Si aceptamos llamar crisis de la Iglesia a aquellas situaciones en las que al cristiano sencillo le cuesta entender determinadas líneas de pensamiento de la jerarquía, aunque esas situaciones puedan ser muy dañinas, también pueden servir como estímulo para estrechar nuestra relación con Cristo.
Cuando haya ideas que te desorienten, deja que quien te guíe sea Cristo.
Cuando veas comportamientos que te defrauden, mira el ejemplo de Cristo.
Cuando creas que todo está perdido, espera en Cristo.
Cuando creas que ya no puedes confiar en nadie, confía en Cristo.
Lo único que tienes que hacer es acercarte a Él. Te está esperando en el Santísimo Sacramento del altar. ¡Acércate a Él!
Acercarse a Él es lo que recomienda San Pablo cuando advierte en sus cartas a los cristianos acerca de estas crisis. Su recomendación se recoge en la Epístola a los Colosenses:
Ya que habéis aceptado a Cristo Jesús, el Señor, proceded unidos a él, arraigados y edificados en él, afianzados en la fe que os enseñaron, y rebosando agradecimiento.
Porque San Pablo sabe que no siempre se enseña lo que se debe enseñar, como señala en esa misma epístola:
Cuidado con que nadie os envuelva con teorías y con vanas seducciones de tradición humana, fundadas en los elementos del mundo y no en Cristo.
Envuélvete, por el contrario, en la tradición milenaria de la Iglesia basada en Cristo para ofrecer:
Tu unión con Él como respuesta a las seducciones de la tradición humana.
Tu unión con Él como respuesta a las seducciones del mundo.
Tu unión con Él como respuesta a las crisis de la Iglesia.
Tu unión con Él porque es lo único que debe importarte.
Las crisis de la Iglesia pueden interpretarse como oportunidades para que te alejes de lo accesorio, de esa paja que desaparecerá empujada por el viento, y te acerques a lo inmutable: Cristo.
¡Únete a Cristo!
Las crisis de la Iglesia como oportunidad para el cristiano
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