy en día: el coraje y la honestidad de Damián, y la de sus superiores.
James Martin, SJ – Columnista de America Magazine – USA

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