El Triunfo de Javier


Nuestra Parroquia de San Francisco, cuando me hice cargo de ella, no tenía una imagen digna del Santo Titular, En cuanto pude, me procuré una, preciosa y digna. Además, hace año y medio, compré muy barato (fue providencial, creo yo) un viejo y bonito cuadro representando la muerte de Javier. Debe ser de del XVII-XVIII, no sé decir si bávaro o napolitano. Es muy 'jesuitón', pues representa propiamente la estampa de la muerte de Javier muy difundida por la Compañía de Jesús:

El Santo Javier agoniza bajo un pobre chozo, tendido sobre un montoncillo de heno, rígido, con los ojos muy vivos vueltos al Cielo; tiene un crucifijo en la mano derecha, y la izquierda abierta sobre el pecho; de la sotana desabrochada sale una llamarada. A su derredor hay un libro abierto, un pequeño icono de la Mater Dolorosa, un rosario y una calabaza. En el ángulo derecho, entre las olas, a toda vela, está la nave en la que Javier ya nunca embarcará. Sobre el Santo, cinco Querubines miran el tránsito del misionero, abriendo los Cielos que le esperan.

El chozajo y la paja recuerdan el pesebre de Belén. Los ojos mirando a lo alto y la imagen de la Virgen Dolorosa parecen un eco del Calvario. El velero, un alegoría de las venturas y desventuras del mundo.

A las puertas de China, con el ansia insatisfecha del misionero, lejos de todo y todos, también del capitán Ignacio, bajo cuya guía profesó con los otros primeros socios, un día de la Asunción en Montmartre, dieciocho años hacía, con cuarenta y seis años intensamente entregados, estragado, cansado, tantas veces frustrado por los hombres y animado sólo por Dios, el Señor que impone su providencia al impaciente Javier.


Estos cuadros hagiográficos son una estampa para el arte, un medio para la piedad y un motivo para el examen espiritual. Si se le quiere decir 'triunfo' sólo lo es desde el paradigma de la Cruz. Según esta clave sí es victoria. Según el mundo, no, por mucho que se pinten querubines para adornar un gran fracaso.

Con esta escena javieriana he estado esta tarde dando vueltas a unos papeles con un cuestionario de evaluación de la parroquia según el esquema del análisis DAFO, un método para análisis de empresas. Con buena intención - supongo - se pretende que sigamos las pautas del DAFO y las apliquemos a la parroquia, el arciprestazgo, la diócesis. Me pregunto si también a la Iglesia Santa y Católica.

¿Analizar lo divino con metros tan humanos como los que se usan para calibrar empresas?

¿Hemos perdido la conciencia de la esencia y sobrenaturaleza de nuestro negocio, de nuestra empresa?

Me refiero, claro, al negocio y la empresa de Javier.


+T.

EX ORBE